La fotografía de hombres y mujeres detenidos en la víspera de Navidad en Diyarbakir y en otras muchas ciudades kurdas habla por sí misma: en fila y esposados. Son alcaldes, concejales locales, democráticamente elegidos por el pueblo. Son activistas de los derechos humanos, abogados, sindicalistas. Son ex diputados… Son hombres y mujeres kurdas que el […]
La fotografía de hombres y mujeres detenidos en la víspera de Navidad en Diyarbakir y en otras muchas ciudades kurdas habla por sí misma: en fila y esposados.
Son alcaldes, concejales locales, democráticamente elegidos por el pueblo. Son activistas de los derechos humanos, abogados, sindicalistas. Son ex diputados… Son hombres y mujeres kurdas que el Gobierno, y aún más «el Estado» turco no tolera.
No los quiere porque son hombres y mujeres que quieren la paz. Pero no se limitan a pedirla, la practican, o intentan hacerlo, entre una detención y otra, entre una estancia en la cárcel y otra, entre un juicio y otro. Son hombres y mujeres para los que practicar la paz significa trabajar cada día por una solución negociada para un conflicto que ensangrienta Turquía desde decenios. Hacer y construir la paz significa proponer, continuar hablando de solución, de diálogo, aún cuando la única respuesta que llega desde los poderes fácticos, sean los ligados al Estado -que tiene una cara publica y una oculta-, sean los ligados al Gobierno actual -islámico moderado, guiado por un premier, Recep Tyyip Erdogan, que hasta ahora se ha demostrando incapaz (y quizás tampoco lo quiere)- de poner al orden del día la cuestión kurda. Lo que significa la cuestión de un tercio de la población de Turquía. Tantos son los kurdos, que no piden un nuevo Estado sino ser reconocidos como ciudadanos a la par, con los mismos derechos de los otros.
Estas detenciones son otra acción de guerra que el Estado -tanto en su vertiente pública como oculta- y el Gobierno de AKP han desatado contra los kurdos, contra quienes los representan y que han sido legal y democráticamente votados.
Una guerra que, ciertamente, no ha comenzado ayer. El Ejército maniobra, en la sombra y a la luz del día, la política en Turquía: tres golpes de Estado en sesenta años son la prueba. Y hay más. Ejército significa, muchas veces, poderes secretos del Estado, y Turquía no es capaz de librarse de esos poderes. A pesar de los esfuerzos de la sociedad civil.
A Europa todos estos esfuerzos no le importan, estando mas preocupada de buscar un acuerdo, sea como sea, que le permita decir que todo va bien, que los derechos humanos son (más o menos) respetados y así, pues, se pueda volcar en este nuevo importante mercado… la puerta con Oriente, con Asia.
Escribimos aquí la larga lista de hombre y mujeres de los que ha sido confirmada la detención: 23 entre alcaldes (como el alcalde de Sur), activistas para los derechos humanos (como por ejemplo el presidente de la asociación de los derechos humanos de Diyarbakir, Muharrem Erbey), y otros concejales: Hatip Dicle, Firat Anli, Abdullah Demirbas, Zülküf Karatekin, Ali Simsek, Nejdet Atalay, Aydin Budak, Muharem Erbey, Ferhan Türk, Etem Sahin, Leyla Güven, Emrullah Cin, Hüseyin Kalkan, Abdullah Akengin, Yasar Sari, Nadir Bingöl, Cebrail Kurt, Fethi Süvari, Ramazan Debe, Abbas Çelik, Ahmet Makas, Kazim Kurt, Takibe Turgay.
Un largo listado de nombres. Para nosotros un listado de amigos y amigas que desde hace años luchan para una Turquía en la que kurdos y turcos puedan vivir en paz, una paz justa y duradera, en donde los derechos sean reconocidos para todos. En donde no existan ciudadanos de primera y de segunda.
A todos ellos y a cuantos en Turquía luchan para la democracia y la paz, nuestra solidaridad.
Orsola Casagrande. Talkingpeace