Traducido de inglés para Rebelión por J. M.
Los últimos meses han sido testigos de una represión contra figuras de la cultura e intelectuales en los territorios ocupados. Los críticos dicen que los ataques son parte de la estrategia más amplia de Israel de reprimir a la sociedad civil palestina.
Foto ilustrativa de un concierto en la ciudad de Gaza. (Emad Nassar / Flash90)
Suhail Khoury y Rania Elias fueron arrestados el mes pasado por la policía de Jerusalén. Una pareja casada que son, respectivamente, los directores palestinos de la Sociedad de Jerusalén para la Enseñanza e Investigación de la Música y el Centro Cultural Yabous, dos instituciones de Jerusalén Oriental que fueron allanadas simultáneamente en el momento de sus arrestos. La policía los acusó de evasión fiscal y fraude, pero aún no ha presentado ningún cargo en relación con las acusaciones.
Khoury y Elias no fueron las únicas figuras prominentes que resultaron blanco de las autoridades israelíes el mes pasado. Unos días antes el astrofísico palestino Imad Barghouthi fue detenido en un puesto de control mientras viajaba desde la Universidad Al-Quds a su casa en Cisjordania. Ha sido acusado de incitación y permanece detenido. Y a finales de julio Ahmad Qatamesh, un escritor y académico palestino, fue puesto en libertad después de quedar siete meses en detención administrativa, un procedimiento por el cual Israel mantiene detenidos sin el debido proceso.
Cada uno de estos casos es parte de un fenómeno más amplio de arrestos y detenciones de académicos, científicos y figuras culturales palestinas llevados a cabo por Israel durante décadas. En conjunto, estas prácticas pueden verse como parte de un esfuerzo más amplio del Gobierno israelí para debilitar a la sociedad palestina reprimiendo y socavando a sus productores de conocimiento, con el objetivo no declarado de garantizar que solo un Estado y una sociedad, judía y sionista, prospere en Israel-Palestina.
Si bien la “propuesta de paz” presentada por el Gobierno de Estados Unidos a principios de este año pide la creación de una especie de Estado palestino, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha trabajado de hecho y constantemente en contra de esta posibilidad. Esto se ha producido en gran medida en la forma de negar a los palestinos los pilares básicos de la condición de Estado, entre ellos la capacidad de tener fronteras soberanas contiguas y una fuerza militar. Pero también implica paralizar la capital palestina de lo que puede describirse como «poder blando».
En contraste con el “poder duro” coercitivo, como el uso de la fuerza o el soborno, el poder blando encapsula la capacidad de una nación para atraer apoyo e influir en otros por la fuerza de sus valores e intereses comunes. Como describió Joseph Nye, el académico estadounidense que acuñó la frase en la década de 1980, «en la era de la información global actual, la victoria a veces puede depender no de qué ejército gane, sino de quién gane la historia». Si bien el poder blando se usa más comúnmente en el estudio de las relaciones internacionales, su uso puede entenderse más allá de las limitacionesque imponen otros estados, con organizaciones e incluso milicias que practican formas de poder blando.
Esto es igualmente cierto para los palestinos apátridas, que han estado librando sus propias batallas de poder blando con Israel sobre narrativas históricas, discurso público y representación de los medios, entre otras. Por eso, además de mantener una de las fuerzas militares más potentes de Oriente Medio, Israel ha invertido mucho en hasbará o actividades de propaganda, incluso mediante la creación de un Ministerio de Asuntos Estratégicos y una red de ONG aliadas para canalizar sus mensajes políticos y presentar el Estado bajo una luz positiva.
“No quieren que los palestinos sean visibles”
El ataque sistemático de Israel a los productores de conocimiento y cultura palestinos, como los arrestados el mes pasado, demuestra que también usa el poder duro para socavar el poder blando del otro. La policía israelí confiscó dispositivos electrónicos y documentos financieros de la casa y los lugares de trabajo de Suhail Khoury y Rania Elias durante su arresto, amén de detener a otro colega. Las autoridades acusaron a la pareja de lavado de dinero en nombre de organizaciones terroristas, aunque no se formularon cargos formales.
