Nevenka Fernández demandó a su jefe, Ismael Álvarez, entonces alcalde de Ponferrada, por acoso sexual y tuvo que abandonar el país. Veinte años después vuelve a España para contar su historia en un libro que espera que sirva a otras mujeres víctimas de maltrato.
Nevenka Fernández (Ponferrada, 1974) vive fuera de España desde principios del siglo XXI. Se vio obligada a abandonar el país después de demandar a su jefe, el por aquel entonces alcalde de Ponferrada (León), Ismael Álvarez (Partido Popular), por acoso sexual. Nevenka Fernández consiguió la primera sentencia en España de condena a un político por violencia machista. Por aquel entonces el acoso no estaba reconocido como tal ni los vientos eran favorables. Ella tuvo que abandonar su ciudad. Una sociedad altamente intoxicada por los medios de comunicación puso en tela de juicio el testimonio de una joven que denunció lo que estaba sufriendo “para sobrevivir”. Una joven que vio cómo miles de personas salían a la calle para gritarle “A mí no me acosan si yo no me dejo” en una manifestación en favor de su victimario. Una mujer que decidió convocar una rueda de prensa para explicar su decisión y que no halló más que incomprensión como respuesta mayoritaria.
Después de dos décadas en el olvido, su caso volvió a ser rescatado en un documental de Netflix en 2021. Las calles de este país ya habían asistido a manifestaciones contra la sentencia de la Manada. El feminismo ya había desbordado desde hacía unos años cada 8M, y había tomado las sobremesas, las aulas, los medios. Una sociedad en proceso de metamorfosis comenzaba a empatizar con la historia de esa joven concejala de Hacienda que, tras cortar una breve relación con el regidor del municipio, pasaba a esquivar sus constantes insinuaciones e incluso tuvo que contener la respiración cuando este se coló en su habitación de hotel para dormir con ella, en ausencia de todo consentimiento, en una terrorífica noche. En su testimonio a cámara describe cómo la rebajaba tras cada rechazo. Cómo la intentó anular, ante un entorno que miraba hacia otro lado. Todo ello reflejado después desde la ficción en la película Soy Nevenka, de Icíar Bollaín (2024).
Es septiembre de 2025 y Nevenka Fernández ya tiene 50 años. Vuelve al país para presentar su libro El poder de la verdad (Penguin Random House Group, 2025). Ha decidido escribir su historia por si a alguna mujer le puede servir. Ha elegido este momento porque ya se encuentra fuerte y porque nota cierta madurez social. Explica a El Salto que no le gusta nada ser la protagonista, pero entiende que tiene que hacerlo. Lleva 24 horas atendiendo a medios, pero el cansancio no hace mella ni en su tono de voz ni en sus gestos: se muestra despierta e ilusionada. Le gusta mucho hablar, asegura, aunque haya tenido que pasar tantos años en silencio. Ya no tiene miedo.
¿Cómo es para ti volver a una España en la que se ha experimentado un despertar feminista?
Es
una sensación muy gratificante. Han tenido que pasar muchos años para
que podamos empezar a ver un cambio importante. Desde que yo me marché
ha habido otros casos bastante mediáticos. Hemos vivido juntos y juntas
las extraordinarias manifestaciones contra La Manada, el #MeToo.
Personalmente, es algo muy emocionante porque creo que es muy necesario
que tengamos una conciencia colectiva de lo que significa para nosotras
poder expresar lo que sentimos y eso es algo que he podido hacer por
primera vez en mucho tiempo.
Has estado 20 años sin aparecer en ningún medio y estos dos días vas a parecer en todos.
Eso
es por un conjunto de cosas. Por un lado, es una madurez personal. Yo
ya estoy a punto de cumplir 51 años y eso, personalmente, también ha
sido importante. Hay un crecimiento personal, una distancia. También,
desde la emisión del documental, como dice un muy buen amigo mío, desde
que salí del armario, la comprensión ha tenido efectos curativos
extraordinarios. No esperábamos la reacción que ha tenido, aunque sí la
soñábamos. He recibido cientos de mensajes de apoyo. Me he dado cuenta
de que es una historia que representa muchas otras. Y, en ese proceso,
para mí es mucho más fácil poder contar mi historia desde ese lugar de
paz.
