Después de los Acuerdos de Oslo, hace ya más de una década, se vivió la misma situación que está ocurriendo ahora: Los medios de comunicación trasladaban a la opinión pública occidental la idea de un horizonte de paz sin violencia aparente que parecía que se estaba encarrilando no se sabe en base a qué acuerdos […]
Después de los Acuerdos de Oslo, hace ya más de una década, se vivió la misma situación que está ocurriendo ahora: Los medios de comunicación trasladaban a la opinión pública occidental la idea de un horizonte de paz sin violencia aparente que parecía que se estaba encarrilando no se sabe en base a qué acuerdos definitivos y con ellos el fin del problema de Oriente Medio.
De hecho, se tildaba de catastrofistas y/o radicales a los que señalaban que la dinámica del proceso empezado en la Conferencia de Madrid, tras la primera Guerra del Golfo, era perversa para los intereses palestinos.
Esa apreciación se basaba no sólo en la forma, el no reconocimiento de los palestinos como entidad negociadora (subsumida en la delegación jordana), sino que las resoluciones de las Naciones Unidas eran la ‘base’ de las negociaciones asimétricas, las discusiones no eran sobre su aplicación.
Los Acuerdos de Oslo, realizados a espaldas de los negociadores oficiales como Adel Shafi, orillaba esas aplicaciones de las resoluciones de las NNUU: fronteras del 67, incluido Jerusalén Este; refugiados, recursos naturales como los hídricos, etc. A cambio de una autonomía para los palestinos parcial, controlada, fragmentada e insuficiente no se impedía -y por lo tanto, el Gobierno sionista de Israel lo interpretó a su conveniencia- la posibilidad de creación de nuevas colonias, expropiaciones, extracciones hídricas y la vigencia de las leyes coloniales, como la detención administrativa y, por supuesto, se mantuvo el rechazo de la responsabilidad israelí en el problema de los refugiados palestinos y se mantenía la ley del retorno (cualquier judío de cualquier parte del mundo puede obtener la nacionalidad israelí) y su aplicación consistente en proporcionar a cada inmigrante que aceptase los valores sionistas una vivienda en los Territorios Ocupados, parte del Gran Israel, violando las Convenciones de Ginebra y las propias Resoluciones de las Naciones Unidas tomadas como ‘base’ de negociación.
Es importante significar cómo se situaba (y se sigue haciendo) a los que señalaban esos ‘defectos’ como socavadores de la autoridad palestina (en ese momento liderada por Arafat) y se realizó una política sectaria por parte del gobierno palestino y sus antenas en las diferentes embajadas a los contrarios (incluyendo a los no violentos) a esos Acuerdos, tanto en el interior de Palestina, donde creció el clientelismo y nepotismo, como en el exterior. Ante una correlación de fuerzas militares, económicas y políticas desfavorable a la causa palestina, también se devaluó la capacidad de influir en la opinión pública y se cambió el discurso edulcorando la política cotidiana de hechos consumados israelí, por una continua política gestual encaminada a devaluar la crítica frontal con la esperanza, siempre infundada, de que al final se corregirían esas acciones y aquellas ausencias normativas. Las consecuencias de esa forma oficial de representación política palestina, difícilmente contrarrestadas por otras organizaciones palestinas o solidarias contrarias a los Acuerdos, tachadas de terroristas o radicales, exponenciadas por unos medios de comunicación dóciles al marketing de Occidente, fue que se rebajó la tensión solidaria e hizo, que aún más, la correlación de fuerzas, incluyendo posturas de los medios de comunicación, cargase hacia los palestinos la culpa de no aceptar lo que se les ofrecía generosamente, que no era la aplicación de las Resoluciones de las Naciones Unidas.
Mientras, la diplomacia internacional y los medios de comunicación, obviaban y ocultaban las nuevas colonias, los miles y miles de nuevos colonos, las expropiaciones de tierra, los arranques de olivos, las nuevas carreteras, la vigencia de las leyes asimétricas y de quién ejercía la violencia institucional, masiva y organizada. Todo por la búsqueda interesada en forjar en la opinión pública que la ‘paz’ estaba cerca y que los brotes de violencia palestina y, después la violencia la del iceberg, nunca la violencia institucional de la ocupación- de la represalia israelí había que limitarlos y tendencialmente, mientras el ‘proceso de paz’ continuase, se explicaba, se acabará la violencia de los sucesos, ocultando siempre la causa de la perenne ocupación:
- Ocupación con laboristas.
- Ocupación con el Likud.
