Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La buena noticia: «Netanyahu dará un ‘fuerte impulso’ al proceso de paz». La mala noticia: cualquier persona que conozca la ideología y la composición del Gobierno israelí sabe que el asunto no es serio.
Y sin embargo, después de su reunión, Barack Obama, el presidente de EE.UU. ha apoyado públicamente a su interlocutor israelí, al decir que cree que Binyamin Netanyahu tomará «riesgos por la paz» y al elogiar al primer ministro israelí por suavizar el bloqueo de la Franja de Gaza.
Obama también llamó a «conversaciones directas» entre israelíes y palestinos, sin considerar la continuación de los asentamientos ilegales.
Todo lo cual provoca dos preguntas: ¿Cómo un proceso diplomático difunto y desacreditado sigue haciéndose pasar por un éxito a pesar de sus terribles fracasos? ¿Y por qué EE.UU. y sus aliados occidentales lo siguen financiando y mimando si crea más inestabilidad y conflicto que paz y progreso?
La respuesta en breve es: sandeces.
En su intento de definir las sandeces y de teorizar sobre sus usos y significados, Harry Frankfurt, el filósofo de Princeton, ha diferenciado entre sandeces y mentiras en su libro On Bullshit, y concluyó que las sandeces pueden ser más peligrosas que las mentiras.
Sandez es más que una palabra; es un sistema crónico ampliamente generalizado de retórica y representación que mistifica la verdad. Se ha convertido cada vez más en una forma de comunicación no sólo en la esfera privada sino también en parte integral de la propaganda occidental.
Falafel y fanfarria
A veces, según Frankfurt, la sinceridad también se cualifica como sandez. Es especialmente verdad cuando los que la expresan niegan su verdadera motivación. Esto explica por qué muchos de los obstinados propugnadores del proceso de paz dicen sandeces incluso cuando son sinceros.
De verdad, no puedo dejar de sacudir la cabeza, desconcertado, cuando me veo ante la «industria de la paz». Las iniciativas de paz y coexistencia de las ONG han utilizado todo, desde el falafel hasta fanfarrias y música pero no han logrado mejorar en nada la situación. En su lugar, han contribuido a que la ocupación parezca normal.
Dicho esto, no descarto el gran grado de mentiras en el proceso. Pero a diferencia de las mentiras y el engaño, las sandeces han creado un aura alrededor del proceso de paz.
Cuántos dudan de que la oportunidad de la invitación de Obama al Primer Ministro israelí antes de las elecciones al Congreso a mitad de período en el otoño tiene más que ver con la política interior que con la política exterior.
Como un columnista del Washington Post comentó sardónicamente, habría sido apropiado que Obama, quien reprendió anteriormente a Netanyahu, hubiera izado la bandera blanca de la rendición durante la visita.
En general las sandeces tienen que ver con la difusión de verdades a medias, declaraciones falsas, lo que viene a significar lo mismo que un proceso de guerra de facto de ocupación y colonización se haga pasar por un proceso de paz causando más sufrimiento y destrucción.
Quimera
Desde que el llamado «proceso de paz» comenzó hace dos décadas, todas las promesas de progreso, paz y prosperidad, se han convertido en desilusión, conflicto y regresión.
Después de cientos de reuniones, decenas de iniciativas y siete acuerdos interinos, la situación en los territorios ocupados por Israel podrá haber «mejorado en ciertas micro-áreas, pero a nivel macro ha empeorado notablemente.
Durante ese tiempo, el proceso de paz ha conferido a un ocupante israelí cada vez más agresivo y a una Autoridad Palestina crecientemente desacreditada el título de «socios por la paz».
En el proceso, la colonización empeoró, los colonizados sufrieron y el contrasentido triunfó.
A pesar de las recientes promesas contrarias, los asentamientos judíos ilegales siguen proliferando y desestabilizan Cisjordania y especialmente Jerusalén Oriental.
