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Cimafunk hace furor entre los jóvenes cubanos, y donde quiera que se presenta

«Esto es música cubana y te la voy a entregar viva, ¡viva!»

Fuentes: OnCuba

Su música es de todas partes, y suena cubana. Aquí el Dr. Cimafunk abre su consulta, porque «lo que tú tienes no se quita con pastillas».

Mis viejos amigos me llaman El manta. Son los amigos de cuando empecé en la trova, y mis socios del Pre, cuando hice algo de reggaetón. Yo daba mucha muela. Envolvía a los profesores para no hacer lo que había que hacer. Por eso me gané ese sobrenombre. Pero ahora soy Cimafunk.[1] O el Cima. O Erick, algunas veces.

Tengo un bolero preferido. Es «Debí llorar», interpretado por Freddy[2]. Me cuadra mucho, mucho. No veo ningún deporte, aunque sí inflé haciéndome el deportista. Practiqué atletismo, lucha greco y boxeo. Mi madre me dijo que primero tenía que estudiar y después que hiciera lo que yo quisiese.

Es verdad lo que dice la canción «La sandunguita»,[3] «si te da no se te quita», pero advierto: hay que ver qué sandunga le dio quién a quién. Yo estudié un par de años la carrera de Medicina, y la dejé por la Música.

Yo le canto a la felicidad. A un estado mental feliz, en el cual la gente pueda disfrutar de mi música. Y oírla haciendo lo que sea. Lo que cada quien decida hacer con mi música es un problema de cada quien. Si está bailando, o si está cocinando. Mi intención es que la gente se sienta bien, que goce.

Le tengo miedo a cualquier cosa que no sea hacer lo que me gusta y me impida tomarme el tiempo que me lleva hacer lo que me gusta. Yo he hecho un montón de cosas para comer y para vivir. No me refiero solo a la música, sino a trabajos manuales. No mataría a nadie para quitarle un pan. Siempre hay variantes para hacer las cosas.

A mis pacientes[4], les receto consulta sistemática. Mi terapia depende del padecimiento que tenga la persona. Se le ofrece terapia especializada. Hay para todo: hay vegetales y hay embutidos. Ello depende del padecimiento. ¿Qué será lo que tiene el negro?, ¿Y tú me lo preguntas? Pues habrá que preguntarle a ella. La que se hace la que no sabe, pero ahí sigue apareciendo.

El racismo, la conciencia

Me gusta hablar de mi abuela. Normalmente, no me preguntan por ella. Mi abuela, y lo siento así aún, está aquí, conmigo. Es como un faro futurista. Me pasan cosas que ella ya me había dicho que me iban a pasar. Me llega información supuestamente nueva, pero que ya ella me había dicho.

Mi abuela me educó de manera muy tradicional. Con mucho amor, y con normas de respeto y educación en la casa, de manera muy seria. Ella sufrió el racismo cuando pequeña. Vivía en un campo apartado y vivió la diferenciación racial. En aquel pueblo (en la provincia de Pinar del Río) existía esa barrera: «los prietos por aquí, los blancos por allá». Siempre tuvo ese trauma. Se esforzó al máximo porque todos sus hijos estudiaran. Tengo una tía cirujana, otro ingeniero, otra trabaja en salud pública. Todos estudiaron. A esa tía mía, la cirujana, algunos vecinos le decían: «¿cuándo tú has visto una negra estudiando para ser médico?». Toda la educación que recibió mi familia estuvo basada en la superación y el estudio. Y en la comunicación sutil, respetuosa.

Te soy sincero, a mí la sensibilidad sobre el racismo me llegó más por la historia que por haberlo vivido. Mi familia ocupaba casi un cuarto de la cuadra. Vivían tres tíos abuelos míos, cada uno con sus hijos. Algunos hijos de esos tíos abuelos se habían ido, pero otros seguían allí. Un tío abuelo tenía una carpintería. En la casa de mi abuelo vivían mis tíos, toda mi familia.

Mi familia siempre mereció respeto. Era, y es, una familia querida. Mi abuela falleció, pero mis tías abuelas que están vivas son gente igual respetada y querida. Todo el mundo va allí siempre. Recuerdo cómo la gente iba a hablar con mi abuela. Todos la conocían. Éramos niños muy educados. Si en casa había visitas de gente mayor, nunca entrábamos por la sala, dábamos la vuelta para entrar. Jamás interrumpimos una conversación de mayores.

