El clima de incertidumbre sobre el futuro de las rebeliones y los cambios que están sacudiendo al mundo árabe, no se limita a los ciudadanos, sino invade los propios movimientos y los dirigentes, incluso trasciende del ámbito local para alcanzar a las potencias internacionales y regionales, incluida Israel. La inquietud y el desasosiego son consecuencia […]
El clima de incertidumbre sobre el futuro de las rebeliones y los cambios que están sacudiendo al mundo árabe, no se limita a los ciudadanos, sino invade los propios movimientos y los dirigentes, incluso trasciende del ámbito local para alcanzar a las potencias internacionales y regionales, incluida Israel. La inquietud y el desasosiego son consecuencia de la complejidad y la falta de definición de las fuerzas que participan en las rebeliones.
Lo que más deseamos es que estas intifadas respondan a los anhelos de libertad, prosperidad y dignidad de los pueblos árabes.
Un análisis objetivo y sosegado de estos acontecimientos nos lleva a plantear cuatros hipótesis, que puede llegar a cumplirse parcial o totalmente.
Primer escenario: cambio o reforma a nivel local de cada estado
Consiste en una reforma del régimen político en cuestión, en el sentido de una evolución relativamente democrática, que responde a la voluntad popular, mientras el régimen resultante se enrosca con el fin de hacer frente a innumerables cuestiones de orden local, político, económico, social, de orden publico y desarrollo.
Cada régimen político que consigue afrontar los desafíos del cambio formal concentrará todos sus esfuerzos para apaciguar los ánimos ente fuerzas políticas dispersas, le resultará difícil contentar a todas, en este caso, el país en cuestión, corre el riesgo de verse abocado a una lucha eterna por el poder. Cada una de las fuerzas exigirá más trozo de la tarta que le corresponde, alegando su papel en el proceso de cambio. Todo esto en el mejor de los casos, o sea cuando estas fuerzas decidan participar en el proceso, en el caso de abstenerse de participar, harán lo posible para frenar el proceso de reforma. Muchas de estas fuerzas políticas, dada su falta de experiencia democrática, tendrá a confundir la anarquía, el desorden y el oportunismo político con la libertad y lucha civilizada responsable y legitima por el poder. Paralelamente habrá una lucha feroz entre los distintos modelos a implantar: El islámico, el panarabista, el izquierdismo, y el liberalismo. Cada una de estas corrientes intentará «arrimar las ascuas a su sardina», antes de habituarse a respetar el juego democrático.
El nuevo régimen se encontrará con unas instituciones económicas, educativas, sociales, de orden púbico, militares, y judiciales, caducas y anquilosadas. Se verá en la necesidad de realizar una voladura controlada para comenzar sus reformas. Con el consiguiente riesgo de topar con los «nidos de avispas», que son los centros de poder real, cuyos intereses estaban arraigados con el antiguo régimen, intentarán jugar sus bazas. Para afrontar todo esto se necesitarán varios años, hasta implantar un régimen transparente y eficaz, capaz de integrar todas estas instituciones, y corrientes en el proceso del cambio y la reforma.
La misión es tan complicada que los nuevos gobernantes necesitarán una pócima mágica para afrontar las luchas partidistas, las presiones exteriores y hacer frente, al mismo tiempo, a los restos del régimen anterior. Además se verán obligados a ofrecer resultados tangibles convincentes, de orden político y económico y de seguridad, para justificar el cambio ante los ciudadanos.
En resumen se crearán regímenes democráticos dóciles e inestables, cuyos lideres serán de corte localista, temerosos de las injerencias externas, o de poderes regionales. Su interés mayor será convencer a las grandes potencias de que no traspasarán las líneas rojas marcadas en política exterior, con algunos retoques en sentido del compromiso en los asuntos de interés colectivo de la «umma» árabe.
El segundo escenario: cambio y reafirma en un marco de resurgimiento de un proyecto árabe islámico de progreso
Este es el escenario más ambicioso y optimista. Se basa en una serie de datos ente los que cabe distinguir: los nuevos lideres proceden en su mayoría de las corrientes islámicas, panarabistas y patrióticas. Están convencidos de que el resurgir de cada estado, separadamente de los demás, no será posible y por los tantos son conscientes de la necesidad de un proyecto de resurgimiento colectivo unionista, capaz de hacer frente al agotamiento del modelo y la división, causa principal del subdesarrollo que sufre la «umma». En este escenario sería necesario asumir que la capacidad de desarrollo de cada uno de los países árabes depende del éxito de los otros países hermanos, para ello es imprescindible la integración y coordinación para hacer frente a todos los retos, garantizar la estabilidad y disuadir a los enemigos de forma colectiva.
Este escenario parte de un planteamiento de que los levantamientos en su génesis no eran una simples reivindicaciones para mitigar el hambre sino mucho más ambiciosos, entre sus objetivos se encuentra recuperar la dignidad de la umma, su legado, y su capacidad de decisión al margen de la hegemonía extranjera para disuadir a un enemigo común, representado por el proyecto sionista.
