Ilan Pappé pertenece al denominado grupo de los ‘nuevos historiadores’ israelíes, que en los últimos años trabajan para deconstruir la falsa historia y los mitos creados por el Estado de Israel. DIAGONAL : ¿Cuáles son los principales mitos históricos que se enseña a los niños israelíes en las escuelas? ILAN PAPPÉ : El primer […]
Ilan Pappé pertenece al denominado grupo de los ‘nuevos historiadores’ israelíes, que en los últimos años trabajan para deconstruir la falsa historia y los mitos creados por el Estado de Israel.
DIAGONAL : ¿Cuáles son los principales mitos históricos que se enseña a los niños israelíes en las escuelas?
ILAN PAPPÉ : El primer mito es el de la tierra vacía: que el sionismo daba, para un pueblo sin tierra, una tierra sin pueblo. Por supuesto los israelíes saben que hay otro pueblo en la tierra, pero en la escuela en Israel se enseña a los niños que Palestina estaba vacía antes de que llegara el movimiento sionista. El segundo mito es que en 1948 la población palestina abandonó el país voluntariamente, que decidió marcharse porque el mundo árabe se lo pidió para dar paso a una invasión de los Ejércitos árabes. Así, Israel no debe cargar con una responsabilidad moral o política. El tercer mito es que desde 1948, Israel siempre busca la paz y el mundo árabe no. El libro El muro de hierro, de mi amigo Avi Shlaim, muestra que en muchísimas coyunturas fue Israel quien rechazó la paz. Otro mito es el de que la lucha armada palestina es toda ella terrorismo. Israel ha logrado convencer a mucha gente de que la OLP y hoy Hamás no son movimientos de liberación sino organizaciones terroristas.
D .: ¿Cuál ha sido el papel de los nuevos historiadores en la deconstrucción de estos mitos?
I.P .: En los ’90 pensaba que el papel de los historiadores era muy importante para cambiar la opinión pública en Israel. Hoy soy más pesimista. A pesar de las revelaciones y la deconstrucción de la historia de los historiadores y sociólogos israelíes, que muestran que muchas cosas que los palestinos dicen son ciertas, no ha cambiado la opinión pública israelí. Creo que la importancia de la ‘nueva historia’ está fuera de Israel: primero, en Occidente y, segundo, creo que para los palestinos fue importante ver que académicos israelíes podían formar una alianza con ellos.
D .: La limpieza étnica de los palestinos tuvo un papel fundamental a la hora de crear el Estado de Israel. ¿Sigue formando parte de sus objetivos?
I.P .: Sí, creo que desde 1948 existe la idea de que la única manera de completar el proyecto sionista y tener un Estado judío seguro es consiguiendo la mayor parte posible de Palestina con la menor cantidad de palestinos. Esta ideología no ha cambiado. Es una parte integral de lo que llamo la ‘infraestructura ideológica’ israelí.
Sin embargo, no creo que esto signifique necesariamente que todo palestino viva bajo el peligro de ser expulsado o que vayamos a ver una segunda Nakba mañana. Creo que Israel en los últimos 20 años no tiene prisa para completar el proyecto, mientras que en 1948 necesitaba una expulsión masiva de gente para crear el Estado, y en el ’67 quería conseguir tanto terreno de Cisjordania como fuera posible sin palestinos. Ahora lo que hacen es desintegrar a la comunidad palestina en diferentes grupos, y entonces dicen «este grupo es peligroso». Hoy el grupo ‘peligroso’ es el pueblo de Gaza. Si pudieran los expulsarían a Egipto. Hace un año el grupo que les molestaba eran los palestinos de la zona del Gran Jerusalén, porque quieren que forme parte de Israel, y entonces expulsan a los 250.000 palestinos, no de una vez, sino gradualmente. Así es que no veo una segunda Nakba como la de 1948, sino una Nakba continua, que ocurre todo el tiempo.
