El 8 de octubre de 1967 fue capturado Ernesto Guevara de la Serna (Che) en Bolivia; su imagen causó temor a sus sicarios, no le quedó más opción que asesinarlo el 9. Divulgaron la invención, en los medios de prensa, de que habían diseminado sus cenizas en la selva. A partir de su muerte comienza […]
El 8 de octubre de 1967 fue capturado Ernesto Guevara de la Serna (Che) en Bolivia; su imagen causó temor a sus sicarios, no le quedó más opción que asesinarlo el 9. Divulgaron la invención, en los medios de prensa, de que habían diseminado sus cenizas en la selva. A partir de su muerte comienza un tejido de representaciones que lo canonizan como San Ernesto de la Higuera , el Santo de Valle Grande , un proceso que llega hasta el presente alimentado por el imaginario popular. Sobre los testimonios que construyen esa canonización propongo reflexionar, pues para nadie es un secreto que el Che es una figura universal, devenida icono de las izquierdas en las luchas sociales.
Su figura está imantada de un signo mágico religioso, pues las personas que viven dentro del mito, alguna vez lo han sentido como un Santo, intermediario de Dios, Jesucristo, una deidad.
Su canonización como Santo entra de lleno en el patrimonio intangible de la sociedad latinoamericana, es un recurso legitimador de prácticas sociales de la gente que tuvieron roce o relaciones con él en los poblados de La Higuera y Vallegrande , lugares que se ubican en la historia, gracias a su presencia.
La beatificación comienza cuando llega la imagen de Guevara bajando del cielo atado a los pies de un helicóptero del ejército boliviano, según algunos, con los ojos abiertos. En ese momento germinal, el pueblo en lo profundo de su religiosidad, pareció ver un mensaje extraterrenal, la encarnación de Jesucristo en la tierra.
Sobre los relatos mágico-religiosos, vinculados al Che, me viene a la mente una referencia que justifica su recreación en el imaginario popular, pues para la gente «más que una transferencia directa de lo vivido en el pasado, son construcciones hechas en el momento, el contexto, en que son narradas. Así la forma que adoptan los testimonios involucra no sólo los acontecimientos vividos en el pasado, sino toda la trayectoria de la persona desde ese entonces hasta el momento en que los cuenta».
Ilustro a continuación algunos de los relatos que apuntan hacia la canonización popular del Che en la Higuera y Vallegrande:
San Ernesto nace en La Higuera y toma el nombre -La Higuera- del poblado boliviano donde Guevara murió ejecutado el 9 de octubre de 1967 tras su intento de generar un foco rebelde en la nación andina que se expandiera al resto de Latinoamérica.
Hay gente que lo toma por un santo, hasta le llevan flores. Le tienen fe y quieren que el alma del Che se les aparezca, ‘Ernesto de La Higuera’ le llaman».
La boliviana Lygia Morón Cuellar señala: «No puedo decir que el Che sea un santo. Es un proceso muy largo y eso lo tiene que decir el Papa. Yo creo que el Che es ahora un espíritu con el que puedo conversar y al que a veces puedo hablarle. Cada mañana, al entrar le doy los buenos días y antes de dormir le digo buenas noches».
Lygia cuenta la historia de una vecina suya que se vio favorecida por un milagro del Che, al permitirle llegar sin problemas a ver a sus hijos hospitalizados, luego de rezarle. Al contemplar su cadáver dice: «Cuando lo vi, me quedé impresionada con sus ojos abiertos, parecía que te miraban. Estaba desnudo. Yo lo tapé para que no lo vieran las jovencitas. ‘No se conforman con haberlo humillado de vivo, ahora lo hacen de muerto’, les dije a los militares cuando me retaron. Y se me quedó la imagen de verlo con los ojos abiertos, parecía vivo».
Una de las testigos, llamada Dorita señala: «Era igualito que Jesús».
Manuel Cortez tenía 20 años cuando el líder guerrillero pasó por el pueblo, asegura que sintió los pasos de su alma en pena hasta que alguien limpió la sangre de la escuelita donde sufrió el rafagazo final. Manuel lo vio tendido en el suelo -«cayó hacia la derecha»- y observó cómo lo enganchaban en el helicóptero hacia Vallegrande.
Luego de ese momento fatídico comenzó a decirse que era San Ernesto de La Higuera, Santo de Vallegrande pues llegó del cielo en helicóptero. «Se purificó su almita, luchó por los pobres, sufrió su asma, sus enfermedades, la falta de comida, así entró al cielo purito», dice Manuel.
«El Che logra que los milagros se cumplan. Uno le reza, el Che va y habla con Dios y entonces Dios concede el milagro. El Che es un intermediario ante Dios», precisa Cortez.
Apenas aparecieron las primeras fotos del Che en el pueblo, muchos las compraron para prenderles velas. Cada 9 de octubre, por pedido de los nativos de Vallegrande, el párroco de la iglesia conmemora su muerte con una misa.
Ernesto Guevara (Che) tuvo el sueño de liberar a América, nunca imaginó que los humildes se volvieran hacia su imagen para buscar milagros y lo llamaran: ¡San Ernesto de la Higuera, Santo de Valle Grande, el nuevo Jesucristo de los humildes!
Notas :
1. Se utilizaron testimonios y fotografías publicados en el sitio www.larazon.com , artículo titulado La meca de los peregrinos del CHE.
Fuente: http://caracoldeagua-arnoldo.blogspot.com/2010/07/ernesto-guevara-el-nuevo-jesucristo-de.html