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La lógica de ambos

¿En qué se diferencia Lieberman de Netanyahu?

Fuentes: Al Ahram Weekly

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Mientras el Primer Ministro Benyamin Netanyahu se esfuerza por poner buena cara a su patentemente extremista gobierno, el Ministro de Asuntos Exteriores Avigdor Lieberman ha advertido que abandonará el gobierno si Netanyahu llega siquiera a ceder un centímetro ante el Presidente Barack Obama acerca de la solución de dos estados con los palestinos sin considerar los puntos de vista de Lieberman.

Netanyahu debe visitar Washington en la segunda o tercera semana de mayo para mantener conversaciones decisivas con el presidente estadounidense. Las conversaciones se centrarán en el moribundo proceso de paz así como en otras cuestiones, como el programa nuclear iraní.

Según los medios israelíes, Netanyahu comunicará a Obama que Israel está deseando aceptar «en principio» la creación de un estado palestino a condición que los detalles relativos a la naturaleza y fronteras de tal estado se sometan a arduas negociaciones entre Israel y la Autoridad Palestina (AP).

La expresión clave aquí es «en principio», pues sugiere que Israel y no el derecho internacional tendrán la última palabra en cuanto a la forma, tamaño, fronteras y viabilidad de la susodicha entidad.

Esto sería bastante positivo para Lieberman y el resto de los ultra-extremistas ministros israelíes, a quienes se les da una higa oír, aparentemente, a Netanyahu haciendo «declaraciones positivas» sobre la paz mientras esas deliberadamente vagas declaraciones se limiten a la esfera de las relaciones públicas.

En efecto, parece ser que hay un acuerdo verbal entre Netanyahu y Lieberman a tal efecto, que explica la plétora de declaraciones contradictorias musitadas por los diversos señores políticos de los actuales gobiernos israelíes.

De ahí que probablemente pueda asegurarse que Lieberman y Netanyahu difieren tan sólo en el estilo y no en la sustancia, ya que el premier israelí comparte la mayor parte, cuando no todos, de los puntos de vista de su ministro de exteriores.

Por ejemplo, Netanyahu ha adoptado las exigencias de Lieberman de que la AP no sólo reconozca a Israel como estado judío sino también como «el estado exclusivo del pueblo judío», lo que implica que los no judíos, específicamente los 1,55 millones de ciudadanos palestinos de Israel, no tendrán otra opción más que convertirse al judaísmo o abandonar su patria, tanto si quieres como si no.

Aunque veterano de la política israelí, Lieberman ha conservado gran parte de los rasgos de su carácter moldavo diciendo lo que piensa y pensando lo que dice.

Sin embargo, para los políticos crecidos en Israel, especialmente para gente como Netanyahu, un maestro de la prevaricación y de los malabarismos verbales, el estilo de Lieberman implica una cierta ingenuidad y un desastre como relaciones públicas.

El mes pasado, Netanyahu pidió a Lieberman que «moderase» su estilo y soltara palabras que resultaran amistosas para los oídos de los oyentes a fin de que sus declaraciones no supusieran un lastre en el discurso diplomático de Israel, especialmente en Norteamérica y Europa.

Comprendiendo que aún tiene mucho que aprender en materia de frases biensonantes, Lieberman ha contratado a un asesor en relaciones públicas para poder quedar bien en la arena internacional mientras sigue siendo fiel y estando comprometido con sus puntos de vista en contra de la paz. Sin embargo, Lieberman parece ser completamente incapaz y se siente visiblemente incómodo cuando repite lo que el experto en relaciones públicas insiste en que debe decir en contra de sus convicciones.

Esta semana, el Jerusalem Post le hizo una amplia entrevista a Lieberman mostrando que no se había movido ni un ápice de sus posiciones y que era muy poco probable que pudiera cambiar en un futuro inmediato. Esto hizo que el entrevistador, Amir Mizroch, editor de noticias del JP, comentara que Netanyahu y Lieberman deberían intercambiar sus carteras porque el primero es más adecuado para ministro de exteriores. En la entrevista, Lieberman defendió una y otra vez que los palestinos no necesitaban un estado, al menos por ahora y en un futuro cercano, diciendo que cosas tan lujosas como la política y la estatalizad eran en lo último en que pensaba un pueblo empobrecido que se muere de asco bajo el desempleo y el estancamiento económico y que es incapaz de alimentar a sus niños.

Lieberman olvidó completamente que la causa fundamental de la crónica depresión económica en Cisjordania y la Franja de Gaza no era otra sino la ocupación israelí, que impone toques de queda sin fin sobre regiones enteras, instala omnipresentes bloqueos de carretera por toda Cisjordania, asedia a todo un pueblo e impide la evolución de un entorno que permita poder mantener actividades económicas normales.

