Cristina de Kirchner reiteró su idea de insertar al país en el mundo, muletilla con la que la derecha suele disimular la subordinación a EEUU. Está bien tener buenas relaciones con el mundo, pero no premiar a un Estado como Israel que viola los derechos humanos. Parece que finalmente esta vez será la vencida e […]
Cristina de Kirchner reiteró su idea de insertar al país en el mundo, muletilla con la que la derecha suele disimular la subordinación a EEUU. Está bien tener buenas relaciones con el mundo, pero no premiar a un Estado como Israel que viola los derechos humanos.
Parece que finalmente esta vez será la vencida e Israel tendrá el inmerecido premio de firmar con el Mercosur un tratado de libre comercio, lo que supone ventajas comerciales y de consideración a las inversiones.
La vez pasada no pudo ser. En la XXX Cumbre de ese mercado en Córdoba, en julio de 2006, el punto respectivo figuraba en los documentos preparados por los cancilleres, listo para ser firmados por los presidentes de los cuatro socios (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay). En esa ocasión llegaron como invitados especiales los presidentes Fidel Castro de Cuba, Hugo Chávez de Venezuela, Evo Morales de Bolivia y otros colegas suyos.
En ese momento se hizo imposible la firma, políticamente hablando, pues Israel estaba masacrando a los palestinos en Gaza e invadiendo El Líbano, con bombardeos que destruyeron Beirut y dejaron más de 2.000 muertos entre la población civil.
En esas condiciones alguien tuvo el tino de postergar la firma. Habría quedado como una capitulación vergonzosa del Mercosur frente a un Estado como el de Israel, especialista en hacer la guerra a los vecinos, arrebatarles territorios y masacrar civiles.
Sin embargo ese tratado de asociación nunca se dejó de lado. Simplemente se lo dilató en el tiempo, como para que el almanaque desdibujara las imágenes de aquellos genocidios. Porque, convengamos, Israel no ha cambiado desde entonces su política exterior.
Ahora se ha vuelto a poner sobre el tapete la intención del acuerdo. Quizás fue casualidad o algo deliberado, buscando que se suscriba en el tiempo ‘cristinista’, ya que la presidenta es pro israelita en mayor grado que su marido. Sus palabras, en el acto de asunción, en el sentido de que trabajará por la inserción de Argentina en el mundo, podría ser el paraguas ideológico que cubra el pacto con Tel Aviv.
La semana que viene el mercado del sur tiene una reunión en Uruguay, donde Cristina de Kirchner tomará la presidencia pro témpore. Y allí está previsto poner las firmas suspendidas al tratado polémico. Anteayer lo corroboró el secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Alfredo Chiaradía, al regresar de Montevideo y declarar que ‘hay un 95 por ciento de probabilidades que se firme, faltan pequeños detalles’, en referencia al tratado de marras.
¿Será por esto que las autoridades de la AMIA y la DAIA estuvieron el lunes entre los más entusiastas y eufóricos con la asunción y el discurso de la presidenta? Ellos ya estaban felices por el compromiso político del matrimonio presidencial evidenciado en el viaje a Nueva York, a la 62º Asamblea General de la ONU. Néstor Kirchner arremetió allí contra Irán y dio por buena la investigación de la causa AMIA realizada por el juez Juan J. Galeano, destituido posteriormente por los graves delitos cometidos en esa instrucción.
El primero
Desde el punto de vista económico nada urgía al mercado a firmar algo con el gobierno del premier Ehud Olmert. Los países sudamericanos le venden a Israel por 430 millones de dólares, entre todos, lo que da una idea de que el intercambio no tiene gran significación económica. Israel les vende por 597 millones, aunque en esta cifra se cuenta a Venezuela, que aún no es miembro pleno del club.
En ese plano comercial, aunque Chiaradía dijo que está todo arreglado en un 95 por ciento, puede que la suya haya sido una expresión voluntarista. Es que lo que dificulta el trato es que Israel reclama que a partir de la firma del tratado, sus mercaderías y productos puedan entrar con arancel cero en un plazo de cuatro años. La contraparte, cuatripartita, le responde que ese ingreso masivo sin pagar aranceles podría admitirse a partir de los 8 años.
