Nazi-sionismo: un origen común Nazismo y sionismo siempre fueron las dos caras de una misma moneda: la del judaísmo europeo de origen jázaro. En Alemania fueron estos judíos los que instrumentalizaron a Hitler para generar el mito del «holocausto» y así poder justificar la barbarie que han extendido por el mundo con sus usurpaciones, sus […]
Nazi-sionismo: un origen común
Nazismo y sionismo siempre fueron las dos caras de una misma moneda: la del judaísmo europeo de origen jázaro. En Alemania fueron estos judíos los que instrumentalizaron a Hitler para generar el mito del «holocausto» y así poder justificar la barbarie que han extendido por el mundo con sus usurpaciones, sus invasiones, sus genocidios y su terrorismo de Estado en Oriente Medio, Asia, África, América latina y Oceanía.
Barbarie que se remonta al siglo VII AC pero que, para el caso palestino, encuentra «legalidad» en el acuerdo secreto «Sykes-Picot» entre Francia e Inglaterra. Este acuerdo, no sólo significó la traición de esas dos naciones a los árabes, luego del desmembramiento de la actual Turquía, sino que impulsó la invasión judío-sionista de Palestina desde 1916 hasta hoy.
La Sociedad de Naciones, primero, y la ONU después, creadas por la masonería judeo-cristiana encabezada por Rockefeller y Rotschild, como instancias de representación democrática de los Estados del mundo, fueron las encargadas de ratificar, cada una en su momento, el proceso de usurpación sionista de Palestina. Contaron, para tal efecto, con el aval de los gobiernos sionistas de Europa, de EEUU y de sus respectivas colonias y ex-colonias en África, Asia y América latina.
Limpieza étnica y mito
Desde el 8 de julio del presente año hemos sido testigos y cómplices de una más de las horrendas masacres con que los judíos sionistas instalados en Palestina quieren limpiar su territorio de sus verdaderos y legítimos habitantes. Eligieron, como siempre, mujeres y niños, pero además destruyeron toda la infraestructura que les permitía sobrevivir a un millón 800 mil palestinos en 300 Km2 en la Franja de Gaza. Población que queda de los más de 5 millones que eran antes de los sucesivos exterminios, masacres (como los de Sabra y Chatila) y expulsiones que evocan los nombres de Ben Gurión, de Golda Meir, de Moshe Dayan, de David «Dado» Elazar, de Ariel Sharon, por citar sólo algunos de cuantos, en la corta pero sanguinaria historia del «Estado Judío», han sido sus ministros de defensa o sus primeros ministros. Lugar especial les corresponden, ciertamente, a Shimon Peres, Moshe Ya’alon y «Bibi» Netanyahu, actuales conductores del genocidio en Gaza y de su estrategia del despojo.
Israel no sólo quiere el territorio libre de árabes y de musulmanes para asegurar el control de las riquezas energéticas (petróleo, gas) y mineras que tiene Palestina. No es tampoco querer asegurar un recodo de lujo y de placer a las mafias sionistas del poder político, económico, financiero, militar y narco-terrorista en el mundo. Se trata de la manipulación de un mito que le permite al sionismo internacional sustraerse a la religiosidad y la fe, y erigirse por sobre cualquier insinuación de racionalidad histórica. Se trata de la enajenación de la política para hacerla instrumento de guerra y de prepotencia. Los nazi-sionistas sólo creen en la muerte y la destrucción. Esto es inherente al supuesto de ser «los elegidos por Dios» y obedecer al mandato de «construir su llegada», sin importar la usurpación, el despojo, el genocidio.
Tampoco se trata sólo de Palestina. Se trata de todo Oriente Medio y de más allá. De borrar todo rastro y rostro semita, persa, africano y asiático. Lo que supone contar con mayor poderío militar y nuclear. No importa el lugar donde se encuentren. Igual en Palestina, como en Libia, Siria, Irák, Irán, o EEUU. (Aquí, lo ocurrido en Ferguson-Missouri, ha puesto de manifiesto que independientemente de cuántos sean los negros, son los blancos nazi-sionistas los que seguirán detentando el poder. El Ku Klux Klan (KKK) no ha muerto. Advertidos quedan todos los afro-descendientes y los migrantes de todas las sangres).
