Traducido para Rebelión por LB
«La arqueología se ha convertido en un arma de desposesión«, afirmó recientemente el arqueólogo israelí Yonathan Mizrachi en una entrevista telefónica que nos concedió. Se refería al modo como la arqueología está siendo utilizada en Silwan, un barrio palestino de la parte antigua de Jerusalén donde los israelíes están llevando a cabo excavaciones arqueológicas en el marco de una campaña concertada para expulsar a los palestinos de su hogar ancestral.
Dicho esfuerzo está orquestado por una organización de colonos judíos llamada Elad, acrónimo hebreo que significa «a la ciudad de David». Durante varios años Elad ha utilizado múltiples fórmulas para expulsar de sus hogares a los palestinos de Jerusalén Este y reemplazarlos por colonos judíos. Al día de hoy existen en Silwan cerca de una docena de tales puestos de avanzada. Más aún, prácticamente todas las zonas verdes del abarrotado vecindario han sido transformadas en nuevos sitios arqueológicos que han sido vallados y rodeados de vigilantes armados. En dos de esos nuevos sitios arqueológicos los colonos judíos ya han construido casas.
Aunque la balanza de poder se inclina claramente a favor de los colonos judíos, los vecinos de Silwan han iniciado una campaña denominada «Ciudadanos por Silwan» dirigida a detener las excavaciones. Les secundan en su empeño varios académicos extranjeros de gran renombre y un puñado de académicos israelíes que tratan de ayudarles para que puedan permanecer en sus casas. Entre dichos colaboradores están David A. Bell, decano de facultad y profesor de humanidades de la universidad John Hopkins; Judith Butler, profesora de retórica y literatura comparada de la universidad de Berkeley en California; Lorraine Daston, directora del Instituto de Historia de la Ciencia Marx Planck de Berlin; Natalie Zemon Davis, profesora emérita de historia de la universidad de Princeton; Rashid Khalidi, profesor de estudios árabes de la universidad de Columbia; Thomas W. Laqueur, profesor de Historia de la Universidad de Berkeley en California; Sheldon Pollock, profesor de sánscrito y de estudios Indios de la universidad de Columbia; Marshall Sahlins, profesor emérito de antropología y ciencias sociales de la universidad de Chicago; y Robert A. Schneider, profesor de historia de la universidad de Indiana en Bloomington y editor de The American Historical Review. Nos reunimos con David Shulman, profesor de Estudios Sudasiáticos y con Yaron Ezrahi, profesor de Ciencias Políticas, ambos de la universidad Hebrea de Jerusalén, en su calidad de signatarios israelíes. Se encuentran conspicuamente ausentes de la lista prominentes arqueólogos israelíes, muchos de los cuales dependen para su subsistencia de fondos procedentes de la Autoridad de Antigüedades de Israel.
El barrio de Silwan está situado a tiro de piedra del Monte del Templo y de la mezquita de Al Aqsa, es decir, entre dos de los lugares más sagrados y sensibles de Oriente Medio. Aunque el objetivo de la arqueología es estudiar la historia de los pueblos excavando y analizando su cultura material, sus inscripciones y demás vestigios, a menudo ha sido puesta al servicio del nacionalismo. Por ejemplo, en Israel ha sido utilizada de forma característica para subrayar el pasado judío y bíblico del país y diferenciar así el sionismo de otras empresas coloniales más convencionales. A fin de cuentas el sionismo siempre se ha presentado a sí mismo como un retorno a la patria judía original y no como una conquista de territorios extranjeros.
