Superado el impacto emocional de la presentación de los resultados electorales de ayer pienso que es conveniente empezar a hacer un análisis racional, ni pegado al tobogán mediático que sufrimos ni al derrotismo activo o pasivo, que puede ser una prolongación de la reacción emocional. ¿Qué ha pasado? Antes de llegar a una conclusión general […]
Superado el impacto emocional de la presentación de los resultados electorales de ayer pienso que es conveniente empezar a hacer un análisis racional, ni pegado al tobogán mediático que sufrimos ni al derrotismo activo o pasivo, que puede ser una prolongación de la reacción emocional.
¿Qué ha pasado? Antes de llegar a una conclusión general propongo algunas consideraciones parciales.
1. Descartar la tesis del pucherazo; es una mala manera de evitar la autocrítica.
2. Por el contrario es evidente que ha habido una movilización electoral de la derecha y todo lo contrario en la izquierda. En los contados escenarios en que la izquierda también se ha movilizado (Asturias) ha empatado la movilización con la derecha, pero eso ha sido excepcional y solo ha dejado las cosas en el mismo sitio… que no es poco para capitalizar el avance y la construcción de una nueva izquierda (yo no ayudaría a la derecha a «matar» este proceso). Y no es secundario el éxito de UP en Euzkadi -donde el PCE nunca tuvo una gran influencia- y eso a pesar de que el PSOE-PSE haya aguantado el tipo. La nueva izquierda que prima el eje social y sitúa la cuestión de la soberanía en el terreno de la plurinacionalidad y la solidaridad ha avanzado allí y se ha mantenido en Cataluña, a costa de los independentistas/nacionalistas que priman el eje nacional y lo sitúan en el terreno de la separación y la construcción estatal propia, e insolidaria. Esto último no es en absoluto menor.
3.La derecha se ha movilizado con un recurso doble: aguantar e ir a la contra. Ha mantenido una imagen de unidad a pesar de todo y ha conseguido ningunear a la nueva derecha emergente, Ciudadanos, en lo que ha basado fundamentalmente su recuperación. En Andalucía, además, el discurso de Susana Díaz (y la vieja guardia del PSOE), ha significado un trasvase de algunas decenas de miles de votos del PSOE al PP (el PP gana 130.000 votos, pero Cs solo pierde 36.000; no es improbable que una parte importante de los votos que pierde el PSOE, 86.000 hayan ido a parar al PP). Recuperación pero menos, el PP ha perdido la mayoría absoluta y habrá de pactar con el PSOE, de una manera u otra. Veremos en qué términos y con qué consecuencias. Si el PSOE pacta -y la abstención es un pacto- no se habrá producido sorpasso electoral, pero en la medida en que UP actúe con acierto estaremos ante el sorpasso político. El trastazo del PSOE en Andalucía es significativo e interesante.
4. La derecha ha capitalizado factores diversos. Uno que constituye uno de los problemas políticos para mi más preocupante: el desprecio a la democracia de una parte de su electorado que disculpa la corrupción y los abusos de poder si son en perjuicio de la izquierda y de los «separatistas». No tenemos más alternativa contra eso que seguir combatiendo la corrupción y el abuso de poder. El otro es el factor miedo, que puede haber crecido en último extremo entre indecisos en una semana en que han confluido tres dinámicas negativas para la defensa de un proyecto alternativo: la sustitución del debate político por el escándalo (maniobra Público), la ingenuidad de UP que ha caído en el error de creer las encuestas y no ver que estaban reforzando el voto de reacción (a favor del PP), y el batacazo de la bolsa el viernes tras el Brexit (por favor no despreciéis este factor).
Contra el factor miedo podemos reaccionar, en primer lugar reconociendo que quien lo tiene tiene todo el derecho a tenerlo (perdón por el trabalenguas); es diferente de quien abona y disculpa la corrupción o la perversión de la democracia. En segundo lugar con un discurso convincente que efectivamente libre del miedo a quien piensa que la llegada de la izquierda arruinará su pensión, rebajará sus ahorros, dificultará el pago de su hipoteca. Quien tiene más miedo no son las clases dominantes, que pueden superar un mal trago de cuatro años, sino sectores populares; es fundamental restar el apoyo de esos sectores al PP o al PSOE y atraerlos a la izquierda alternativa. Sin eso nunca se ganará y creer que eso es imposible es renunciar a ganar de manera democrática.
