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Engañar y seguir engañando

Fuentes: Progreso Semanal

Inspirado en un chascarrillo de nuestra sección Papalote con rabo, me viene a la mente, en rápido repaso, esa mala costumbre ya desgraciadamente institucionalizada, de intentar mejorar en unpar de días la imagen de un sitio porque una importante personalidad gubernamental o política habrá de visitarla. Aunque tal ardid no es patente criolla, sino que […]

Inspirado en un chascarrillo de nuestra sección Papalote con rabo, me viene a la mente, en rápido repaso, esa mala costumbre ya desgraciadamente institucionalizada, de intentar mejorar en unpar de días la imagen de un sitio porque una importante personalidad gubernamental o política habrá de visitarla.

Aunque tal ardid no es patente criolla, sino que se aprecia en otros lugares de este mundo,-como esos siete pecados capitales internacionales que nombrara el Papa Gregorio Magno y otros más no incluidos en la lista-, en Cuba tiene un significado especial que se puede interpretar como desatender algo por mucho tiempo sin considerar el daño a la sociedad o a la economía, y «maquillarla» para que el ilustre visitante se lleve una buena impresión.

La primera vez que escuché de tal filosofía del engaño fue en boca de mi propio padre cuando se indignaba al ver que los campos de caña sólo estaban libres de malas hierbas en los primeros plantones. Los dirigentes de aquellos años salían felices del recorrido (siempre en jeep) y convencidos de que nuestros cañaverales estaban que daban gusto para el corte a mano o mecanizado sin imaginar siquiera el tormento que le vendría encima al pobre machetero al avanzar tres o cuatro metros en profundidad.

No hace mucho ocurrió algo parecido en un hospital de provincia que no es menester mencionar. La visita tenía carácter internacional y a todos los ingresados se les dotó de nuevos piyamas que debieron devolver una vez concluido el recorrido y volver a los harapos, sin medidas ni tallas que usaban aquellos que no podían traer de casa un atuendo adecuado para la ocasión. Para algún avispado lector, no es necesario me recuerde que la salud pública es gratuita.

En la última visita del Santo Padre sucedió algo por el estilo en las vías por donde debía circular la comitiva. El cálculo de los organizadores fue macabro. En algunas calles transversales la remodelación alcanzó hasta donde podía el ver el enviado de Dios.

Ciertamente, y pongamos de ejemplo nuestra propia casa, cuando se anuncia la llegada de un familiar o amigo -de Miami o el distante Kazajastán, por ejemplo-, todos nos esmeramos en la limpieza y organización. Tal proceder, a nivel de gobierno también resulta loable siempre y cuando, en ambos casos, no confundamos ocultar la realidad con una manta de engañifas todas censurables.

El motivo de estas apreciaciones es, como se señala al principio, una visita que Miguel Díaz-Canel, primer vicepresidente de los Consejos de Estado y Ministros, realizaría al emblemático zoológico de la Avenida 26 en el Nuevo Vedado.

Nos comentaba una amistad allí presente que un día antes fue con su sobrino al Zoo y muy pocas jaulas estaban habilitadas porque eran pintadas por personal de mantenimiento . De puro milagro no le dieron un retoque a las uñas de la leona.

Las cuentas de este rosario son interminables. De paso por nuestras oficinas, justo el mismo día en que un lector «campista» se quejaba en las páginas del diario Granma, un conocido junto a su familia chilena nos refería que de vacaciones en el campismo del litoral norte, la jardinería era perfecta a la entrada del campismo, pero que ya en la cabaña el panorama era desolador sin contar con otras contrariedades más que no se ajustan al tema.

Por cumplir raras normas o contentar a vaya usted a saber a quién, nuestros estomatólogos deben cumplir al mes un plan de trabajo determinado por las altas instancias. Así tenemos que si acercándose el día 30 no tienen en su haber «equis» cantidad de extracciones, pues ni cortos ni perezosos anotan en sus registros «Periquito Pérez, dos molares y un colmillo».

Esta mascarada no tiene fin. Roguemos esté incluida en ese necesario y también difícil «cambio de mentalidad» al que nos ha llamado el Presidente de la República. De lo contrario, nos seguiremos engañando a nosotros mismos. Y lo peor, que con el tiempo nos lo vamos a creer.

Fuente: http://progresosemanal.us/20140820/enganar-y-seguir-enganando/