- Ocupación con fundamentalistas sionistas religiosos.
- Ocupación sionista con el frente laico.
- Ocupación con el sionismo.
- Ocupación con apoyo europeo, estadounidense y occidental.
¿Cuándo se aplicará el Acuerdo Preferencial Israel-Unión Europea y estará vigente su artículo 2 del respeto a las normas de derecho? ¿Cuándo Estados Unidos querrá desvelar la tenencia de armas nucleares por parte de Israel y su rechazo a firmar el Tratado de no Proliferación Nuclear que implicaría cesar, según sus propias leyes, la entrega de generosas donaciones que permiten, entre otras cosas, mantener y profundizar la colonización? ¿Todos los países de la OTAN que apoyan las presiones contra Siria o Irán ejercerán esa coherencia con Israel?
El caso es que los medios occidentales, entre ellos las tribunas de los periódicos españoles, han aceptado el lenguaje de la mercadotecnia israelí y hemos pasado de calificar que desde la muerte de Arafat, el obstáculo para la paz, sin definirle como un interno preso en la Mukata durante varios años, se ha pasado a una ‘ventana de esperanza, etc.
Se pone en grandes titulares una decisión no ejecutada sobre el abandono de Gaza y la liberación de 500 presos, y se oculta que se trazan y se construyen más kilómetros de Muro confiscador, se siguen expropiando tierras y se arrancan olivos. Se mantienen las leyes administrativas de detención y toda la panoplia de leyes coloniales y de un Estado vocacionalmente racista.
Nadie repara la inconsistencia cuantitativa de proclamar unas indemnizaciones millonarias a ilegales ocupantes de Gaza que se les promete el traslado a nuevos asentamientos de ocupación en Cisjordania o la expropiación de las aldeas de palestinos con pasaporte israelí y que el monto de ellas, si fuera el método de cálculo para las indemnizaciones para los ilegales colonos de la Cisjordania ocupada sería inviable por más que Israel chantajease, como lo hace ahora, a los firmantes de la Hoja de Ruta. Es decir, otra fórmula de medir la política de hechos consumados de la ocupación en Cisjordania sería calcular el coste global de la desocupación con las indemnizaciones fijadas individualmente para los colonos de Gaza. Y, además, la amoralidad occidental, de aplaudir y apoyar esa forma supuesta de liquidar a los colonos sionistas cuando, con su complicidad, los derechos inalienables de los refugiados palestinos desde 1948 no han tenido resolución y asunción de responsabilidades por parte israelí.
¿Qué hay que hacer para evitar los errores de Oslo?
Ante esta situación de hechos consumados israelí, la doblez de los gobiernos occidentales y la experiencia sobrevenida sería deseable que tanto desde el mundo político palestino como desde el campo de la solidaridad no se repitiera la política gestual de magnificar la publicidad israelí y denigrar a los que señalan las hipocresías, cinismos y las políticas de hechos consumados israelíes y sus mentores.
Así, si el Ministro Moratinos quiere asociar Israel a la Unión Europea como cuasi asociado, se le tendrá que pedir cuentas y al partido que lo avale, responsabilidades. Si se acepta por parte parlamentaria una política exterior que sólo representa el apoyo por inercia de los hechos consumados israelíes habrá que reclamar a sus votantes que les llamen la atención y que, si es necesario, les repudien. Y está claro que para hacer una cosa y otra, el trabajo de sensibilización, denuncia y de transmisión de información a la opinión pública sigue siendo fundamental e imprescindible para que influya positivamente entre nuestros influenciables políticos que se dejan arrullar por los cantos de sirena de su corresponsabilidad occidentalista.
Para ello, cara a nuestro trabajo ante la opinión pública debemos rechazar mensajes edulcorados o que ahorren las críticas a los sionistas y a quienes les defienden. Debemos seguir editando materiales y lograr que su difusión llegue a todos los públicos.
Repetir que la violencia planificada, con medios, institucional de la ocupación es la responsable de la violencia débil de la resistencia y que ésta, mientras exista ocupación, es legítima.
Mantener y visualizar el problema de los refugiados de 1948, incluyendo a los palestinos con pasaporte israelí. No circunscribir a la Autoridad Palestina toda la legitimidad de poder cuando debe compartirla con la Organización de Liberación de Palestina, como legítimo representante del (conjunto) del pueblo palestino, independientemente de donde se encuentre en la diáspora.
Mantener la solidaridad económica y buscar los elementos jurídicos que hagan factible la persecución e indemnización de la posible futura destrucción israelí.