El sábado 13 de abril de 2013, en el marco de una jornada de solidaridad con el pueblo sirio que lucha contra la dictadura del régimen Assad, celebrada en Zurich, Nahed Badawia realizó la siguiente intervención. (A l’Encontre) Buenos días, Vengo a hablaros como opositora independiente y militante política comprometida sobre el terreno con la […]
El sábado 13 de abril de 2013, en el marco de una jornada de solidaridad con el pueblo sirio que lucha contra la dictadura del régimen Assad, celebrada en Zurich, Nahed Badawia realizó la siguiente intervención. (A l’Encontre)
Buenos días,
Vengo a hablaros como opositora independiente y militante política comprometida sobre el terreno con la revolución siria. Durante la revolución he participado en las manifestaciones al tiempo que desarrollaba mi actividad de periodista. También he participado en el apoyo a las familias afectadas por la represión en las ciudades y barrios rebeldes de Damasco asi como en los suburbios de Damasco como Douma, Barzeh, Al-Hajar Al-Aswad, Artous y Dareya.
He estado activa desde el comienzo de la revolución porque ese era mi sueño desde los años 1980, cuando era estudiante y participaba en la lucha contra el régimen dictatorial que dirige nuestro país desde hace cuarenta años.
Cuando éramos jóvenes, nuestra generación fue la última generación en comprometerse políticamente, una actividad prohibida por el régimen Assad en aquellos tiempos.
Ahora hay una nueva generación de jóvenes que quieren el cambio. Ya no quieren vivir como sus padres. Quieren la «apertura», un porvenir en este país que bloqueado, petrificado; exigen una vida nueva en un país libre. Quieren vivir en un Estado democrático, en un Estado de Derecho que haría de Siria un país para todos los sirios y las sirias.
Fundamentalmente, son esos jóvenes quienes siguen defendiendo la revolución siria. Pero, actualmente, tengo la impresión de que en los medios y las «instituciones internacionales» existe la voluntad de borrar al pueblo del paisaje, del combate contra la dictadura.
Hay preguntas que se repiten continuamente y que me interrogan.
¿Revolución?
Si, porque tras la caída del «campo comunista» (1989) y el final de la llamada guerra fría, las condiciones que pesan sobre el pueblo sirio desde hace cuarenta años no tienen igual, ni en el mundo árabe, ni más allá, con la excepción de Corea del Norte.
En Siria, una familia mafiosa dispone del monopolio del poder, en todos sus aspectos, gracias a métodos represivos raramente vistos en el mundo. Siria es un país cerrado, pobre y privado de todo. El pueblo sirio no tiene libertad de expresión y de organización, dispone de muy pocas posibilidades de trabajo y carece de una educación moderna. Se le ha arrebatado su dignidad. El régimen ha prohibido los sindicatos, la prensa y los medios libres, las organizaciones de la sociedad civil y los partidos políticos.
La vida política, históricamente activa en Siria, ha sido reprimida: los miembros de los partidos políticos de oposición han sido encarcelados a lo largo de varios decenios, provocando su atomización. Los partidos que no se han opuesto al gobierno también han sido debilitados, fragmentados y carecen de una base popular.
Se puso en marcha una política de desertificación del país a todos los niveles, sociales y políticos. Siria está dirigida por diez secciones de los servicios de inteligencia y de represión (al Mukhabarat). La situación se ha agravado en el curso de los últimos seis años, después de que Assad creyera haber ganado la batalla contra Estados Unidos. Luego, por decirlo de alguna manera, y a fin de proteger su puesto de dirigente situó a Siria en manos del poder iraní. En un discurso pronunciado en 2006, declaró que la seguridad era prioritaria frente a la modernización y el desarrollo, y los últimos seis años previos al comienzo de la revolución fueron los peores que se hayan conocido en Siria.
¿Guerra civil?
Al comienzo de la revolución tenía miedo del sectarismo confesional. Días antes del comienzo de la revolución escribí un artículo titulado «Cómo superar los años ochenta en Siria, a fin de que los jóvenes no caigan en el sectarismo».
Pero, más tarde, he visto que estaba equivocada. De hecho, el sectarismo ha sido utilizado fundamentalmente por el régimen y sus chabihas (las milicias pro-Assad que no retroceden ante ningún acto de barbarie).