Le decía a mi familia antes de venir que sigo sin ningún afán de protagonismo, pero entiendo que es importante que hablemos. Necesitamos seguir hablando de las cosas que aún tenemos que comprender. Espero y deseo que mi historia pueda ayudar como a mí me han ayudado otras historias. Mi primera salida del armario ocurre porque llevaba unos años escuchando otras historias. Sobre todo historias de mujeres, pero no solo. Debo decir que, para mí, ha sido muy terapéutico escuchar cualquier historia de maltrato. Durante unos años estuve en contacto con una persona a la que admiro muchísimo, que se llama Miguel Hurtado, que sufrió abusos sexuales en la Iglesia siendo un adolescente.
Cuando decides denunciar al que era tu jefe, al
alcalde, ¿eras consciente de que estabas marcando un hito en la lucha
feminista de este país?
Yo era
consciente de que quería sobrevivir a una situación que, para mí, habría
significado la muerte. Entonces no me considero muy valiente por eso.
Hubo personas mucho más valientes en ese momento que se jugaban su
prestigio por decidir ayudar a aquella chica que les contaba que no
tenía otra opción más que hacer eso. Lo que yo hice lo hice para
sobrevivir. Pero también entiendo ahora la relevancia de aquel momento.
De
hecho, cuentas en el libro que hasta hace no muchos años no te habías
posicionado en la causa feminista porque tampoco se sabía muy bien lo
que era el feminismo.
Yo cuento
eso con un poco de vergüenza. Pero también con una intención tremenda
de contar que, incluso en mi propia mente, yo entendía que el feminismo,
aunque no había meditado mucho sobre ello, era lo contrario del
machismo. Y esas conversaciones yo las he tenido con mi familia, en
casa. Tenía una ignorancia absoluta sobre qué es el feminismo. Y eso
también ha sido una parte muy bonita de este proceso en el que
finalmente me doy cuenta de que cualquier persona que tenga un corazón
sano es feminista.

No solamente las mujeres, también los hombres, porque para mí no es una guerra, no tratamos de pelearnos, esa guerra creo que, además, nos perjudica. Cuando se estrenó la película Soy Nevenka en el festival de San Sebastián, el aplauso que recibimos al finalizar supuso no solamente un aplauso a Nevenka, sino que sentí que había ahí un aplauso hacia ellos mismos, hacia la gente que había comprendido que en esta lucha por los derechos humanos tenemos que estar todos.
Hemos
hablado de la ola del feminismo. Pero yo creo que eres consciente de
que también hay una contraola. Uno de los avances que señalas en el
libro y consideras como pionera, la ley de solo sí o sí,
ha vivido una reacción contraria por parte tanto de algunos medios de
comunicación como de la judicatura. ¿Crees que todo el mundo está
avanzando al mismo ritmo o hay estructuras todavía ancladas en un
sistema patriarcal como la judicatura?
Sí,
claro, pero eso es parte de la vida y parte del ser humano. He
comprendido que el objetivo no está tanto en pelearse contra los que no
piensan igual que tú, sino llamar la atención de esos que todavía no han
pensado realmente quién soy yo y qué significa todo esto. Y creo que en
esa situación seguramente haya muchas más personas que, si se lo
plantean, estarán en el lado bueno de la historia. Y yo quiero apelar a
esa capacidad, porque muchas veces se nos exige a las personas que hemos
sufrido abuso una responsabilidad tremenda, que tenemos que hablar, que
lo denunciemos en lugares públicos, oficialmente… Y yo creo que es tan
importante eso como lo que ocurre en el entorno, cómo recibe la persona
que escucha o que ve por primera vez una situación así. Ahí necesitamos
estar implicados todos. Yo nunca hubiese podido ser tan valiente de
gestionar esa carga, ese juicio y superarlo si no hubiese habido también
otros hombres y otras mujeres, no muchos, pero que estuvieron ahí.
Tú
sufriste acoso, pero en el libro cuentas que ni siquiera conocías esa
palabra hasta que te diagnosticó una médica en el Hospital Clínico San
Carlos (Madrid). ¿Cómo hiciste para integrar esa palabra y enfrentarte a
ella?
Yo, como la mayoría de
las personas que sufren maltrato de este tipo, me sentía culpable de lo
que estaba sufriendo. Primeramente fue un shock y un rechazo
absoluto, porque además lo veía como una debilidad mía. Yo sentía que
era una persona fuerte y pensaba “no me puede estar pasando esto a mí,
¿qué me estás contando?”. Y esto parte del desconocimiento de lo que era
el acoso, que no sabíamos y no entendíamos. Además, eso implicaba
reconocerlo; aceptarlo para mí implicaba que yo no era una persona
fuerte. Ha sido un proceso muy largo, lleno de momentos difíciles y
otros muy estremecedores. Finalmente he comprendido su significado.
