Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Nuestros mayores solían decir que si algo se parece a un pato, grazna como un pato y camina como un pato, entonces es un pato. Del mismo modo es posible decir que si un Estado actúa como un Estado fascista, legisla leyes fascistas, sus portavoces hablan con términos fascistas y parte de la población responde de una manera fascista, entonces es un Estado fascista.
Miri Regev, exportavoz del ejército israelí y miembro de la Knesset actual, llamó a los solicitantes de asilo africanos en Israel «cáncer» (Foto: Moshe Milner, Oficina de Prensa del Gobierno de Israel)
Durante muchos años he advertido contra el uso de la palabra «fascista» para definir al Estado de Israel. El régimen israelí es, ante todo, un régimen colonial, movido por la consideración colonial de excluir a la población nativa y adueñarse de sus tierras y su país. El uso del término fascismo sirvió para suavizar el carácter colonial del proyecto sionista y del estado de Israel.
No existe ninguna duda, por supuesto, de que el Estado sionista no ha perdido su esencia colonial, sino que al contrario se han profundizado todavía más las características que comparte con estados como Rhodesia, la Australia de los siglos XVIII y XIX y los Estados Unidos de la conquista del oeste. Sin embargo, Israel experimentó procesos que hoy justificadamente también lo definen como un Estado fascista. Al parecer los nietos de las víctimas del fascismo alemán y su proyecto de aniquilación de los judíos que vivían bajo su dominio supuestamente saben identificar las características fascistas que se desarrollaron como una enfermedad terminal durante la última década.
Como ejemplo de esos cambios tenemos el uso de la palabra «cáncer» respecto a un grupo de seres humanos. Miri Regev, miembro de la Knesset (Likud), usó recientemente esta palabra para definir a los refugiados africanos que buscan asilo en Israel. Nuestros ancestros fueron defin idos como «cáncer» por los nazis y aún hoy esta palabra está en el centro del discurso fascista internacional cuando se habla de los extranjeros… y judíos. Otra característica es el aumento de los pogromos: una turba, no sólo instigada por políticos de derecha, sino también por el discurso oficial y los medios de comunicación, que ataca violentamente a un grupo minoritario, bajo el lema ¡»muerte a…!» ¡Tan familiar para los que escucharon las historias de nuestros abuelos! Un ejemplo adicional del modus operandi fascista: la incitación de un grupo sin poder contra otro sin poder.
Un pogromo siempre conduce a la muerte y es sólo una cuestión de tiempo. El reloj ha comenzado a funcionar. El diputado Michael Ben Ari comenzó su trayectoria con los pogromos en el este de Jerusalén, bajo el lema «muerte a los árabes» y hoy está incitando lo mismo en el sur de Tel Aviv, bajo el lema «muerte a los sudaneses»… la mayoría de los cuales, por cierto, no son de Sudán, sino de Eritrea.
Sin embargo, el ataque fascista a los solicitantes de asilo tiene un aspecto adicional relacionado con la mayoría de nuestras historias personales y nacionales. El Estado de Israel se fundó como un Estado de asilo para cientos de miles de refugiados que huyeron de la persecución o que sobrevivieron al genocidio de Europa del Este. Esta posición del Estado en materia de asilo es lo que llevó a la decisión de 1947 de las Naciones Unidas, y es dudoso que la comunidad internacional hubiera dado su apoyo a la creación del Estado de Israel sin la existencia de los cientos de miles de personas desplazadas y sobrevivientes del proyecto nazi de destrucción. Quién mejor que nosotros, los nietos y bisnietos de aquéllos refugiados y sobrevivientes, para sentir empatía con los refugiados que escapan de la persecución o del hambre.
Pero el Estado de asilo se ha convertido en un Estado fascista en el que el discurso del poder de los derechos se ha reemplazado por completo y la empatía ha dado paso al odio a los extranjeros. Aquí tenemos una prueba más de que la experiencia de la persecución no conduce necesariamente a la empatía por otras personas perseguidas.
El jueves pasado, en la víspera de la festividad judía de Shavuot, menos de cincuenta personas se manifestaban frente a la residencia del Primer Ministro en Jerusalén, recordando a todos que la tradición judía está llena de mandamientos sobre el amor del extranjero. No sólo para tratar a alguien con dignidad, ¡sino con amor real! Sin embargo, una sociedad construida sobre el despojo de la población originaria y su expulsión, resulta dudoso que tenga la capacidad de sentir empatía hacia un refugiado de África y Miri Regev, es un ejemplo. Regev, más que cualquier otro miembro de la Knesset, incitó contra la parlamentaria Hanin Zoabi y pidió su expulsión del país tras la masacre perpetrada por la marina israelí en el barco turco Mavi Marmara en mayo de 2010. Hoy la misma mujer utiliza el lenguaje fascista contra los solicitantes de asilo procedentes de África. De hecho, el rostro de una generación es como la cara de sus dirigentes, y en estos días es mejor no mirarse en el espejo.
Fuente: http://www.alternativenews.org/english/index.php/news/opinion/4440-israel-its-called-fascism-.html