En declaraciones a +972, Khoury expresó su preocupación por la seriedad de las acusaciones de la policía, que dice que son «basura sin ningún fundamento». Agregó que ni él ni su esposa están involucrados en política ni están afiliados a ninguna organización política. El martes un juez israelí ordenó a la policía que devolviera las computadoras de la pareja en el plazo de una semana. Ni Khoury ni Elias han sido acusados de ningún delito.
La Sociedad de Música de Jerusalén ha sido sometida anteriormente a presiones israelíes, explica Khoury, la mayoría de las veces en forma de restricciones de movimiento impuestas a miembros de la orquesta o a músicos visitantes; en algunas ocasiones los permisos de viaje que el Instituto solicitaba meses antes de un concierto llegaban después de la actuación. La policía de Jerusalén también ha interrumpido y cerrado los eventos que tienen lugar en el Centro Yabous, a menudo con el pretexto de que están vinculados a la Autoridad Palestina.
Suheil Khoury y Rania Elias. (Cortesía de Suheil Khoury)
«Hay intentos continuos de las autoridades palestinas para llevar a cabo actividades en Jerusalén», dijo un portavoz de la policía israelí en respuesta a las preguntas de +972. «La policía continúa impidiendo que eso suceda, incluso durante los últimos meses de COVID-19».
Tal actividad de la Autoridad Palestina ha aumentado gradualmente, continuó el portavoz, y agregó que Khoury y Elias fueron detenidos bajo sospecha de evasión fiscal y fraude. Bajo las regulaciones de los Acuerdos de Oslo, la Autoridad Palestina tiene prohibido operar en Jerusalén Este, territorio que es administrado por Israel (después de conquistar la parte oriental de la ciudad en 1967, Israel anexó formalmente el territorio a través de una Ley Básica de 1980).
Khoury, por su parte, se burla de la sugerencia de irregularidad financiera, señalando que tanto su organización como el Yabous Center son auditados por las empresas multinacionales de servicios profesionales Deloitte y Pricewater house Coopers (PwC), respectivamente. Más bien, cree, su crimen es que ama a su país y a Beethoven. “No quieren que los palestinos sean visibles para el mundo, es difícil deshumanizar a la gente que toca música clásica”, dice.
El poder de un golpe
La cultura y las historias que surgen de ella son solo una forma de poder blando; la innovación tecnológica encabezada por los científicos de una nación es otra. El propio Israel es un ejemplo de esto: es esencialmente una superpotencia en el mundo de las empresas de alta tecnología, su fuerza es desproporcionada a su tamaño, con empresas exitosas como Waze convertida en nombre conocido a nivel mundial.
La comparación de las economías israelí y palestina es un caso sorprendente de hasta qué punto la ocupación impide activamente que esta última alcance el mismo potencial, dice Mario Martone, uno de los cofundadores de Scientists for Palestine, una organización que ayuda a académicos palestinos en la integración con la comunidad científica internacional.
Imad Barghouti.
Ambas son naciones pequeñas, pero solo una está disfrutando de enormes beneficios económicos de las innovaciones de sus académicos, explicó. La libre circulación a nivel local e internacional, que a los palestinos se les niega, y las colaboraciones que la acompañan son una parte esencial del crecimiento académico.
Una de las razones del éxito de Israel, señala Martone, son sus propias redes internacionales sólidas, particularmente con instituciones en los Estados Unidos y Europa, esta última con la que Israel disfruta de un amplio acceso bajo el programa Horizonte 2020. “Si se cortaran todas las redes y los fondos de Israel, tampoco tendría ciencia. Tendría mucho talento que no llegaría a ninguna parte, como Palestina hoy”, dice.
Esta inhibición del talento se ve en el caso de Imad Barghouti, un astrofísico de renombre que ha trabajado en proyectos vinculados a la NASA. En lugar de prepararse para enseñar a sus estudiantes en el próximo semestre, ahora está atrapado en detención, dice Martone.