Creo que en eso evolutivamente la sociedad tiene más comprensión, algo que ha ido de la mano de un conocimiento más amplio de toda esta dinámica de poder y de otros conceptos que están entrelazados en esto. Y estoy contenta de formar parte, de poner ese granito de arena, en esa evolución.
Además, el acoso tiene unas
características específicas, más difíciles de detectar porque hay acosos
que no dejan huella física. Y por eso nos cuesta más asumir ese tipo de
violencia machista, ¿no?
Esto
es algo en lo que estoy pensando mucho en estos años, tratando de
investigar y de definir esto, porque es algo que para mí misma ha sido
muy difícil. Hay un libro fantástico que he leído, que tengo desde el
principio de los tiempos, que me regaló mi abogado en una de las
primeras visitas a su despacho, cuando estábamos investigando si esto
podía ir a juicio, y que se llama El acoso moral (Ediciones Paidós, 2000), de Marie-France Hirigoyen,
una psiquiatra francesa que es fantástica, que pone en palabras algo
que para mí, para cualquiera, es súper difícil de explicar. Ella tiene
una experiencia específica en esto del acoso.
El acoso es difícil de explicar porque es una situación de maltrato cargada de situaciones anodinas. Es un maltrato muy sibilino que comienza de una forma muy difícil de detectar, casi como una broma. Hay un perfil que está estudiado de este tipo de personas que abusan del poder que tienen y que maltratan y que seguro que muchos hemos sentido en mayor o menor medida o hemos visto.
Lo que me gustaría decirle a la gente es que crean en lo que sienten. O sea, cuando uno está en situaciones donde oyes algo u ocurre algo que te hiere, tú intentas quitarle importancia… y esto se repite en el tiempo, llegas a casa desgastado, empiezas a tener otra sintomatología como no poder dormir, estar angustiado al volver al día siguiente y tener muchísimo miedo… O sea, empiezas a tener una reacción que a ti mismo te cuesta reconocer, tú buscas tu propia culpabilidad: “No he dormido lo suficiente, tendría que haber comido más, no hay que tomarse esto en serio”. Yo ese proceso lo recuerdo en mi mente sin saber que eso era acoso, sin pensar siquiera nombres, sintiéndome culpable. Entonces les diría que crean en lo que sienten. Después de darse cuenta de eso hay que buscar ayuda de alguna manera. Yo siempre he dicho que hablar me salvó la vida. En realidad es hablar, es escribirlo en un diario o hablar con un amigo, buscar la ayuda de un profesional.
¿Por qué situaciones pasáis las personas que sufrís acoso?
Algo
muy característico del acoso es que ocurren discusiones en las que yo,
por ejemplo, te digo a ti que esta pared es verde y tú dices, que no,
que es morada. Con el gaslighting
hay un momento en el que yo te digo a ti que si no la ves verde tienes
que tener un problema porque todo el mundo como tú la ve verde. Creas
una situación de angustia en la persona que no lo ve verde. Obviamente
tiene que existir una relación de confianza en la persona que te está
diciendo que es verde.
Yo era una chica muy joven que confiaba absolutamente en la amistad y en la buena fe de la gente que me rodeaba y esto me machacó, me anuló totalmente como persona. Cuando conseguí darme cuenta realmente de dónde estaba yo, había perdido la vida, el contacto conmigo misma. No sabía quién era. No era nadie.
Un día, Lucas [su actual pareja, entonces su amigo] escuchó una llamada del alcalde y me dijo aquella frase “de este hombre no te habla como un jefe, te habla como un amo”. En ese momento validó mi estado. Tuve mi primer ataque de ansiedad. Es mucho más fácil si cuando está ocurriendo puedes expresarlo y hay una receptividad. Cuando tú crees que van a escuchar lo que dices es diferente que cuando estás delante de una persona que sabes que no quiere escuchar, que le molesta porque no quiere meterse en ese lío. El acoso ocurre porque hay un entorno que consiente por acción u omisión que eso ocurra.
Y no solo que es consciente,
sino que incluso azuza para que suceda. En tu caso tú decides denunciar y
la reacción que se desencadena te produce un calvario por un lado
social y por otro lado jurídico. Empezando por hablar de lo social, ahí
los medios de comunicación tienen una responsabilidad muy grande.
Algunos programas, como por ejemplo Protagonistas (Onda Cero) de
Luis del Olmo, te ponían en tela de juicio un día sí y otro también.
¿Alguien te ha pedido perdón? ¿Algún medio de comunicación?