D .: Usted ha dicho que la «sustitución de la paz por un ‘proceso de paz’ se ha convertido en la principal estrategia del campo de paz israelí»…
I.P .: Desde 1948, la élite política en Israel quiere formar parte de Occidente, y tiene que navegar entre dos aguas: mantener un Estado étnico y racista por un lado y, por otro, hacia el exterior dar la imagen de ser un Estado democrático. Por supuesto ambas cosas son incompatibles. Una manera de hacerlo es manteniéndose constantemente inmersos en un proceso de paz, porque de este modo pueden decir a la gente en Occidente: «Sí, tenemos ocupación, desposesión, discriminación, pero es debido al conflicto. Todo esto acabará cuando el conflicto acabe», pero no quieren que el conflicto acabe porque es el modo en que pueden sobrevivir, es la forma de echar a los palestinos de Palestina. El proceso se lleva a cabo por el bien del proceso, no para alcanzar una solución.
D .: ¿Es Israel un Estado de apartheid?
I.P .: Sí, en tres áreas. Una es la legal: hay leyes de puro apartheid, por ejemplo en el campo de la tenencia de la tierra, los no judíos no pueden poseer la tierra. Hay leyes que discriminan a los no judíos en las prestaciones sociales, educación y otros ámbitos. Hay un segundo nivel de políticas prácticas que discriminan a un grupo de gente sólo porque son árabes: no se les proporcionan los mismos beneficios que el Estado da a los demás y se les niegan esos beneficios sobre la base de su origen étnico o nacional. Y por último existe el apartheid moral, que genera una segregación en la mente de la mayoría judía de que los palestinos no son una parte legítima de la sociedad. No es una política, sino una atmósfera, una mentalidad. Y en mi opinión ésta es la peor parte del apartheid. Israel es un Estado del apartheid muy particular. No es como Sudáfrica, donde había autobuses y aseos separados. El término para esto es «pequeño apartheid», aunque a veces es peor vivir bajo este apartheid invisible: no lo ves pero lo sientes.
D .: Las negociaciones para crear un Estado palestino se basan en las fronteras de 1967, en Gaza y Cisjordania, un 22% del territorio de la Palestina histórica. ¿Se puede lograr una paz justa basada en el 22% del territorio?
I.P .: Creo que no se podrá alcanzar una paz auténtica y duradera si está basada en la idea de que los palestinos deben contentarse con el 22% de la tierra. Primero, no hay un solo israelí que quiera darles el 22%, así es que estamos hablando de un 10% en cualquier caso. Segundo, no veo de qué modo un movimiento nacionalista normal podría parar de luchar si sólo liberara al 22% de su pueblo. O bien vamos hacia una solución no nacional, postnacional, y en ese caso no hay necesidad de crear dos sociedades. Además, si miras la raíz del problema, no se trata sólo de la tierra, también de la desposesión, y sin el derecho al retorno de los refugiados será muy difícil decir que se ha solucionado el conflicto. Por último, si miras el tamaño del lugar y el número de gente envuelto en el problema, es ridículo pensar que puedes dividir la tierra, así es que debemos encontrar una manera de convencer a la gente de que la solución de los dos Estados no va a funcionar. Ya no se pueden crear en Palestina dos sociedades homogéneas. Moralmente también creo que un solo Estado es el único modo de lograr una reconciliación auténtica entre los colonos y la segunda generación y el pueblo nativo.
Pappé deja Israel
«Creo que el mayor precio que alguien como yo paga es que no puedes cumplir el papel clásico de un intelectual orgánico, como Gramsci diría, no puedes ser relevante para tu sociedad. Eres tan contrario a las cosas básicas en las que ellos creen que pierdes la capacidad de dialogar con tu sociedad porque, es como un anti nazi en una sociedad nazi, ¿qué puedes decirle al pueblo? Hay un límite. Me divorcio definitivamente de la academia israelí. No quiero formar parte de la élite política de Israel, y cuando eres académico eres de la élite política, corrupta y criminal».