Estoy hablando del campo, que a veces es un poco más conservador en el pensamiento. Seguramente, había manifestaciones de racismo, pero yo de niño no lo experimenté. Lo que yo recibí fue otra cosa: «esta gente son educadísimos. Son negros estudiados. Son negros inteligentes».

Al decir eso, ahora tú sabes que hay algo. Cuando eres mayor, te pones a analizar y ves que donde nosotros vivíamos había solo dos familias negras. El racismo se vivía como algo cultural. Lo que hay de racismo en zonas rurales de Cuba es algún tipo de «segregación» entre blancos y negros, pero como cultura formada por mucho tiempo.

Hasta ahora, lo que me quedó fue la historia vivida por mi abuela, lo que ella me contaba sobre ello. Su concepción. Lo noto más ahora cuando pienso cómo decía que «en esta casa no se puede hablar alto, para que los blancos no digan que estos negros son bulleros y chusmas». Se refería a los vecinos blancos de al lado. Esa concepción me fue entrando en la cabeza. Había un sufrimiento real. Ella lo vivió y lo llevó consigo. Su concepción la ayudó a transformar la experiencia para ayudarnos a nosotros. Nos trasmitió su sentimiento.

La mayoría de mis amigos eran blancos. Todo normal. Yo nunca sentí un brete con eso. Lo que me tocaba era tomar lo positivo. Asumirlo como identidad. Es bueno saber lo que pasó. Es bueno saber la historia, sobre todo la historia de mi gente. Cuando lo sabes, eres más consciente. Sé que hay casos y cosas, y llega un momento en el que debes tener conciencia de tu convicción, de tu derecho como humano.

El mercado: la croqueta y lo que está rico

Mucha gente hace un single y trata de venderlo. Luego hacen otro y otro más, y cuando tienen varios, si funcionan, hacen un disco y lo venden como tal. La cuestión es que el disco como producto en sí mismo perdió valor. Internet ha sido fundamental en la transformación. Ha provocado que el mercado funcione de otra manera.

Yo llegué a la conclusión que no me interesan los géneros. No quiero hacer un disco de funk o de rumba. Yo quiero hacer un disco de las canciones que me gustan, sean del género que sean. Las pongo juntas y se las regalo a la gente. En él está «Parar el tiempo», una balada-disco-funk. Está «Me voy», inspirado en el afropop nigeriano, con ritmo de conga y tumba’o de tres cubano, o «Ponte pa’ lo tuyo», que es funk con chachachá. Si confías en lo que estás haciendo, puedes hacer lo que quieras con tu música. Así la relación con el mercado es más flexible. Si la estás echando buena, te pueden decir «lo quiero todo». Eso está rico.

Antes, quizás la cosa era diferente. Te ponían en una «cajita» según el género, y así era como circulabas. Estaba la cajita del blues, la cajita del pop rock, la del funk, y así sucesivamente. Había que meterte en una cajita. Siento que ahora es diferente. Otra vez: Internet cambió este tema en profundidad. De hecho, yo estoy, hasta el momento, distribuyendo solo a través de plataformas digitales.

No me comparo con James Brown. Si yo estuviese a ese level, estuviese en otra esfera. Yo solo reciclo la música que ese genio y otros como él hicieron. Yo estoy cortando y pegando, y poniéndole un poquito de mí. No conocía eso que dice Leo Brower: «la tradición se rompe, pero cuesta trabajo». Imagínate tú. Apropiarse de una tradición es siempre reciclar. Pero yo busco a los originales, no a quienes han reciclado a los originales.

Me siento en la máquina y empiezo a trabajar los temas. Sin embargo, hasta el final, hasta que lo toco en vivo, no sé lo que va a dar el tema. Para tocarlo en vivo tengo que montarlo con la banda. Para montarlo con la banda tengo que escuchar lo que los músicos me dicen. Siempre escucho cuando ellos dicen «esto es lo que es». Y les digo: «si no te gusta lo que puse ahí, hazlo mejor».

En mis en vivo ningún tema se escucha igual que en el disco. El bajista y el guitarrista no tocan lo mismo que está grabado. El baterista menos que menos. Todo el mundo está haciendo su parte. Al final, no es responsabilidad solo mía. Estamos colaborando. No hay miedo, me cuadra la forma en que lo hacemos. Me da confianza. Me siento conforme con el tema cuando sé que me gusta. Ahí es que siento que puedo defenderlo. Entonces, es cuando el tema es verdad.

El mercado de la música es como todo en la vida. Si tú haces diferentes variedades de pan, lo llevas a la industria, lo industrializas, haces una trasnacional y empiezas a fabricar millones de toneladas de pan al día, la calidad no te quedará igual. Eso está claro. La calidad y la cantidad siempre tienen su brete.