No
de esa manera y no sé si hace falta, no lo necesito. Yo creo que hace 21
años la sociedad, que somos todos, no estaba preparada para escuchar a
una mujer muy joven decir: “No señor, no voy a entregar mi dignidad
porque no está bien”. Piensa que en el año 2017 o 2018, cuando ocurren
esas manifestaciones multitudinarias, todavía hay mucha reticencia
dependiendo qué lugares. Aquí tuvo que ocurrir algo tan terrible como
esa violación grupal a una chica muy joven, en cuya vida seguramente hay
un antes y un después, y que conozco y sé que está fuera de España
porque se convirtió en imposible vivir con esa presión.

Y luego hay otro aspecto, que es que él tenía un gran poder, mucho mayor quizás del que la gente cree, porque este no era un alcalde de un pueblo. Había tenido otros puestos más importantes antes y tenía muchos contactos con esa mentalidad.
Entonces se juntaron muchas cosas. He oído mucho esto de “Nevenka era una chica de derechas”. Y es curioso, la gente no sabe que yo estaba estudiando en Madrid, llevaba ocho años allí entre la carrera y el máster y no había vuelto a Ponferrada. Entonces llega una chica que nunca ha estado relacionada con la política. Yo caí en el PP como podía haber caído en cualquier otro sitio. En mi familia también hay gente de izquierdas. Yo no tenía una idea política de nada y estos me convencieron. Una de las cosas más importantes que me contaron es que eran un grupo de amigos que, por encima de rollos políticos, lo que querían era luchar por nuestra ciudad. Y esto me encantó. Yo me lo creí absolutamente.
Cuando llega la denuncia, como yo estaba en el PP, ahí se mete también ese lado político. La izquierda te deja sola porque eras una chica de derechas y para la derecha obviamente era una traidora porque estaba exponiendo al público algo, mientras que en España, en la historia, se ha pedido a las mujeres buenas que callen y que accedan. Y que si te va mal, pues te aguantes. Yo no podía aceptar eso. Comprendo que el momento fue duro, pero yo no les tengo rencor.
El Partido Popular también cerró filas.
Sí, claro, como siempre.
Imagino que tampoco te han pedido perdón.
No,
pero creo que eso también es muy significativo. No tanto porque a mí me
duela, porque no me duele. Creo que cada uno debe ser quien es.
La película intentó rodarse en Ponferrada y la productora no recibió respuesta. Esa es la manera de actuar de gente muy cobarde que trata de aparentar una cosa y por detrás actúan de otro modo.
Pero bueno, si he conseguido encontrar esta paz es porque de verdad he hecho un ejercicio muy grande para tratar de superar esas emociones negativas de la ira, el odio, que por supuesto las he vivido. Perdonar no es un regalo hacia el otro, es un regalo para ti mismo. No quería vivir de esa manera. Me ha resultado mucho más fácil, lógicamente, yéndome de España, empezando una nueva vida, en la que durante muchos años nadie conocía quién era Nevenka. De hecho, ni mis mejores amigas sabían nada.
Has pasado también un calvario judicial. Tuviste un juicio donde el fiscal José Luis García Ancóscuestionaba
las decisiones que habías tomado porque no te habías ido. Te decía que
tú no eras una cajera de Hipercor que podía consentir que le tocara el
culo el jefe para dar de comer a su familia. No sé si has visto que,
recientemente, en España que este tipo de interrogatorios permanecen.
Hay algunos jueces que continúan en esa línea, como el interrogatorio del juez a Elisa Mouliaá.
Me entró mucha compasión por esta persona. Un juez es un representante
de la justicia que se supone representa unos valores de imparcialidad y
claro, cuando uno ve esto dice, ¿pero dónde estamos viviendo?
Pero creo también que con esas imágenes uno entiende cosas que de otra manera no las vemos, no pensaríamos que esto es verdad si no lo vemos. En mi caso, el fiscal García Ancós fue muchísimo más duro en el interrogatorio a puerta cerrada que duró diez horas. Y eso fue tremendo. Yo ya había perdido todo, no tenía nada que perder, no me hizo más daño que otras cosas. En realidad, creo, como dijo mi abogado en el documental, nos ayudó. Después de aquello hubo manifestaciones feministas pidiendo la dimisión de ese hombre. Y ahora sigue ocurriendo.
De hecho, creo
que puedes comprender que algunas mujeres tomen la decisión de no
denunciar y no optar por el camino judicial, mucho menos si son mujeres
que están en una situación más vulnerable.
