«No reduzca las ayudas a los jóvenes investigadores. hágalo en otra partida»
Disculpe, señora secretaria de Estado de Investigación, si el encabezado se presta a la ambigüedad. La excelencia a la que me refiero es la que usted menciona siete veces en su corto artículo en la revista Nature. Debe de ser un signo de los tiempos la aparición de vocablos innecesarios para dar mayor sensación de novedad. Donde se tenía Investigación de calidad ahora se llama excelencia y, aunque la ciencia siempre ha sido innovadora, ahora hay que hacer el distingo entre ciencia e innovación por no se sabe qué razón.
En el artículo mencionado informa usted de que va a reducir la ayuda de 250 becas Ramón y Cajal en 2010 a 175 en 2012. Y es ahí donde usted, que conoce el sistema de producción del conocimiento desde dentro, comete grave error y contribuye a hacer daño (¿irreparable?).
Pues, ¿quién contribuye de forma importante a la investigación? Le voy a dar sólo dos ejemplos, y pida más si considera que le estoy hablando de excepciones. ¿Cómo es posible que un investigador sea nombrado presidente del CSIC-con sus más de cien institutos de investigación- y mantenga a lo largo de sus cuatro años de presidencia la misma tasa de producción científica -comprobable a través de la base de datos World of Knowledge- que cuando no lo era? Muy probablemente gracias a los becarios pre, post, Cajales, Juanes de la Cierva y otros jóvenes investigadores asociados a su laboratorio. Esos mismos investigadores a los que usted quiere reducir. Pues los ‘jefes’ de los laboratorios puede que a veces contribuyan con ideas y programas de investigación, pero no siempre.
Para mí es paradigmático -y este es el otro ejemplo- el artículo publicado en PLoSGenetics en 2008: seis autores, cinco de los cuales pensaron y diseñaron los experimentos, los llevaron a cabo, analizaron los datos, aportaron los reactivos materiales y herramientas de análisis. El sexto autor contribuyó a la escritura del manuscrito. Para lo cual, muy probablemente, los otros cinco autores tuvieron que explicarle en qué se habían entretenido durante todo ese tiempo. No dudo que poner comas y puntos contribuye a la comprensión de cualquier texto, y los científicos no son una excepción, pero me pregunto si ese rol de amanuense aventajado habría sido merecedor de figurar en la cuadrilla de autores si la firmante no fuera la premio Nobel de Medicina Christiane Nüsslein-Volhard. Todo esto es comprobable, ya que algunas revistas exigen a día de hoy explicitar quién puso el huevo, quién lo frió y quién se lo comió.
Dra. Vela, usted corre el riesgo, reduciendo el número de ayudas a jóvenes investigadores, de quedarse con la excelencia, pero su idea de lo que es calidad, de lo que es futuro y de lo que importa a este país no coincide con la realidad. Se va a quedar con un buen número de correctores -de primera, eso sí- y tirará por la borda a los verdaderos hacedores del conocimiento.
Por otro lado, calificar la excelencia requiere criterios y personas que los apliquen. En cuanto a los criterios, ya empiezan a oírse voces críticas con el uso exclusivo de métricas de citas para decidirlo. Me remito a investigadores extranjeros, pues aquí lo de fuera siempre ha estado más legitimado que lo de dentro. A mediados de 2011, Bioscience, la revista general de los biólogos norteamericanos, propuso nuevos baremos para evaluar la contribución al conocimiento que tuvieran en cuenta aspectos como la contribución a bases de datos, colecciones de museos y un largo etcétera.
Y, finalmente, elija muy bien a los excelentes que van a decidir quiénes son sus pares, pues todavía colea en los tribunales el contencioso administrativo sobre un sexenio denegado con una puntuación de 2 (sobre 10) al libro Contributions to Morphometrics, que en febrero de 2008 tenía ya 336 citas en revistas internacionales. El tribunal presidido por don Enrique Macpherson (CSIC) y refrendado por doña Ana Crespo (UCM), coordinadora de la CNEAI, se despachó con un «medio de difusión de repercusión insuficiente» porque el libro estaba publicado en la colección de Monografías del Museo Nacional de Ciencias Naturales, cuando ninguno de ellos tiene un trabajo con semejante número de citas.
En conclusión, doctora Vela, olvídese de la prosa frecuentemente oportunista de los políticos y baje al detalle de los hechos. Rectifique -que es de sabios (excelentes)- y no reduzca las ayudas a los investigadores. Hágalo en alguna otra partida. Yo le ofrezco el 5% de mi sueldo, y asumo que muchos otros investigadores también estarán dispuestos. La historia la recordará con agradecimiento.
Antonio G. Valdecasas, investigador científico en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC).
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Excelencia-que-excelencia.html
Noticia relacionada: