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En Kurdistán norte, un pueblo sin Estado reinventa la política

Fuentes: Rebelión

I. Breve exposición de la propuesta política kurda y de la situación del pueblo kurdo en Turquía Los kurdos son un pueblo sin Estado repartido entre cuatro países que son Syria, Iraq, Iran y Turquia y una diáspora diseminada en el mundo entero. La población actual de los kurdos, incluyendo la diaápora, se eleva a […]

I. Breve exposición de la propuesta política kurda y de la situación del pueblo kurdo en Turquía

Los kurdos son un pueblo sin Estado repartido entre cuatro países que son Syria, Iraq, Iran y Turquia y una diáspora diseminada en el mundo entero. La población actual de los kurdos, incluyendo la diaápora, se eleva a 40 millones de personas.

En Turquía, los kurdos democráticos no anhelan constituirse en un Estado Nación más, porque consideran que esta forma política es inevitablemente un «poder desde arriba» que aplasta a los pueblos. Para ellos, la nación democrática debe organizarse «desde abajo», como una nación donde quepan muchas naciones o, a la manera de los zapatistas de México, como «un mundo donde quepan muchos mundos». Sin embargo, para el movimiento kurdo, la abolición de la forma Estado no es un prerrequisito indispensable de la constitución de organizaciones democráticas locales, basadas en los municipios, sino más bien al revés. Según las condiciones y las tradiciones locales de las diversas regiones de Medio Oriente, estas organizaciones son factibles aun bajo el dominio de la forma Estado. En pocas palabras, l@s kurd@s son l@s protagonistas de la democracia radical en el Medio Oriente.

El proyecto político que los militantes kurdos proponen al Kurdistán norte (región kurda en el territorio nacional turco) y, más allá, a Turquía y a Medio Oriente, es el confederalismo democrático, una organización de la vida política basada en la asociación libre de municipios, comunas, asambleas populares, cooperativas y asociaciones de mujeres, trabajadores o estudiantes llamadas academias. Los tres pilares de este proyecto sin fronteras son la ecología, la democracia y la libertad de la mujer. El confederalismo democrático se teje progresivamente a partir de «relaciones comunales» entre asociaciones de mujeres, movimientos de jóvenes, grupos ecológicos y otras organizaciones cívicas, todas y todos autónomos.

Hoy en Turquía, ser miembro del movimiento democrático kurdo, ser adherente, partidario de él, o simplemente ser kurdo se está volviendo un motivo de persecución, no solamente por el Estado sino, cada vez más, por linchamientos populacheros. Por ejemplo, hace tres meses, en varias ciudades turcas, el populacho incendió negocios kurdos, asaltó a sus dueños y clientes y vandalizó las oficinas del Partido Democrático de los Pueblos (HDP por sus siglas en turco), el partido que recibió más sufragios kurdos en las últimas elecciones. La actual situación de indefensión de los kurdos dentro de Turquía evoca irresistiblemente la figura del derecho romano que el filósofo Giorgio Agamben llama homo sacer, un hombre cuya persecución no está sancionada por el Estado.

Este artículo es un llamado a la solidaridad internacional en defensa de las comunidades kurdas y de su proyecto político.

II. Cambios políticos recientes en el Kurdistán norte y en Turquía

Repartidos entre cuatro países de Medio Oriente, los kurdos tienen historias y configuraciones políticas específicas en función de las políticas y de la coyuntura de cada uno de los países en los cuales residen. Por ejemplo: Irán cuenta con un Estado Regional de Kurdistán con pocos derechos. En Irak, hay un Gobierno Regional de Kurdistán que es en realidad una colonia de los mercados internacionales. En Siria, en la región conocida como Rojava, grandes territorios kurdos lograron, hace tres años, liberarse del Estado sirio y de los invasores ultra conservadores, promoviendo la política de la tercera vía (resistencia a la invasión tanto por la economía de Mercado que por el Estado) y fundar un gobierno cantonal, autónomo y democrático. En tanto en Turquía, la situación es extremadamente complicada. La población kurda de Turquía cuenta con 10-12 millones de habitantes, y representa aproximadamente 15% de la población del país.