Un informe, en vísperas de la visita de Netanyahu, de la organización israelí B’Tselem sobre la proliferación de asentamientos judíos a pesar de las promesas contrarias dice mucho sobre el engaño israelí respecto al tema de los asentamientos.
Ahora el Gobierno de Netanyahu promete «mejoras» de su bloqueo sobre 1,5 millones de palestinos en Gaza, pero el resultado final es obvio: seguirá manteniendo una gran fuerza policial, y tratando a ese territorio empobrecido y superpoblado como la megaprisión en la que se ha convertido.
De la misma manera, pesar de la palabrería sobre renacimiento económico bajo la Autoridad Palestina, el estándar y la calidad de vida en las áreas semiautónomas de Cisjordania está por debajo de los niveles de los años ochenta, cuando Cisjordania estaba bajo ocupación total por Israel. Sigue deteriorándose en comparación con Israel, que ahora es miembro de la Organización por la Cooperación Económica y el Desarrollo, un club de países desarrollados.
Deja pasmado que gente como Tony Blair, el enviado del Cuarteto Internacional, se salga con la suya cuando habla de la mejora de las condiciones de vida y de mejor «seguridad» en el corazón de los miserables territorios ocupados.
La concentración de Netanyahu en los derechos económicos en lugar de los derechos políticos de los palestinos no ha llevado a una mejora real en el movimiento de la mano de obra y del capital, ni a una verdadera mejora del acceso a la salud, la educación, para no hablar al mundo exterior.
Con la excepción de una serie de «contratistas para el proceso de paz» de habla inglesa (que viven de la ayuda occidental con motivación política), la mayoría de los palestinos sigue viviendo en la pobreza.
La comparación de la situación entre los campos de refugiados administrados por los ‘moderados’ en Cisjordania y los dirigidos por ‘extremistas’ en Gaza es como comparar la situación en dos prisiones.
El bluf forma por cierto parte integral o incluso indispensable de la diplomacia, pero generalmente tiene límites o es parte totalmente secundaria de algo más estratégico. ¿Cuál es entonces la estrategia que se oculta tras la promoción del difunto proceso de paz?
Club privado
Desde el fin de la Guerra Fría, el proceso de paz en Oriente Próximo ha emergido como el orden imperial de EE.UU.
Pueblos y Estados enteros han sido juzgados según dónde se posicionaban respecto al proceso de paz. Algunos, especialmente entre los árabes que lo apoyan, han sido llamados moderados y los que se oponen, extremistas.
El «Proceso de paz» se convirtió en un club privado cuyos miembros obtienen una cantidad de ventajas estratégicas, mientras los que están afuera arriesgan sanciones, incluso la guerra.
Paradójicamente, durante las dos últimas décadas, tanto EE.UU., el auspiciador del proceso de paz, como Israel, su aliado y socio en la paz, han librado guerras destructivas y sangrientas en la región.
Pero ambos permanecen intactos como auspiciador y socio en el proceso de paz.
Si se tratara de otros países, habrían sido sancionados, bloqueados y bombardeados, incluso ocupados.
Esto explica por qué George Bush, el autoproclamado «presidente de guerra» de EE.UU. habló del general más infame de Israel como si fuera un «hombre de paz».
La promoción del proceso de paz se ha convertido en una realidad estratégica, incluso en una necesidad, independientemente de su realización o implementación.
Hay maneras mucho mejores de liberar a los israelíes de la carga política y moral de su ocupación, y de asegurar a los palestinos libertad e independencia de la ocupación extranjera.
Pero el proceso de paz es la mejor manera de mantener la Pax Americana en la región, asegurarse el apoyo judío en EE.UU. mientras se mima la relación especial entre EE.UU. e Israel.
Ante la alternativa entre la paz en Oriente Próximo y la paz entre EE.UU. e Israel, el gobierno de Obama ha dado a conocer su decisión durante esta semana.
Fuente: http://blogs.aljazeera.net/
rCR