De este modo los cambios se contemplan como una verdadera revolución, que aspira al resurgimiento árabe y la recuperación de los derechos usurpados en Palestina.
A pesar de que el planteamiento general parece razonable, llama la atención que las corrientes ideológicas que han encabezado los procesos de cambio en el Mundo árabe han optado por destacar sus reivindicaciones locales. La explicación, a nuestro entender, se base en su intención de tranquilizar a los países occidentales, resaltando los valores conjuntos como la libertad, la democracia y los derechos humanos. No creemos que este planteamiento signifique una renuncia a las convecciones sino es fruto de un profundo conocimiento del mundo que nos rodea, que no permitirá que un movimiento popular pueda, utilizando métodos pacíficos, derribar regímenes afines como los de Túnez, Egipto, y el Yemen. Es evidente que los nuevos regímenes que pueden instalarse en el poder necesitan tiempo para cambiar las estructuras existentes, y sustituirlas por un proyecto concreto, como un paso para plantear un horizonte más amplio, de renacimiento árabe.
Los artífices de los levantamientos son conscientes de las poderosas fuerzas contrarrevolucionarias, en el interior y el exterior y de su capacidad para abortar estos cambios, de modo que no convendría quemar etapas, y es preferible afianzarse antes de lanzar nuevas reivindicaciones. Esto es válido incluso para aquellos cuyos planteamientos se enmarcan en un proceso revolucionario, son más conscientes del peligro que les acecha, y optan por moderar su lenguaje y sus demandas reformistas.
A pesar de todo, las corrientes islamistas y arabistas saben que tarde o temprano se tendrán que afrontar los grandes desafíos, que plantearán sus oponentes del interior y el exterior que intentan obstaculizar el proceso gradual del cambio. Con el fin de superar este reto deben insuflar un nuevo espíritu revolucionario entre las masas para que tengan más determinación y confianza en lograr los anhelos de unidad y liberación.
Tercer escenario: los regímenes corruptos se reinventan con traje nuevo
Este escenario se basa en una idea muy esquemática, sobre los acontecimientos, un simple descabezamiento de algunos regímenes como el tunecino, el egipcio y el yemení, mientras las estructuras del poder, sobre todo el militar, los aparatos de seguridad, el sistema económico y el judicial, se mantienen intactas. Son las estructuras de poder real del estado, con capacidad de frenar o abortar cualquier cambio real, en el caso de que suponga una amenaza a sus intereses. Esas fuerzas del poder fáctico intentarán diluir los cambios. Esperaran agazapados su oportunidad que se presentan en forma de incremento de la inseguridad, el deterioro de la economía. A todos estas amenazas hay que añadir el enemigo externo, que sin duda se alineará con los antiguos enemigos del interior, para recuperar el poder, sea con los carros de combate o con los recetas del Banco Mundial o el FMI. En todo caso el peligro de que desvanezcan las esperanzas de un verdadero cambio revolucionario son patentes.
En todos los casos es previsible que se produzcan algunos avances rápidos gracias al apoyo occidental a las opciones más acordes con su interés. Nos tememos se realicen campañas de imagen para resaltar las nuevas figuras del régimen corrupto anterior, con el fin de mantenerles en el poder el mas largo tiempo posible, antes de un previsible nuevo ciclo de revoluciones populares.
Este escenario se enmarca en la lucha sin cuartel que se está librando en Egipto donde se observa con claridad como el Consejo Militar intenta diluir la revolución, vaciarla de su contenido, presentando incluso su propio candidato a las elecciones presidenciales, y disolviendo el primer parlamento verdaderamente democrático en la historia del país y cuando le pareció insuficiente vació las competencias la nueva presidencia.
Cuarto escenario: dividir la región sobre bases sectarias o étnicas
Este escenario parte de la premisa de la capacidad del poder exterior para dibujar un nuevo mapa para la región, y el grado disposición que existe para aceptar esta hipótesis, o la debilidad de las defensa ante tal eventualidad. Existe otro factor a tener en cuenta, las intifadas han debilitado los gobiernos centralistas y ha resquebrajado los sentimientos de seguridad entre las distintas comunidades religiosas, culturales y sociales. Por consiguiente se produce un reagrupamiento sobre bases sectarias, o minorías étnicas o religiosas, para protegerse, una vez desaparecido el estado central que les ofrecía esta seguridad. Este escenario asume que los que ostentan el poder, el nuevo y el viejo, intentan crear nuevas alianzas, recurriendo a fuerzas sectarias o minorías, para garantizar su permanencia o fortalecer su influencia, sin importarle las consecuencias. Estas posibles alianzas contra natura, podrían provocar sentimientos de rechazo en otros componentes de las sociedades, que responderán reagrupándose en formaciones políticas sectarias lo que contribuye un profundizar la división.
