Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Estados Unidos ha desvelado sus opciones y preferencias respecto a Siria diciendo no al pueblo sirio y sí a Bashar al-Asad; no a Arabia Saudí y a Turquía y sí a Rusia e Irán. El juego de naciones y potencias apoya la injusticia en Siria. La prioridad es combatir el terrorismo, según ellos lo definen, con una solución política como la que está preparándose en los acuerdos Kerry-Lavrov; que nadie se pregunte de dónde surge el extremismo, porque esos acuerdos están sentando las bases para el nuevo terrorismo del período posterior al Daesh.
El 23 de enero, EEUU borró todo lo que sus autoridades habían dicho con anterioridad, incluido Barack Obama, acerca de que el régimen de Damasco había perdido su legitimidad y que Asad debía dimitir y que no había futuro para él como presidente. Incluso tachó la declaración de Ginebra, que ya no existe, como rusos e iraníes querían. EEUU se desprendió de los misterios y engaños que rodeaban los comunicados de Viena y sucumbió a las interpretaciones rusas de la resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU. La supuesta solución política, según los diktats de Kerry a la oposición, se basa en lo que el régimen, sus partidarios y la tolerante y «domesticada» oposición quieren, y en lo que quieren iraníes y rusos. Ese fue el resultado final de la operación de Viena que coincidió con las declaraciones que sugerían que EEUU todavía difería de Rusia en la salida de Asad, pero el encuentro de Kerry con la oposición en Riad mostró que EEUU y Rusia habían finalmente acordado que es «el pueblo sirio quien debe marcharse».
Así pues, no hay solución alguna en absoluto excepto un llamamiento a la rendición que costará más vidas y más destrucción. Lo que Kerry está proponiendo a la oposición es la amenaza de una toma del poder militar ante la cual EEUU no intervendrá ni ayudará a hacer frente. La no implicación estadounidense será su aprobación tácita. No había diplomacia en su discurso sino más bien el contundente anuncio de que EEUU se había decidido por un golpe contra el pueblo sirio sin garantizarle nada. Por tanto, no va a haber una transición política, ni un gobierno de transición, ni un gobierno con plenos poderes, ni se va a culpar ni pedir responsabilidades al régimen si las negociaciones fracasan y sin apoyos para la oposición tanto si está presente en las negociaciones como si no. Todas las notas anteriores no constituyen condiciones previas, según el secretario de estado estadounidense, que acordó con su homólogo ruso negociaciones sin condiciones previas. No podía haber introducción más extraña ni más brutal para unas negociaciones que pretenden poner fin a un conflicto sangriento como la acordada en Ginebra sobre Siria.
Para quienes en la etapa posterior al acuerdo nuclear todavía se preguntaban si Irán iba a cambiar, hay una respuesta muy clara: EEUU ha cambiado, ha cambiado hasta el punto de mostrar un rostro mucho más terrible que el que enseñaba durante la era de su guerra de Vietnam. Hizo todo lo que cabía esperarse de él, y todas las dudas que sus aliados y amigos tenían sobre sus posiciones se han hecho realidad: EEUU no fue nunca amigo del pueblo sirio, ha estado engañándolo todo el tiempo. Les utilizaba como eslogan para negociar con los rusos. Carecía de estrategia, por eso adoptó la estrategia de Moscú. Lo hizo tras el escándalo de las armas químicas, y lo repitió y volvió a hacerlo a pesar del boicot. De hecho, violó de repente ese boicot al emplazar el papel ruso hasta el punto de convertirlo en una intervención directa, como si fuera el adjunto de EEUU en Siria.
En los meses anteriores a las reuniones de Viena, Washington permaneció en silencio y dejó que rusos e iraníes se enfrentaran a sus crisis por su cuenta. Cuando intervino fue para ayudarles, no para oponerse. Rusos e iraníes se centraron en reorientar la misión del enviado de la ONU Staffan de Mistura, con EEUU ignorando el hecho de que Mistura ya a se había decidido a favor del régimen, Rusia e Irán; y que no se siente cómodo con lo que escucha en Riad, Ankara o Doha. Cuando Obama expresó su opinión, burlándose de la oposición, era consciente de que Mistura iba a cambiar la composición de la oposición, que fue fácilmente aceptada por Rusia e Irán en las negociaciones, dependiendo de las largas conversaciones que mantuvo la primavera pasada en Ginebra con comités y personalidades sirios. Esas conversaciones les hubieran llevado a considerar que la así llamada oposición era una parte muy pequeña del conflicto si no hubiera sido por las facciones combatientes que estaban en aquel momento tomando zonas originalmente bajo control del régimen, y a que cualquier negociación debía incluir una gama más amplia de «oposición» a la ofrecida por la coalición o el comité de coordinación.
