Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
En un movimiento inesperado, el presidente palestino Mahmud Abbas y quienes le apoyan han dimitido del comité ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Abbas intenta convocar al Consejo Nacional Palestino (CPN) -un órgano que lleva más de 40 años sin reunirse- a fin de elegir un nuevo comité ejecutivo.
Así pues, aunque abundan los rumores acerca de las amenazas apenas veladas de Abbas de retirarse de la política, es más probable que estas medidas representen un intento del presidente palestino de reforzar su dominio sobre el comité ejecutivo. Pero, ¿qué le motiva a hacerlo si no se está enfrentando a desafío real alguno desde el interior de la OLP? Al parecer, Abbas podría estar tratando de liquidar a los enemigos que le quedan en el comité ejecutivo antes de colocar a la OLP en confrontación directa con Hamas.
Lo verdaderamente chocante de todo esto es que es el mismo presidente quien se ha alienado casi totalmente a sí mismo del debate nacional palestino. Cada vez parece menos interesado en conseguir que la causa nacional avance, ya sea mediante negociaciones o a través de la lucha popular. Su única preocupación es asegurarse su puesto presidencial mediante maniobras burocráticas dentro de las principales instituciones de la OLP.
La crisis dentro del liderazgo nacional palestino es, de hecho, la imagen especular de la crisis dentro del mismo movimiento Fatah. Fatah es la fuerza que ha estado dirigiendo la lucha nacional palestina y la OLP desde finales de la década de 1960. No hay prueba más clara del veloz declive de Fatah y de su pérdida de dirección que la ausencia de un liderazgo eficaz en la OLP y en la Autoridad Palestina (AP). La ineptitud de Fatah ha creado un vacío que tendrá que llenar una fuerza política alternativa, ni siquiera Hamas, a pesar de ocupar una posición mucho más destacada en el movimiento de resistencia nacional que la de Fatah.
El ascenso y caída de Fatah representa uno de los episodios más significativos en la historia de la lucha palestina del pasado siglo. Las opiniones sobre los orígenes de Fatah pueden diferir, pero no hay duda de que el movimiento, que fue fundado por un puñado de personas de la intelligentsia palestina, pasó sus primeros años en los márgenes de la arena política árabe y palestina.
A finales de la década de 1950 y hasta la derrota de 1967, el discurso nacionalista árabe, con su narrativa nasserista, dominó el mundo árabe, incluida la diáspora palestina. Sin embargo, los fundadores de Fatah no dudaron a la hora de contradecir la visión nasserista y elaborar una contranarrativa.
Cuando los nacionalistas árabes, dirigidos por los nasseristas, afirmaron que la unidad árabe era un requisito previo de la liberación de Palestina, los fundadores de Fatah insistieron en que la lucha por Palestina representaba la senda más corta hacia el renacimiento y unidad árabes. Enfrentados a los conflictos ideológicos que dividieron a la intelligentsia palestina, los fundadores de Fatah dijeron que los palestinos estaban viviendo un período de liberación nacional cuya única agenda debería ser la lucha por la liberación de Palestina.
Fatah apoyó sus palabras con acciones y siguió adelante empezando una modesta campaña armada en 1965. Sin embargo, fue la derrota de junio de 1967 la que proporcionó a Fatah la oportunidad de demostrar la credibilidad de su opción. A final, y a pesar de algunas exageraciones, la resistencia armada palestina jugó un papel principal a la hora de aliviar la pesada carga de la derrota de 1967 en el mundo árabe. Además de ese extremo, la lucha palestina dirigida por Fatah contribuyó a la reconstrucción de la identidad nacional palestina, que había sufrido una fragmentación política y social como consecuencia de la Nakba [catástrofe] de 1948.