Para nuestra generación es una suerte ver a jóvenes sirios negarse a vivir como sus padres. Se sublevan a fin de despejar el horizonte y entrever un porvenir. Gracias a la era de la comunicación y de la información, han conocido una vida diferente. Han salido a la calle para concretar su sueño. Su primera consigna fue: «Uno, uno, uno, el pueblo sirio solo es uno». Manifiestan un deseo de evitar caer en el sectarismo luchando por la libertad, la dignidad y la justicia.
Por eso, a pesar de todos los intentos del régimen por provocarlos, hasta ahora no ha habido ningún enfrentamiento confesional de importancia.
¿No tienes miedo de los integristas?
Si, por supuesto que temo a los grupos islamistas radicales. Los temo ni más ni menos igual que a todos los integristas, a todos los extremistas, ya sean sunitas o chiitas o, también, laicos, nacionalistas, cristianos o judíos. Hoy, esos grupos islamistas han adquirido, es una evidencia, cierta ascendencia sobre el terreno. Pero esto tiene que ver con el hecho de que estamos en el contexto de una lucha armada. Su legitimidad es fuerte porque luchan contra el régimen y, por tanto, protegen a sectores de la población frente a la terrible violencia del Estado. Pero en cuanto esta violencia sin límites del Estado cese (como consecuencia del derrocamiento del régimen), todo lo que les da credibilidad o hace excusar su «radicalismo», desaparecerá igualmente.
No creo, en absoluto, que sus pocos miles de miembros puedan tomar el control del país, ni por las armas ni, después, a través de las urnas. Así pues, tendremos que combatirlos, pero ese combate será político. Y lo que conozco de la práctica religiosa dominante entre los sirios me convence de que no serán en absoluto capaces de triunfar.
¿Qué esperas de la comunidad internacional?
Lo que esperamos de la comunidad internacional hoy en día es, en primer lugar, que comience a considerarnos como un pueblo normal que aspira a la libertad; es decir, que comprenda y acepte la voluntad de nuestro pueblo de acceder a la democracia.
Pero, también, que reconozca el rostro civil de esta revolución, rostro que no se ve jamás en los medios. Como, por ejemplo, las numerosas manifestaciones pacíficas que siguen existiendo en todas las regiones de Siria; tanto en las que están liberadas como en las que están aún bajo el control del régimen. Todos los viernes se cuentan alrededor de 200 manifestaciones a pesar de los francotiradores, los disparos y los bombardeos.
Es absolutamente necesario realizar una verdadera investigación y una denuncia oficial sobre los detenidos y las detenidas en Siria. Actualmente hay más de 160.000 personas detenidas en las cárceles sirias. Sin olvidar las aterradoras condiciones de detención y el sufrimiento extremo que sufren los detenidos, torturados en más de una ocasión, hasta la muerte. Por otra parte, este último mes, el número de gente detenida muerta bajo la tortura ha aumentado considerablemente. A menudo, no se entregan sus cuerpos a su familia.
La mayoría de esta gente detenida son jóvenes activistas pacíficos y, a menudo, periodistas, médicos, manifestantes, intelectuales o personas activas en la ayuda humanitaria.
Para daros un ejemplo, en una celda prevista para 10 personas, los secuaces del régimen amontonan a 100 personas. Carecen de todo: oxígeno, alimentación, aseos, cuidados médicos… pero así y todo les siguen torturando.
Igualmente, habría que dar cuenta amplia de las actividades de la juventud revolucionarios actualmente. Se publican y distribuyen decenas de periódicos libres que, bajo formas diversas, hacen frente a los tres diarios oficiales del régimen.
Además existen consejos locales para dirigir las regiones liberadas. Se realiza un trabajo de aprendizaje para asegurar la protección de los edificios públicos para evitar un caos incontrolable en caso de que caiga del régimen.
Deseamos que ese rostro civil aparezca en los medios del mundo entero, un rostro civil que existe desde hace miles de años en Siria. Esta realidad debe recuperar todo su espacio cuando el rostro de la revolución se reduce fundamentalmente a «fotos de barbudos», a hombres en armas, por no mencionar la islamofobia que impregna más de uno de esos comentarios.
