Traducción para Rebelión de Loles Oliván
Resulta bastante fácil ver a una mujer desnuda. De hecho, aparecen mujeres desnudas con una simple búsqueda en Internet, en una galería de arte, en un programa de televisión o en el cine. Las formas femeninas semi-desnudas y atractivas están incluso más omnipresentes. Esas imágenes nos miran desde las vallas publicitarias, los vídeos musicales y los anuncios de televisión pidiéndonos con su carne y sus expresiones de «fóllame» que compremos más y más cosas. Sí, las imágenes de mujeres desnudas y / o semi-desnudas están por todas partes, incluso en el mundo árabe. Están destinadas a ser consumidas. Sin embargo, la imagen desnuda de una estudiante universitaria de veinte años que contempla una cámara automática con las piernas abiertas ha incitado amenazas de muerte hace unas semanas en El Cairo. Después de que Magda Alia al-Mahdy hiciera circular su foto en su blog, tanto los conservadores como los liberales la atacaron por su inmoralidad. Si los islamistas y otros grupos socio-políticos conservadores han llegado a llamarla «diablo», la izquierda liberal la ha repudiado públicamente indicando que no aceptan «ateos» en su movimiento. En privado, muchos militantes egipcios situados a la izquierda de la izquierda afirman que Alia ha cometido un delito estratégico que podría hacer que el movimiento por los derechos de la mujer retrocediera años, si no décadas. Aunque esta última afirmación puede ser verdad, me gustaría plantear qué es exactamente lo que hace que el autorretrato de Alia sea tan amenazante no sólo para la estructura moral de una sociedad mayoritariamente musulmana, sino también para aquello para lo que los cuerpos femeninos resultan un escenario de control político y de consumo capitalista.
La idea de que en Egipto los cuerpos femeninos son sagrados y que de alguna manera están «protegidos» de la sexualidad manifiesta es falsa. Contrariamente a lo que muchos detractores de Alia y muchos comentaristas del mundo árabe han afirmado, los cuerpos femeninos son desde hace tiempo un escenario de lucha, interrogatorio, acoso y mercantilización en toda la región. En particular, El Cairo es famoso por ser la capital árabe a la cabeza de públicos pellizcos en el culo, metidas de mano al pecho y frotamientos de cuerpo. El hecho es que una mujer (cubierta o sin cubrir) no puede caminar por una calle concurrida de El Cairo ni tomar un autobús público sin esperar -y por ello, sin dejar de protegerse en todo momento- el acoso sexual. En los últimos meses, mujeres que participaban en las protestas de la plaza Tahrir han sido sometidas a «pruebas de virginidad» por la junta militar. «Pruebas de virginidad» que se practican según el antiguo método de insertar dos dedos (de soldados) en la vagina de cada mujer.
Esas mujeres fueron violadas con el fin de determinar si habían tenido relaciones sexuales consentidas. Por supuesto, la verdadera cuestión de esos test de virginidad no es ver si alguien es realmente virgen. La cuestión es humillar y amenazar; y demostrar y reafirmar el control sobre un cuerpo, y a través de ese cuerpo individual, sobre el cuerpo público y sobre la noción de «moral pública». La cuestión es aterrorizar, y el objetivo del terrorismo es siempre el de infundir miedo (y esperar que ese miedo incite al autocontrol) en la población civil. El sexo, como el terrorismo, ha sido utilizado en Abu-Ghraib, en Guantánamo, en el Iraq de Sadam Husein, en Libia, en la República Democrática del Congo, en Argentina, y en el Afganistán ocupado por Estados Unidos. Cuando se trata de cuerpos femeninos y de cuerpos que no responden a un género normalizado, la violación física es común no sólo en las celdas policiales del mundo árabe sino en las cárceles de todo el mundo. Estas violaciones son siempre públicas (incluso en su insidiosa forma del secreto a voces) porque la cuestión es demostrar la impunidad con que el poder extranjero y local puede violar los cuerpos de los ciudadanos.
