En septiembre del 2011, Mahmmoud Abbas, actual presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), presenta oficialmente ante la ONU la propuesta de creación de un «Estado Palestino». Momento a partir del cual esa solución de «dos Estados» empieza a ser apoyada por un gran número de países. Muchos de ellos porque creen ver en esa […]
En septiembre del 2011, Mahmmoud Abbas, actual presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), presenta oficialmente ante la ONU la propuesta de creación de un «Estado Palestino». Momento a partir del cual esa solución de «dos Estados» empieza a ser apoyada por un gran número de países. Muchos de ellos porque creen ver en esa solución la posibilidad de poner fin al conflicto entre el sionismo y el pueblo palestino.
Por supuesto, ¡qué mejor para los palestinos, ese sufrido pueblo al que desalojaron de su territorio, que tener su propio Estado! O, en su forma más simple, tener una organización política dotada de un territorio integrado y respetado, donde puede vivir toda su población, incluidos los refugiados y desplazados. Que sea un poder soberano e independiente en lo exterior e interior, capaz de ser externalizado, con capacidad de institucionalizar su autoridad y poseer, entre otras instituciones, sus propias fuerzas armadas, y el control sobre su economía y sus recursos. Así como de diferenciar su control: esto es, contar con un conjunto de instituciones profesionalizadas para aplicaciones específicas, entre las que son importantes aquellas que permiten la recaudación de impuestos y otros recursos de forma controlada.
Pero desgraciadamente, lo anterior es sólo una utopía para los palestinos.
El «Estado Palestino»
Cuando Yasser Arafat, el líder histórico de la Resistencia Palestina, proclama en Argelia en 1988 el Estado Palestino, independientemente de que se pueda o no concordar con las razones que lo llevan a ello, se refería al 22% del territorio que abarca Gaza y Cisjordania en su totalidad. Territorios que se encontraban ya fragmentados de por sí por la ocupación sionista desde 1948.
En efecto, al terminar la primera guerra oficial desencadenada por los sionistas con la firma de los Armisticios de Rodas, los sionistas tienen en sus manos el control del 78% de la tierra palestina. Lo que significa que se habían anexionado un 22% más de territorio que el establecido en el Plan de Partición del 47[1] (56%). Del 22% del territorio restante asignado en dicho Plan para el Estado «árabe»[2], la Franja de Gaza fue ocupada por Egipto y Cisjordania quedó en manos de Jordania. Unos años después, en 1967, durante la llamada Guerra de los Seis Días, los sionistas se apoderan también del territorio palestino bajo control de esos dos países árabes. Y ocupan, además, la península del Sinaí hasta las márgenes del Canal de Suez – territorio egipcio que se ve obligado a devolver 1979 tras los acuerdos de Camp David -, y las Alturas del Golán, de soberanía siria, zona que desde 1981 fue anexada en la práctica a esa entidad, a pesar de que el Consejo de Seguridad de la ONU en la resolución 497 declaró esta acción «nula y sin valor».
La proclamación de ese Estado significó la aceptación por parte de la OLP del Plan de Partición de Palestina[3] y la afirmación, por parte de la ONU, de la necesidad de que se permita al pueblo palestino ejercer su soberanía sobre su propio territorio ocupado desde 1967[4], siendo éstas las bases a partir de las cuales se realizan las negociaciones de Oslo en los 90, cuyos resultados, sin duda alguna, fueron muy favorables. Pero para el imperialismo, el sionismo y las fuerzas reaccionarias.
Estos resultados, no obstante llevaron también a la Segunda Intifada, lucha de palos y piedras del pueblo palestino contra tanques, cañones y las más sofisticadas armas sionistas. Intifada que fue capitalizada – como la Primera – por Al Fatha, que constituía ya la columna vertebral del gobierno inspirado en Oslo, la Autoridad Palestina (AP), dirigida ya desde el 2003 por una nueva figura, Mahmmoud Abbas, el cual había demostrado ya, en su rol de representante palestino en las conversaciones de Oslo, que con él se hacía posible «negociar» en los términos y acorde a los intereses de la entidad sionista, Estados Unidos y las monarquías árabes.