Políticamente, la cuestión kurda en Turquía se ha modificado drásticamente en los últimos años y, sobre todo, meses. Un síntoma de este cambio es la aparición de un inicio de fuerza política kurda unida en 2015. En las elecciones de junio de éste año, emergió una coalición de fuerzas tanto izquierdistas, liberales y democráticas -por ejemplo las de los Alevi- como las de los adherentes al Partido Democrático de los Pueblos (HDP) opuesto a toda forma de acción violenta, una coalición que incluye también agrupaciones conservadoras y nacionalistas. El Partido de la Justicia y del Desarrollo (AKP) del presidente Recep Tayip Erdoğan dejó así de contar con el «voto del miedo» de los kurdos moderados, que hace poco estaban todavía dispuestos a renunciar a libertades en pro de seguridad.

En verano, el gobierno emprendió acciones militares contra elementos del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) fundado en 1973 por Abdullah Öcalan, encarcelado desde 1999 en la isla de Imralı y activo políticamente desde la cárcel. A partir de agosto 2015, el gobierno impuso el toque de queda más de cincuenta veces por períodos de una a cuatro semanas en siete ciudades con más de quince distritos, cortando simultáneamente el suministro de electricidad y los servicios de teléfono y de Internet, ver detalles en el mapa siguiente:

 

El 21 de julio 2015, ISIS, el Estado Islámico, reivindicó ataques con bombas-suicidas que dejaron 30 muertos en la ciudad turca de Suruc. El 22 de julio ocurrió un incidente oscuro en el distrito de Ceylanpınar donde fueron asesinados dos policías. Un grupo afiliado al PKK atribuyó estos homicidios al PKK, pero éste se deslindó de toda responsabilidad. El 24 de julio, el Estado turco mandó bombardear el monte de Qandil, base de la guerrilla kurda, acusándola de terrorismo. Al mismo tiempo, el presidente Erdoğan abrió las bases turcas a aviones y drones americanos y prometió apoyar los bombardeos americanos contre el Estado Islámico. Con ello, parece haber logrado que éste considerara a Turquía como uno de sus principales enemigos y la meta de posibles ataques. En el escenario internacional, Turquía se valió de estas acciones para posar como un Estado en lucha contra todo tipo de terrorismo.

En la complicada situación política de Turquía, la actuación del presidente es particularmente crítica. El gobierno de Turquía es formalmente parlamentario y Erdoğan fue su primer ministro de marzo 2003 a agosto 2014. Sin embargo, al terminarse su mandato logró hacerse elegir como presidente. Según la Constitución turca, el presidente es no partidario y no gobierna. Sin embargo, desde que asumió la presidencia, Erdoğan no ha dejado de arrogarse poderes de gobierno de tal manera que el gobierno turco, de jure parlamentario, se está transformando, de facto, en un régimen presidencial. En una situación política que se asemeja a un auto-golpe de Estado en un contexto de guerra inminente con un país vecino con el que comparte 822 km (510 millas) de frontera, la tensión -agravada por la presencia militar americana- es extremadamente crítica para el pueblo turco en su conjunto. Es sobre esta tela de fondo que se debe evaluar la situación, aún más crítica, del pueblo kurdo.

Mientras el HDP tiene afiliados en toda Turquía, existe también un partido específicamente kurdo, el Partido de las Regiones Democráticas (DBP por sus siglas en turco) que representa 103 municipios, todos legales, oficiales, cuyos alcaldes y alcaldesas como sus asambleas son elegidas por el pueblo en elecciones democráticas. Sin embrago, el DBP, que defiende el socialismo democrático, no puede presentar candidatos en las elecciones por lo que los electores que lo apoyan votan por el Partido Democrático de los Pueblos o HDP, que funciona así como un partido «paraguas» o un frente de partidos. El pueblo kurdo ve a los elegidos del HDP por votos kurdos como sus representantes legales, pero esta legitimidad no ha logrado cambiar las políticas del Estado turco hacia los kurdos.

El gobierno sigue con creces su política de represión violenta del pueblo kurdo. Desde su fundación en 1923, la República de Turquía no se ha comportado como una res publica, sino más bien como un estado represor de todas las minorías étnicas que viven en su territorio. Dentro de éstas, la «minoría» kurda, con casi un quinto de la población del país, ha sido particularmente afectada. Desde 1923 a la fecha, el Estado turco ha implementado políticas represivas en el Kurdistán norte. Entre 1927 y 1952, gobernó la región kurda mediante inspectores generales y bajo una ley de emergencia, levantada entre 1952 y 1980, período en el que Turquía sufrió tres golpes de Estado, en 1960, 1971 y 1980. Entre 1984 y 2002, se impuso otra vez el estado de emergencia al Kurdistán norte.