Yoel Barnea, el embajador israelita en Montevideo destacó que ‘se trataría del primer acuerdo de libre comercio que firma el Mercosur con un país fuera de la región’, en sus 16 años de existencia. El diplomático dijo que su país tiene todo listo y que espera que el mercado tenga las respuestas finales. El viceprimer ministro y ministro de Comercio e Industria de Israel, Eliahu Yishai, tiene las maletas listas en Tel Aviv, pero sólo embarcará si le confirman que las condiciones suyas han sido aceptadas. El apuro podría ser para que el ingreso de Venezuela, aliado de Irán, sea posterior a la firma y no pueda vetarlo.
La negociación con Israel supone un costo político ante la opinión pública latinoamericana, aparentemente no percibido por los presidentes. ¿Cómo van a firmar el primer acuerdo extra regional nada menos que con Israel, tratándose de un Estado de viola los derechos humanos?
Tanto Néstor como Cristina Kirchner han planteado la extraordinaria importancia que para ellos tienen los derechos humanos. Pero justamente entonces no se entiende esta política de premiar a Israel, un país que mantiene usurpados los territorios palestinos de Cisjordania, el este de Jerusalén, las Alturas del Golán (Siria) y partes en la frontera con El Líbano.
No conforme con eso, sigue construyendo un ‘Muro del Apartheid’ que separa aldeas palestinas en Cisjordania, las incomunica y les apropia más terreno. Hace tiempo que la Corte Internacional de Justicia de La Haya declaró ilegal ese muro que construye Israel robando tierra palestina. El tribunal pidió a los países ‘no prestar reconocimiento ni ayuda de ningún tipo a la prolongación de la situación creada por el muro y la ocupación israelí’, lo que sería desobedecido abiertamente por Cristina de Kirchner y sus colegas.
Para la tribuna
Quizás esos mandatarios se escuden en que a fines de noviembre se realizó la llamada conferencia de paz en Annapolis, Maryland, entre Olmert y el titular de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, bajo la batuta de George Bush.
Pero de esa conferencia no participaron todos los sectores palestinos pues como es público y notorio, fue excluida la representación de Hamas, movimiento islámico que gobierna Gaza.
Además, y esto es lo más importante, de aquella reunión cumbre falta ver si logra avanzar en el terreno práctico, pues están previstas nuevas charlas quincenales entre los dirigentes israelitas y palestinos.
El propio Abbas, calificado de ‘colaboracionista’ por sectores palestinos, no pone las manos al fuego por la conversación con su par judío. Dijo que para un acuerdo serio falta que Israel acepte el regreso de los refugiados palestinos y que devuelva todos los territorios ocupados, incluida Jerusalén oriental. Y es bastante obvio que ni Olmert (partido Kadima), Ehud Barak (Laborista) y Benjamín Netanyahu (Likud) van a aceptar esas condiciones básicas.
Según Bush, el acuerdo definitivo de paz en la región se firmará antes de finales de 2008, pero con su decadencia y falta de credibilidad nada de lo que diga puede ser tenido por serio. Además él estará yéndose de la Casa Blanca para ese entonces. Son gestos para la tribuna.
El domingo 9 de diciembre último, un cable de EFE informaba que en Gaza ‘el gobierno israelí redujo el comercio de mercancías vitales -alimentos, combustibles y medicamentos- hasta provocar situaciones altamente dramáticas’. En esa misma Franja, el ejército israelí ingresó dos días más tarde y mató a seis personas, a las que calificó de ‘milicianos’.
En estas condiciones, la firma de un tratado con Israel sería algo más que un premio excesivo.
Por otra parte Cristina de Kirchner en su discurso de asunción volvió a reclamar más calidad a la justicia ‘como un valor reparador y equiparador’. ¿Cómo explicará entonces la firma de un tratado asociativo con un país cuya Corte Suprema de Justicia tiene legalizada la tortura de los prisioneros políticos?
Unos 450 presos palestinos fueron liberados en la semana de Annapolis, para favorecer el diálogo. Quedan aproximadamente 8.000 en esa triste condición. Firmar un TLC con Olmert es presentarlo como un demócrata y no como la cabeza de un Estado autocrático, sionista, expansionista y que viola los derechos humanos de los palestinos y de los árabes israelitas que viven dentro de ese Estado.