El «milagro» de los Acuerdos de Oslo
Con los Acuerdos de Oslo se logró el «milagro» de que la OLP (y dentro de ella Al Fatah)[5] como representación de la Resistencia, gracias a la lucha del pueblo palestino, pero por obra y gracia de los Estados Unidos, los reaccionarios árabes y los sionistas, se convirtiera en lo que se denominó Autoridad Nacional Palestina que, actuando en nombre de su propio pueblo, además de administrar la ocupación a favor de los sionistas y realizar todo un grupo de concesiones políticas y socio-económicas, les servía de primer amortiguador y gendarme frente a los grupos y movimientos de resistencia palestina que se oponen a dicho proceso – sobre todo con los acuerdos de seguridad que han significado un enorme aporte a los sionistas de información sobre las personas y movimientos de la resistencia y, al mismo tiempo, han servido para desarticular varios movimientos, incluida la organización Mártires Al Aqsa, brazo militar del Al Fatah – asumiendo la ANP la función de represión que los sionistas realizaban. Logrando con ello, además, reforzar la fragmentación política estratégica[6] de la Resistencia e introducir la entidad sionista como actor fundamental en la política palestina.
Por otro lado, y ante la inevitable presión existente para crear un posible Estado Palestino en una ínfima parte de la Palestina histórica, estas fuerzas imperial-sionistas establecían también, las bases para crear y consolidar una burguesía palestina, desarrollando una clase dominante que – representada en la ANP y, dentro de ella particularmente por los sectores más conservadores de Al Fatah – estuviera atada políticamente a los gobiernos reaccionarios árabes y, en lo económico, a las transnacionales y al capital sionista. Y la cual será un instrumento insustituible de la nueva estrategia imperial-sionista, diseñado a la medida de la ocupación.
Y, todo esto, sin que los palestinos hubieran logrado prácticamente nada a cambio, sin que la entidad sionista, amparada por el respaldo norteamericano, hubiera tenido que ceder nada importante ni decisivo, y sin que tuvieran que detener el crecimiento de los asentamientos ilegales.
¿Qué clase de «Estado» palestino se está proponiendo?
Cuando se habla desde el 2011 de la creación de un «Estado Palestino», de lo que se trata es de la creación de un Estado al que le correspondería alrededor del 60% de Gaza. Y una Cisjordania que ha sido quebrada en zonas, de la cual, según los Acuerdo de Oslo, bajo control civil de la ANP (zonas A y B)[7] se encuentra el 38% del territorio (unos 2143 km2), y sólo un 18% bajo control civil y militar (zona A). Si se suma la extensión de ambos territorios (abstrayéndonos de que Gaza[8] se encuentra controlada por Hamas, y no por la ANP), apenas llega al 18% del territorio que le correspondería a los palestinos de lo asignado en el Plan de Partición, y a un 35% del territorio proclamado como Estado Palestino en 1988.
Entonces, cuando se habla desde el 2011 de la creación de un «Estado Palestino», no se está hablando ni siquiera del Estado proclamado por el Consejo Nacional Palestino en 1988, que abarcaba en dos zonas el 22% del territorio de la Palestina Histórica, sino de un conjunto de bantustanes aislados que en su conjunto apenas suman el 8 % de ella.
Se trata además de un «Estado» que no gozaría de coherencia territorial, pues su territorio está fragmentado y no tiene continuidad pues está fraccionado y rodeado de puntos de control sionistas y obstrucciones de todo tipo. Y tampoco tendría control sobre las fronteras, ni sobre el agua, ni sobre el aire o las comunicaciones, y ni siquiera dispondría del derecho propio de un Estado soberano de formar alianzas sin el permiso de los sionistas, ni establecer su capital en Jerusalén. Se habla por ende de la creación de un «Estado» siempre dócil y al servicio de los intereses imperialistas y sionistas, que no dispondría de soberanía y tampoco de viabilidad económica, ya que quedaría bajo la influencia y el dominio sionista. Un «Estado» al que no puede retornar el 50% del pueblo palestino, que ha sido expulsado y obligado a vivir en el exterior.