A los pocos meses de la derrota de 1967, Fatah, que había estado proscrito y perseguido por las agencias de seguridad árabes, demostró ser de importancia vital para los regímenes árabes oficiales desde Egipto a Siria, a Arabia Saudí y a Argelia. Gracias a este manifiesto apoyo oficial de los Estados árabes y al respaldo de la mayor parte de los palestinos, Fatah se hizo cargo de la OLP y de sus diversas instituciones. Siguió adelante e incluso llevó a cabo enmiendas fundamentales en la Carta Nacional de la OLP. De alguna manera, ya fuera por su visión política o su eficacia organizativa, Fatah proporcionó la infraestructura para el consenso nacional palestino.
Sin embargo, ese consenso iba pronto a hacerse añicos, empezando con la adopción por la OLP del programa de diez puntos a mediados de la década de 1970. Este no es el formato adecuado para profundizar sobre los contextos árabe e internacional que obligaron a Fatah y a la OLP a abrazar la idea de una autoridad nacional palestina que después se convertiría en el proyecto de un Estado palestino, por encima de cualquier territorio palestino liberada. A partir de ese momento, el liderazgo nacional palestino inició un largo viaje que le llevó por la guerra civil libanesa, la invasión israelí de 1982 que acabó en la expulsión de la OLP del Líbano, las secuelas de la I Guerra del Golfo, el lanzamiento de las conversaciones secretas de Oslo y, finalmente, la firma del Acuerdo de Oslo en 1993.
Se dice en ocasiones, y creo que de forma acertada, que el Acuerdo de Oslo fue el resultado natural del proyecto de la Autoridad Palestina de mediados de los setenta. Pero lo más importante es que dicho Acuerdo y el establecimiento de una Autoridad Palestina representaron un cambio importante, algo alejado de hecho de la historia del movimiento nacional palestino. Si tal cambio lo llevaron a cabo o no los dirigentes de la OLP, la realidad es que la AP ha transformado un gran segmento de cuadros del movimiento nacional en una burocracia centrada en las materias de seguridad que les sitúa en alianza con la ocupación israelí, sembrando las semillas de una guerra civil palestina en Cisjordania y la Franja de Gaza, una guerra que en estos momentos sigue causando estragos.
Con el colapso del consenso nacional y con la decisión de Fatah -junto la mayor parte de sus aliados dentro de la OLP- de cambiar el rumbo, las fuerzas islámicas se convirtieron en la vanguardia del movimiento de liberación nacional palestino.
El primer levantamiento [intifada] palestino marcó el comienzo del ascenso de los islamistas palestinos. Sin embargo, el equilibrio de poderes en la arena nacional palestina no se inclinó a favor de los islamistas hasta el segundo levantamiento palestino y sus consecuencias.
A pesar de la política de represión y persecución adoptada por las agencias de seguridad de la AP durante la década de 1990, los islamistas consiguieron reforzar sus posiciones dentro de la sociedad palestina. Hamas surgió pronto como fuerza preeminente de la resistencia palestina, ya fuera dentro de Cisjordania y la Franja de Gaza o en la diáspora.
Sin embargo, ni los islamistas ni ninguna otra fuerza política han conseguido aportar el marco consensual de referencia para la lucha palestina, no sólo en términos de objetivos y programas sino también en términos de las capacidades que incluyan y atraigan la simpatía y apoyo de la mayoría de los palestinos. Desde luego, una de las razones de esta situación ha sido el trasfondo ideológico islámico de Hamas. La otra razón puede atribuirse al hecho de que ninguna fuerza política ha conseguido nunca dirigir el movimiento nacional palestino sin el apoyo y consentimiento oficial árabe.
El problema es que la división palestina, y el retraso en la resolución de la cuestión del liderazgo, va sencillamente a posibilitar diversos fiascos, como la convocatoria del Consejo Nacional Palestino sin otra razón que la de satisfacer el deseo de Abbas de reforzar su dominio sobre el liderazgo de la OLP, y que eso se repita una y otra vez mientras la causa palestina va cuesta abajo y sin frenos.
Bashir Nafi es un destacado investigador del Centro de Estudios de Al Jazeera.
Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/waiting-godot-leader-palestinian-national-movement-1236750871