Cuando me pidieron que escribiera sobre Da’esh, abrí un nuevo documento en el ordenador que dejé blanco durante días. ¿Cómo escribimos sobre Da’esh para que lo lean otros que no han sufrido tales niveles de violencia y caos? ¿Cuánta es nuestra responsabilidad como sirios en comparación con la responsabilidad del mundo en la conformación de […]
Cuando me pidieron que escribiera sobre Da’esh, abrí un nuevo documento en el ordenador que dejé blanco durante días. ¿Cómo escribimos sobre Da’esh para que lo lean otros que no han sufrido tales niveles de violencia y caos? ¿Cuánta es nuestra responsabilidad como sirios en comparación con la responsabilidad del mundo en la conformación de eso que hemos llamado Da’esh?
En primer lugar, debo aclarar que el pueblo sirio no fue al supermercado «Al-Nasr» y que no tenía estanterías llenas de opciones, como que Asad se marchara como Ben Ali, o dimitiera como Mubarak. No tenía el petróleo necesario para comprar la opción de la OTAN como Libia y no tenía el suficiente bienestar como para elegir. Sin embargo, insistió en comprar a al-Qaeda porque la vio envuelta con las etiquetas amarillas que indican ofertas en el rincón de las «Rebajas». Sencillamente, no teníamos el suficiente bienestar como para elegir, mientras que los demás soñaban con deshacerse de «la mercancía corrupta» mandándola a nuestra tierra y a costa de la sangre de nuestros jóvenes. La revolución siria que lucha desde hace cuatro años ya lanzó su grito de auxilio el viernes «de la protección internacional» apenas seis meses después de comenzar, para pedir después un bloqueo aéreo, que se pusiera fin a las oportunidades al régimen, que los embajadores fueran expulsados, que se apoyara al ESL y una protección internacional.
Hicimos llamamientos a todo el mundo para que ejercieran su responsabilidad para con la Humanidad, fue un llamamiento general, pero Al-Qaeda, por desgracia, fue la que atendió nuestra llamada. Por tanto, ¿somos, como sirios, los únicos responsables de su aparición? Al-Aqeda no se formó en nuestras calles, ni en nuestras conversaciones. No la necesitábamos para provocar el pánico de nadie ni necesitó nuestro permiso para llegar por medio de sus aeropuertos «cerrados». Llegaron a través de fronteras abiertas de par en par a pesar de que algunos digan que no. Llegaron a través de los aeropuertos de otros con sus pasaportes en la mano. Llegaron por el racismo «temeroso» que provoca la barba de un hombre y el racismo que aparta la mirada de la sangre del niño sollozante que ese mismo hombre lleva en sus brazos.
En ningún momento estoy pretendiendo minimizar nuestra propia responsabilidad como sirios de que este ente «cancerígeno» permanezca en nuestro país. A fin de cuentas, algunos de los nuestros le han rendido pleitesía por pobreza, y también están los antiguos hombres de Asad que amaban el poder y hacían la pelota, que les rindieron pleitesía aspirando a alcanzar el poder de nuevo: ser autoritario en nombre de Asad o de Da’esh no es muy diferente.
Siguieron así por la ingenuidad de nuestros revolucionarios que pensaron que Da’esh había venido a apoyarnos y que no estaba bien hablar de sus errores, que terminaron por convertirse en crímenes. Se mantuvieron gracias a miles de hipócritas, abusones y mercaderes de religión y guerra. Se mantuvieron por la cobardía que provocaron en muchos hombres de religión que no fueron capaces de prevenir a nuestros jóvenes para que no rindieran pleitesía a Da’esh. Se mantuvieron depertando el asombro que le provocaba a un «pobre» combatiente del ESL su artillería semejante a lo que había visto en los juego de Counter Strike y que nada tenía que ver con su triste pólvora. Se mantuvieron porque algunos renunciaron a su pertenencia a la patria y porque algunos se adscribieron al carnicero. Se apoyaron en nuestra dura y cruenta división política, y nuestra división ideológica. Se apoyaron en la destrucción que provocó en la mayoría de nosotros el olor de la sangre hasta estar dispuestos a una alianza con el Diablo para que pusiera fin a la batalla. Y eso es lo que sucedió: nos aliamos con el Diablo. Se mantuvieron porque ocultamos nuestro laicismo para no «romper la unidad de filas», porque ocultamos nuestros sueños de un estado civil democrático para mantener la prioridad de la lucha (contra Asad). En todo esto es en lo que se han apoyado.
Si bien todo eso es culpa nuestra, también somos nosotros los que hemos pagado «toda» la sangre para luchar contra este ente. Y «al menos hasta el momento», sufrimos los efectos de su radicalismo y su ocupación de nuestro territorio, y sufrimos su intento de ideologizar a nuestros jóvenes y menores. Nosotros, que en un momento determinado nos convertimos en revolucionarios buscados por ambo estados, rogamos a las alta esferas de los demás países que se preocupen por lo que creemos que será en el futuro un crimen, no solo contra nosotros como pueblo, sino uno en contra de toda la Humanidad. Pues, ¿qué traerá este radicalismo en el futuro? ¿A qué inocentes en el mundo se pondrá por objetivo?
Este ente es una ocupación que se cree que los sirios no tienen patria y que donde están es una «creación del Occidente infiel», un ente que anunció que invadiría nuestra tierra en el canal Aljazeera el 9 de abril de 2013. Desde entonces, lo único que ha hecho ha sido luchar contra nosotros. Combate contra nosotros como una revolución que no reconoce, como una bandera que insiste en quemar, como revolucionarios a los que secuestra para hacer desaparecer. Al contrario que otros, a ellos nadie los busca. Aún recuerdo aquella vez en la que viajaba por un camino rural que llevaba a Turquía desde Alepo, ya que había muchos controles de Da’esh en la carretera principal. La dolorosísima imagen que más llamó nuestra atención fue que habían borrado los nombres de nuestros pueblos: nada indicaba que eso fuera territorio sirio. Todas las banderas de la revolución las habían teñido de negro, habían borrado lo nombres de los pueblos y los habían cambiado por grandes piedras negras que decían: el Estado Islámico de Iraq y Siria os da la bienvenida. Tengo miedo de reírme de su sucia ocupación, porque me da miedo el hecho de que los palestinos en su momento también se rieron de lo que consideraban un proyecto de Estado que no podría erigirse sobre su tierra, y el hecho de que los revolucionarios iraníes se rieron también del proyecto de Estado religioso que podría tragarse su revolución. Temo reírme y temo también entrar en la primera etapa de la tristeza, que es la negación, para terminar aceptando y mendigando.
En mis oídos resuenan aún las palabras del conductor de autobús cuando notó mi tristeza mientras observaba cómo la pintura negra cubría la tierra siria: «Pronto lloverá y el negro se irá». Puede que llueva en Raqqa, y Al-Bab, y Minbej y Mosul, y todas las regiones ocupadas por Da’esh, pero lo primero, primerísimo, para que las nubes lleguen allí, es que llueva en Damasco.
Tomado de Traducciones de la revolución siria