Habría que olvidar muchas cosas para ser ciegamente optimista en relación con este nuevo circo mediático llamado «proceso de paz». En primer lugar deberíamos obviar de todo análisis el currículum israelí, el presente político y el pasado más reciente de los negociadores. Los precedentes no son nada esperanzadores. Ni mucho menos. Empezando por Oslo y […]
Habría que olvidar muchas cosas para ser ciegamente optimista en relación con este nuevo circo mediático llamado «proceso de paz». En primer lugar deberíamos obviar de todo análisis el currículum israelí, el presente político y el pasado más reciente de los negociadores. Los precedentes no son nada esperanzadores. Ni mucho menos. Empezando por Oslo y terminado por la más reciente farsa de «Annapolis», todo lo que sonaba a «acuerdos de paz», si bien se repetía con artificial júbilo en Occidente, se tornaba en la práctica en auténtico despropósito y cruel endurecimiento de las condiciones de vida para los palestinos. Siempre que ha sonado la alegre cantinela de que los EE.UU «instan a las partes a sentarse a negociar», como si de dos partes equiparables en fuerza y responsabilidad se tratase, (siempre) se han incrementado las colonias (eso que llaman «asentamientos»), el arresto arbitrario e indiscriminado, el secuestro de ciudadanos palestinos, las confiscaciones de tierras, la represión de actividades políticas pacíficas (justo ahora el líder de las manifestaciones populares de Bi´lin ha sido sentenciado, sin ninguna garantía jurídica, por un tribunal militar israelí, mientras decenas de presos políticos, como Ameer Makhoul siguen esperando esperando un juicio justo). Basta remitirse a los hechos.
EL PRIMER FIASCO: LOS ACUERDOS DE OSLO.
El primer capítulo de este circo mediático, bien orquestado por la administración estadounidense y toda la infraestructura de relaciones públicas y márketing israelí (o influenciada por el lobby sionista, que no «judío»), es de todos bien conocido. En la Conferencia de Madrid, las resoluciones internacionales (las más importantes, la 181, la 194 y la 242) se sustituyeron por el vago principio de «territorios a cambio de paz» . Por si fuera poco, nada se comentaba del problema de la colonización, y, de hecho, los gobiernos israelíes en esos años incrementaron la construcción de colonias hasta unos niveles sin precedentes, aumentando el número de colonos en un 72% entre septiembre de 1993 y marzo de 2001 (Palestinian Centre For Human Rights. Welcome to Gaza. 2002) siendo 1999, con Ehud Barak, el año de mayor crecimiento, es decir, justo antes del estallido de la segunda intifada.
Mientras de cara al público se intentaba vender las supuestas virtudes y avances que los acuerdos de Oslo supondrían para los palestinos, en los territorios ocupados continuaba la opresión y la humillación en los chekpoints y centenares de hectáreas eran confiscadas para la construcción de nuevas colonias. Según el Applied Research Institute de Jerusalén, el 84% de la expansión colonial israelí total sobre Gaza y Cisjordania se produjo entre 1996 y 2001, es decir entre la puesta en marcha de los acuerdos tras Oslo y los inicios de la segunda Intifada.
Algo muy parecido parece ocurrir ahora, pues las declaraciones oficiales de Obama y Netanyahu no coinciden en absoluto con los hechos sobre el terreno: incremento de la limpieza étnica y la posterior colonización en Jerusalén Este (primero viene la demolición de casas palestinas en los barrios de Sheik Jarrah, Silwan y Beit Hanina, y luego la «judeización»-en realidad «sionización»-de dichas zonas), destrucción literal y absoluta de poblados nativos de beduinos en al-Naqab (al-Arakib es el más reciente y el valle del Jordán), represión violenta e ilegal de las manifestaciones pacíficas celebradas cada semana e incremento de la detención de activistas políticos, etc.
