La Administración estadounidense tiene la firme convicción, resultado de su propia lógica política o bien por sugerencia rusa, de que aceptar la permanencia de Bashar al-Asad en el poder le permitirá en el futuro influir en sus decisiones, y alejarlo gradualmente de su aliado iraní. Un pensamiento tan ingenuo y corto de miras a la […]
La Administración estadounidense tiene la firme convicción, resultado de su propia lógica política o bien por sugerencia rusa, de que aceptar la permanencia de Bashar al-Asad en el poder le permitirá en el futuro influir en sus decisiones, y alejarlo gradualmente de su aliado iraní. Un pensamiento tan ingenuo y corto de miras a la hora de comprender las realidades políticas en Oriente Medio y comprender sus triquiñuelas se refleja en la continua coordinación entre EEUU y Rusia en lo que a Siria se refiere. Y ello a pesar de la tensión entre ambos países debido a la cuestión de la injerencia en las elecciones estadounidenses y las sanciones mutuas.
Sin embargo, se trata de una coordinación que parece claramente ir en beneficio del interés de Moscú, que sabe lo que quiere y se prepara para ello con diligencia. Eso es lo que reflejan las declaraciones de ambas partes sobre la situación en Idleb, que los rusos ya habían incluido en la lista de zonas «de reducción de tensiones» antes de empezar a hablar de la dificultad de su implementación. EEUU les acompañó confirmando que dicha provincia septentrional se había convertido en «un refugio seguro» para Al-Qaeda en su nueva forma, Hay’at Tahrir al-Sham, después de haber sido Al-Nusra.
El zorro de la diplomacia rusa, Lavrov, declaró, tras extensas y detalladas negociaciones sobre Siria con su homólogo estadounidense Tillerson hace unos días en Manila que «el acuerdo sobre los parámetros de la zona de reducción de la escalada de violencia en Idleb no es sencillo». Dichas declaraciones vinieron a confirmar las emitidas por el enviado especial de EEUU a la Coalición Internacional contra Daesh, Brett H. McGurk, sobre la transformación de Idleb en una «zona segura para los terroristas de Al-Qaeda», acusando a Turquía de constituir «la única vía para que los combatientes de Al-Qaeda crucen a Siria», amén de ofrecerles «apoyo logístico».
Si bien es cierto que no se puede defender a Turquía, ni su papel en Siria, ni tampoco el recurso de sus servicios de inteligencia a todos los medios posibles para reforzar su influencia allí – incluyendo el tejido de relaciones sospechosas con los radicales y el uso de los refugiados para fines puramente políticos – , la posición estadounidense ignora la realidad de que Rusia, Irán y las fuerzas regulares sirias son las responsables en gran medida de que la situación en Idleb sea la que es. Son ellos quienes se han esforzado en animar a los combatientes opositores, y sobre todo los integristas de Al-Qaeda, a salir con sus armas de las zonas de «capitulaciones», y facilitarles el tránsito a Idleb.
El objetivo principal de dicha política era aumentar el número de radicales en la provincia, para que se enfrentaran al Ejército Sirio Libre y a las facciones moderadas. Y eso es justo lo que ha sucedido, dando lugar a enfrentamientos entre ambas partes que han terminado con la consagración del dominio de Al-Nusra de la mayor parte de la provincia, y del paso fronterizo con Turquía de Bab al-Hawa.
Sin embargo, ¿es lógico pensar que los EEUU no son conscientes de este truco? Claramente no. Sin embargo, parece que se han cobrado la compensación en otras zonas: la zona de «descenso de la tensión» en el sur (Daraa) y las zonas dominadas por las Fuerzas Democráticas Sirias kurdas en el norte. Ahora bien, la pregunta es: ¿puede EEUU garantizar que no se verán obligados posteriormente a renunciar a ellos una vez termine la batalla contra Daesh?
Está claro que EEUU «ha caído en la trampa» a sabiendas, pues la decisión de confiar en el Kremlin para planificar el futuro de Siria supone ignorar a conciencia muchos asuntos. En primer lugar, que Rusia no quiere ni desea compartir con nadie su influencia en este país, exceptuando las fuerzas iraníes que dominan de facto; en segundo lugar, que Asad no puede, aunque lo deseara, renunciar con facilidad a Irán solo por el hecho de que EEUU haya aceptado la propuesta rusa de que se mantenga en el poder.
La política estadounidense, por tanto, necesita corregir su dirección, pues no se puede garantizar ni a los rusos ni a Asad. Por su parte, sacar a Irán de Siria supone un enfrentamiento directo con ese país.
Puede que las acusaciones estadounidenses contra Turquía sean un mero intento de alejar a los turcos de la batalla de Idleb o de disuadirles de intervenir contra los kurdos en el norte de Siria, ahora que ha comenzado a desplegar sus fuerzas frente a las zonas en que se encuentran aquellos. No obstante, lo que es seguro es que la batalla de Idleb se está acercando más deprisa de lo que esperábamos y en ella no se hará distinción entre radical y moderado, ni entre armados y civiles, y puede que el ataque con armas químicas en Jan Sheijún fuera una simple muestra de aquello de lo que seremos testigos.
Publicado por Traducción por Siria