Entre 2012 y 2015 tuvieron lugar «diálogos de paz» y negociaciones entre el Estado turco y el PKK y el 28 de febrero de 2015 se proclamaron los Acuerdos de Dolmabahçe para la Democratización de Turquía y la Resolución de la Cuestión Kurda. Sin embargo, en marzo 2015, el presidente de la llamada República de Turquia, Erdoğan, interrumpió las negociaciones de Paz y desconoció los Acuerdos de Dolmabahçe. Desde entonces, el Kurdistán es otra vez el teatro de violencia y de represión política y militar en un país que se está volviendo un verdadero polvorín.

Con el desconocimiento de los Acuerdos de Dolmabahçe, se perdió el ámbito de dialogo entre los dos campos. El 7 de Julio tuvieron lugar elecciones generales en las que el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), con una propuesta de democratización de Turquía inspirada en el proyecto de confederalismo democrático propuesto por Abdullah Öcalan, logró obtener 80 diputad@s en la Asamblea General (parlamento), con lo que el AKP, el partido gubernamental, perdió su mayoría en el parlamento. Pero ni Erdoğan ni su partido aceptaron los resultados de las elecciones y, en una actitud golpista, paralizaron la política en Turquía mediante la promulgación de una Ley para las Operaciones Militares contra el PKK y la decisión simultánea de convocar a nuevas elecciones para el 1 de noviembre 2015. En estas nuevas elecciones, el AKP recuperó la mayoría relativa con un porcentaje de 49% mientras que el HDP entraba a la Asamblea General (parlamento) con un poco menos de 11% de los sufragios.

Desde el 24 de julio 2015, el Estado turco está atacando al pueblo kurdo en todos los espacios, tratando de imponer obediencia y subordinación a los kurdos demócratas en todo el país. Actualmente, el gobierno sigue imponiendo el «toque de queda» en distritos y ciudades por períodos de diez, quince días y a veces un mes. Acusa a los kurdos de dividir el país mediante su promulgación de auto-gobiernos y de autonomía democrática.

III. A manera de conclusión: ¿cómo apoyar la difícil construcción de una «democracia desde abajo»?

La situación de los kurdos, que se reparten entre cuatro naciones medio-orientales y una diáspora importante, se parece a la de los pueblos originarios, indígenas o nativos de otros países. Como muchos de ellos, los kurdos, cuyos ancestros, emparentados con los persas y los medos, ya se reportan en Medio Oriente miles de años atrás, fueron sucesivamente invasores e invadidos. Otros ancestros de ellos fueron parte de las hordas llamadas «kurganas», «iránicas» o «arias» que invadieron el norte de la India y la «Vieja Europa» durante el segundo milenio antes de la era cristiana y les impusieron sus lenguas -llamadas indoeuropeas-, sus instituciones, el cultivo del trigo, el caballo, el patriarcado y parte de sus mitos. Los que permanecieron en lo que es ahora el Kurdistán norte fueron invadidos, a principio de la era cristiana, por grupos emparentados con los hunos y ancestros de los turcos modernos.

Las disputas sobre «quien llegó primero» y «quien conquistó a quien» tienen hoy poco sentido político. El recuerdo de esta historia mal documentada de la que se tienen principalmente testimonios lingüísticos -por ejemplo los evidentes parentescos entre los idiomas iraní, sanscrito, kurdo y, digamos, gaelico, español, ruso o alemán- permite principalmente desmentir el calificativo de «turcos de la montaña» con el que el Estado turco pretende denominar a los kurdos. Permite también entender por qué los kurdos nunca tuvieron su propio Estado-Nación: en los tiempos de la génesis de esta forma política relativamente reciente, los kurdos eran parte de imperios dominados por grupos étnicos diferentes.

Parte del genio político de los kurdos contemporáneos consiste en no reivindicar la forma Estado-Nación en un momento en que esta forma, falsamente considerada como universal e inevitable, se encuentra en una crisis evidente y es una de las principales causas de violencia entre y en los pueblos, la principal, de acuerdo al pensador hindú Ashis Nandy. De ahí su capacidad -comparable a la de los indígenas de México- de proponer formas de organización política novedosas y liberadoras. Una forma de apoyarlos es perseguir su reflexión política en nuestros propios contextos. Deben existir otras formas, que invitamos a los lectores a encontrar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.