Alianza nazi-sionista por el gas del mediterráneo
Para la expansión del despojo y el terrorismo, nazis y sionistas de la industria de la guerra están, como siempre, juntos. Ahora los une el afán destructor de lo que queda de civilización en Oriente Medio y, otra vez, la ambición de hegemonizar el mundo.
Así lo corrobora la entrega de los primeros submarinos israelíes para portar armas nucleares, construidos por el conglomerado privado alemán ThyssenKrupp. La empresa que representa la fusión de dos históricas familias vinculadas a la industria del acero y la producción de armas y municiones desde fines del XIX hasta nuestros días.
La poderosa familia Krupp, cuya industria dominó Europa y produjo todas las armas para todas las guerras de los nazi-sionistas alemanes durante la segunda guerra mundial, y la familia Thyssen cuya rama alemana, productora de armas y municiones, la heredó Fritz Thyssen que fue miembro y benefactor del partido nazi de Hitler. Terminó refugiándose en Argentina donde se nacionalizó.
La fábrica de astilleros y submarinos ThyssenKrupp que se encuentra actualmente en Kiel, la principal base naval alemana, ha preparado para Israel tres sumergibles clase Dolphin II con 10 tubos capaces de lanzar torpedos DM-2A4 por cable guiado mediante fibra óptica. Cuatro de estos tubos, dicen los entendidos, están habilitados para disparar misiles de crucero con ojivas nucleares y misiles antibuque Harpoon, no nucleares, y misiles antihelicópteros Tritón. Algo inusual en los submarinos Dolphin II.
Convencidos los sionistas israelíes de que quien domina el mar domina la tierra, y a quienes y todo lo que se encuentran en ésta, el gobierno israelí se apresta a ejercer el control del Levante Mediterráneo que incluye, además de Palestina, Jordania, Líbano, Siria. De este modo, consolidar la posesión de los territorios arrebatados a los palestinos, a Jordania (Jerusalem Este y Cisjordania), a Siria (los Altos del Golán).
Pero no sólo se trata de territorios y de mares, sino de lo que éstos contienen en sus entrañas. En efecto, las aguas territoriales de Egipto, Palestina, Líbano, Siria, Turquía y Chipre, en el sur-este del Mediterráneo, poseen los más ricos yacimientos de gas natural hasta ahora localizados. Israel, con los submarinos de fabricación alemana, contará con tres bases navales flotantes apertrechados con misiles nucleares. Esto le otorgará una posición hegemónica de control del paso obligado de buques y de lo que carguen, hacia Europa. Además, el control y la amenaza sobre los países del Magreb africano.
En este marco, el afán de Israel por «limpiar» Palestina responde a una estrategia mayor que el sionismo de ese país comparte, en cuanto a petróleo y gas, con el gobierno francés, el norteamericano y el del Reino Unido. Y, en cuanto al mito que alimenta su fundamentalismo, la destrucción de Hamas, forma parte de la «limpieza», a mayor escala, de la Hermandad Musulmana.
Respecto del gas de Palestina, hay que recordar que Israel nunca estuvo de acuerdo con el acuerdo firmado entre el gobierno israelita y la Autoridad Palestina autorizando a la British Gas (de Gran Bretaña) la explotación del gas en el mar territorial de Gaza. El «acuerdo» fue negociado en el 2007 por Tony Blair, ex-primer ministro inglés y lobista corrupto de esa empresa.
El mayor opositor fue siempre el jefe de las fuerzas armadas israelíes y actual ministro de defensa, general Moshe Ya’alon que consideraba que no era garantía alguna que los ingresos por el gas de Gaza no llegara a manos de Hamas por el sólo hecho de depositarse en una cuenta bancaria controlada por Washington y Londres.