Por tanto, los rusos insistieron en los ataques aéreos contra los grupos de oposición, no sólo contra Daesh. Se suponía que iban a tener en cuenta lo que significaba para los representantes de estas facciones estar presente en la conferencia de Riad, donde expresaron su voluntad de tomar parte en una solución política y también expresaron el deseo de los países que les apoyaban para que el conflicto terminara de forma pacífica. El asesinato de Zahran Alosh, destacado comandante de Jaishul Islam, y otros asesinatos que siguieron a la conferencia y que continuaron incluso cuando se estaba emitiendo la resolución 2254, demostraron que los rusos querían provocar a la oposición militar a Asad y empujarla para que se retirara de cualquier negociación; esto dejaría a la oposición política sola y débil y susceptible de recibir presiones, ya fuera a través de Mistura o de las condiciones rusas, que Kerry subrayó contaban con la aprobación estadounidense.
Desde el principio, Rusia, Irán y el régimen sirio decidieron que no había lugar para la lógica en la crisis, y los juegos puestos en marcha justo ahora están poniendo en peligro las negociaciones; es como si en Viena el conflicto se hubiera internacionalizado aún más y después el Consejo de Seguridad de la ONU no mostrara interés en hacer avanzar las cosas sino sólo en mantener el statu quo bajo la tiranía de Asad. De hecho, la oposición consideró las maniobras rusas como una receta clara para una manipulación anticipada de la cuestión de la transición política con el objetivo de fracturar a los delegados de la oposición o inventar una oposición alternativa que llevara a negociaciones tripartitas; o incluso conversaciones bilaterales entre una verdadera oposición, por un lado, y el régimen y su «moderada» oposición, por el otro. Se cree que la intención de los rusos era sabotear las negociaciones desde el principio, al saber que EEUU no iba a ejercer presiones en nombre de la oposición sino que haría cualquier cosa para satisfacer a Moscú, ya sea con el pretexto de combatir a Daesh o cualquier otra cosa que revelara las verdaderas intenciones de Washington.
Ahora está quedando muy claro que el análisis de la oposición sobre las posiciones de Rusia era ingenuo y que estaban apostando a que EEUU se mantuviera firme, pero siempre había alguien que decía: «Espera a ver los acuerdos ruso-estadounidenses», una dura advertencia de que había un cabo suelto que aparecería finalmente en un punto crítico. Ese punto fue la inminente fecha de las negociaciones. A lo largo de las semanas anteriores, posiblemente Moscú no fue capaz de actuar de esa manera, ir contra la resolución 2254 y perpetrar al mismo tiempo masacres contra los civiles en las zonas controladas por la oposición en Siria y encargarse completamente de los asedios y bombas de barril sin que mediara objeción alguna por parte de EEUU. Esta falta de intervención estadounidense se basa en los acuerdos que las dos partes estaban pergeñando. Nunca hubo diferencia real alguna en las posiciones de Washington y Moscú hacia las facciones en lucha, ni tampoco diferenciación alguna entre grupos moderados y terroristas. Sus posiciones eran en ocasiones casi idénticas, porque ambos utilizaban el hambre para presionar al pueblo y obtener concesiones de la oposición siria incluso antes de que se iniciaran las negociaciones.
En virtud de esos acuerdos, esa fue la misión de Kerry, advertir a la oposición que su única oportunidad de jugar y perder en Ginebra podría llevarles a perder aún más si se dejaban llevar por las emociones y desactivaban las negociaciones. A la oposición se le comunicó que incorporarse a las negociaciones era el menor de dos males y así tendrían una oportunidad de expresar sus opiniones y hablar acerca de sus visiones y necesidades, y que sólo su presencia podía obligar al régimen a estar presente en unas negociaciones que teme y que ha eludido siempre. Se les dijo que sólo en ese caso podría Washington ayudarles, pero que si boicoteaban las negociaciones, estarían haciéndole un favor al régimen y pondrían fin a cualquier papel estadounidense que pudiera suavizar la gravedad de las actuales condiciones.
A los palestinos se les dijo exactamente lo mismo para conseguir llevarlos a negociar, y así lo hicieron aunque estaban seguros de que los estadounidenses iban a defraudarles, y eso fue exactamente lo que sucedió. Sin embargo, qué amargo es, aunque cierto, que los pueblos rodeados de injusticia por todas partes no puedan permitirse perder ninguna oportunidad de mejorar las cosas, aunque esté obviamente claro que no se trata más que de una ilusión.
Abdul Wahab Badrakhan es un periodista libanes que escribe cada semana para el periódico londinense Al-Hayat, entre otras publicaciones árabes. Ha trabajado con anterioridad en el periódico Annahar (Beirut) y en la revista Annahar Arabic&International (París). Actualmente trabaja en dos libros, el primero es sobre los motivos que han hecho que jóvenes árabes vayan a Afganistán. El segundo está dedica a las políticas árabes de contraterrorismo, empezando con los ataques del 11-S 2011 y cubriendo las guerras posteriores.
Fuente: https://www.middleeastmonitor.com/articles/americas/23762-america-decides-the-syrian-people-must-leave-not-assad
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