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La futura dirección de la revolución egipcia

Enfrentando a los generales

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Contra todas las probabilidades, el candidato de los Hermanos Musulmanes (HHMM), el Dr. Muhammad Mursi, ganó las primeras elecciones presidenciales celebradas en Egipto tras el derrocamiento del dictador Hosni Mubarak…. pero por muy poco. Aunque los resultados oficiales no se anunciarán hasta el jueves [*], el recuento final muestra que Mursi recibió 13,3 millones de votos (el 52%), mientras el último Primer Ministro de Mubarak y candidato del ejército y de los residuos del régimen, el General Ahmad Shafiq, recogía 12,4 millones de votos (el 48%).

Nunca deberían haber estado tan igualados los resultados. Un sinfín de personas se pregunta cómo una revolución que unió a millones de seres contra un régimen corrupto ganándose la admiración del mundo entero, puede haber acabado con ese mismo detestado régimen al punto de reclamar el poder después de poco más de un año. Desde luego, la respuesta directa a esta pregunta es el siniestro papel jugado por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), que se apoderó del país tras la caída de Mubarak, así como por las instituciones del estado profundo de la seguridad de Egipto.

Sus tácticas incluyeron la manipulación directa del proceso electoral, las inexplicablemente favorables decisiones adoptadas por la Comisión Electoral para las Elecciones Presidenciales, de la era Mubarak, el uso hecho de los medios de comunicación estatales y de las cadenas privadas controladas por los corruptos empresarios del régimen de Mubarak, que se dedicaron a aterrorizar a la gente amenazando con el espectro de una inminente teocracia, la habilidad para lanzar a los grupos por la revolución unos contra otros y el caos deliberado auspiciado por el CSFA en la vida diaria de los egipcios de a pie a través de la restricción de productos básicos fundamentales y de la falta de seguridad en las calles. La gente empezó pronto a asociar revolución con inestabilidad, carencias y caos. Desalentados, muchos anhelaban los días del viejo régimen.

A lo largo del pasado año, el CSFA, ayudado por los pasos en falso dados por los HHMM y sus devaneos tras las bambalinas con los generales pudo crear una aguda alienación y sembrar desconfianza entre el movimiento islamista, que es el movimiento mejor organizado del país, y el resto de los grupos de jóvenes y a favor de la revolución. A finales de marzo de 2012, el CSFA se sintió tan envalentonado por el éxito de su plan que empezó a desafiar y a amenazar abiertamente a los ahora alienados HHMM, a pesar del hecho de que el grupo tenía aquellos momentos en sus manos el control de ambas cámaras del parlamento.

Al final de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el CSFA consiguió impulsar a su candidato favorito al segundo puesto por detrás del candidato de los HHMM. Irónicamente, ambas partes calcularon que sus oportunidades de capturar la presidencia se verían muy reforzadas si se enfrentaban el uno al otro. El candidato del ejército creía que podría reinventarse así al viejo régimen presentando al confundido y aterrorizado pueblo unas opciones muy diferenciadas entre el estado civil representado por él mismo y un amenazante estado religioso personificado en su oponente. Por otra parte, los HHMM creyeron que tendrían mejores oportunidades enfrentándose a un candidato de la detestada era Mubarak, lo cual forzaría a los grupos por la revolución a apoyar a su candidato a pesar de la animosidad generada hacia el grupo islámico (sobre todo cuando abandonó a los grupos de jóvenes en sus enfrentamientos con el CSFA durante gran parte del pasado año).

Tras la primera vuelta de las elecciones presidenciales, los grupos a favor de la revolución recogieron casi 15 millones de votos (con Mursi recibiendo 5,8 millones). Por otra parte, los candidatos de la era Mubarak recibieron 8 millones de votos (con Shafiq al frente con 5,5 millones). Pero los dos principales candidatos apoyados por los grupos pro revolución en la primera vuelta fueron Hamdein Sabahi y el Dr. Abdel Moneim Abul Futuh, que recibieron 4,8 y 4,1 millones de votos, respectivamente.

