Ser o no ser, he aquí la pregunta. / Qué pregunta, querido, responde. / La pregunta es política… / Si lo quieres o no, / tus genes tienen pasado político. Wislawa Szymborska Hace unos meses un artista me confesaba su pertenencia a la progenie de Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria cubana, a […]
Ser o no ser, he aquí la pregunta. / Qué pregunta, querido, responde. / La pregunta es política… / Si lo quieres o no, / tus genes tienen pasado político. Wislawa Szymborska
Hace unos meses un artista me confesaba su pertenencia a la progenie de Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria cubana, a quien por supuesto veneraba, y después de algún que otro intercambio sobre las artes me advertía en forma aclaratoria, «pero yo no soy político». Y tan rápidamente como aquella repentina profesión de fe, le manifesté que si no le parecía una inconsecuencia con aquel glorioso origen familiar. Así que no tuvo más remedio que sentirse turbado y entrar en disculpas y explicaciones que ni él mismo se creía. Luego, profundizando en el asunto, pude constatar que se trataba de una afirmación ingenua y la mera repetición de una frase trasnochada en boca de algunos intelectuales. Al fin y al cabo, conociendo su prestigio y su real actitud social, tuve que convenir que merecía mi respeto.
Por otra parte, he tenido la oportunidad de intercambiar con personas variopintas que después de criticar y vituperar aspectos diversos de la realidad cubana, y para colmo sin haber puesto un ladrillo perdurable en su construcción, como si tuvieran consigo el don divino de la sapiencia y la magia absoluta de la creatividad humana, ante los argumentos que los obliga a tomar al toro por los cuernos, apelan al consabido apoliticismo de su actitud, que les permite asumir una condición de neutralidad e inmunidad especiales que los proteja de ser juzgados de alguna mala o buena intencionalidad en sus criterios y ópticas, ya que siempre en los mismos se implican dos o más partes del asunto que se trate, que es obligadamente político por su naturaleza ínsita.
Y se comportan como entes anhistóricos que desconocieran que el «descubrimiento» y la consiguiente conquista tuvieron un origen y un fin políticos. Que si emergimos como nación, crecidos con reculadas y arremetidas, fue gracias a los actos sublimes de liberación y los gritos de independencia, justicia y libertad -todos gestos políticos- protagonizados por hombres políticos que hoy y siempre serán venerados como patriotas, llámense Céspedes, Martí, Mella, Guiteras, Fidel y otros nombres de miles o millones de sus seguidores militantes. Que si ayer fuimos y hoy somos así, es porque hay razones propias y ajenas y circunstancias de igual naturaleza, que contribuyeron a moldear el ser cubano y su realidad circundante.
De modo que a los críticos, en especial de estos tiempos, que quieren hacer leña del árbol enhiesto y que ha resistido la caída, a pesar de tantas tempestadas en su contra desatadas desde el Norte, se les puede decir con Martí que «un crítico no debe juzgar una madera por sus virutas, estropeadas por el cepillo y mudadas de color como todo lo que corta el hierro y oprime la mano del hombre, sino que ha de esperar, para juzgarla bien, a verla como puntal sosteniendo edificios; o como lanza arremetiendo contra los enemigos, o como casco, ayudando al cargamento de la nave amenazada a sostenerse a flote.» La representación de esa madera es el pueblo cubano y él ha sostenido esas construcciones fabulosas que son las obras perdurables de la revolución, -derramando virutas que nos gusten o no, sean útiles o estorben, han sido parte de un proceso inevitable.
Con virutas, claro que es un decir, se pueden tejer historias maximizando las realidades negativas, esas llagas sociales presentes en toda sociedad, al decir de Martí, con ese poder inmenso que tiene la literatura. De las columnas y el armazón que levanta el edificio, ni del edificio construido que está ante los ojos y es posible ver desde el horizonte, es mejor callar y ocultar, y se hace evidente en las obras de los «iluminados» críticos, en sus declaraciones para nacionales y extranjeros, y en los asuntos constantes que reflejan en los órganos de prensa para los que colaboran en el extranjero. Rezuman un descontento y un resentimiento patológicos, que les hace ser tan parciales y unilaterales, que bien pronto se les puede descubrir la intencionalidad. Esta es una forma particular de hacer política bien recibida y pagada que, independientemente de la calidad mayor o menor de la obra literaria de que se trate, posee el condimento necesario, según las ópticas internacionales prevalecientes en este campo, para acceder a premios que hubieran sido inalcanzables si el aderezo fuera otro. ¡Hágase una prueba y se verá inmediatamente el cambio del resultado! Eso lo saben bien tirios y troyanos.
La Premio Nobel de Literatura en 1996, la poetisa polaca Wislawa Szymborska (1923-2012), fue precisa y contundente en señalar el carácter político de los hombres en la historia. En su poema Los niños de la época, poema perteneciente a la obra Gente en el puente de 1986, expresó:
Somos niños de la época, / la época es política. / Todos los asuntos diurnos y nocturnos, / tuyos, nuestros, de ustedes, / son asuntos políticos. /
Si lo quieres o no, / tus genes tienen pasado político, / tu piel matiz político, / tus ojos aspecto político. / Lo que hables, tendrá resonancia, / lo que pienses, tendrá importancia / de un modo u otro, política.
Incluso cuando vas muy lejos, / das pasos políticos / sobre el político suelo. / Los versos apolíticos también son políticos, / arriba brilla la luna, / ya el objetivo no es lunar. / Ser o no ser, he aquí la pregunta. / Qué pregunta, querido, responde. / La pregunta es política.
Ni siquiera tienes que ser humano / para ganar en importancia política. / Basta con que seas petróleo, / forraje concentrado o productos derivados. / O también una mesa de sesiones sobre cuya forma / se ha estado discutiendo durante meses: / ante cuál negociar sobre la vida y la muerte, / si debe ser redonda o cuadrada.
Mientras tanto perecía la gente, / morían los animales, / se quemaban las casas / se yermaban los campos / como en épocas muy remotas / y menos políticas.
En conclusión, este es solo un acercamiento a un problema mucho más profundo que posee múltiples facetas que requieren de análisis y juicios serenos e integrales si quieren de verdad mirar con ojos emétropes la realidad pasada, presente y futura de la nación.