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Energías independentistas

Fuentes: Galicia Hoxe

Si leyeron el Tercer Ojo de Lombsang Rampa recordaran como describía la utilización de las boñigas de yak secas como combustible para calentar la casa o la comida. Explicaba que había una reserva inagotable de boñigas aunque una vez echadas al fuego producían un humo de espantoso olor. A partir de excrementos, y con un […]

Si leyeron el Tercer Ojo de Lombsang Rampa recordaran como describía la utilización de las boñigas de yak secas como combustible para calentar la casa o la comida. Explicaba que había una reserva inagotable de boñigas aunque una vez echadas al fuego producían un humo de espantoso olor. A partir de excrementos, y con un poco de tecnología, hay pueblos en la India que aprovechan el gas metano que estos desprenden para producir la electricidad necesaria para mantener iluminado todo el pueblo durante las noches, ahora ya sin olor. También -otra vez- son muy aprovechables los excrementos de los animales de las granjas. Con procedimientos bastante sencillos es fácil convertir parte de los desechos de los animales en biogás. La fermentación de los excrementos genera gas metano que liberado en los llamados «biodigestores» son capaces de producir gas combustible apto para muchas tareas propias de una granja. La materia fecal restante del proceso se convierte a su vez en un fertilizante natural de primera categoría. En el medio rural tenemos muchos otros ejemplos de generación de energía de fuentes renovables, como las tradicionales norias de agua, los molinos de viento o las estufas con cáscaras de frutos secos.

Como ven en todos estos casos y en muchos otros tenemos varios elementos en común que destacar. Ingenio, aprovechamiento, reciclamiento, energía limpia, renovable, pero los que quisiera destacar son dos menos habituales: facilidad en su tecnología (muy poca inversión económica, fáciles de replicar, etc.) y diseñados para su uso a pequeña escala, lo que en definitiva nos lleva al concepto clave: energías que permiten independencia y autonomía.

Lamentablemente las políticas energéticas globales, tanto en su versión no renovable como en las energías verdes, tienden hacia modelos a gran escala que transfieren inequívocamente el control (y los beneficios) a las grandes corporaciones. El impulso de la energía eólica, solar y ahora los agrocombustibles no va acompañado de un impulso a modelos de gestión a pequeña escala y podemos llegar a situaciones de dependencia similar a los actuales. Estas energías nacidas en el campo deberían ser claves para favorecer un medio rural vivo e independiente. Si no es así, serían energías malgastadas.