De un Estado, por supuesto, desmilitarizado, que no podrá tener milicias armadas, ejército u organizaciones político militares, y en donde todas las fuentes de oposición o de resistencia – ya sea al régimen de la ANP o a la ocupación sionista – serán sistemáticamente reprimidas por las «fuerzas de seguridad» palestinas financiadas y entrenadas por los Estados Unidos en coordinación plena con la entidad sionista. Un Estado donde el territorio de la Franja de Gaza quedaría en estrecho asedio a causa de su negativa a someterse a este régimen. Un «estado» que apenas dispondría de una «libertad» vigilada por el sionismo y el imperio, en el que la lucha palestina por su independencia y autodeterminación sería presentada como la injerencia y agresión a otro Estado.
No por gusto escribía en el 2014 Susan Abulhawa, poeta palestina residente en Estados Unidos, La «diplomacia» de Oslo no sólo consolidó el territorio que Israel se apropió mediante el terror y la guerra en 1948, y no sólo creó una nueva línea de base desde la cual expandir la empresa colonizadora israelí: también neutralizó efectivamente el único poder real que teníamos -la movilización popular- y nos quebró la espalda al darnos falsas esperanzas de que la liberación estaba a la vuelta de la esquina. A cambio, tenemos una ilusión de auto-gobierno: un contingente de «líderes» electos de por vida que ayudaron a convertir a nuestro orgulloso pueblo en una nación de mendigos que dependen de la ayuda internacional para su sustento. Vimos aumentar la colonización de nuestras tierras, que ahora son de exclusivo dominio judío. Y tenemos una fuerza de policía palestina bien entrenada que, lejos de proteger a su pueblo, colabora con Israel en reprimir la legítima resistencia contra la tiranía[9].
A quién le es «ventajosa» la «solución» de crear un «Estado Palestino»
Que la llamada solución de dos Estados, un Estado Palestino junto a la entidad sionista, haya sido la opción defendida sobre todo por las administraciones norteamericanas de Bill Clinton y luego por Obama, y que la apoyen también países como Egipto, Jordania y Arabia Saudita podría ser comprensible. Por supuesto, no porque sea el resultado de su interés por hacer justicia a los palestinos, sino porque la emergencia de ese «Estado» palestino les sería muy útil para neutralizar una de las principales demandas, sino la principal, de los pueblos de la región. Y, con ello, suavizar el constante descontento anti occidental que, unido a las propias contradicciones sociales y de clase internas de esos países, dominados por gobiernos reaccionarios y monarquías feudales muy funcionales al actuar de los intereses de las grandes corporaciones transnacionales, van determinando inestabilidad políticas peligrosas para la libre explotación imperialista. Permitiéndoles a su vez, consiguientemente, conservar y reforzar esos gobiernos y monarquías.
Pero quizás y más importante aún es que la existencia de ese «Estado» implica de por sí el reconocimiento de la legitimidad de la ocupación sionista de más del 90% de todo el territorio palestino. Lo que, además de ser un duro golpe para la causa palestina, es el único camino para garantizar un futuro de Israel como un Estado judío y democrático, viendo en paz y seguridad con sus vecinos»[10], como fue precisado por John Kerry, Secretario de Estado de los Estados Unidos durante la administración de Obama. Lo que no es difícil de entender, dado que, al lograr la ANP su ansiado «Estado», se crean condiciones propicias para que la entidad sionista pueda cumplir de forma segura y tranquila su asignado rol de gendarme, pudiendo ellos seguir explotando tranquilamente los recursos naturales del mundo árabe sin mayor contratiempo.