5. La izquierda se ha disparado unas cuantas perdigonadas al pie. Para mi la más importante en esta elección ha sido el absurdo debate en su seno sobre si somos conejos o somos liebres. Después de las elecciones de diciembre dijimos aquí, en Espai Marx, que el error había sido no ir en candidatura conjunta IU y Podemos. Yo sigo manteniéndolo, y creo que la presentación de la candidatura conjunta es un acierto, no es la causa del retroceso electoral; y sí ha sido causa de ese retroceso el frenazo que desde dentro se ha dado a la política de unidad. Par mí el frenazo más importante, porque atenta directamente a la política de unidad, es el que ha dado una parte de IU que ha alimentado desde el primer momento la tesis de que la unidad era imposible o indeseable; no es solo los votos de IU que no han querido emitirse en favor de UP -lo de Madrid o Extremadura me parece muy claro-, es la imagen de división que se ha dado y ha frenado el proceso expansivo de la unidad hacia votantes nuevos. UP ha perdido 1 millón largo de votos con respecto a la suma de 2015 (casi la mitad de ellos en Madrid y Andalucía). Extraño discurso de «unidad popular» ese que no quiere ni siquiera hacer la unidad de las izquierdas alternativas.
6. El segundo frenazo ha estado en la campaña débil de UP, en particular de Pablo Iglesias, que ha buscado más -creyendo consolidar la victoria- atraer el voto socialista que fidelizar el voto de los dos afluentes propios. Esa profesión de fe «socialdemócrata» -algo en lo que ha incurrido también IU en otras ocasiones-, vacía de contenido concreto, limitada al eslogan mediático, ha sido un error. Pero yo no lo situaría como causa principal del descenso del voto o como la más grave. Lo de PI es un error táctico, incluso desde su posición; lo de la división interna de IU, de la que se había de esperar un comportamiento más compacto, un síntoma de sectarismo y de falta de confianza en su propia dirección que veo mucho más difícil de arreglar. E incluyo en el error táctico la trastada mediática de Público -que solo se entiende pensando que tenían las elecciones casi ganadas y solo hacía falta un empujoncito más- que empezó a desdibujar desde comienzos de la segunda semana de campaña el discurso alternativo y reforzó la defensa del enroque de Rajoy (es sintomático que la encuesta de El Periódico reflejara ya en esa primera parte de la semana que el PP no solo no se hundía, sino que se recuperaba y que el sorpasso electoral se alejaba).
Me pega cien patadas en la barriga, como a todos vosotros, que Rajoy siga encabezando el gobierno y que el PP siga en cabeza. A pesar de todo, con la cabeza y no con el corazón, estamos igual que en diciembre, infinitamente mejor que hace unos años, que hace treinta años. A condición de que no nos equivoquemos. Equivocación para mí es decir que UP ha sido peor opción que las candidaturas separadas, eso es un lenguaje de ruptura del discurso unitario. Equivocación es querer crecer arrebatando lemas y símbolos al PSOE. Hay que crecer desarrollando, concretando, haciendo más creíble la propia oferta; y no perdiéndose en gestiones erráticas de lo que tenemos (me preocupa Madrid). Y equivocación es centrar nuestra propaganda, y quizás nuestros objetivos -lo que sería peor- en el discurso reactivo; invocar, como anoche se hizo en el mitin de Barcelona en Comú que vamos a seguir luchando para echar al PP del gobierno, es discutible por la tensión del momento, pero eso no lleva a nada, solo a la desmovilización cuando no se consigue ese objetivo negativo. Hay que apelar a seguir luchando por llevar a la izquierda alternativa y unitaria al gobierno, al de la Generalitat y al de España.
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