EL SEGUNDO ENGAÑO: «LA HOJA DE RUTA»
Entre 2001 y 2002 el llamado «Cuarteto» (EE. UU. U.E, la ONU y Rusia) elaboró un nuevo documento para la «paz», un insultante tocho de papeles en blanco para los palestinos, llamado «Hoja de ruta para una solución permanente al conflicto palestino-israelí basada en dos Estados«. Como no podía ser de otra forma, por los propios principios del documento y por la naturaleza expansionista del sionismo israelí y norteamericano, la «estafa de ruta» quedó pronto rezagada del verdadero transcurso de acontecimientos y ni siquiera se aplicaría. Y es que, como ocurría con Oslo, y como los israelíes pretenden ahora, las cuestiones más importantes no se deben tocar y, en todo caso, hay que dejarlas para el final (esa es la estrategia principal de Netanyahu: ganar tiempo mientras continúa la política de hechos consumados sobre el terreno expandiéndose sobre el poco suelo que le queda a los palestinos). No hay que olvidar que aquel plan, presentado como serio y además bondadoso para con los palestinos, achacaba las causas de la violencia principalmente a los palestinos de forma que sobre ellos se cargaba, en cada una de las distintas fases, la responsabilidad de avanzar: «sólo se alcanzará una solución a través del fin de la violencia y el terrorismo, cuando el pueblo palestino tenga una dirección que actúe contra el terror y tenga voluntad de construir una democracia activa basada en la tolerancia y la libertad..»; así comienza la primera fase que se titula: «acabar con el terror y la violencia, normalizar la vida palestina y construir las instituciones palestinas», como si la violencia fuese esencialmente palestina y como si no existiese una ocupación que la origina. Peor aún, el plan de paz obviaba, al igual que ocurre ahora, algo tan visible como el muro, del cual no se comenta nunca ni una sola palabra.
UNA FOTO LLAMADA ANNAPOLIS
En tercer lugar, para ser optimistas de cara a las nuevas «conversaciones de paz» habría que olvidar la foto de Annapolis. Un año después de la invasión y el bombardeo de Líbano (finalizado en victoria del grupo integrista de resistencia Hezballah), y unos meses antes de su marcha, Bush organizó una «fiesta de despedida» (como calificara un miembro de Hamas a dicha conferencia) para buscar más amparo en Irak y apoyo en el mundo árabe y para limpiar un poco su nefasta imagen de criminal y lamentable guerrero pseudocruzado de la cristiandad occidental. La conferencia se solventó con una vaga declaración de intenciones para «acabar con el derramamiento de sangre» y la «creación de dos Estados en convivencia». Un par de folios decorados de hipocresía y cinismo muy descontextualizados, que pronto acabaron en la papelera.
Parece que todos esos precedentes (en especial el de Anápolis) son reciclados ahora para presentar al mundo lo que en la práctica nunca se ha llevado a cabo: un «proceso de paz». El caso es que mientras suene esa alegre cantinela en el ámbito internacional, la mayoría de los líderes occidentales y, por supuesto, Netanyahu (junto a sus acólitos de la Liga Árabe), podrán encontrar respiro tras el ataque terrorista a la flotilla humanitaria Marimarva y mientras prosigue la limpieza étnica en Cisjordania y el castigo colectivo en Gaza con el bloqueo y los bombardeos, que han cesado tan sólo en escala.
¿MOTIVOS PARA LA ESPERANZA?
Aunque los precedentes inmediatos a estas nuevas «conversaciones de paz» y los hechos sobre el terreno inciten al pesimismo o, como mínimo, susciten dudas lógicas, podríamos intentar convencernos de la buena intención de los valedores ese nuevo episodio. No obstante, surgen aquí nuevas dudas. En primer lugar: ¿se pretende construir un Estado Palestino independiente, viable y soberano, en el 80% del 22% (Cisjordania y Gaza) del 100%(o del 44%, si nos ceñimos a la resolución 181 de 27 de noviembre de 1947) de su territorio original?
Pero no hemos de llegar tan lejos en este fácil razonamiento. Antes de alcanzar esa cuestión, las mismas condiciones de las negociaciones y sus interlocutores suscitan más pesimismo que otra cosa en relación con ese proceso. Principalmente destacaremos tres:
1-La ilegalidad del cargo de Abu Mazen y la falta de representatividad y de credibilidad del interlocutor palestino. «Ilegal» porque su mandato (también de nula legitimidad) expiró hace más de un año. No representativo de la sociedad palestina porque no ha sido votado, sino que, de hecho, fue ampliamente derrotado en las últimas elecciones. Y no tiene credibilidad en tanto ejecutó, hablando en términos literales, un Golpe de Estado en 2006 contra el gobierno de Hamas, fallido en Gaza e implacable en Cisjordania. Tampoco goza de popularidad ni de credibilidad por su colaboración en la represión de las propias protestas palestinas contra la ocupación, por su pasiva y tibia condena contra la masacre de Gaza en 2009 y por haber sido públicamente desde 2004, «el favorito» de Washington y Tel Aviv, como un personaje maleable, sin carisma, pasivo, y transigente. Un perfecto títere al estilo Mubarak egipcio.