Lieberman reveló sus intenciones al afirmar que la resolución de la cuestión palestina podía esperar muchos más años. Recordó al entrevistador que el conflicto de Irlanda del Norte esperó durante ochocientos años hasta que las condiciones fueron las apropiadas para un acuerdo final.

Además sugirió que el conflicto israelo-palestino podría resolverse siguiendo el modelo chipriota. «¿Cuál era la situación en Chipre antes de 1974? La misma que en Israel. Los griegos y los turcos estaban viviendo juntos. Hubo fricciones, baño de sangre, terror y guerra. Después de 1974, concentraron a toda la población griega en la parte sur de la isla y a la población turca en la parte norte. Ni siquiera hoy han llegado a un acuerdo de paz. Pero hay estabilidad, prosperidad y seguridad».

Desde luego, uno no necesita ser un gran experto en política israelí para descubrir el balance final de las ideas de Lieberman. Quiere prolongar el punto muerto actual tanto como sea posible para que Israel pueda devorar total y absolutamente todo lo que quede de Cisjordania y Jerusalén Este.

Es decir, Israel continuaría, bajo la farsa de crear «las condiciones adecuadas» para la paz, apropiándose cuanto pueda de la geografía palestina en la que quedarían tan pocos palestinos como fuera posible. Esto es exactamente lo que quiere decir, desde el punto de vista israelí, la frase «dos estados para dos pueblos», es decir, que 5,5 millones de palestinos acaben empaquetados en el 20% de la obligatoria Palestina, mientras que a 5,5 millones de judíos, la mayoría de los cuales son inmigrantes no nativos, se les daría el 80% de la patria histórica de los palestinos.

«Esta no es una cuestión de ideas duras promovidas por políticos disidentes», dijo Tawfik Abu Shomer, experto palestino en asuntos israelíes. «Hay casi unanimidad en Israel de que el estado judío tendrá que desprenderse de sus ciudadanos palestinos en algún momento futuro. Israel está sólo utilizando a Lieberman para anunciar y reafirmar el viejo plan». Por tanto, es erróneo incluso asumir que Netanyahu está realmente en conflicto con Lieberman por los designios racistas de éste contra la gran minoría árabe de Israel.

Pero Netanyahu tendrá que encapsular las ideas de Lieberman en un astuto paquete de relaciones públicas para poder presentárselo a un presidente estadounidense con muchas tablas ante los medios. La perspectiva no parece ser especialmente prometedora para Netanyahu.

Según el veterano periodista israelí Roni Shaked, Netanyahu le venderá a Washington «palabras, palabras y más palabras. Netanyahu piensa que es más listo que Obama. Tratará de convencerle de que para los palestinos llegará primero la prosperidad económica y que después se irá adoptando un enfoque gradual con respecto a alcanzar la paz con los palestinos».

Ya se ha demostrado que el primer ministro israelí se enfrentaba a una dificultad real a la hora de conciliar ideología con pragmatismo. «Piensa que puede influir en Washington con palabrería dulce de relaciones públicas. Piensa que puede contentar a Obama, a Lieberman, a Abbas, a Mubarak y a todo el mundo con palabras mágicas».

Esta semana, un débil pero esencial actor de la escena israelo-palestina, Mahmoud Abbas, hizo hincapié en que no se iba a dejar embaucar por las prevaricaciones y artimañas de Netanyahu.

En un discurso en conmemoración del Día de los Prisioneros Palestinos, Abbas dijo que los palestinos nunca iban a reconocer a Israel como «estado del pueblo judío». «No lo acepto. No es mi función describir al estado de Israel. Llámense si quieren República Socialista Hebrea, no es asunto mío».

Abbas advirtió también de que la AP no iba a reanudar las negociaciones con Israel a menos que Israel pusiera fin a todas las actividades de expansión de asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Este. «Queremos un estado sobre los territorios palestinos ocupados en 1967, ni un centímetro más, ni un centímetro menos. Si Israel no quiere la solución de los dos estados, me pregunto que es lo que están dispuestos a aceptar».

Netanyahu, mientras le cuenta a los medios y a los dignatarios exteriores que Israel no quiere gobernar a otro pueblo, ha insistido sin embargo en que Israel tendría que retener el control sobre las fronteras, los cruces de fronteras, los cielos, los puertos, las telecomunicaciones y las aguas subterráneas de cualquier futura entidad palestina.

Enlace con texto original:

http://weekly.ahram.org.eg/2009/945/re06.htm