Para Ya’alon la única manera de garantizar que los ingresos del gas palestino no financiara la resistencia en Gaza era «una operación militar que arrancara de raíz a Hamas». De este modo se lograban hasta tres objetivos estratégicos a la vez: acabar con la resistencia palestina, limpiar Gaza y controlar el gas. Para esto, seguirían contando con el inefable Mahmud Abbas, hasta cuando fuera útil.
En cuanto al gas de Siria, cuyas reservas serían mayores que las de Qatar que es el tercer país con mayores reservas después de Rusia e Irán, ninguno de los cuatro socios de la alianza sionista que he referido antes, está dispuesto a dejar que sea Rusia la que se encargue de la explotación del gas de Siria. A este respecto, el gobierno del presidente Bashar al Assad tendría avanzados memorándos de acuerdo con el de Putin.
En el caso del Líbano, haciendo uso de la prepotencia y el desacato que le es usual, Israel viene explotando el gas en las aguas territoriales de ese país pese a existir una demanda presentada por el gobierno libanés ante la ONU, haciendo valer su derecho sobre los yacimientos existentes.
Treguas, vuelos de inspección y mercenarismo
Así las cosas, «treguas» y «acuerdos» no son sino tácticas dilatorias para ganar tiempo y reajustar la ofensiva que conduzca a los propósitos de una estrategia que tiene en la mira los recursos energéticos de la región dentro de un proyecto de nuevo siglo sionista nutrido en un mito.
La «tregua» israelita no es sino la continuidad de una táctica que al igual que siempre, ahora también cuenta con la «ayuda» de los corruptos militares que ejercen el poder en Egipto, de los monarcas árabes que se niegan a perder su vida de placer y de lujo y, claro está, con el respaldo interesado de los aliados sionistas de Israel en la unión europea (UE) y la ofensiva bélica de la OTAN desde sus bases militares estratégicas y su poderío bélico desplazado en la Pentalasia.
Los «vuelos de inspección» norteamericanos y de sus socios occidentales son una invasión al espacio y territorio sirios y una violación a su soberanía e independencia heroicamente defendida hasta hoy, para reestructurar una ofensiva mayor. ¿Qué otro sentido podría tener «inspeccionar» las propias «aguas sucias» con que EEUU ha inundado Oriente Medio?
Particularmente en Siria, en un informe de junio 2014, publicado por Richard Barret, Vicepresidente Senior de Soufan Group, una compañía de inteligencia norteamericana con sede en Nueva York, se daba cuenta de que ya por entonces, «combatían» en Siria 12.000 terroristas extranjeros de 81 países y el número seguía creciendo. Dos mil quinientos de éstos, eran de países occidentales incluyendo la mayoría de los países miembros de la UE, EEUU, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Una gran mayoría eran árabes y habían sido «reclutados» por la alianza sionista y sus socios de las monarquías árabes. (http://soufangroup.com/foreign-fighters-in-syria).
Hoy, el número se ha incrementado. La propia canciller Angela Merkel declaró que al menos 400 alemanes son mercenarios que se encuentran en las filas del «Estado Islámico» que pretende derrocar el régimen legítimo de Bashar al Assad. La alianza sionista anglo-norteamericana-israelí sigue reclutando «voluntarios» en Pakistán, Indonesia, Sri Lanka y en los demás países donde los pobres extremos, los criminales, los drogadictos, los sidosos, y los contagiados con otras lacras y enfermedades, han encontrado en el mercenarismo una alternativa para acceder al dinero fácil y/o para acabar con sus vidas, asesinando hombres, mujeres y niños.
Los datos del informe Sufan Group y la continuidad del reclutamiento de mercenarios reflejan el nivel de implicación extranjera en los conflictos armados generados por la alianza sionista internacional bajo la conducción norteamericana con la venia de la ONU. El autodenominado «Estado Islámico» no es sino el aparato terrorista que utiliza la alianza nazi-sionista para su estrategia de dominio universal.
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