La acusación presentada el 2 de agosto contra Barghouti, quien anteriormente estuvo en detención administrativa en 2014 y en 2016, es de incitación y apoyo a organizaciones hostiles a Israel. Enumera como evidencia una declaración que -supuestamente- hizo Barghouti alabando a un miembro de la familia involucrado en el atentado con bomba en el restaurante Sbarro en 2001, que mató a 15 personas e hirió a más de un centenar, así como imágenes de banderas de Hamás publicadas en Facebook.
Como +972 ha informado anteriormente, si bien Israel se enfrenta a una gran cantidad de actos de incitación cada año, en la mayoría de los casos las autoridades hacen cumplir las leyes, y a veces de manera muy dudosa, principalmente cuando los perpetradores son árabes.
Sin símbolo de autodeterminación
Estar en prisión preventiva sin cargos ni juicio, con el pretexto de representar una amenaza para Israel, no es infrecuente para los académicos palestinos. Además del autor Ahmad Qatamesh, que ha pasado un total de cinco años y medio en detención administrativa, el ciudadano y académico estadounidense Ubai Aboud fue detenido de manera similar el año pasado, donde permanece hasta el día de hoy.
La detención administrativa podría estar justificada en algunos casos raros, como para prevenir un delito específico que las autoridades creen que una persona tiene la intención de cometer en un futuro cercano, explica Jessica Montell, directora ejecutiva de HaMoked, Centro para la Defensa del Individuo. Pero no es así como Israel usa este procedimiento: 335 palestinos se encuentran actualmente detenidos sin juicio, algunos de ellos por períodos de tiempo predefinidos, probablemente sin relación con causa específica.
Muchas detenciones administrativas se mantienen sobre la base de informes militares israelíes que se muestran a los jueces, pero que los acusados y sus equipos legales no pueden examinar. “Se sospecha que hay personas detenidas por organizarse de forma no violenta, pero no lo sabemos porque las condenan por información secreta”, dice Montell.
La preocupación es que los arrestos de Khoury, Elias, Barghouti y muchos otros no están relacionados con consideraciones de seguridad concretas, sino que son un intento de asfixiar el crecimiento cultural palestino. Al igual que otros regímenes, Israel considera que controlar a los intelectuales de una nación es un camino para controlar a toda su población. Sus métodos para hacer esto, incluida la criminalización, las acusaciones de terrorismo y la detención administrativa, pueden ser menos brutales de los que emplean algunos regímenes autoritarios en otras partes del mundo, pero operan con el mismo objetivo represivo.
Los centros de estudiantes, los sindicatos, las organizaciones benéficas y los partidos políticos han sido calumniados por parte de Israel con amplias acusaciones de vínculos terroristas, explica Sahar Francis, directora de la ONG palestina de derechos de los prisioneros Addameer. Un componente central de la ocupación, practicada durante años, es la deslegitimación de la sociedad civil palestina, dice.
Sahar Francis, directora de Addameer, en las oficinas de la organización en Ramallah, Cisjordania, el 19 de febrero de 2019 (Foto: Mohannad Darabee para la revista +972)
La estrategia, continúa Francis, es afirmar persistentemente que un individuo o institución tiene vínculos con una organización ilegal como Hamás o el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), porque atacar directamente centros culturales prominentes como Yabous sería una extralimitación. Sin embargo el objetivo sigue siendo claro: la represión de la sociedad civil palestina y el poder blando que puede generar para su causa.
“No quieren ninguna actividad palestina en el lado este de Jerusalén que pueda reflejar algún tipo de símbolo social o civil de autodeterminación”, dice Francis.
Los portavoces del Coordinador de Actividades Gubernamentales en los Territorios (COGAT) y el ejército israelí se negaron a comentar o no respondieron de inmediato a las preguntas relacionadas con el tema de este artículo.
Robert Swift es un periodista y escritor escocés independiente que vive en Jerusalén. Su trabajo se centra en tecnología, política y asuntos militares y de seguridad de Oriente Medio.
Fuente: https://www.972mag.com/palestinian-culture-science-music/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.