Tengo 52 años. Nací en Buenos Aires y fui educado como sionista para ir a luchar por Israel a los 18 años: fui herido en combate. En el hospital me hice preguntas y reflexioné: podemos convivir con los árabes si renunciamos al gran Israel. He fundado una ONG que reconstruye las casas árabes demolidas por […]
Tengo 52 años. Nací en Buenos Aires y fui educado como sionista para ir a luchar por Israel a los 18 años: fui herido en combate. En el hospital me hice preguntas y reflexioné: podemos convivir con los árabes si renunciamos al gran Israel. He fundado una ONG que reconstruye las casas árabes demolidas por los bulldozers israelíes
-Mi padre fue un superviviente del holocausto que escapó de la Polonia ocupada. Era un sionista convencido y me educó en Argentina en la convicción de que el Estado de Israel era el sueño más justo de este mundo.
-¿Y qué hizo usted por convertirlo en real?
-Me fui a Israel a los 18 años y poco después me alisté en el ejército, el Tsahal. Mis padres se reunieron conmigo unos años después cuando mi hermano tuvo que irse de Argentina huyendo de la dictadura.
-¿En qué arma se enroló?
-Infantería. Teníamos una doble misión como tropas de choque y como constructores de asentamientos judíos en territorio ocupado. Yo participé con mis propias manos en la construcción del de Netzarim.
-¿Ahora lo derribaría con sus manos?
-Sin duda, pero entonces yo era un combatiente convencido y fui herido en la guerra del Yom Kippur, en octubre de 1973. Yo era artillero en un carro de combate y sufrimos un impacto de un mortero enemigo.
-¿Heridas graves?
-Lo suficiente para hospitalizarme durante meses. Fue ese internamiento el que cambió mi vida.
-¿Cómo?
-En el hospital veía cada día madres que perdían hijos, hijos que perdían brazos, piernas, ojos… Y empecé a preguntarme: «¿Es necesario todo este sufrimiento?»
-Buena pregunta.
-Recuerdo que desobedecí al doctor y me arrastré hasta las urnas para votar a Sharon. Pero a la vuelta, las dudas me asaltaron de nuevo y pensé: «¿Tiene sentido tanto sufrimiento judío y árabe sólo para llevar a cabo el delirio expansionista del gran Israel?»
-¿Por qué pensó usted por su cuenta si sólo era un soldado?
-Por eso al pensar mucho dejé de ser soldado. Pero aun con esa decisión ya tomada tuve que quedarme un año más en el ejército.
-Y esa mili supongo que se le hizo larga.
-Cuando te pones a pensar, se hace eterna. Me arrestaron tres veces. Recuerdo que en una ocasión por la Pascua dieron la amnistía a todos menos a mí. Dejaron a un desgraciado de guardia sólo para mí y pactamos que yo me iría a casa y él también y que yo volvería el día antes del fin de la Pascua y me encerraría a mí mismo en el calabozo.
-¿Cumplió usted?
-Por supuesto. Nos dimos un gran abrazo al volver a hacer de carcelero y preso. Fue un alivio dejar las armas y matricularme en la Universidad de Jerusalén.
-¿Encontró allí afinidades intelectuales?
-Estudié con Ilan Pappe, el motor de la Nueva Historia de Israel.
-Ha sido huésped de «la contra».
-…Y fundamos Peace Now. Pensábamos que el sionismo ya había conseguido su objetivo, un Estado judío. Ya era el momento de convivir con los árabes.
-¿Paz por territorios?
-No. Debemos devolver los territorios sin condiciones y entonces estamos seguros de que llegará la paz.
-¿No son ustedes un poco ingenuos?
-Trabajo con los árabes y le aseguro que confío en ellos como en mis compatriotas.
-¿No le llaman traidor sus compatriotas?
-Sí. Mi hijo ha sufrido acoso en el colegio, pero está de mi lado. La causa lo merece.
-¿Qué causa?
-La democracia en Israel. Es una farsa mientras no incluya también a los árabes.
-Hay árabes que ponen bombas.
-De eso me acusan a mí: de connivencia con los terroristas. Es un absurdo paranoico. El sionismo que manda mantiene su plan expansionista y degrada la democracia no sólo para los árabes, sino también para todos los israelíes. Vivimos una farsa como el apartheid en Sudáfrica. Con el fin de combatir ese apartheid israelí fundamos Meretz, alternativa de izquierdas por la paz y la integración.
-¿Cómo les fue?
-En Jerusalén, mi ciudad, conseguimos tres concejales de los 21. Intentamos evitar la limpieza étnica en la ciudad.
-¿Cómo?
-La policía a menudo confisca las cédulas de identidad a los palestinos, primer paso para expulsarlos. Yo les daba, como concejal, cartas que acreditaban su vecindad.
-Supongo que su iniciativa molestó.
-La prensa me acusó de amparar terroristas y mi hijo fue acosado en el colegio.
-¿Resistieron ustedes?
-Sí, pero el alcalde no nos pagaba y yo tenía que alimentar a mi familia. Tuve que abandonar el Ayuntamiento de Jerusalén.
-¿A qué se dedicó entonces?
-Fundamos el Comité Israelí contra la Demolición de las Casas. Tratamos de detener la limpieza étnica con la que las autoridades israelíes expulsan familias palestinas de Jerusalén. Ellos las derriban y nosotros las reconstruimos. El año pasado derribaron 152 viviendas palestinas.
-¿Con el bulldozer?
-Sí, y nosotros vamos al día siguiente y sobre los escombros volvemos a edificar.
-¿Y ellos no vuelven?
-Sí, pero nosotros también: la de Salim Shawamre la reconstruimos cinco veces.
-¿Quién financia su trabajo?
-La Unión Europea nos ayuda.
-¿Quién se cansará antes: los demoledores o ustedes?
-A ellos se les acaba el presupuesto antes.
-¿Los palestinos se fían de ustedes, judíos?
-En las últimas elecciones palestinas, varios candidatos nos pidieron que les acompañáramos en campaña. Creo que eso quiere decir que reconocen nuestro trabajo.
http://www.pazahora.net/articulos/Estamos%20frenando%20la%20limpieza%20étnica.htm