Traducido para Rebelión por LB
Hasta tal punto damos por sentadas las pretensiones de superioridad moral de los judíos que nos volvemos cegatos para ver lo que tenemos delante de nuestros propios ojos. Es simplemente inconcebible que los judíos, las víctimas arquetípicas, puedan perpetrar actos malvados. Sin embargo, el Estado de Israel practica su propia y extremadamente violenta modalidad de apartheid contra la población nativa palestina.
La virulenta ofensiva desatada por el establishment judío usamericano contra el ex presidente Jimmy Carter tiene como causa el hecho de que se atreviera a proclamar una verdad conocida por todos: con la ayuda de su ejército, el Gobierno de Israel está practicando una brutal forma de apartheid en el territorio que ocupa. El ejército israelí ha convertido cada aldea y ciudad palestina en un campo de prisioneros encerrado dentro de una valla o sujeto a bloqueo. Todo ello con el objeto de tener controlados los movimientos de la población palestina y hacerle la vida más difícil. Israel llega incluso al extremo de imponer el toque de queda total cada vez que los colonos judíos, que han usurpado ilegalmente las tierras de los palestinos, celebran sus festividades o realizan sus desfiles.
Por si todo eso fuera poco, los generales israelíes al mando en la región no cesan de dictar todo tipo de órdenes, regulaciones, instrucciones y normas (no lo olvidemos: son los señores del país). A estas alturas han requisado más tierras para construir carreteras «sólo para judíos». Carreteras maravillosas, carreteras anchas, carreteras excelentemente pavimentadas y brillantemente iluminadas de noche, pero todas ellas construidas en tierras robadas. Cuando un palestino conduce por esas carreteras los israelíes le confiscan el vehículo y lo despachan a pie.
En una ocasión fui testigo un encuentro de ese tipo entre un conductor palestino y un soldado israelí que estaba anotando datos antes de proceder a confiscar el vehículo y despachar al conductor. «¿Por qué?«, le pregunté al soldado. «Es una orden. Esta es una carretera sólo para judíos«, respondió. Le pregunté dónde estaba la señal que lo indicara y que advirtiera a los conductores no judíos de que no la utilizaran. Su respuesta me dejó estupefacta: «Saberlo es responsabilidad de ellos, y, además, ¿qué quiere usted que hagamos? ¿Que pongamos una señal aquí para que venga un reportero antisemita, le saque una foto y le diga al mundo que Israel practica el apartheid?».
Ciertamente, Israel practica el apartheid. Y nuestro ejército no es «el ejército más moral del mundo», como nos dicen sus comandantes. Baste con decir que cada ciudad y cada aldea palestinas se han convertido en un centro de detención cuyas entradas y salidas los israelíes han cerrado a cal y canto, aislando las poblaciones palestinas de las arterias de comunicación. Y como si no fuera bastante que los israelíes no permitan a los palestinos viajar en su propia tierra por carreteras construidas «sólo para judíos», al actual Comando Central se le ha ocurrido asestar otro golpe más a los nativos en su propio país mediante una «ingeniosa propuesta».
Ahora ni siquiera los activistas humanitarios están autorizados a transportar a palestinos.
El Mayor general Naveh, célebre por su descollante patriotismo, ha emitido una nueva orden que entra en vigor el 19 de enero y que prohíbe transportar a palestinos sin un permiso. La orden establece que los israelíes no pueden transportar a palestinos en un vehículo israelí (es decir, registrado en Israel, con independencia del tipo de matrícula que lleve) a menos que dispongan de un permiso expreso para hacerlo. El permiso debe tenerlo tanto el chófer como el pasajero palestino. Por supuesto, nada de esto se aplica a aquellos palestinos de cuyo trabajo se benefician los colonos judíos. Ellos y sus empleadores recibirán naturalmente los permisos necesarios para que puedan seguir sirviendo a los colonos, los señores del lugar.
¿Erró el hombre de paz que es el presidente Carter al concluir que Israel está creando un sistema de apartheid? ¿Exageró? ¿Acaso los líderes de la comunidad judía usamericana no reconocen la Convención Internacional para la Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial del 7 de marzo de 1966, de la cual Israel es signataria? ¿Desconocen acaso los judíos usamericanos que desataron la estridente e insultante campaña contra Carter por supuesta difamación del carácter de Israel y de su naturaleza democrática y humana la Convención Internacional para la Erradicación y Castigo del Crimen de Apartheid del 30 de noviembre de 1973? En dicho texto se define el apartheid como un crimen internacional que comprende, entre otras prácticas, el uso de diferentes instrumentos legales para gobernar sobre diferentes grupos raciales, despojando así a la gente de sus derechos humanos. ¿Acaso no es la libertad de movimientos uno de esos derechos?
En el pasado, los líderes de la comunidad judía usamericana estaban muy familiarizados con el significado de esas Convenciones. Sin embargo, por alguna razón, hoy están convencidos de que a Israel le asiste el derecho de contravenirlas. Es correcto matar a civiles, a mujeres y a niños, a ancianos y a padres con sus hijos, deliberadamente o de otra forma, sin aceptar ninguna responsabilidad por tales actos. Es lícito robar a la gente sus tierras, destruir sus cosechas y enjaularlos como animales de zoo. A partir de ahora los israelíes y los voluntarios de las organizaciones humanitarias tienen prohibido, por ejemplo, ayudar a una mujer parturienta trasladándola al hospital. Los voluntarios de [el grupo israelí de defensa de derechos humanos ] Yesh Din ya no podrán trasladar al cuartel de la policía a un palestino a quien hayan robado y apaleado para que presente allí una denuncia (los cuarteles de la policía están situados en el corazón de las colonias judías). ¿Hay alguien que piense que eso no es apartheid?
Jimmy Carter no necesita que yo defienda su reputación, mancillada por los funcionarios de la comunidad israelófila. El problema es que el amor a Israel de éstos perturba su juicio y les impide ver aquello que tienen delante de sus ojos. Israel es una potencia ocupante que lleva 40 años oprimiendo a una población nativa a la que asiste el derecho a llevar una existencia soberana e independiente conviviendo pacíficamente con nosotros. Deberíamos recordar que también nosotros recurrimos al terror y a la violencia para luchar contra el dominio extranjero porque queríamos tener nuestro propio Estado. Y la lista de las víctimas del terror es harto larga y extensa.
Nos limitamos a negar los derechos humanos del pueblo palestino. No solamente les robamos su libertad, su tierra y su agua. Aplicamos castigos colectivos a millones de personas e incluso, presos de un frenesí de venganza, destruimos el suministro eléctrico de un millón y medio de personas. Los dejamos «sentarse en la oscuridad» y «morir de hambre».
Los empleados palestinos no cobran su salario porque Israel retiene 91 millones de euros que pertenecen a los palestinos. Y después de todo eso seguimos siendo «puros como la nieve». No existen tachas morales que empañen nuestra acciones. No hay separación racial. No hay apartheid. Es solo una invención de los enemigos de Israel. ¡Hurra por nuestros hermanos y hermanas de USA! Apreciamos sinceramente vuestra devoción. Nos habéis quitado de encima una mancha muy desagradable.
Ahora ya puede florecer una nueva primavera en nuestro caminar mientras nosotros continuamos abusando a nuestras anchas del pueblo palestino, ayudados por «el ejército más moral del mundo».
Shulamit Aloni fue Ministra de Educación israelí. Ha recibido el Premio Israel y el galardón de Derechos Humanos Emil Grunzweig concedido por la Asociación de Derechos Humanos de Israel.
Texto original: http://www.counterpunch.org/aloni01082007.html