Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Con una clara medida, el ministro de Educación de Israel ha demostrado que los sistemas separados en la escolaridad judía y musulmana no tienen nada que ver con la preservación de un espacio autónomo de ambas culturas, sino que son una franca segregación.
En los Estados Unidos, la desafortunada frase «separados pero iguales», evoca imágenes de segregación racial alimentadas desde distintas fuentes, en los restaurantes y, sobre todo, en las escuelas. La frase, que se originó en un caso de la Corte Suprema de los EE.UU. en el año 1896, fue finalmente sustituida por otra: «la separación es intrínsecamente desigualdad», en una paráfrasis de la sentencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos, en el caso Brown contra el Estado en 1954. Las palabras exactas, «Las instancias educativas separadas son intrínsecamente desiguales», emigró a Israel en 2009, cuando el Tribunal Supremo israelí las citó explícitamente en una decisión en contra de la segregación étnica en una escuela religiosa privada.
Pero hasta hoy esta decisión aguarda a ser ejecutada en todo el espectro del sistema educativo israelí, en particular en términos de la desigual separación de los estudiantes árabes y judíos en las escuelas israelíes. Esta necesidad se ha vuelto cada vez más urgente tras las insensibles declaraciones de esta semana hechas por el Ministerio de Educación aduciendo que los estudiantes del sector educativo árabe deben estudiar, al igual que sus homólogos judíos, a Menachem Begin y David Ben Gurión.
En primer lugar, algunos antecedentes sobre el caso en Israel, que desencadenó que la Corte ordenara esa sentencia «separación es desigualdad». De acuerdo con la ley de derechos del estudiante, las instalaciones educativas no deben estar separadas por motivos étnicos o políticos. En el caso que se trata, Noar KeHalacha contra el Ministerio de Educación, un grupo de familias sefardíes protestó por la separación de sus hijas de sus pares ashkenazíes en dos carriles académicos diferentes.
Sin embargo, el Tribunal Superior consideró que esa separación no estaba puramente sobre una base étnica, lo que habría sido claramente ilegal.
En cambio, la Corte dictaminó sobre criterios religiosos la diferenciación en el sistema educativo y juzgó que es ilegal, aunque la ley no prohíbe explícitamente la discriminación por motivos de religión. Por lo tanto dio paso a un precedente innovador. Sin embargo, la separación sobre la base de criterios religiosos es un principio fundamental del sistema educativo de Israel, por lo menos en la separación de los estudiantes árabes y judíos, tanto en escuelas primarias como secundarias.
El juez Melcer, que se pronunció en el caso de discriminación en 2009, citó un comentario del diputado Silvan Shalom, que se hizo cuando se aprobó en la Knesset la Ley de los derechos de los estudiantes: «Si un niño judío o un niño árabe desea ser admitido en una escuela judía ortodoxa o una escuela religiosa árabe, o en un determinado tipo de escuela judía, o un cierto tipo de escuela musulmana [y se le niega la admisión] el estudiante no puede decir que la razón de la negativa es la discriminación».
¿Cuáles son las consecuencias de los excesivamente amplios comentarios de Shalom? Las diferencias colapsan entre lo que puede entenderse como una preferencia legítima -el filtrado de opciones de escuelas de acuerdo con una fuerte preferencia religiosa, como por ejemplo un niño que solicite su ingreso en «una escuela ortodoxa judía o en una escuela religiosa árabe»- y lo que debería verse como un aplicación mucho más amplia de las políticas discriminatorias de entrada a un establecimiento de categoría no especificada en las escuelas judías o musulmanas.
Estos criterios ambiguos permiten que los estudiantes árabes queden excluidos de una escuela judía que se considera como «un cierto tipo de escuela judía», incluyendo potencialmente las escuelas públicas del Estado secular en el sector judío. Lo mismo se aplicaría a los estudiantes judíos que desean inscribirse en las escuelas árabes.
Los israelíes bien pueden sentir leyendo ese comentario que un estudiante judío podría solicitar la inscripción en el sector árabe, o un estudiante árabe en el laico judío. Esto de por sí es una señal de advertencia de la facilidad con la que se acepta la segregación generalizada como algo natural en las escuelas de Israel.
Sin embargo, existe una preocupación aún más grave. Cuando se hicieron esos primeros comentarios, las palabras del diputado Shalom eran sólo palabras. Pero cuando el juez Melcer las citó, se convirtieron en veredicto del Tribunal Superior de Justicia y se presentaron como un ejemplo de segregación apropiada. El efecto de la sentencia fue oficializar que la segregación de los niños sefardíes y ashkenazíes, aunque sea parcial y oficialmente voluntaria, es ilegal, pero la separación casi absoluta de los estudiantes árabes y judíos es legítima.
Aparte de los aspectos legales, un sistema educativo público dividido por la religión tiene claros peligros. Un estudio publicado en el propio sitio web del gobierno de Israel señala que «las escuelas árabes, más que cualquier otro sector de la educación, sufren de una grave escasez de aulas y salones y son de calidad inferior», y tienen menos servicios de asesoramiento y psicológicos que las escuelas judías El estudio añade que las escuelas árabes tienen una peor calidad de la enseñanza, de las condiciones de las aulas y de los resultados académicos. Imagínense si los estudiantes judíos se inscribieran también en estas escuelas, estaría el gobierno financiando más aulas y mejores maestros mejor y más rápidamente.
Sólo puede haber una justificación para esta segregación, teniendo en cuenta las muchas desventajas que los estudiantes árabes sufren a causa de ella. Un sistema escolar tan claramente segregacionista no puede sino mantenerse con un pretexto de justicia si es que existe con el fin de adaptarse a las diferentes necesidades educativas de los estudiantes árabes en una sociedad predominantemente judía. Pero el reciente mandato del Ministerio de Educación exigiendo que los estudiantes árabes deban estudiar a Menachem Begin y David Ben Gurion corta de cuajo esta justificación. El nuevo requisito obligará a los escolares árabes a estudiar una historia judía israelí que los excluye. El Ministerio, en un claro paso, demostró que los sistemas separados de la escuela no tienen nada que ver con la preservación de un espacio autónomo para la cultura árabe, sino que se trata más bien de un plan de segregación.
Con el racismo asomando su fea cabeza en agresiones verbales y físicas de los refugiados de África, cerca de cometer actos de vandalismo racista contra una de las pocas escuelas integradas de Israel, tenemos que prestar atención. Olvídese de la cuestión de que si la segregación de los diferentes grupos religiosos comienza en el jardín de infancia, sin preceptos jurídicos, y si los resultados son como lo que ocurrió con Noar KeHalacha. Con la creciente desconfianza y el odio entre los judíos y no judíos, Israel puede darse el lujo de ejercer la política de «separados pero iguales» que no tiene en cuenta las sensibilidades culturales y promueve una mayor tensión y odio.
Rivka Cohen se graduó de la Universidad de Princeton con una licenciatura en Estudios de Oriente Próximo.
Fuente original: http://www.haaretz.com/opinion/schools-for-jews-and-arabs-separate-but-definitely-not-equal-1.443811