Un poco más difícil, sin embargo, resulta entender por qué la solución de un «Estado Palestino» con esas características es ventajosa para la Autoridad Nacional Palestina. Y es así dado que ANP, al representar a los sectores más conservadores de Al Fatah, comparte con la geopolítica norteamericana el interés por tener una base territorial, reconocida por la ONU, en la cual consolidar y desarrollar la emergente burguesía palestina en el poder. Territorio que es, sobre todo, Cisjordania. Razón por la cual, precisamente, el gobierno de Obama apoya la devolución de Cisjordania (condenando por ello los asentamientos ilegales) para la creación allí de un Estado Palestino, y un Jerusalén dividido en dos para no afectar totalmente el turismo religioso que es uno de los principales ingresos de los sionistas. Apoyo a cambio del cual obtiene un Estado y una burguesía consolidados y sumisos que le permitan, además, debilitar el apoyo popular a las organizaciones islamitas y, especialmente a Hamas.
Esta idea bien vista, no obstante, resulta «idílica» y utópica pues, para que la burguesía que Al Fatah representa pueda arraigarse como tal y generar un desarrollo económico capitalista se requiere – aunque sea de forma aparente al utilizarse mecanismos indirectos que la limitan – de una cierta libertad económica de movimiento, lo que ni Estados Unidos ni la entidad sionista pueden permitir.
Contradicciones
La «solución» de crear un Estado Palestino, es cierto, no ha caminado. Pero no porque fuera injusto para los palestinos reconocer como «Estado» lo que no sería más que un ente sumiso conformado por retazos separados y bloqueados de tierra palestina, sino porque, explícito o no, los sionistas nunca han aceptado la existencia de un Estado Palestino por muy troceado y no contiguo que fuera, ni la división de Jerusalén. Entre otras cosas, porque no aceptan ceder Cisjordania, territorio que dispone de tierras de buena calidad, y al cual nunca darán la soberanía. Dos, porque no está dispuesta a compartir con los palestinos el enorme ingreso del turismo religioso que allí se concentra. Y tres, lo más importante, porque al gobierno de la entidad sionista lo que le interesa no es enjaular a los palestinos en Cisjordania principalmente y en Gaza, ni en ningún lado, para imponerles condiciones. Lo que ellos quieren es limpiar esas tierras de palestinos y, para eso, deben hacerles las condiciones de vida tan malas que los obliguen a emigrar y a desocupar las tierras lo que, obviamente, no les está resultando fácil.
La expansionista y la intransigente posición de la entidad sionista, empero, así como sus demandas de reconocimiento como Estado judío, dificultaron el logro de los objetivos de la administración de Obama. Y ha estado, asimismo, en la base del hecho de que el presidente de la ANP, Abbas, tras tres años de diálogos bilaterales poco efectivos se haya enfocado al foro multilateral y proponga la creación del Estado Palestino en la ONU en el 2011. Lo que obliga a Estados Unidos a tomar acciones y decisiones aún en contra de los propios intereses norteamericanos, como fue, por ejemplo, el veto de dos resoluciones en el Consejo de Seguridad de la ONU en 2011 y 2013 que condenaban los asentamientos sionistas ilegales y, en el 2014, a la resolución que pedía el reconocimiento de Palestina como Estado de pleno derecho. Y también el voto en contra del intento palestino para que se reconociera el Estado Palestino en el 2012, cuando la Asamblea General aprobó el 29 de noviembre que Palestina tuviese estatus de Estado observador no miembro. Todo lo cual permite entender que situaciones incomprensibles desde la lógica imperialista y desde los intereses de las transnacionales, puedan comprenderse desde el interés de la seguridad de la entidad sionista o los planes sionistas.
