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Exterminados y olvidados

Fuentes: Naiz

Tras el «final» de la guerra civil, la persecución contra los exiliados republicanos fue implacable. Fue la diplomacia franquista en Francia y Alemania, liderada por Serrano Suñer, quien se cebó sañudamente contra ellos. Suñer fue responsable de que miles de españoles terminaran en Mauthausen. Cuando los dirigentes alemanes le preguntaron qué hacer con esos rojos transterrados su respuesta fue: «Cuando, en plazo breve, tengamos la certeza de que han sido repatriados todos aquellos que convengan, nos desinteresaremos de los restantes» (19.7.1940). En agosto de ese año, conminará al ministro de Asuntos Exteriores para exigir al embajador español en París, el bilbaíno J. Félix de Lequerica Erquiza, que interviniera ante el Gobierno francés para elaborar una lista de «españoles importantes, ya formulados anteriormente y, ahora, con relación a otras personas» (12.8.1940).

El embajador confeccionó una lista con ochocientos nombres de personas a detener. En dicha tarea se sirvió de un personaje tan siniestro como inmoral, el policía Pedro Urraca Rendueles. Siendo Lequerica embajador (1939-1944), se trasladó a los prisioneros de Angulema −detenidos en el norte de Francia, en las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE), y sacados de los campos de Sept Fonds, Gurs, etcétera−, a los campos de concentración de Dachau, Buchenwald, Ravensbrück y Mauthausen entre otros. Organizó la caza y extradición a España de Companys, Zugazagoitia, Joan Peiró y el periodista Cruz Salido, asesinados impunemente. Consiguió que Max Aub fuera deportado a Argelia y encarcelada Federica Montseny. Se instaló en Montauban para dirigir el secuestro de Azaña, operación que fracasó. Sostuvo que la victoria de Franco «exigía alejar, relegar o exterminar a los vencidos», proclamando «la imposibilidad de concordia alguna con el bando vencido». Llamó a los exiliados «población indeseable» a quienes había que deportar a África o América, pues solo merecían «el olvido y el exterminio».

Que un personaje de esta catadura haya pasado de rositas en la historiografía más reciente, siendo alabado por «su temple y su tenacidad» −se supone que empeñada contra los republicanos−, es un escarnio. Cuando murió en 1963, el Ayuntamiento franquista de Bilbao le dedicó el nombre de una calle, declarándolo hijo predilecto de la villa.

En un momento la embajada alemana en Madrid preguntará al Gobierno franquista «si están dispuestos a hacerse cargo de 2.000 españoles internados en Angulema» (20.8.1940) y al no recibir respuesta, insistió en «si el gobierno esta dispuesto a hacerse cargo de los 2.000 rojos españoles que se encuentran internados en Angulema, y a los 100.000 rojos españoles en total que se hallan en los campos de concentración instalados en los territorios franceses ocupados por las tropas alemanas» y que «en caso de que se negara, agradecería una comunicación sobre qué quiere hacer sobre el futuro de estos internados, pues las autoridades alemanas de ocupación se proponen alejar de Francia a los referidos españoles» (28.8.1940). La respuesta vino en setiembre. Serrano se entrevistó en Berlín con Himmler y Hitler. Al día después, la Oficina de Seguridad del Reich ordenó que los españoles que se encontraban en «campos de prisioneros» de guerra fueran enviados a «campos de concentración». Unos 9.400 fueron deportados; dos de cada tres acabaron en cenizas.

El 23 de abril de 1941 el embajador español en Berlín, E. Espinosa de los Monteros contaba con absoluto cinismo lo sucedido: «Los refugiados españoles conducidos en tren especial a Alemania eran rojos con sus familias que habían estado internados en Angulema. Los hombres que en su tiempo habían tomado parte activa en la lucha contra el Gobierno Nacional español y que se encontraban en condiciones de ser internados, fueron llevados al campo de concentración de Mauthausen. Han tenido que ser internados por constituir en las actuales condiciones de guerra a causa de su pasado político, un peligro para seguridad pública».

A pesar de estas evidencias, Suñer negó que hubiera españoles en Mauthausen. De ahí que los republicanos portaran el triángulo azul de los apátridas, con una S, Spanier.

El Ejército norteamericano descubrió Mauthausen el 5 de mayo de 1945. Su posterior liberación no significó el final de la guerra civil para los republicanos. Muchos no pudieron, ni quisieron, volver a la España del franquismo.

En junio de 1945 el nuevo embajador en París, M. Mateu Pla, exalcalde de Barcelona, declaraba que «España está dispuesta a resolver definitivamente el problema de los expatriados. Para que todos los españoles puedan volver a su país, poniendo el patriotismo por encima de todos los sentimientos políticos» («Diario de Navarra», 15.6.1945). Pero antes, Mateu como Lequerica, informaba diariamente al Gobierno franquista de los refugiados con informes completados por los dossiers de Urraca. Es cierto que, en enero de 1945, alertó de los horrores de los campos de concentración, en el campo de Buchenwald, donde terminó Semprún. Llegará a decir: «Han cometido con ellos horrores de todas clases. Se ha probado en que Buchenwald hubo un promedio de 300 muertes diarias».

Un detalle cercano. Con relación a los presos navarros en estos campos de concentración, su número fue de 54. Liberados 23; 31 asesinados. Y, siguiendo la máxima criminal de Lequerica, «para los exiliados solo el olvido y el exterminio», la prensa no dijo ni Pamplona. «El Pensamiento Navarro» recordó que «el VIII Ejército liberó al Príncipe Javier de Borbón y a otras personalidades» y que «fue arrancado de Francia por los alemanes y que, al concluirse la guerra, ha obtenido su liberación». ¿Del resto?

Eladio Esparza, voceras filonazi de «Diario de Navarra», dirá: «Me limito a escribir unas líneas de cordial pena para el pueblo en hora amarga de derrota, ya que en sus horas de grandeza celebré su poderío. ¡Dios premie su tremendo sacrificio!» (8.5.1945). ¿Y las víctimas? No existieron. Fueron exterminadas y olvidadas.

Fuente: https://www.naiz.eus/es/iritzia/articulos/exterminados-y-olvidados