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España: Un pueblo inculto es un pueblo lúgubre

Fuentes: Rebelión

Que el dolor ajeno sea una de las drogas que más satisface a la sociedad española, es una de las verdades que constato en este viaje que acabo de hacer a la península. Ese sufrimiento que se lanza desde todas las emisoras de radio y televisión a los cuatro vientos, hacia los cuatro puntos cardinales, […]

Que el dolor ajeno sea una de las drogas que más satisface a la sociedad española, es una de las verdades que constato en este viaje que acabo de hacer a la península. Ese sufrimiento que se lanza desde todas las emisoras de radio y televisión a los cuatro vientos, hacia los cuatro puntos cardinales, como quien siembra trigo en el campo, proporciona el fruto idóneo e imprescindible para el capitalismo salvaje que los socialistas promueven, amparan y protegen: la enajenación colectiva de los ciudadanos. Con el mismo estoicismo, el personal contempla las salvajadas jurídicas que se producen en la Audiencia Nacional o Tribunal de Orden Público (versión pos franquista), como la del proceso 18/98, que sin duda es la aberración más flagrante que se ha cometido en los últimos años en eso que llaman «la España democrática«, derivada de la no menos inconstitucional Ley de partidos políticos, vergüenza y oprobio para cualquier letrado honesto que haya leído los libros de texto aun vigentes en la carrera de derecho.

El monarca, el presidente del Gobierno, la vicepresidenta, el ministro de justicia y la mayor parte de los colegios profesionales de abogados, aceptan tales barrabasadas sin que se les caigan las togas, corbatas y medallas por la vergüenza. Eso, y una patética ministra de Defensa, que no tiene ni pajolera idea de lo que pudiera ser la geoestrategia militar, posando muy embarazada ante banderas y fusiles (oh, qué imagen tan progresista), mientras miraba con cara de pasmo a las tropas de mercenarios que Zapatero mantiene en Afganistán, porque lo de Irak ya no estaba bien visto, dan no sólo miedo, sino risa. El mayor espectáculo del mundo: un o una futuro vasallo de Juan Carlos de Borbón, escuchando desde su placenta la nada placentera retahila de himnos y cánticos espantosos (lo llaman música militar sabiendo que si es lo segundo, no puede ser lo primero) animando a los asalariados del Cetme a que «combatan por la paz«, sabiendo que esas mesnadas están allí únicamente para proteger los intereses económicos de multinacionales norteamericanas y europeas. Así las cosas, todo el entramado de Falsimedia, en manos de esas mismas empresas, gigantescas e imparables, desarrollan una estrategia brutal de dolor a la carta con el que acallar cualquier atisbo de rebelión e insurgencia. El semanario El Caso, es la clave del éxito.

Diariamente, todas las ediciones y noticieros juegan a convertirse en aquella publicación franquista. Y en verdad, lo hacen de maravilla. Además de mostrar la indiferencia ciudadana ante la anciana tumbada en la calle, con un cartel sobre su falda que dice «Déme algo para comer«, o del joven demacrado que vive en la miseria sus últimos meses con el Sida; además de las decenas de hombres y mujeres de distintas edades, vagando por plazas y bulevares pidiendo limosna y metadona, porque no pueden satisfacer su mono de heroína, mientras los transeúntes se apartan de ellos con recelo no disimulado, por miedo a que saquen del bolsillo una jeringuilla y les amenacen de contagio, pinchándoles en cualquier parte de la piel; además de la exhibición con pelos y señales de crímenes y raptos, chantajes y asesinatos, que juegan a la captación de audiencia lanzando más miseria y dolor que el canal vecino; además de contemplar a un padre destrozando trípodes y cámaras, cuando los buitres de una cadena trataban de entrevistarle porque aquel había sido acusado de violar a su hija de 10 años; además de los últimos degüellos de mujeres a manos de sus ex maridos o compañeros; además de presentar a una madre que, tras dar a luz sufre un proceso de depresión y mata a su hija de cinco meses; además de 26 policías locales de la localidad madrileña de Coslada, con su sheriff Ginés al frente, extorsionando desde hacía diez años a las prostitutas rumanas, dominicanas, rusas, españolas, a las dueñas y dueñas de restaurantes y bares allí emplazados, sin que el alcalde socialista de la villa se atreviera a iniciar una simple investigación; además de la presencia de Zoe Valdés en una Feria del Libro en Andalucía (bendecida por las autoridades del PSOE); además del millón de victimas birmanas provocadas por el último ciclón (entre muertos, heridos y desaparecidos) de lo que se culpa a «la dictadura«; además de los continuos ataques a comunistas, a ANV, a Izquierda Castellana, a Venezuela, Cuba, Irán o China; además del grito desenfrenado en las calles, donde los conductores juegan a ser Silvester Stallone, amenazando de muerte al que no puso a tiempo el intermitente; además del insulto brutal, en el que la madre del presunto despistado siempre es prostituta; además de la agresividad de los continuos anuncios y spots televisivos, en los que el sexo y la violencia son subliminalmente parte fundamental del mensaje; además de soportar el rostro sonriente de un presentador que anuncia la existencia en España de casi un millón de analfabetos; además de la torpeza de los editores y periodistas, presentadores y profesionales de la mentira, hurgando en las heridas de los famosos y sus familias; además de las 300.000 diligencias, sumarios, expedientes, que duermen en las estanterías de los centenares de juzgados españoles, ante la indiferencia del ministro del ramo (uno más en la defensa de la aplicación de leyes que no resistirían el menor análisis profesional ante la corte de La Haya); además de las torturas y malos tratos en muchas de las comisarías, cuartelillos y dependencias varias; además de la no aplicación de la ley penal, además de la violación en sesión continua del habeas corpus, además de todas esas toneladas de sufrimiento indudable, expuesto como inmensa valla promocional, a pesar de todo y mucho más, una buena parte de los habitantes de estas tierras disfrutan del espectáculo, sin apercibirse del terrible daño que están sufriendo a su vez, porque la costra que se ha formado en su cerebro es de tal tamaño, que parecen vacunados contra la solidaridad, la protesta, la defensa de la legalidad deseada pero inexistente, la injusticia flagrante, la pobreza y miseria moral que se ha instalado definitivamente en su spanish way of life.

