Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
El pasado sábado, tras 32 horas en un mar agitado, entré en barco en el puerto de la cuidad de Gaza junto con otros 45 ciudadanos de todas partes del mundo desafiando el bloqueo israelí. Viajamos desde Chipre con provisiones humanitarias para los palestinos que viven bajo asedio. Mi familia de Michigan estaba muerta de preocupación.
No son ingenuos. Sabían que Israel podía atacarnos, como hicieron en 2003 al matar a la testigo no violenta estadounidense, Rachel Corrie [nota del editor: Corrie, que también pertenecía a International Solidarity Movement, murió aplastada por un bulldozer del ejército israelí durante una protesta contra la demolición de casas palestinas; la investigación militar israelí determinó que la muerte había sido accidental] y a Brit Tom Hurndall [un representante de ISM que murió nueve meses después de que un francotirador del ejército israelí le disparara a la cabeza; el francotirador fue condenado por homicidio sin premeditación] así como, durante años, a miles de civiles palestinos desarmados.
Mi familia, sin embargo, recuerda que hace 60 años parte de nuestra propia familia fue desarraigada y expulsada de sus casas en Palestina por las fuerzas israelíes. Sin lugar a dudas esta pérdida animó la decisión que tomé de arriesgar mi seguridad y mi libertad para promover los derechos humanos de hombres, mujeres y niños inocentes en Gaza.
Nuestros dos barcos fueron recibidos a su llagada por miles de palestinos jubilosos que en 41 años de ocupación nunca había presenciado una escena semejante. Para llegar allí hicimos frente a amenazas de muerte anónimas y la interferencia por parte del ejército israelí de nuestros medios de comunicación a pesar del mal estado del mar que puso en peligro nuestra seguridad. Antes de nuestra partida el ministro de Asuntos Exteriores israelí dejó sentado su derecho a utilizar la fuerza contra nuestros barcos indefensos.
A pesar de todo decidimos actuar para romper simbólicamente el asedio a Gaza y hacer como civiles lo que nuestros gobiernos no han tenido la compasión o el valor de hacer ellos mismos. Una vez allí, entregamos suministros importantes como audífonos, baterías para equipos médicos y analgésicos.
Cuando un fuerte terremoto estremeció China y varios ciclones asolaron Myanmar el mundo respondió. Tanto gobiernos como ciudadanos se unieron para ayudar. Sin embargo los gobiernos del mundo han sido testigos de cómo ante sus propios ojos en Gaza se desarrollaba una catástrofe humanitaria creada por el hombre. Karen Koning Abu Zayd, directora de la UNRWA (United Nations Relief and Works Agency) ha afirmado que «Gaza está a las puertas de convertirse en el primer territorio reducido intencionalmente a un estado de miseria abyecta, con el conocimiento, consentimiento y, se podría decir, el aliento de la comunidad internacional».
Israel afirma que su ocupación de Gaza acabó hace tres años con la retirada de sus soldados y de sus colonos. Pero como Israel no estaba de acuerdo con los resultados de las elecciones palestinas de 2006 que el Centro Carter consideró que habían sido libres y justas, ha bloqueado Gaza y restringido así gravemente el movimiento de bienes y de personas. Poco después de que el nuevo gobierno de Hamas jurara sus cargos Dov Weisglass, asesor del primer ministro Ehud Olmert, declaró: «Es como acudir a la consulta del dietista. Necesitamos que los palestinos pierdan peso, pero no que mueran de hambre».
Según Médicos por los Derechos Humanos-Israel, en el último año han muerto más de 200 palestinos al no poder salir de Gaza para recibir los cuidados médicos que necesitaban. Más del 80% de la población de Gaza depende ahora de la ayuda alimentaria de la UNRWA y del Programa Mundial de Alimentos. El paro ha llegado a un insólito 45%. Y se está limitando intelectualmente a miles de jóvenes debido a la decisión de Israel de impedirles aprovechar las oportunidades académicas en el extranjero.
Ahora que hemos logrado entrar en Gaza pretendemos ayudar a los pescadores de Gaza. Navegaremos con ellos más allá del límite de las seis leguas náuticas impuesto ilegalmente por la armada israelí. De forma rutinaria se acosa a los pescadores palestinos y se les ataca cuando navegan para ganarse la vida. Esperamos que nuestra presencia contendrá a la armada israelí.
Hemos hecho esto porque nos horroriza que se permita que continúe este asedio a un millón y medio de hombres, mujeres y niños. Nos entristece el estado de nuestro mundo cuando quienes toman las decisiones pueden sentarse cómodamente y observar cómo se está matando lentamente de hambre y humillando a todo un pueblo.
Sabemos que con nuestros dos pequeños barcos no podemos abrir todo Gaza al mundo exterior. No podemos traerles libertad de movimientos, acceso a trabajo, ayuda médica, comida y otros productos básicos que hoy se les niegan. Pero traemos un mensaje al pueblo de Gaza: no están solos. Con nuestro viaje les demostramos que ciudadanos estadounidenses y de todas partes del mundo se han movido para defender los principios humanitarios y los derechos humanos. El esfuerzo realizado esta semana se hizo con ese espíritu y con la esperanza de que un día nuestros representantes electos sigan nuestro ejemplo .
Huwaida Arraf, abogada defensora de los derechos humanos de Roseville, es profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad al-Quds de Jerusalén y co-fundadora de International Solidarity Movement. El Institute for Middle East Understanding envió en su nombre este artículo a The Free Press.
Enlace con el original: http://www.freep.com/apps/pbcs.dll/article?AID=200880825045