Una vez que esta verdad sea conocida por todos y todas, será más fácil ampliar la solidaridad efectiva con el pueblo de Siria que lucha y proporcionarle los medios necesarios para llevar a buen puerto la revolución y reducir sus sufrimientos.
Para terminar, también quiero afirmar que Siria no concierne solo a los sirios y sirias. Debe concernir a todo el mundo, pues ese país, esta región, representa la memoria de la humanidad.
Hay que tener presente que el régimen de Assad tampoco respeta el patrimonio arqueológico de Siria: saquea y destruye emplazamientos arqueológicos y partes de ciudades históricas. Sin embargo, estos emplazamientos sirios integran la memoria judía, cristiana, musulmana, otomana, romana, griega y árabe y las civilizaciones antiguas. No olvidemos que el primer alfabeto nació en Siria.
Me gustaría citar aquí al arqueólogo André Parrot -que dirigió excavaciones en Líbano, Irak y Siria desde los años 1930 y fue director del Museo del Louvre de 1968 a 1972- que un día afirmó: «Cada persona tiene dos patrias: la suya propia y Siria».
Es vuestro país, ¡defendedlo!, ¡defended su existencia!
Nahed Badawia nació en 1958, ingeniera civil diplomada de la Universidad de Damasco. Fue encarcelada por pertenecer al Partido del Trabajo Comunista -partido prohibido por el poder- durante cuatro años, de 1987 a 1991. Como era habitual, sin juicio. A la salida de la cárcel, se implicó en la lucha por la democracia en Siria como militante política de izquierdas. Es conocida su compromiso en la lucha por la emancipación de las mujeres sirias. Escribe en árabe en diversas páginas de Internet. Fue detenida de nuevo en 2005 durante el final de lo que se llamó «la primavera de Damasco». Formaba parte del comité directivo del Foro de Jamal Atassi para el «diálogo democrático». Fue detenida de nuevo por la policía tras la manifestación del 16 de marzo de 2011 ante el Palacio de Justicia. Fue una de las diez mujeres detenidas ese día. En la cárcel hizo una huelga de hambre y fue liberada tras dos semanas. Acaba de salir de Siria e informará como militante de izquierdas por la democracia sobre el proceso en curso de revolución y de lucha armada.
Fuente original: http://alencontre.org/moyenorient/s…
Traducción: Faustino Eguberri para
El sábado 13 de abril de 2013, en el marco de una jornada de solidaridad con el pueblo sirio que lucha contra la dictadura del régimen Assad, celebrada en Zurich, Nahed Badawia realizó la siguiente intervención. (A l’Encontre)
Buenos días,
Vengo a hablaros como opositora independiente y militante política comprometida sobre el terreno con la revolución siria. Durante la revolución he participado en las manifestaciones al tiempo que desarrollaba mi actividad de periodista. También he participado en el apoyo a las familias afectadas por la represión en las ciudades y barrios rebeldes de Damasco asi como en los suburbios de Damasco como Douma, Barzeh, Al-Hajar Al-Aswad, Artous y Dareya.
He estado activa desde el comienzo de la revolución porque ese era mi sueño desde los años 1980, cuando era estudiante y participaba en la lucha contra el régimen dictatorial que dirige nuestro país desde hace cuarenta años.
Cuando éramos jóvenes, nuestra generación fue la última generación en comprometerse políticamente, una actividad prohibida por el régimen Assad en aquellos tiempos.
Ahora hay una nueva generación de jóvenes que quieren el cambio. Ya no quieren vivir como sus padres. Quieren la «apertura», un porvenir en este país que bloqueado, petrificado; exigen una vida nueva en un país libre. Quieren vivir en un Estado democrático, en un Estado de Derecho que haría de Siria un país para todos los sirios y las sirias.
Fundamentalmente, son esos jóvenes quienes siguen defendiendo la revolución siria. Pero, actualmente, tengo la impresión de que en los medios y las «instituciones internacionales» existe la voluntad de borrar al pueblo del paisaje, del combate contra la dictadura.
Hay preguntas que se repiten continuamente y que me interrogan.
¿Revolución?
Si, porque tras la caída del «campo comunista» (1989) y el final de la llamada guerra fría, las condiciones que pesan sobre el pueblo sirio desde hace cuarenta años no tienen igual, ni en el mundo árabe, ni más allá, con la excepción de Corea del Norte.