El mercado está hoy en todas partes. Se vende de todo. Se vende el videoclip, el back ground, la voz a capella, los tenis del artista… Se ha vuelto una locura, pero es parte de la evolución de este campo. Es algo con lo que tienes que correr. Al final, es un negocio.

En varios sentidos, la forma en que está evolucionando el mercado de la música es también la forma en que está evolucionando el ser humano. Estamos evolucionando hacia la masificación, la superproducción, y hacia tratar siempre de tener más y más y más. No obstante, la cuestión es que incluso dentro del mercado hay cosas que sí, que te cuadran, que te gustan, que están muy ricas. Ahora la gente tiene más acceso a escuchar, a escoger la música que le gusta con mayor variedad. La cosa está en saber buscar.

A mí me gusta más lo que hicieron Brown, o Prince, que lo que hacía Michael Jackson, un gran fan de Brown. Y yo adoro a Michael, pero hay algo con James, o con Prince. Es lo que hacían en el en vivo lo que me cuadra a mí. Es una actitud distinta. Una suerte de posesión. A Brown, arriba del groove, no le importaba meterse 20 minutos en una canción, gritando, moviéndose, completamente poseído.

Brown hizo su carrera, hizo su dinero, pero no se metió en el mercado al modo en que lo hizo el pop. Michael es el pop. Y este es algo masivo, una música con sus parámetros fijos, que tienes que respetar, porque exige que mucha gente lo entienda y lo pueda seguir. Por eso, yo siempre le descargué más a James. Como músico me siento más identificado con ese estilo, con esa libertad, con la libertad del en vivo, con la libertad a la hora de escribir. Yo me paso tremendo tiempo escribiendo una canción.

Hoy el público que puedas alcanzar ya ni siquiera depende de tu música. Depende del poder de gestión que tengas, de la empresa de marketing con la que puedas contar, del level del que se asocie contigo. Todo se trata de gestión de información. Tú le puedes dar a la gente croqueta, y a la gente no le gusta la croqueta, pero tú le pones todos los días croqueta en un cartel y la gente termina comiendo croqueta.

No obstante, yo sí quiero llegarle a millones de personas. Yo quiero llegarle a todos los que pueda. Normal. Pero quiero hacerlo haciendo lo que me cuadra. Quiero vivir como vivo, y echarla como la echo. Yo estoy haciendo lo que quiero. No hay problema, necesariamente, entre las dos cosas. En el mercado hay espacio para muchas cosas. No se me va a subir para la cabeza lo que me dijo Fito Páez.[5] Me digo: «normal, veo (viejo)», pero sí está rico que haya dicho eso.

Cuba

De Cuba me enorgullece la gente, las personas, todas las personas, asere. Yo estoy enamorado, de corazón, de Cuba. En Francia, y en todos lados, todo está rico, pero hay un momento en el cual necesito regresar, estar en mi casa, con mi locura. Soy un fanático a esto, porque me alimenta. Me alimenta mucho.

También la misma gente me entristece de Cuba. De pronto pasan cosas entre cubanos, y se van lacerando cosas que no eran así, en el trato, con la ayuda. Cuando tú vas a Pinar del Río, a un pueblo de campo, en la casa que tú toques, te abren la puerta y te ofrecen almuerzo, te dan comida y te preguntan qué te hace falta. Ese es el sentir que encuentras. Fue chocante cuando vine para La Habana. Todo era más frío. Cuando sales a otros países, te das cuenta que es todavía más extrema esa situación. No me gusta cuando veo que hay gente que se empieza a transformar. Esa es una búsqueda en ti mismo hacia la soledad. Tú puedes tener 20 millones de dólares y si no puedes compartirlos, no te sirven de nada. Todo está en la gente, brother.

Respeto todo en materia de religión. Hace tiempo estuve en el cristianismo. Pero para mí el concepto de religión es divisorio. Crea drama, crea película. En ocasiones, se vuelve un business. Mucha gente está para ver quién hace la ofrenda más grande. Como negocio, es letal. Prefiero mantenerme cerca de lo que es el nombre de la religión, pero no de la institución creada en su nombre. Ahora, sé que la energía está ahí. Está ahí.

Estoy en desacuerdo con ciertas cosas que se hacen en nombre de la religión, como oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo. Yo no puedo decirle a nadie lo que puede hacer y lo que no. Cada cual que haga con su cuerpo lo que quiera. Para mí, esa oposición es una invasión de la libertad de los demás.