No obstante, al ver el peligro que corre esta «solución» con la entrada de Trump y, a diferencia de sus posiciones anteriores de apoyo total al sionismo y respaldo a sus brutales agresiones, se abstiene en la votación celebrada el 23 de diciembre de 2016 en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde se discutía la situación de los asentamientos sionistas ilegales en los territorios palestinos ocupados desde 1967, incluyendo Jerusalén. Lo que da como resultado la aprobación de la Resolución 2334[11], la cual reafirma que dichos asentamientos «no tienen validez legal», los califica como una «flagrante violación» del derecho internacional», y demanda a la entidad sionista, a la que llama «potencia ocupante», detener tales actividades y cumplir escrupulosamente sus obligaciones y responsabilidades jurídicas, subrayando además, que no reconocerá ningún cambio a las líneas trazadas en 1967, incluso en lo que respecta a Jerusalén, que no sean los acordados por las partes mediante negociaciones.
Expresión todo esto de las contradicciones dentro del propio imperialismo, entre el capitalismo neoglobalizador y las ambiciones e intereses especialmente de su frustrada y racista ala derecha, representada por los intereses del ala derecha del gran capital sionista en Estados Unidos, que tampoco acepta la fórmula de los «dos Estados», al estar interesado también en deshacerse de una vez por todas de los palestinos, y en consolidar el papel de la entidad sionista como vital aliado para acabar con Irán y triunfar en su lucha contra China y Rusia. Aspecto éste que se refleja claramente en su abierto apoyo a la entidad sionista por parte de la nueva administración norteamericana de Donald Trump. Y representada en la entidad sionista, por el ala más extremista del partido Likud[12], encabezada por Netanyahu.
En este sentido, no se puede dejar de tener en cuenta que si bien son los aspectos esenciales que el sionismo conlleva como ideología, comunes a todas sus corrientes, lo que le imprime su rasgo racista y criminal, no sus particularidades, la corriente representada por Benjamín Netanyahu[13], constituye su cara más reaccionaria y, como tal, su política a lo que aspira es al «Gran Israel» (que incluye la actual Jordania), el incesante crecimiento y expansión de los asentamientos sionistas en los territorios palestinos y la expulsión de su población. Netanyahu se opuso a los Acuerdos de Oslo y al plan unilateral de retirada sionista de la Franja de Gaza presentado por Ariel Sharon y, a diferencia de la gestión desarrollada por éste, no muestra interés ninguno en aproximarse a ninguna organización Palestina, aunque sea la ANP, para lograr ningún acuerdo de paz.
La condición central de la actual administración sionista para «negociar» un Estado Palestino es el reconocimiento de la entidad sionista como Estado «judío» por parte de los palestinos, Pero esa condición no es más que un engaño que va aún más allá de la exigencia que hacen a estos últimos de que renuncien a luchar por su territorio, al retorno y/o una capital en Jerusalén. Y es así, porque reconocer a la entidad sionista como Estado «judío» conlleva implícitamente aceptar que ese territorio no les pertenece y no es su patria, sino de otros, renunciando a su identidad como pueblo[14]. Lo que, en consecuencia, es un verdadero artificio dado que, si para lograr un Estado, los palestinos deben reconocer a la entidad sionista como Estado «judío», lo que están reconociendo de hecho, es que propiamente no tienen ningún derecho a tener allí ningún Estado de ningún tipo.
Que la ONU apruebe ese «Estado Palestino» del que estamos hablando no es, obviamente, como vemos, ninguna solución para el pueblo palestino. Sería, sin embargo, una buena «solución» para el imperialismo, sus transnacionales y la banca sionista, los cuales necesitan de un Medio Oriente en «paz», gobernado por títeres a su servicio para poder seguir dominando una zona que ha resultado ser un tremendo escollo para sus afanes de dominio mundial.
Notas
[1] El Plan de Partición entregaba a los judíos, que en 1947 constituían apenas un tercio de la población de Palestina y poseían sólo alrededor del 6% de la tierra, el 56% de ésta, las que por su posición eran las de mejor calidad. El 44% restante quedaba en manos de sus habitantes originales, que constituían dos tercios de la población y era los propietarios de más del 94% del territorio histórico.