Aunque Abul Futuh apoyó rápidamente a Mursi, citando la amenaza que para la revolución suponía que ganara el candidato de los militares, Sabahi pidió a sus partidarios que invalidaran sus votos o boicotearan las elecciones, confiando en crear una dinámica donde ambos candidatos pudieran perder de alguna forma ante el tribunal de la opinión pública. Esto prepararía el camino para su vuelta como candidato de la revolución y del estado civil. Silenciosamente, el candidato del CSFA confió en que bastantes de los partidarios de Sabahi boicotearan las elecciones o invalidaran sus votos para que la ventaja numérica de los grupos por la revolución quedara neutralizada.

Mientras el esquema del ejército utilizaba con toda su fuerza la ofensiva de los medios de comunicación, los sobornos y diversas tácticas para asustar a la gente, varias encuestas dirigidas por las instituciones patrocinadas por el estado confirmaron al CSFA que era el momento de Shafiq. El apoyo del ejército y de las instituciones del estado profundo se hizo más audaz aún, tanto que muchos analistas políticos pensaron que las elecciones estaban prácticamente liquidadas. Para incrementar ese sentimiento de inevitabilidad, el CSFA dejó de lado toda precaución y cometió un importante error de juicio. En realidad, a Shafiq le podía haber costado la elección.

A partir de la confrontación entre el CSFA y los HHMM en marzo, era bien conocido que el CSFA iba a tratar de disolver el parlamento electo en cualquier momento para frenar el ascenso al poder de los HHMM. El argumento avanzado por muchos de los grupos a favor la revolución en el sentido de que tenían reservas a la hora de apoyar a Mursi fue que no querían que los HHMM tuvieran un control sin restricciones sobre las dos ramas de gobierno, el legislativo y el ejecutivo. Por tanto, cuando el Tribunal Supremo Constitucional disolvió el Parlamento dos días antes de las elecciones, este descarado acto de desprecio hacia la voluntad electoral del pueblo egipcio les salió mal. Un importante segmento del electorado, que tenía intención de boicotear o invalidar su voto, se sintió tan indignado que decidió votar por Mursi aunque inicialmente no pensaba acudir a votar (en el recuento final, menos del 1% del electorado invalidó su voto al meter en la urna los nombres de ambos candidatos). Si medio millón de personas, de entre los 25 millones de votos emitidos, le hubiera dado la vuelta a su voto, el candidato del ejército habría ganado.

El pasado invierno, en un momento de candor, el Presidente Jimmy Carter dijo tras una reunión con la cúpula del CSFA, que el ejército no tenía intención de renunciar al poder. En las últimas semanas, quedó muy claro lo que esa observación significaba. Primero, el CSFA iba a utilizar todos los instrumentos de poder del estado profundo para instalar a su candidato. Si ese esquema no llegaba a materializarse, el CSFA tenía un plan en reserva. En ese caso, no solo emprendería varias acciones que despojarían de poderes reales al presidente electo (si procedía del campo revolucionario) sino que también iba a usurpar todos los poderes legislativos y ejecutivos de los grupos recién llegados al poder.

Muchas personalidades políticas, incluido el ex candidato presidencial Abul Futuh denominaron los descarados actos del CSFA «golpe de estado suave del ejército». Aquí expongo unos cuantos ejemplos de las medidas adoptadas por el CSFA para usurpar el poder en cuestión de días:

1) El 14 de junio, el CSFA envió al ejército a tomar el edificio del Parlamento anticipándose a la disolución del mismo por el Tribunal Supremo. Días después emitió su propio decreto disolviendo el Parlamento y reclamó para sí todos los poderes legislativos. Como suele ser habitual cuando se disuelve el parlamento, al presidente se le conceden temporalmente poderes legislativos, que posteriormente son revisados por el Parlamento cuando éste se constituye de nuevo.

2) Ese mismo día, el Ministro de Justicia hizo una parodia de las revocadas leyes marciales restaurando de hecho las leyes de emergencia y otorgando autoridades al ejército y a las agencias de seguridad para arrestar y detener a cualquier persona de modo indefinido, así como a juzgar en tribunales militares a quien representara una amenaza para el orden público.

3) El 17 de junio, dos horas después de haberse cerrado las urnas, el CSFA, de forma unilateral, emitió una amplia declaración constitucional revisada transfiriéndose de hecho gran parte de los poderes presidenciales. Por ejemplo, despojó al Presidente de su rol como comandante en jefe de las fuerzas armadas y se lo entregó al general de más categoría del CSFA, el Almirante de Campo Hussein Tantawi. Se impedía también que el Presidente pudiera promover o cesar a cualquier militar.