2-La exclusión, una vez más, de Hamas, el Movimiento de resistencia islámica, con su partido político y su milicia, como ocurre con Hezbollah, insertado desde hace años sin dificultades en la vida política libanesa. (Hay que recordar que el Estado israelí también tiene su gobierno, integrista y ultranacionalista, y un brazo armado llamado IDF o Tsahal en sus siglas en hebreo). Mientras que en otros países, como por ejemplo en Turquía, el Islamismo moderado fue incluido en el terreno político con total normalidad, en Palestina Hamas no tuvo esa oportunidad a pesar de haber sido ampliamente refrendado por las urnas y a pesar de haber cumplido con los mínimos requisitos exigidos por el Estado israelí, aunque esto pocas veces se haya reconocido públicamente. Nos referimos a la tendencia del grupo en los últimos años de viraje hacia una posición más pragmática en el terreno político y hacia cierto realismo en la posición beligerante contra los israelíes.
Sobre todo tras la victoria electoral de 2006, el buró político del grupo adopta mayoritariamente un discurso oficial mucho más moderado y cauteloso y en numerosas ocasiones ( incluso desde años antes de las elecciones) acepta, tanto explícita como implícitamente, la existencia de Un Estado israelí en las fronteras de 1949, es decir las de la llamada «línea verde», que es la única reconocida oficialmente por la Comunidad Internacional y la que se exige en la famosa resolución 242 (para más detalle y citas clave, véase el artículo de Ignacio Álvarez-Ossorio, «La Hoja de Ruta de Hamas: del Irredentismo a la Realpolitik», en Scripta Nova, Vol, XII, núm 270 (10), 1 de agosto de 2008).
En nuestra opinión, continuar con el bloqueo y con la exlusión de Hamas de las negociaciones es una negligente estrategia que condena al fracaso las conversaciones directas y que condena a Hamas a involucionar hacia posturas más radicales ante la ausencia de cobertura occidental, quien sabe si a vertientes salafistas más radicales.
3-La división del gobierno israelí entre ultraderechistas e integristas radicales. Esta división se ha puesto de manifiesto recientemente entre el ministro Netanyahu y el ministro de exteriores, Liebernman, de Israel Beitenu, quien afirmó que su partido «no será parte de un proceso en el que Israel se rinda a las demandas palestinas y continúe la congelación». Si bien el proceso ni siquiera atiende seriamente las pocas demandas palestinas (básicamente el cese de construcción de colonias, que han continuado ,este verano, aunque a un ritmo inferior, de forma implacable a costa de más tierra palestina) y no continúa con la «congelación» (ni siquiera se habla del desmantelamiento total de las más 120 colonias, todas ilegales, que hay disgregadas por toda Cisjordania, y sobre Jerusalén Este), Liebernman deja claro sus postulados de maximalismo territorial a costa de la población nativa palestina, y constata la radicalización sionista de la clase política israelí.
CONCLUSIÓN.
En suma, para quien escribe, son pocas las esperanzas de éxito de unas «conversaciones de paz» en el citado contexto, con los mencionados interlocutores, y mientras el pueblo palestino no tenga voz y voto en su devenir. Los palestinos entraron en escena realmente de forma activa y unida en el conflicto en 1987 durante la Primera Intifada.
En nuestra opinión, sólo un contexto similar, de unificación del pueblo frente a la estrategia de «divide y vencerás» ideada por Washington y Tel Aviv y ejecutada desde la muerte (¿asesinato?) de Arafat en 2004 por israelíes y la Autoridad Palestina; de rebeldía y levantamiento frente a la ocupación, para transmitir al mundo entero la naturaleza del sionismo en Palestina, puede tener éxito. Las manifestaciones semanales en Hebrón, al Ma´asara, al-Walajeh, Bi´lin, Ni´nil, Sheik Jarrah, Wadi-Rahal, etc, donde participan palestinos, israelíes e internacionales, hechos aislados, como el conato de alzamiento popular la pasada semana en el barrio de Silwan, y la incipiente actividad de los activistas anti sionistas israelíes son los únicos granos de arena importantes y hechos esperanzadores de cara a la resolución del conflicto y la consecución de una paz justa.
Antonio Basallote Marín es máster en RR.II y doctorando en «Interculturalidad y Mundo Árabe-Islámico».
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