[2] Ya desde la Resolución 181 de la ONU en que este Plan toma cuerpo legal, se desnaturaliza y aleja a los palestinos de sus raíces, y por ende de su identidad nacional específica al cambiar ilegalmente el calificativo del Estado, o sea, al llamarlo sólo «árabe» en vez de su milenario nombre, palestino. Ver: Suhail Hani Daher Akel. El horror y el error de la Partición de Palestina. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=149633.
[3] Declaración de Independencia de Palestina, 15 noviembre de 1988. http://paginasarabes.com/2012/11/15/declaracion-de-independencia-de-palestina-15-de-noviembre-de-1988/.
[4] Resolución 43/177, 82ª Sesión Plenaria, 15 de diciembre de 1988. http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/RES/43/177&Lang=S.
[5] Al Fatah. Movimiento político militar fundado en octubre de 1959 en Kuwait por Yasser Arafat, el cual constituye el elemento principal dentro de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Esta última integrada por disímiles grupos y movimientos y reconocida por la ONU en 1974 por la Resolución 3237 (XXIX), como la única representante del pueblo palestino.
[6] Ver: Duarte Buzchiazzo, Macarena y Birmak, Martín. Conflicto Palestino-Israelí: reflexiones en búsqueda de un horizonte humanizado. http://www.aacademica.org/000-076/357.pdf.
[7] El 62% de Cisjordania está constituido por la zona C -bajo control sionista total- la cual tiene continuidad territorial, rodeando las zonas A y B.
[8] Gaza además se encuentra cercada por los sionistas, con los que colaboran gobiernos reaccionarios, especialmente Egipto.
[9] Susan Abulhawa. Sobre negociaciones y alta traición: la «paz» entre Israel y Palestina. https://mariaenpalestina.wordpress.com/2014/01/22/sobre-negociaciones-y-alta-traicion-la-paz-entre-israel-y-palestina/.
[10] John Kerry: «La solución de los dos Estados es la única vía posible para la paz entre Israel y Palestina». http://www.elmundo.es/internacional/2016/12/28/5863ed4de5fdeabf0c8b463e.html.
[11] Resolución 2334 (2016). Aprobada por el Consejo de Seguridad en su 7853ª sesión, celebrada el 23 de diciembre de 2016. http://www.refworld.org/cgi-bin/texis/vtx/rwmain/opendocpdf.pdf?reldoc=y&docid=587f349d4.
[12] El partido Likud fue fundado en 1973 por Menájem Beguín, pero sus raíces provienen del movimiento nacionalista Betar, fundado en 1923 por Zeev Jabotinsky quien fuera, entre otras cosas, el primer comandante del Irgún, fundador de la Organización Sionista Revisionista, y defensor de Jerusalén como capital de la futura entidad sionista.
[13] Netanyahu ha sido elegido como primer ministro en cuatro oportunidades: 1996-1999, en que fue derrotado Ehud Barak; 2009-2013, 2013-2015 y 2015 hasta la actualidad), y es el único primer ministro en la historia de la entidad sionista que ha sido elegido tres veces seguidas. En el 2006 se convirtió oficialmente en el líder de la oposición en la Knéset y presidente del Likud.
[14] Y también significaría abandonar a los palestinos que viven en la entidad sionista (20% de su población) a un estatus permanente de segunda clase y a la desigualdad institucionalizada y racista.
Nicola Hadwa. Analista internacional chileno-palestino. Ex entrenador de la Selección Palestina de Fútbol, Director de la Liga Latinoamericana por el Derecho al Retorno y coordinador del Comité de Solidaridad con el Pueblo Palestino de Chile. Especialista en temas principalmente del Medio Oriente. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Silvia Domenech. Investigadora cubana con varios libros publicados. Doctora en Ciencias Económicas y Profesor Titular de la Universidad de La Habana y la Escuela Superior del PCC.
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