¿Afrocubano? La música de Cuba

Cuando tú oyes el tema «Me voy», lo que hacemos, cómo sonamos, sobre todo en los shows en vivo, puedes hacerte una idea de por qué le llamo funk afrocubano a lo que hago.

Durante el proceso de la esclavitud, culturas africanas fueron traídas a Cuba y experimentaron muchas transformaciones. Se mezclaron entre sí y con muchas otras cosas. Pero ahora yo estoy usando recursos que aquí no se transformaron, como un tipo de clave empleada hoy en África, por ejemplo, por Fela Kuti. Hablo de recursos nativos. Yo los uso como ellos lo usan allá. A veces lo mezclo más, o menos, pero estoy trabajando recursos que se usan en el África actual.

Empecé a hacer el disco Terapia en Francia. Allí, y en Europa en general, el afrobeat está pegado. En ese contexto, empezó a salir «Me voy». La idea del tema es que quedara más afrobeat. Pero se me salió lo cubano en la mezcla. Y me dije: «Candela, esto es lo que toca».

No entiendo nada sobre la pureza. Todo está mezclado. No hay que tenerle miedo a la mezcla. Bueno, cada quien le tiene miedo a lo que le tiene miedo, pero no es mi caso. Estoy estudiando acerca de qué ha cambiado en Cuba, qué es lo que no ha cambiado, o que ha cambiado menos. Hay muchas similitudes, pero cuando tú escuchas, con detenimiento, puedes ver diferencias que se conservan dentro de las mezclas.

No obstante, siempre me cuesta definir de dónde es esto, o de dónde es lo otro. Si lo pongo y me funciona, lo uso. Quizás haya excepciones, como cierta música clásica, pero tampoco estoy muy seguro. Todo vino de algún lugar y se fue esparciendo. Sobre todo, en Cuba, donde tenemos una transculturación increíble.

Tenemos una cantidad extraordinaria de géneros, de estilos de música, una cantidad increíble de maneras de tocar y de cantar. La música cubana es muy compleja, porque contiene mucha información. Eso lo ves cuando muestras música cubana a otros músicos del mundo y siempre te dicen algo como: «eso está muy complicado».

Mucha gente se queda arribita, en el soncito, en la clave, pero, brother, de ahí para allá, el son cubano es una locura. Te pones a buscar y lo que vino de África que se quedó más concientizado es la negritud, el underground, pero tiene una cantidad enorme de ritmos. Arsenio Rodríguez es un ejemplo. Lo que hacía ese bárbaro era una locura. Lo que hacía El Guayabero era una locura. El Benny, por favor. Y brincas para Freddy y ves que es otra cosa, y te dices «pero esta tipa qué cosa es». Es como Edith Piaf en versión negra.

La música cubana le puso la precisa a América y a Europa. Yo estoy haciendo música cubana. Y te la voy a entregar viva. ¡Viva, coño!

Notas:

[1] Cima, de cimarrón (negro esclavizado que huía al monte en busca de libertad) y funk (género musical que nació en los años 1960 cuando músicos, principalmente afroamericanos, fusionaron soul, jazz, ritmos latinos.

[2] Freddy o la Gorda Freddy fue el seudónimo artístico de la cantante cubana Fredesvinda García Valdés (Camagüey, Cuba, 1935-San Juan, Puerto Rico, 31 de julio de 1961). Algunos la llamaron «la Ella Fitzgerald cubana». Guillermo Cabrera Infante la inmortalizó como uno de sus personajes de la novela Tres tristes tigres. A pesar de su corta carrera artística, con una voz y presencia imponentes, dejó huella en la interpretación del bolero y la canción en Cuba.

[3] Tema interpretado por el músico cubano Isaac Delgado, con autoría de Alain Pérez.

[4] El tema «Paciente», de Cimafunk, está incluido en su álbum Terapia, 2017. Primer álbum «solo».

[5] En la clausura del Festival de Cine Pobre de Gibara (Cuba, 2018), el gran músico argentino invitó a Cimafunk a cantar con él «Yo vengo a ofrecer mi corazón», y dijo: «quiero invitar a este Dios negro americano, puede que sea una de las luces del futuro del continente, me impacta mucho su arte».

Fuente: http://oncubanews.com/cultura/musica/esto-es-musica-cubana-y-te-la-voy-a-entregar-viva-viva/?fbclid=IwAR31yQ7SwIZJpfh3bkPZo68OdZbesKchDxFMY0aetyIphp5CJzqRBW9st2s

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.