Siria, ayer ignorada y abandonada, ha vuelto al primer plano de la actualidad. En París, en medio de una conferencia de prensa presidencial de François Hollande, en Nueva York, como tema estrella de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Todo ello con el trasfondo de los ataques contra el Daesh (Estado Islámico), cuyo impresionante […]
Siria, ayer ignorada y abandonada, ha vuelto al primer plano de la actualidad. En París, en medio de una conferencia de prensa presidencial de François Hollande, en Nueva York, como tema estrella de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Todo ello con el trasfondo de los ataques contra el Daesh (Estado Islámico), cuyo impresionante número (más de 7 000 según algunas estimaciones) no parece garantizar la eficacia, y de la llegada masiva de refugiados sirios a Europa.
François Hollande explica:
1) que hay que acoger a los refugiados sirios, sin confundirlos con los demás refugiados, y menos aún con los «inmigrantes económicos»;
2) que los ataques franceses contra Daesh deben ampliarse de Irak a Siria. La proximidad de las dos afirmaciones da a entender que esos refugiados sirios son fundamentalmente víctimas de la barbarie de Daesh. Una percepción que refuerza a gran escala el tratamiento mediático del asunto.
Merkel, por su parte, siguiendo un razonamiento similar llega a una conclusión clara: si se quiere derrotar a Daesh y responder a los problemas a los que está confrontada Europa, hay que discutir con el régimen sirio; por tanto, relegitimar a Bachar Al-Assad como un interlocutor presentable.
De todas estas aproximaciones confusas conviene extraer los verdaderos granos:
1) Sí, hay que acoger a los refugiados sirios. Pero no limitarse a 24 000, cuando los que huyen del horror se cuentan por centenares de miles en Europa y por millones en Medio Oriente.
2) Sí, estos refugiados huyen del horror de Daesh pero son, en primer lugar y de forma masiva, víctimas de la barbarie del régimen de Bachar al-Assad que, para salvar su poder dictatorial, lleva a cabo una guerra implacable contra su pueblo.
3) Sí, hay que combatir a Daesh, pero unos ataques aéreos no permitirán acabar con él, ni preservarse de los atentados terroristas, y menos aún responder al desafío de las migraciones.
La idea nueva es la «gran alianza antiterrorista»: todos contra Daesh, ¡incluso el régimen sirio! Una idea que Putin defiende de forma ardiente, que encuentra un eco favorable en Merkel, y que en Francia se repite en diferentes ámbitos. Y no solo de la derecha, puesto que Hubert Védrine, antiguo ministro de asuntos exteriores de Mitterrand, lo promueve.
Se trata de un engaño. Una ecuación simplista y puramente militar («en una guerra, el enemigo de nuestro enemigo debe ser considerado como un amigo») que sirve para enturbiar la verdadera cuestión: ¿qué soluciones políticas plantear para desenrollar la compleja madeja de las contradicciones en la región?
Además, incluso desde el punto de vista militar, es falsa. ¿Es el régimen sirio, como quieren creer algunos, el enemigo de Daesh? Esto obligaría a excusarle del terror que inflige a su pueblo, a olvidar los más de 200 000 muertos civiles, las ciudades destruidas, las torturas a gran escala, los repetidos bombardeos por armas químicas y barriles de TNT… Pretender verlo así es no ver que los primeros yihadistas fueron liberados por Bachar Al-Assad de sus prisiones para hacer de ellos la excusa que justificara el necesario apoyo a su régimen. Y es ignorar por qué Palmira ha caído tan fácilmente en manos de Daesh, por qué en el pasado mes de junio la ofensiva de los rebeldes antiAssad para conquistar Alepo fue impedida por un ataque de Daesh en Marea contra esas mismas fuerzas… ¿Cómo no interrogarse sobre una evidente coordinación entre el régimen y Daesh? Y también sobre una situación que permite la circulación sin obstáculos en el mismo espacio aéreo de los aviones de la coalición que van a golpear a Daesh y los del régimen que continúan bombardeando la población civil siria. Y ahora son los aviones rusos los que lanzan sus bombas, «contra el Daesh», ¡precisamente en lugares en los que Daesh no está presente! Es cierto que el poder ruso dice no hacer diferencias entre los diferentes «terroristas islamistas» (lo que, parece, no le impide analizar a los opositores al régimen de Bachar Al-Assad para golpear a los que le parecen más peligrosos…).
Sin embargo, está claro que cuando Merkel (junto a otros) dice que hay que discutir con Bachar Al-Assad, lo que quiere decir en primer lugar es que hay que entenderse con Putin.
En efecto, en el tablero sirio, se está afirmando de forma creciente, y volviendo más complejo, el juego entre potencias exteriores. Cada una de ellas tan empeñada en defender sus propios intereses como indiferente a la suerte del pueblo sirio. Cuanto más se debilita el régimen, más se implican Irán y Rusia. Y más problemas tienen los Estados Unidos para saber cómo gestionar las injerencias de sus múltiples aliados. Para la administración Obama, la prioridad está en el restablecimiento de las relaciones con Irán, que comparte esta preocupación pero no quiere abandonar a Bachar Al-Assad. Mientras, Arabia Saudita no está dispuesta a la conciliación con el régimen sirio (ni con Irán), y Turquía tampoco, más preocupada en reprimir a los kurdos que en combatir a Daesh… De ahí la confusión que parece dominar la política americana y de ciertos cambios de opinión a costa de tal o cual aliado en determinados momentos.
En cuanto a Rusia, ésta ve en Siria la posibilidad de reafirmar su papel de gran potencia mundial y de superar los efectos desastrosos de su papel en Ucrania. Está también directamente concernida por el debilitamiento del régimen sirio y no puede ver tranquilamente la progresión de la amenaza del llamado terrorismo islamista.
Una situación cargada de grandes cambios en el futuro, de consecuencias difícilmente previsibles. ¡Pero, desgraciadamente, que no augura nada bueno para el pueblo sirio! Los pocos impulsos de compasión hacia sus desgracias no pueden disimular que lo que está en el puesto de mando es la real politik y su implacable cinismo.
En el maelström actual el único punto de referencia que permite desbaratar las trampas y manipulaciones de los diferentes actores estatales, es el reconocimiento de la legitimidad de la exigencia del pueblo sirio de liberarse de la sangrienta dictadura de Bachar Al-Assad, y la de los kurdos e iraquíes de decidir por sí mismos, al margen de toda influencia extranjera, sobre su propio futuro.
El combate contra el Daesh debe ser llevado a cabo con determinación, no puede justificar un acuerdo que permita a Bachar Al-Assad mantenerse en el poder. Eso no sería más que una nueva traición al pueblo sirio y su derecho a la libertad.
En cuanto a los y las refugiadas, deben ser acogidos, no de forma vergonzosamente parsimoniosa, ni siquiera solo desde un punto de vista humanitario, sino de forma conscientemente política. Su tragedia debe ser comprendida y explicada. Con la preocupación de presionar para que se pueda dibujar una solución política global. La de una Siria libre, capaz de reconstruirse, en un Medio Oriente pacificado, liberado del control de las potencias extranjeras y respetuoso de los derechos de sus diferentes poblaciones.
Fuente original: https://www.ensemble-fdg.org/content/syrie-entre-compassion-et-cynisme
Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur