El 29 de noviembre fue un día clave para el pueblo palestino en el ámbito internacional, pues Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y líder del partido Al Fatah -que gobierna en las zonas autónomas de Cisjordania-, solicitó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (principal órgano deliberativo / legislativo de […]
El 29 de noviembre fue un día clave para el pueblo palestino en el ámbito internacional, pues Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y líder del partido Al Fatah -que gobierna en las zonas autónomas de Cisjordania-, solicitó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (principal órgano deliberativo / legislativo de la ONU ) la admisión de Palestina como Estado Observador No Miembro y en una histórica decisión de este cuerpo fue aceptada (138 votos a favor, 9 en contra y 41 abstenciones). Hasta el momento la histórica OLP (Organización para la Liberación de Palestina) sólo había conseguido el reconocimiento de ese cuerpo como «Entidad Observadora» en 1974, hecho que no significó ninguna mejora en la situación de los miles de centenares de palestinos de los territorios ocupados, de los ciudadanos árabes-palestinos en Israel y Jerusalén Oriental y de los millones de refugiados y palestinos en el exilio. El nuevo estatuto de la ANP (figura que se supone «la entidad política» que representó a los palestinos desde 1993) como «Estado Observador No Miembro», supondría que la misma pudiera llegar a tener más intervención y acceso a las organizaciones de la ONU y que sus temáticas medulares pudieran ser tratadas en otro Organismo de «peso» internacional como lo es la Corte Penal Internacional (CPI). Sin embargo, el cambio de nominación jurídico-política podría ser apenas un gesto político sin cambios reales; por eso es importante pensar en la eficacia o no de este tipo de instancias internacionales para la resolución de los graves problemas de la Palestina ocupada. Preocupantes asuntos jamás han sido abordados en el marco de la ONU ni siquiera con el estatuto de Entidad Observadora que tenía/tiene la OLP. Entonces, ¿qué podría cambiar ahora al pasar a ser Estado Observador No Miembro? La seguridad, el agua, Jerusalén como capital, los refugiados, los asentamientos, los prisioneros, el derecho al retorno, la violación de los pactos internacionales sobre derechos humanos y coexistencia, la construcción del muro en Cisjordania y Jerusalén Oriental, parecen ser temas que la ONU nunca ha querido tratar más allá que solicitando informes sobre la situación, como el Informe Goldstone -2009/2010-, sobre la ofensiva Plomo Fundido que arroja cifras estremecedoras y aún así sigue sin penalizarse a nadie por ello.
Esta estrategia diplomática venía anticipándose desde el fallido intento (23 septiembre de 2011) de conseguir el reconocimiento de la ANP como Estado Miembro de plenos derechos ante este cuerpo; una jugada desarrollada fundamentalmente por el presidente de la ANP quien, en esa instancia desaprovechó la posibilidad de llevar adelante esa acción con la unidad de las fuerzas políticas palestinas, lo que generó consecuencias negativas para la reconciliación entre Hamas y Al Fatah, que continuaron divididos y enfrentados (aunque esa división entre ambas facciones, aparentemente, terminó días pasados). La causa de este acercamiento fue el abandono del frente interno de lucha para poder organizarse frente a la nueva agresión de Israel. El 21 de noviembre pasado, luego de siete días de una criminal ofensiva israelí en Gaza («Pilar Defensivo»: 167 muertes en Palestina y 6 en Israel, además de irreparables daños estructurales especialmente en el territorio ocupado de Palestina, sin mencionar los daños psicológicos), Hamas consiguió una tregua (cuyo garante es el gobierno de Mursi en Egipto), que produjo también la aproximación entre ambas facciones palestinas, quienes entonces hoy sí acordaron en buscar el estatuto de Estado Observador No Miembro ante la ONU como parte de una estrategia para ampliar el reconocimiento de Palestina como Estado en general, y luego de esa contienda diplomática establecer cómo seguir. Sin embargo, esa categoría no es clara: los derechos, garantías, funciones y privilegios de esta entidad no están definidos y eso no arroja ninguna certeza de cuáles serían las implicaciones prácticas de su obtención.
No obstante, algo ha cambiado en el escenario de la región y es que desde hace al menos dos años los asuntos decisivos de Palestina están encontrando dos interlocutores políticos: Hamas y Al Fatah. Desde el año 2011, Hamas viene siendo el principal actor político de las cuestiones de espesor en Palestina. Hacia noviembre del año pasado se produjo la liberación de presos políticos (1027 presos políticos palestinos fueron liberados de las cárceles israelíes a cambio del soldado israelí Gilad Shalit) y ese acuerdo fue logrado entre Israel y Hamas. En lo reciente, la tregua firmada el 21/11, con importantes puntos a destacar más allá del alto al fuego, como el posible levantamiento del bloqueo israelí a Gaza (que ya lleva más de cinco años) instaló nuevamente a Hamas como el gran actor político de la cuestión, porque fue un acuerdo regenteado por las dirigencias de Israel y Hamas con la mediación de Egipto (donde gobierna un hombre de los Hermanos Musulmanes, otra organización islámica de gran recorrido en la región). La liberación de presos políticos es una de las reivindicaciones históricas de los palestinos en todos los acuerdos de paz, razón por la que esa victoria lograda por Hamas el año pasado es de fundamental importancia porque instala en las conversaciones temas medulares que nunca quisieron ser abordados ni por la ONU , ni por Israel, ni por la presidencia de la ANP (Yaser Arafat antes y Mahmud Abbas ahora). Por su parte, empezar a discutir el bloqueo, es también una gran victoria de este movimiento de resistencia islámica, que claramente se está posicionando como el gran sujeto político de la cuestión palestina. El otro actor, aunque menos eficaz en sus negociaciones, es también un actor presente y es Al Fatah. Este se concibe a sí mismo como el gran actor diplomático (la presentación ante la ONU es emblemática al respecto, habiendo logrado antes, también, la aceptación de Palestina en la UNESCO el 31 de octubre de 2011) aunque debilitado en el terreno de la política real, frente a su facción opositora, Hamas.
En consecuencia, el panorama es otro, sin dudas, y tanto el imperialismo israelí como su aliado estadounidense no pueden dejar de verlo y por eso las reiteradas amenazas de represalias sobre Palestina (suspensión de las ayudas económicas, entre otras sanciones), que muchas veces terminan directamente en bloqueos, masacres y renovados actos de violencia. Es interesante, sin embargo, advertir que Israel negocie nada menos con quien calificara como una organización terrorista: Hamas. Aún más interesante es que Israel habilite ese tipo negociaciones con esa facción palestina en momentos álgidos del planteo de Al Fatah frente a la ONU. El gobierno sionista de Israel negoció la cuestión de los presos políticos con Hamas -cuyo interlocutor central fue el recientemente asesinado Yabari- en la víspera de la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU respecto de aceptar a la ANP como Estado Miembro o no (sabemos que finalmente no se aceptó). Hoy, nada menos que en la antesala del reconocimiento de la ANP como Estado Observador No Miembro, vuelven a producirse conversaciones entre Israel y Hamas (masacre de por medio) que resultan en una tregua que la mayoría de los palestinos de todas las fuerzas políticas consideran triunfal y la referencian como una victoria del Hamas. Por eso es llamativo comprobar cómo el gobierno sionista israelí intenta permanentemente desprestigiar, neutralizar o invisibilizar a quien por mucho tiempo fue un actor que si no leal, al menos sí fue funcional a los planes israelíes en la región o incapaz de dirigir la lucha del pueblo palestino en pro de lograr algún bienestar: la dirigencia de Al Fatah. En esas encrucijadas diplomáticas en que Al Fatah parece colar cuestiones palestinas por otros lados que no son los «tradicionales», Israel habilita acuerdos con Hamas, «la gran organización terrorista», y le otorga entidad como sujeto político para lo palestino, mientras vacía de contenido los requerimientos de Al Fatah y debilita su posición en el escenario palestino. El clásico divide y vencerás no es para nada una consigna alentadora para quienes desean la paz. Difícilmente Israel y su aliado estadounidense hagan estos acuerdos por mero reconocimiento de la fuerza de la resistencia palestina, expresada entre otras formas, a través de Hamas. No, no. Aquí hay algo raro.
El imperialismo reorganiza y reestructura su jugada en la región: cuando sus rivales tradicionales empiezan a jugar de otro modo (Al Fatah se salió del protocolo bilateral y directo y devolvió el problema a la ONU ) y/o cuando las cosas ya se les van de las manos, como en los últimos tiempos que no consiguieron domesticar a ninguna de las facciones (ni siquiera a la parte que -con Abbas al frente- fue bastante sumisa), allí una escalada de agresiones que siempre terminan siendo, según la propaganda, «operaciones defensivas» (Pilar Defensivo, Plomo Fundido, etc.). Esa es la clara estrategia del imperialismo en la región: división, oportunismo y ofensiva militar.
Pero pensemos también en qué buscaron los palestinos al salirse de las conversaciones bilaterales. Claramente buscan cambiar el paradigma de Oslo (1993), o esas maniobras e intentos canallas de tratamiento de la «cuestión palestina» en los organismos supranacionales y/o en los reiterados e infructuosos acuerdos de paz para la región (Madrid, Oslo, Camp David, Taba, Annapolis, etcétera). Cambiar el paradigma de Oslo implica pasar de las negociaciones directas entre israelíes y palestinos a instalar el problema allí donde este nació: en la ONU , hace 65 años, aquel 29 de noviembre de 1947, cuando se aprobó el plan de Partición de Palestina. La fecha de hoy, 29 de noviembre es también el día de Solidaridad Internacional con Palestina por resolución de ese cuerpo, destacando así aquel trágico día para la historia palestina.
La internacionalización del asunto, en cambio, pareciera ser el nuevo paradigma que las dirigencias de Al Fatah y Hamas quieren desarrollar, en principio para buscar el aislamiento de Estados Unidos e Israel en cuanto a apoyos de países del mundo. Aislamiento que, dicho sea al pasar, quedó elocuentemente graficado con el resultado de la votación que incorporó a Palestina como Estado Observador No Miembro: 138 a favor de su incorporación, 41 abstenciones y 9 en contra: Estados Unidos, Israel, Canadá, República Checa, Panamá, Islas Marshall, Micronesia, Nauru y Palau. Esto demuestra que se amplió considerablemente el reconocimiento de la comunidad internacional para el estatuto de Estado para Palestina, pero se precisa una internacionalización del asunto que suponga no sólo avances en el terreno diplomático internacional dado que por más renovadores que se presenten difícilmente sean suficientes. También la internacionalización del tema debe ir ligada a acciones internacionalistas concretas como por ejemplo, el Foro Social Mundial por Palestina Libre -que está teniendo lugar ahora mismo en Porto Alegre- donde seguramente se generará un programa de acciones de solidaridad, compromiso y cooperación hacia la región. Acciones internacionalistas también son, por ejemplo, los Tribunales Éticos contra la Ocupación de Israel en Palestina. Sobran antecedentes de este tipo de Tribunales y su eficacia en el desarrollo de conciencia ética y moral, además de política, acerca de los crímenes de guerra y las violaciones a los derechos humanos en el ámbito internacional, contamos con la experiencia de los Tribunales Russell de Vietnam y Sudáfrica en este sentido, y sus victorias contra la opresión colonial. Otras acciones internacionalistas que pueden y deben ir en paralelo a la iniciativa diplomática en la ONU son las campañas de Boicot, Sanciones y Desinversión (BDS) a Israel, que ya llevan varios años desarrollándose (desde 2005) con una creciente adhesión de la ciudadanía mundial.
Si la comunidad internacional representada en ámbitos como la ONU sigue creyendo y alentando un proceso de paz formalizado en meras negociaciones y / o reconocimientos nominales, el tiempo seguirá corriendo en desventaja para los palestinos porque Israel, que sí adquirió desde 1948 la categoría de Estado, sigue construyendo asentamientos mientras dice que quiere la paz. Por otro lado, este resultado diplomático no sólo tendría que implicar un reconocimiento estatal a Palestina, sino que también, al mismo tiempo, tendría que deconstruir la idea de que Israel es un Estado Normal, porque en realidad Israel es un Estado Ocupante, con limpieza étnica de por medio, con expoliación de recursos acuíferos, con leyes racistas y que sigue violando las resoluciones de esta misma entidad que lo vio nacer. Las instancias internacionales deben dejar de usar las «negociaciones» como coartadas para no hacer frente al problema del reconocimiento del conflicto en su total magnitud. Si no es por la vía internacional, será por la vía internacionalista, pero los palestinos merecen el derecho a su propio Estado, más allá de lo diplomático y nominal, merecen el derecho a decidir sobre él. La vía internacional aboga por la tesis de dos Estados. La vía internacionalista propone la de un solo Estado binacional, pluriétnico y plurirreligioso. Palestina debe organizarse entre lo internacional y lo internacionalista y debe hacerlo más allá de la ONU , pero ante todo más acá.
Insistiremos en algo que ya hemos dicho otras veces y que es totalmente necesario repetir en este histórico día. No se trata solo de reconocer a Palestina como Estado Observador de la ONU; se trata de crear una política de solución de los problemas de los refugiados, de crear una política de desarrollo humano para Palestina, de tomar en serio una política que acabe con la debilidad estructural de ese Estado por venir. De lo contrario seguiremos teniendo el mismo problema pero con diferente condición jurídica. Hasta ahora lo que hay es esto: un Estado (Israel), que ocupa un territorio de otro pueblo (Palestina) y una población (palestinos) que a partir de hoy solo tiene la categoría jurídica de Estado Observador ( la ANP ) y no de Estado Miembro. Este reconocimiento de Palestina como Estado Observador No Miembro, sin el acompañamiento de una efectiva cooperación internacional que garantice y sostenga el desarrollo real de ese Estado, hará que tengamos dos Estados (Israel y Palestina), dos sujetos de derecho internacional, pero en condiciones profundamente asimétricas. La comunidad internacional, y especialmente las grandes potencias que ocasionaron la tragedia palestina, deben garantizar la viabilidad del ahora Estado Palestino Observador. En caso contrario ese reconocimiento, sin política de desarrollo que lo sostenga y que permita la reconstrucción material y espiritual de ese pueblo, puede paradojalmente terminar por jugar en contra de sus heroicos y respetables anhelos de libertad, democracia y bienestar. Por eso es preciso no abandonar a Palestina más allá de esta instancia internacional de hoy y seguir generando hacia ella acciones internacionalistas concretas y contundentes.
Mariela Flores Torres, Departamento de Historia UNPSJB, CONICET/Doctoranda Universidad Nacional de Quilmes.
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