Sí,
por supuesto. Yo tenía 25 años cuando entré en el Ayuntamiento y 26
cuando me marché. Estaba soltera, no tenía hijos. Honestamente, pensaba
que reharía mi vida de una forma mucho más sencilla de lo que después
resultó que fue. Sé perfectamente que la solución, cuando tienes hijos,
cuando hay una dependencia, no es fácil. Y más si sabes que te van a
juzgar y no te van a creer. Por supuesto que entiendo eso.
Yo siempre he dicho que hablar es distinto que denunciar, porque hablar implica expresar qué es lo que está ocurriendo. Y eso es salvador, porque no tienes que hablar con nadie públicamente. Es poder expresar ese dolor y que ese dolor sea validado por tu diario, por un terapeuta, por una amiga o por una comunidad que hoy en día está un poco más sensibilizada y puede comprender mejor esta situación. Eso es lo que salva, y no es fácil, pero creo que en el mundo en que vivimos hoy, gracias a todos los avances que hemos hecho 25 años después, es algo que es más posible y que todos tenemos en la mano.
Porque hay mujeres, además, que buscan otro
tipo de justicia, una justicia restaurativa alejada de la policía, de
los jueces. Una justicia comunitaria, digámoslo así.
La
comprensión tiene efectos curativos extraordinarios. Yo lo he vivido en
los últimos siete años, después de que se emitiera el documental. La
parte judicial es algo muy personal y cada uno tiene una manera de
resolver. Pero, para mí, hablar es una cosa que hay que hacer, hay que
atreverse a hablar, a mirarse y a saber quién eres. A ser valiente
porque merece la pena pelear por quiénes somos.
Tú
consigues una sentencia condenatoria pero que, entre otras cosas, no
reconoce la relación de poder y no reconoce las posibles lesiones que
generó en ti el acoso. ¿Esa sentencia fue para ti reparadora?
Yo
sentí que gané el día en el que en el juicio de instrucción se sentó el
juez a escucharme. Y yo sentí que ese hombre, que decidió después que
hubiera un juicio, entendió que había indicios suficientes después de
escuchar a todas las partes. Yo sentí que había ganado porque ese hombre
me escuchó y yo sabía que si me escuchaban iban a creerme. También
sabía que el juicio depende de muchas cosas y que yo no tenía ningún
control.
Después el juicio se ganó, y es verdad que eso no repara todo el sufrimiento que ocurrió pero es significativo saber que es posible.
En ese contexto, hubo mujeres valientes que salieron a manifestarse, que estuvieron a tu lado. Nos consta que hay algún colectivo de Ponferrada que está un poco dolido porque no han tenido quizás el espacio que debieran haber merecido en el documental.
¿En
serio? Pues que no tengan esa pena, porque yo lo sé. Y yo creo que la
importancia de las acciones de las personas no está en que lo sepa todo
el mundo, sino que tú has hecho eso de hacer el bien cuando nadie te ve.
Lo que ellas hicieron fue importantísimo. Yo lo sé y seguramente muchas
otras personas también lo saben.
Sí, pero es importante lanzar el mensaje de que una situación de violencia no sales sola, la importancia de la comunidad.
Sí,
lo que pasa es que yo no he tenido contacto con nadie y hasta que no
salió el documental no me expresé. Pero me consta. De hecho, creo que
hay una imagen de ellas en el documental, protestando contra el fiscal.
Todo lo que ocurrió con el fiscal, que después fue sustituido, no
hubiera ocurrido sin que esas mujeres pusieran ese altavoz y pusieran
luz en esa situación. Entonces para mí son una parte importantísima de
la historia. Siempre las he tenido presentes y con alguna he estado en
contacto.
Esta parte de salir a hablar de esto es muy nuevo porque he tenido que pasar todos estos años y absorber toda esta comprensión para poder expresarme y estar aquí. Y ya no tengo miedo.
Tú tienes dos hijos. ¿Cuándo crees que les hablarás de todo lo que ha pasado? ¿Y qué quieres que ellos asimilen para seguir creando una sociedad en la cual la violencia machista no tenga cabida?
Un motor que nos mueve a los padres, a todos yo creo, es el futuro de nuestros hijos. En la película ya participaron y fueron a un pase privado, yo quise que vinieran. Aún no comprenden muy bien aunque ya saben un poco lo que es el acoso, les dan charlas en el cole sobre bullying. Entienden un poco, pero todavía no hemos podido tener esa conversación. Han venido conmigo aquí, se metieron conmigo en una entrevista en la radio con Julia Otero y cuando llegamos al hotel me dijo uno: “He entendido lo que pasó”. Tenemos una conversación seguramente pendiente, que será otro momento muy bonito. Para mí es importante que sepan que sus padres pelean por lo que es bueno.