Esta descomposición social será un terreno abonado para las fuerzas hostiles como Israel, que tendrá la oportunidad de fomentar las luchas intestinas, prestando el apoyo político, mediático y militar a esta división, provocando mayor odio y hostilidades, con la escusa de defender los derechos de las minorías. La consecuencia final será la creación de entidades irrelevantes sobre bases étnicas o sectarias.
Este escenario ya fue plantado por orientalistas como Bernard Luis y otros, considerando esta nueva situación un modo para facilitar la integración de Israel en la región compuesta por un mosaico étnico, sectario y religioso.
¿Cual es el escenario que tiene mas posibilidades de imponerse?
Contestar a esta preguntar y definir el futuro debe tener en cuentas el desarrollo de acontecimientos, en función de muchos factores a saber:
1- La capacidad de los promotores del cambio de conservar el apoyo de las mases populares, hasta completar el proceso de las reformas.
2- La capacidad de estos movimientos reformistas a presentar líderes carismáticos, con arrojo y valentía para liderar el proceso y llenar el vacío.
3- La capacidad de los movimientos reformistas a tejer alianzas amplias, que trascienden de los estrechos intereses partidistas, y egoístas, que, al mismo tiempo, cierran el camino a los inmovilistas partidarios de la situación anterior, y los intentos de dividir y provocar conflictos internos.
4- La capacidad de estos movimientos para neutralizar el factor exterior, sobre todo el norteamericano, impedir monopolizar o al menos influenciar en la voluntad nacional.
5- La capacidad de los movimientos reformistas para ofrecer logros tangibles ante el ciudadano, sobre todo en lo que se refiere a garantizar la seguridad, mejorar la situación económica, la lucha contra la corrupción, y el respeto a las libertades.
6- La capacidad de dichos movimientos a afrontar los retos principales de la Umma, sobre todo la cuestión palestina, del modo que refleja la voluntad de las masas y sus anhelos.
Resulta difícil analizar en profundidad una multitud de factores interrelacionados, en muchos casos dependen de la situación particular de cada país. Como un intento de marcar líneas generales podemos hacer las siguientes observaciones:
1- El cambio pacifico de Túnez, Egipto y el Yemen, ha mantenido gran parte de la estructuras del «estado profundo», en cada uno de estos países. Conservando los despojos en y sus influencias.
2- La capacidad de los Estados Unidos y otras potencias occidentales de influir política, económica, mediática, militarmente sigue siendo muy considerable, sea en los países que han seguido los métodos de cambio pacifico o los que han optado por la revolución dura.
3- Las fuerzas reformistas no han conseguido, hasta el momento, ofrecer resultados decisivos. Ninguno de los partidos o corrientes han obtenido grandes mayorías, que les permite cumplir sus programas. Y no han tenido éxito de encontrar lideres con carisma suficientemente fuerte para liderar y conducir las masas.
Lo más probable es que veamos, corto plazo, una situación caracterizada por los siguientes elementos:
1- Un proceso de cambio y reforma limitado que no responde a las esperanzas creadas, en el sentido de crear regímenes democráticos estables.
2- La integración de los islamistas en el escenario político, sometiéndose a exámenes y afrontado retos muy duros. Esta inclusión será un arma de doble filo: o consiguen aprovechar la oportunidad para desarrollar su capacidad y experiencia y ampliar su base social, o por el contario desaparecerá este halo de misterio que les rodeaba perdiendo su popularidad como consecuencia de los previstos errores y fallos, además sus competidores no cejarán en demonizarlos, resaltar sus errores.
3- La región entra en un fase de incertidumbre, parecido a un periodo de interinidad, mientras se prologa la lucha entre los movimientos del cambio y reforma, los residuos del régimen anterior, y las potencias externas.
No creemos que la situación de inestabilidad, vaya a permitir el retorno de los regímenes anteriores con nuevos disfraces. Pero puede producir un desencanto generalizado, que provoque una violenta respuesta, a modo de nuevos impulsos revolucionarios mas incisivas, fuertes y amplias.
Al margen de nuestro deseo de que los revolucionarios consigan completar su misión, a través de un proyecto de regeneración cultural y unionista, que establezca las bases de un estado independiente, que sea la expresión de la voluntad de la Umma, su cultura y su legado histórico, sin embargo los datos que disponemos en actualidad nos hacen dudar de esta posibilidad. Pero ¿quien sabe? La dinámica del cambio es imprevisible, nadie presagiaba, hace un año y medio, que todo esto iba a suceder, es mas, plantear esta posibilidad, entonces, habría sido una locura, o confundir el deseo con la realidad, incluso entre los politólogos.
Muhsen Saleh, director general del Centro Azaytuna de Estudios y Asesoramiento Beirut
Traducción: Jalil Sadaka
Fuente: Al- jazeera.net