Según el antiguo Testamento, el rey David proclamó a Jerusalén como su capital pero posteriormente los judíos fueron conquistados y expulsados de la ciudad. Hace cuatro décadas Israel ocupó Jerusalén Este durante la Guerra de los Seis Días y desde entonces los arqueólogos israelíes no han cesado de intentar (infructuosamente) obtener pruebas de la presencia del rey David en ese área. Ocasionalmente han llegado incluso a abstenerse da documentar la arraigada presencia musulmana, que constituye el legado cultural de los habitantes palestinos. Y, en cualquier caso, el hecho de que ni una sola estructura musulmana haya sido preservada en todo el parque nacional que se ha creado en Silwan delata claramente esta estrategia de arrasamiento. Al concentrarse casi exclusivamente en desenterrar los restos del reino de Judea, ignorando los ulteriores 3.000 años de historia, los arqueólogos israelíes han violado varias de las reglas éticas establecidas por el Congreso Arqueológico Mundial. Entre ellas se encuentran el reconocimiento del «legado cultural indígena, incluyendo sitios, lugares, objetos, artefactos, restos humanos«, así como el estableciendo de «colaboraciones y relaciones equitativas» entre arqueólogos y poblaciones indígenas cuya herencia cultural aquellos investigan.
In 1998 la organización Elad recibió un espaldarazo decisivo cuando la Autoridad Israelí de Protección de la Naturaleza y Parques Nacionales y el Ayuntamiento de Jerusalén contrataron los servicios de la organización de colonos como subcontratista encargado de gestionar «La Ciudad de David», el parque nacional situado en Silwan. Posteriormente Elad, que recibió fondos gubernamentales y un permiso para realizar excavaciones arqueológicas en el área, subcontrató esos trabajos a una agencia estatal, la Autoridad Israelí de Antigüedades.
Revestida de la autoridad que le confieren diversos brazos del gobierno israelí, la organización Elad aceleró sus esfuerzos para judaizar Jerusalén Este. El grupo cabildeó con éxito para que el ayuntamiento decretara el derribo de 88 hogares palestinos con la intención de construir un parque arqueológico en el vecindario, un plan que ha sido momentáneamente suspendido debido a la presión internacional.
Más recientemente la Autoridad Israelí de Antigüedades comenzó a excavar bajo los hogares de algunos vecinos de Silwan sin informales previamente. Temiendo que las excavaciones acabaran destruyendo los cimientos de sus viviendas los vecinos apelaron a la Corte Suprema Israelí. La misma noche en la que dieron registro de entrada a su apelación la policía israelí asaltó sus viviendas y arrestó a cinco personas.
La Corte Suprema de Justicia israelí dictó una orden de suspensión contra la Autoridad de Antigüedades forzando la interrupción provisional de las excavaciones arqueológicas más recientes, pero no está excluido que el tribunal israelí se pronuncie a favor de Elad cuando se vea el caso. Al fin y al cabo, en el pasado el Tribunal israelí siempre se ha mostrado remiso a actuar en contra de Elad, negándose, por ejemplo, a expulsar a la organización de colonos del parque nacional aún después de haberse demostrado que el que el Estado se saltó varios protocolos básicos cuando le concedió inicialmente la autorización para gestionar el parque.
Los académicos que han acudido en auxilio de Silwan son conscientes de que los palestinos que allí residen se han convertido en un símbolo de la lucha por el control de Jerusalén, una lucha que, dada la proximidad del barrio con respecto al Monte del templo y a la mezquita de Al Aqsa, podría fácilmente degenerar en algo más que otro mero ciclo de violencia israelo-palestina hasta convertirse en una conflagración que incendiaría todo Oriente Medio.
David Shulman, el organizador de la campaña, envió una protesta a Benjamin Kedar, profesor de Historia en la Universidad hebrea de Jerusalén y presidente del comité directivo de la Autoridad Israelí de Antigüedades, a Shuka Dorfman, director general de la Autoridad Israelí de Antigüedades, y a Tzipi Livni, ministra israelí de Asuntos Exteriores. Shulman y su campaña reclaman a las autoridades israelíes que detengan las actividades de Elad y desposean a la organización de colonos ultra de toda autoridad para gestionar ninguna excavación arqueológica en el futuro. Ahora le toca a otros académicos de todo el mundo sumarse a su llamado.