Por supuesto, el cuerpo femenino no es sólo un escenario de control político y de regulación de la moral pública patriarcal. Es asimismo el principal vehículo para ganar dinero. La cabalgata horizontal y vertical de imágenes visuales y de señalización omnipresentes en toda la ciudad habrá dejado maravillado a quien haya estado en El Cairo. En El Cairo y en Beirut, la hermana pequeña con complejo de Napoleón, la exhibición pública del cuerpo femenino sexualizado aparece en todas partes. Mujeres en varios grados de desnudez se contornean y posan en carteles de cine, anuncios y campañas publicitarias de estrellas del pop femenino.
De lo que se trata con esas imágenes es de excitar al espectador. Dicho de manera más cruda: se espera que con esas imágenes el espectador / consumidor piense en el sexo y/o acerca de lo que significa ser «sexy». La tendencia es aún más extrema en los vídeos musicales, donde mujeres en diferentes grados de desnudez se escabullen de arriba abajo, giran alrededor de barras y se rocían con agua como si se tratara de una manera sexy de simular un ahogo. Los tres vídeos que se muestran aquí (*) son representativos de cómo en muchos de esos materiales no está claro cuál es exactamente el producto: si la música o el cuerpo. Dos de los vídeos están interpretados por cantantes no egipcios «cantando» con acento egipcio, lo que indica que tales vídeos y su música triunfarán o se hundirán dependiendo de cómo «funcionen» en el mercado egipcio, el más importante del mundo árabe.
Antes de que condenemos o alabemos la decisión de Alia de hacerse una foto desnuda y distribuirla, por revolucionaria o antirrevolucionaria, debemos entender el contexto en el que hizo su declaración. No es un contexto al que le resulte ajena la desnudez de la figura femenina, y no es un contexto donde la gente no habla de sexo. De hecho, el sexo está en el vértice de mucha de la ansiedad pública y de la política del gobierno. No es sorprendente dado que en momentos de gran agitación social buena parte de la ansiedad pública por el cambio político se libra en el terreno de los roles sexuales y de género. Pero lo que sí sorprende es que la decisión de una mujer adulta de hacerse una foto a sí misma desnuda y de publicarla en su blog haya creado más controversia en todo el espectro político que el hecho de que los soldados egipcios practicaran «pruebas de virginidad» con los dedos sobre y dentro de manifestantes femeninas. Es menos sorprendente que una foto que pretende desafiar y no excitar al espectador, haya inspirado más rabia que los carteles de películas que muestran a una mujer desnuda intentando escapar de las garras estratégicamente situadas de un hombre presentado como un posible violador.
En su blog, Magda Alia publicó este comentario a pie de su ya famosa foto:
Poned a prueba a las modelos de los artistas que posaron desnudas para las escuelas de arte hasta comienzos de los años 70, esconded los libros de arte y destruid las estatuas desnudas de la antigüedad, y luego desnudaos y poneos delante de un espejo y quemad vuestros cuerpos que despreciáis para deshaceros por siempre de vuestros complejos sexuales, antes de dirigir vuestra humillación y chauvinismo y de atreveros a intentar negar mi libertad de expresión.
La foto de Alia no sigue las reglas del juego, y es por ello que tanto liberales como islamistas le han condenado. No se ha «esperado» a que llegue el «momento adecuado» para plantear derechos corporales y derechos sexuales en el Egipto post-Mubarak. No se está portando bien con las estructuras del poder patriarcal egipcio. No espera su turno. Su boca no está abierta ni pone morritos. Su pecho no es voluminoso. Sus ojos no tienen ni hambre ni miedo. No lleva zapatos de tacón de aguja. Su vagina está al descubierto. No vende nada y no trata de excitarnos. Su uso de las medias de rejilla bien parece una crítica al tópico de la seducción como mercancía. Su desnudez no tiene que ver con el sexo sino que pretende vigorizar el diálogo sobre la política del sexo y las desiguales formas en que se articula a través del género, del capital y del control. Nos mira fijamente para que nos atrevamos a mirarla y a no darle la espalda. Para que nos atrevamos a mantener ese debate.
(*) Vídeos:
http://www.jadaliyya.com/
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Fuente: http://www.jadaliyya.com/