También se concedía a sí mismo el poder de veto sobre cualquier decisión del Presidente que tuviera que ver con un asunto militar, incluida la declaración de guerra o cualquier utilización de las fuerzas armadas a nivel interno. Ahora, en lugar de tener al ejército trabajando bajo las órdenes del Presidente del país, la nueva declaración sitúa al Presidente democráticamente elegido bajo el puño del ejército. Debe indicarse que estas increíbles medidas se parecen bastante al infame y desastroso golpe militar del ejército turco de 1997 contra el difunto Primer Ministro Necmttin Erbakan.

4) El CSFA despojó también al Presidente y a la rama del ejecutivo de cualquier competencia relacionada con el presupuesto estatal. Incluso declaró que su propio presupuesto era materia secreta y no estaba sujeto a responsabilidad alguna, imbuyéndose una total inmunidad.

5) Además, el CSFA impuso su voluntad sobre el nuevo Presidente reteniendo de hecho para él la capacidad para nombrar los puestos más importantes del gabinete, como el de los ministros de defensa, interior, exteriores, policía, hacienda, justicia y los altos puestos de la inteligencia.

6) El CSFA empezó también un proceso para disolver el comité de redacción de la constitución, compuesto por cien miembros, que el parlamento había nombrado cuidadosamente la pasada semana de entre todo un espectro de la sociedad civil y la política egipcia. En la nueva declaración constitucional, el CSFA se daba a sí mismo el derecho a volver a designar a ese comité de cien miembros en directa violación de las enmiendas constitucionales aprobadas por el pueblo en el referéndum de marzo de 2011.

Además, si ese comité se negaba a conceder al ejército su codiciado estatus especial en la nueva constitución, el CSFA reclamaba un poder de veto sobre cualquier artículo recogido en el borrador. Si ocurría que el comité hacía caso omiso del veto del CSFA, la declaración concedía poderes a los jueces designados por Mubarak en el Tribunal Supremo para decidir sobre la disputa entre las dos partes, en un increíble intento por imponer sobre el país los dictados del ejército.

7) Un día después de las elecciones, cuando parecía que estaba claro que el candidato del CSFA iba a salir derrotado, el CSFA emitió otro decreto que resucitaba el Consejo Nacional de Defensa (CND), un órgano que llevaba inactivo desde los últimos años de los ochenta. La función de este consejo es tomar decisiones en todas las materias estratégicas, de defensa y de seguridad nacional. En otra afrenta al primer Presidente civil (por no mencionar democráticamente electo), el CND se compone de once generales (todos del CSFA) y solo cinco civiles, incluido el Presidente. Decide en todas las materias por mayoría de votos, atándole así las manos al Presidente sin que importe su posición en cada materia en particular.

8) No contento con todo este amplio saqueo del poder, el jefe del CSFA, Tantawi, emitió después otro decreto nombrando a uno de sus asistentes, otro general del ejército, como jefe de gabinete del nuevo presidente electo para que actúe como los ojos y oídos del CSFA sobre el nuevo Presidente antes incluso de que tome posesión de su cargo. A los ojos del ejército, el nuevo Presidente (léase títere) ni siquiera puede nombrar a su jefe de gabinete.

Como era de esperar, esta absoluta usurpación del poder por parte del ejército fue universalmente condenada no solo por el presidente recién elegido, los HHMM y el resto de los grupos revolucionarios sino también por la mayor parte de los grupos de la sociedad civil y personalidades públicas. Mientras tanto, calculando que, como siempre, iban a poder llegar a un trato con los HHMM, el CSFA inició calladamente otra táctica para someterles. Resucitó un proceso judicial que perseguía la disolución de los HHMM, les declaraba como grupo ilegal y confiscaba sus activos. Se espera pronto una decisión en tal sentido.

Una de las razones por las que el CSFA confía en salirse esta vez con la suya es porque confía en su experiencia durante el pasado año a la hora de llegar a acuerdos entre bambalinas con los HHMM. De hecho, solo una semana antes de las elecciones, el jefe adjunto y hombre fuerte de los HHMM, Jairat El-Shater, se reunió con la cúpula del CSFA, ofreciéndoles un trato en virtud del cual se les concederían a los generales muchas (aunque no todas) de sus demandas a cambio de aceptaran al candidato de los HHMM. La respuesta del CSFA fue fría y distante, en la creencia de que su candidato tenía prácticamente ganadas las elecciones sin necesidad de compromiso alguno. Poco se imaginaba El-Shater que estaban de hecho preparándose no solo para derrotar al candidato islámico sino también para disolver el Parlamento de los HHMM.