En Siria, una familia mafiosa dispone del monopolio del poder, en todos sus aspectos, gracias a métodos represivos raramente vistos en el mundo. Siria es un país cerrado, pobre y privado de todo. El pueblo sirio no tiene libertad de expresión y de organización, dispone de muy pocas posibilidades de trabajo y carece de una educación moderna. Se le ha arrebatado su dignidad. El régimen ha prohibido los sindicatos, la prensa y los medios libres, las organizaciones de la sociedad civil y los partidos políticos.
La vida política, históricamente activa en Siria, ha sido reprimida: los miembros de los partidos políticos de oposición han sido encarcelados a lo largo de varios decenios, provocando su atomización. Los partidos que no se han opuesto al gobierno también han sido debilitados, fragmentados y carecen de una base popular.
Se puso en marcha una política de desertificación del país a todos los niveles, sociales y políticos. Siria está dirigida por diez secciones de los servicios de inteligencia y de represión (al Mukhabarat). La situación se ha agravado en el curso de los últimos seis años, después de que Assad creyera haber ganado la batalla contra Estados Unidos. Luego, por decirlo de alguna manera, y a fin de proteger su puesto de dirigente situó a Siria en manos del poder iraní. En un discurso pronunciado en 2006, declaró que la seguridad era prioritaria frente a la modernización y el desarrollo, y los últimos seis años previos al comienzo de la revolución fueron los peores que se hayan conocido en Siria.
¿Guerra civil?
Al comienzo de la revolución tenía miedo del sectarismo confesional. Días antes del comienzo de la revolución escribí un artículo titulado «Cómo superar los años ochenta en Siria, a fin de que los jóvenes no caigan en el sectarismo».
Pero, más tarde, he visto que estaba equivocada. De hecho, el sectarismo ha sido utilizado fundamentalmente por el régimen y sus chabihas (las milicias pro-Assad que no retroceden ante ningún acto de barbarie).
Para nuestra generación es una suerte ver a jóvenes sirios negarse a vivir como sus padres. Se sublevan a fin de despejar el horizonte y entrever un porvenir. Gracias a la era de la comunicación y de la información, han conocido una vida diferente. Han salido a la calle para concretar su sueño. Su primera consigna fue: «Uno, uno, uno, el pueblo sirio solo es uno». Manifiestan un deseo de evitar caer en el sectarismo luchando por la libertad, la dignidad y la justicia.
Por eso, a pesar de todos los intentos del régimen por provocarlos, hasta ahora no ha habido ningún enfrentamiento confesional de importancia.
¿No tienes miedo de los integristas?
Si, por supuesto que temo a los grupos islamistas radicales. Los temo ni más ni menos igual que a todos los integristas, a todos los extremistas, ya sean sunitas o chiitas o, también, laicos, nacionalistas, cristianos o judíos. Hoy, esos grupos islamistas han adquirido, es una evidencia, cierta ascendencia sobre el terreno. Pero esto tiene que ver con el hecho de que estamos en el contexto de una lucha armada. Su legitimidad es fuerte porque luchan contra el régimen y, por tanto, protegen a sectores de la población frente a la terrible violencia del Estado. Pero en cuanto esta violencia sin límites del Estado cese (como consecuencia del derrocamiento del régimen), todo lo que les da credibilidad o hace excusar su «radicalismo», desaparecerá igualmente.
No creo, en absoluto, que sus pocos miles de miembros puedan tomar el control del país, ni por las armas ni, después, a través de las urnas. Así pues, tendremos que combatirlos, pero ese combate será político. Y lo que conozco de la práctica religiosa dominante entre los sirios me convence de que no serán en absoluto capaces de triunfar.
¿Qué esperas de la comunidad internacional?
Lo que esperamos de la comunidad internacional hoy en día es, en primer lugar, que comience a considerarnos como un pueblo normal que aspira a la libertad; es decir, que comprenda y acepte la voluntad de nuestro pueblo de acceder a la democracia.