A esta España del siglo XXI le basta y sobra con ese chute de dolor ajeno diario, de mentiras y sangre, de manipulación y violencia. La infelicidad de los demás es su propia dicha. Es la victoria de la democracia franquista, el resultado de una transición hacia un estado, no de derecho, sino de derechas, que es muy diferente. Los cómicos que salieron a las calles en bandada, hace más de seis años, para intentar detener la invasión contra Irak, resulta que ya no lucen el No a la Guerra, sobres sus prendas. Pero las bombas y torturas continúan. Manipulados por el PSOE (aunque muchos eran conscientes de ello), se propusieron echar a Aznar. Con eso se daban por satisfechos, La muerte de miles de víctimas fue una pantalla hábilmente colocada por las familias fieles a Felipe González (que aún no ha sido procesado), Alfonso Guerra, Javier Solana (que debería responder por crímenes de guerra y genocidio) y otros demócratas blandos, para los que el poder es mucho más importante que la ética, asignatura ya casi olvidada en el noventa por ciento del primer mundo.

En bares, cafeterías, despachos, autobuses y metro, trenes y calles, no se habla de la crisis económica que se avecina, del proyecto Bolonia con el que las empresas y sus directivos decidirán, por encima de Claustros y Decanos, qué carreras y qué alumnos deben proclamarse como únicos y necesarios en las universidades, o de las muertes inútiles de miles de seres inocentes en el planeta, de proyectos como el Alba, del acoso a Evo Morales, de la sinrazón de una monarquía como la de Juan Carlos de Borbón, de la degradación de las libertades públicas, del franquismo que aún impera, de la impunidad de los fascistas, de los crímenes de las bandas neo nazis, etc.. Ese chute de dolor ajeno en la televisión, de mentiras y sangre, de manipulación y violencia, de las miserias de los famosos, la infelicidad de los demás, es su propia dicha. Es la victoria de esta democracia, el resultado de una transición hacia un estado, no de derecho, sino de derechas, que es muy diferente

Parafraseando aquella certera frase de Martí: «Un pueblo culto es un pueblo libre«, afirmo rotundamente que Cuba, el país en el que afortunadamente trabajo y vivo, que muestra con pasión y humildad el mayor porcentaje de universitarios y lectores de América, el país que destina más médicos y educadores a los pueblos que lo precisan, es el más libre de cuantos se encuentran en el continente, y que España, la puerta de Europa para miles de toneladas de Cocaína, COPE, Heroína, El País, Éxtasis, La Razón, Crack, RTVE, Ultraderechistas, El Mundo, Comisión Episcopal, ABC y otras drogas letales, es un pueblo inculto; y por tanto, un pueblo lúgubre que sonríe estúpidamente en medio de su ignorancia. España va muy bien.