Una vez disuelto el Parlamento y con la anticipada desbandada del comité de redacción de la constitución, así como la usurpación por el CSFA de los poderes legislativo y ejecutivo, los HHMM decidieron volverse a unir a los grupos revolucionarios y de la sociedad civil para desafiar el asfixiante control del ejército sobre el país, echándose a las calles de forma masiva durante toda esta semana.

Este enfrentamiento entre el CSFA y el estado profundo por un lado y, por otro, las fuerzas a favor de la revolución (nuevamente potenciadas por la derrota del candidato del ejército) engullirá al país en los días y semanas próximos. Si los partidos islámicos dirigidos por los HHMM y los otros partidarios de la revolución con los grupos de jóvenes al frente, así como una serie de jueces respetados por todo el país, como el juez Husam El-Gheryani (presidente del Consejo Supremo Judicial, así como presidente del comité de redacción de la constitución), se unen y adoptan una posición firme contra el ejército, puede que al CSFA le resulte entonces bastante difícil salirse con la suya.

Las demandas de los grupos revolucionarios deberían ser claras: la vuelta del ejército a sus cuarteles sin ninguna interferencia más en los asuntos políticos o civiles del estado. El CSFA debe rescindir de inmediato su inconstitucional declaración usurpando los poderes legislativo y ejecutivo de un parlamento y un presidente democráticamente elegidos. Deberían también cesar todos los esfuerzos por disolver el comité de redacción de la constitución y permitir que el proceso político negociado por varios partidos políticos pueda ponerse en marcha. Finalmente, deberían cortarse de raíz todas las manipulaciones entre bambalinas del poder judicial tratando de interferir en asuntos políticos.

Las fuerzas revolucionarias han esquivado afortunadamente la bala al derrotar al candidato del ejército. Pero la lucha reclamando su revolución debe continuar y persistir. Esta vez todos los grupos a favor de la revolución y de la democracia deben darse cuenta que tendrán que nadar o ahogarse juntos al enfrentarse a la última batalla para desmantelar el ejército y el estado de seguridad. No más tratos por detrás ni permitir el beneficio de la duda de acuerdos tácitos entre el ejército y algunos grupos políticos. Los HHMM tienen que darse cuenta de que ganaron más de 7,5 millones de votos (de un total de 13,3 millones) provenientes de las fuerzas revolucionarias en la segunda vuelta, después de alcanzar su pico en la primera con 5,8 millones de votos. Deben mostrar respeto y ofrecer una asociación auténtica a esos grupos.

El famoso jugador de beisbol-sala Yogi Berra dijo una vez: «En teoría, no hay diferencia entre la teoría y la práctica. Pero en la práctica sí la hay». En teoría, los partidarios de la revolución deberían poner todos sus desacuerdos a un lado y unirse hasta que su notable revolución prevalezca, purgando a todos los elementos contrarrevolucionarios que queden en el Estado y erradicando todos los obstáculos para conseguir el éxito final. Es por tanto prudente pensar que todos esos grupos dejarán a un lado sus diferencias (ya sean percibidas o reales) una vez que comprendan hasta qué punto y alcance sus oponentes están dispuestos a destrozar sus anhelos de un cambio real.

En última instancia, las revoluciones son el acto simultáneo de gran número de personas que deciden levantarse en bien de la sociedad por encima de sus propios intereses. Esa generosa conducta va a menudo acompañada de la voluntad de sacrificar cuanto sea necesario para alcanzar el verdadero deseo del bienestar común y progreso humano.

N. de la T.: [*] El presidente de la Comisión Electoral Presidencial de Egipto, Faruk Sultan, ha declarado que los resultados definitivos de las elecciones presidenciales podrían anunciarse con posterioridad al jueves 21 de junio, fecha en la que estaba previsto que se hicieran oficiales.

Esam Al-Amin es un escritor independiente colaborador de numerosas páginas en Internet. Puede contactarse con él en: [email protected]

 Fuente original: http://www.counterpunch.org/2012/06/19/the-future-direction-of-egypts-revolution/