Pero, también, que reconozca el rostro civil de esta revolución, rostro que no se ve jamás en los medios. Como, por ejemplo, las numerosas manifestaciones pacíficas que siguen existiendo en todas las regiones de Siria; tanto en las que están liberadas como en las que están aún bajo el control del régimen. Todos los viernes se cuentan alrededor de 200 manifestaciones a pesar de los francotiradores, los disparos y los bombardeos.
Es absolutamente necesario realizar una verdadera investigación y una denuncia oficial sobre los detenidos y las detenidas en Siria. Actualmente hay más de 160.000 personas detenidas en las cárceles sirias. Sin olvidar las aterradoras condiciones de detención y el sufrimiento extremo que sufren los detenidos, torturados en más de una ocasión, hasta la muerte. Por otra parte, este último mes, el número de gente detenida muerta bajo la tortura ha aumentado considerablemente. A menudo, no se entregan sus cuerpos a su familia.
La mayoría de esta gente detenida son jóvenes activistas pacíficos y, a menudo, periodistas, médicos, manifestantes, intelectuales o personas activas en la ayuda humanitaria.
Para daros un ejemplo, en una celda prevista para 10 personas, los secuaces del régimen amontonan a 100 personas. Carecen de todo: oxígeno, alimentación, aseos, cuidados médicos… pero así y todo les siguen torturando.
Igualmente, habría que dar cuenta amplia de las actividades de la juventud revolucionarios actualmente. Se publican y distribuyen decenas de periódicos libres que, bajo formas diversas, hacen frente a los tres diarios oficiales del régimen.
Además existen consejos locales para dirigir las regiones liberadas. Se realiza un trabajo de aprendizaje para asegurar la protección de los edificios públicos para evitar un caos incontrolable en caso de que caiga del régimen.
Deseamos que ese rostro civil aparezca en los medios del mundo entero, un rostro civil que existe desde hace miles de años en Siria. Esta realidad debe recuperar todo su espacio cuando el rostro de la revolución se reduce fundamentalmente a «fotos de barbudos», a hombres en armas, por no mencionar la islamofobia que impregna más de uno de esos comentarios.
Una vez que esta verdad sea conocida por todos y todas, será más fácil ampliar la solidaridad efectiva con el pueblo de Siria que lucha y proporcionarle los medios necesarios para llevar a buen puerto la revolución y reducir sus sufrimientos.
Para terminar, también quiero afirmar que Siria no concierne solo a los sirios y sirias. Debe concernir a todo el mundo, pues ese país, esta región, representa la memoria de la humanidad.
Hay que tener presente que el régimen de Assad tampoco respeta el patrimonio arqueológico de Siria: saquea y destruye emplazamientos arqueológicos y partes de ciudades históricas. Sin embargo, estos emplazamientos sirios integran la memoria judía, cristiana, musulmana, otomana, romana, griega y árabe y las civilizaciones antiguas. No olvidemos que el primer alfabeto nació en Siria.
Me gustaría citar aquí al arqueólogo André Parrot -que dirigió excavaciones en Líbano, Irak y Siria desde los años 1930 y fue director del Museo del Louvre de 1968 a 1972- que un día afirmó: «Cada persona tiene dos patrias: la suya propia y Siria».
Es vuestro país, ¡defendedlo!, ¡defended su existencia!
13/04/0213
Nahed Badawia nació en 1958, ingeniera civil diplomada de la Universidad de Damasco. Fue encarcelada por pertenecer al Partido del Trabajo Comunista -partido prohibido por el poder- durante cuatro años, de 1987 a 1991. Como era habitual, sin juicio. A la salida de la cárcel, se implicó en la lucha por la democracia en Siria como militante política de izquierdas. Es conocida su compromiso en la lucha por la emancipación de las mujeres sirias. Escribe en árabe en diversas páginas de Internet. Fue detenida de nuevo en 2005 durante el final de lo que se llamó «la primavera de Damasco». Formaba parte del comité directivo del Foro de Jamal Atassi para el «diálogo democrático». Fue detenida de nuevo por la policía tras la manifestación del 16 de marzo de 2011 ante el Palacio de Justicia. Fue una de las diez mujeres detenidas ese día. En la cárcel hizo una huelga de hambre y fue liberada tras dos semanas. Acaba de salir de Siria e informará como militante de izquierdas por la democracia sobre el proceso en curso de revolución y de lucha armada.
http://alencontre.org/moyenorient/s…
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR