Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
A lo largo de casi un mes, los combatientes de las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG) han mantenido a raya a las fuerzas del Estado Islámico (EI) fuera de Kobani (Ayn al-Arab), en el norte de Siria. Los actores regionales e internacionales se han mostrado reacios a apoyar a las YPG, exigiendo que el grupo renuncie primero a su identidad independiente y pase a formar parte del mayoritario Ejército Libre Sirio Árabe (ELS). Estuve en Kobani desde finales de agosto a septiembre -siendo el último periodista internacional en visitarla antes de que empezara la carnicería final-, presenciando cómo las unidades de las YPG y del ELS defendían codo con codo Kobani en las líneas del frente. Por tanto, ¿por qué se muestra aún reacio el YPG a estar bajo la bandera del ELS y qué es lo que hay tras la reticencia del mundo a apoyar a los kurdos sirios en sus posiciones en Kobani?
Se trata básicamente de echar abajo las percepciones cambiantes de «extremistas» y «moderados».
Las YPG tomaron el control de Kobani en el verano de 2012 cuando las fuerzas del régimen sirio se retiraron de la zona. Un año después, el enclave -varado contra la frontera turca al norte- estuvo bajo ataque de diversos grupos yihadistas y del ELS, y la lucha ha continuado desde entonces. A principios de este año, los combatientes del EI arrebataron el control de todo el territorio sirio que rodeaba el enclave a sus antiguos aliados del ESL. El asedio de Kobani fue agravándose de forma gradual cuando las fuerzas del EI cortaron los suministros de agua y electricidad de la ciudad y el contrabando de alimentos y otros productos hacia Kobani fue complicándose cada vez más. Mientras tanto, Turquía ha mantenido su frontera cerrada, sellando el enclave del mundo exterior. Tras repetidos intentos de capturar Kobani durante la primavera y el verano, a mediados de septiembre las fuerzas del EI lanzaron lo que ha constituido su ataque más certero hasta la fecha, y en el momento de escribir estas líneas, han entrado en algunas zonas de la ciudad misma.
Civiles en un período de relativa calma antes del último ataque del EI (Foto de Carl Drott)
A pesar de unas circunstancias extraordinariamente difíciles, los kurdos sirios del «cantón» autónomo de Kobani han podido construir una administración civil eficiente en los últimos dos años. La fuerza policial kurda, la Asayish, ha mantenido las calles seguras y ha prevalecido un sentido de normalidad a pesar del asedio y de los constantes ataques. El pasado año se redactó una constitución que garantiza la igualdad de género, los derechos humanos y el laicismo, mientras una pujante sociedad civil auspiciaba organizaciones de mujeres, de jóvenes, en defensa de la lengua, la música y el teatro. El Partido de la Unión Democrática Kurda Siria (PYD) ha sido en gran medida quien ha estado llevando la batuta, pero algunos antiguos rivales se han unido también a esa administración. Confiando en resolver las disputas más enconadas sobre cómo compartir el poder, el «primer ministro» del cantón, Anwar Muslim, ha prometido elecciones para finales de año.
Estos serían todos desarrollos positivos. Sin embargo, la única razón clara de que los actores internacionales se hayan mantenido a distancia prudente del PYD es su afiliación con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en Turquía, un movimiento armado que lucha por los derechos de los kurdos y que EEUU, la UE y Turquía han incluido en un listado de organizaciones terroristas. Aunque el PYD afirma tener sólo lazos ideológicos con el PKK, el liderazgo de éste influye indudablemente al otro lado de la frontera en los enclaves kurdos sirios. Sin embargo, los temores turcos de que los militantes kurdos bajen «de las montañas» para establecer una base en Kobani para operaciones transfronterizas en Turquía tiene muy poco que ver con la realidad. En cambio, la demostrada prioridad para el PYD ha sido construir una democracia laica descentralizada, mientras que las fuerzas armadas de las YPG han intentado proteger la zona y su gente de ataques exteriores. Aunque el experimento político de Kobani está siendo cuidadosamente observado por el movimiento kurdo en Turquía, la agenda del PYD parece ser local en muy gran medida.
Kobani tiene una fábrica de cemento y se ha seguido construyendo frenéticamente durante gran parte de la guerra (Foto Carl Drott)
Foto de Carl Drott
Otra de las razones de la ausencia de apoyo internacional es que las YPG se han mostrado reticentes a la hora de enfrentarse a los enclaves que quedan del régimen de Asad en la región de Yasira, en el extremo noroeste de Siria. Aunque los políticos locales kurdos afirman que tratan de evitar la venganza del régimen -el régimen viene lanzando letales «bombas de barril» en sus ataques sobre otras áreas civiles-, el alto el fuego de facto ha levantado sospechas de una alianza secreta entre los kurdos sirios y el régimen. En realidad, ha habido numerosos enfrentamientos entre las YPG y las fuerzas del régimen sirio en Alepo, Qamishli y Hasakah. Los registros históricos apoyan firmemente la insistencia del PYD en que ha intentado forjar una «tercera vía» en la prolongada guerra civil siria. En sus contactos tanto con el ELS como con las fuerzas del régimen, el PYD ha conseguido treguas cuando y donde ha podido, y ha combatido cuando y donde tenía que hacerlo. Mientras tanto, aunque la política manifestada ha sido sólo la de quedarse a cargo y defender sus «propias» regiones, las áreas mixtas a nivel étnico han presentado complicaciones.
Desde el principio mismo, el proyecto para una «autonomía democrática» se encontró con fuertes críticas de algunos partidos kurdos rivales, que exigían que el PYD y las YPG aceptaran la autoridad de la Coalición Nacional Siria (CNS), que es el órgano principal de la oposición siria «moderada» con vínculos con el ELS. Turquía y EEUU han presentado demandas parecidas. ¿Por qué el PYD y las YPG están poco dispuestos a cumplirlas? ¿Por qué no pueden sencillamente unirse a los rebeldes «moderados» a cambio del apoyo internacional contra el EI y Asad? Una mirada más cercana a los «moderados» podría explicar su reticencia.
Desde el principio del conflicto, la CNS se ha negado a reconocer los derechos minoritarios de los kurdos y otras minorías no árabes en un futuro Estado, que la CNS insiste en que debería continuar llamándose República Árabe Siria. La CNS ha apoyado también activamente a las facciones de ELS que combaten contra las YPG del lado de los yihadistas. Bastante recientemente, en enero, la CNS pidió «cerrar filas» contra las YPG en Tel Hamis, en un momento en que los principales grupos en la zona eran del EI, la franquicia de al-Qaida Yabhat al-Nusra y el grupo salafí Ahrar al-Sham. La lucha contra las YPG ha tenido a menudo prioridad sobre la lucha contra el régimen sirio. Además, la CNS se ha referido al PYD como un grupo «extremista» y «antirrevolucionario».
Entre los kurdos locales, los combatientes del ELS han sido a menudo más temidos y odiados incluso que el régimen sirio. «Sus crímenes son innumerables», me dijo Yuma Chawish, un concesionario de coches de 50 años. Escapó a Kobani el pasado verano tras una feroz campaña de limpieza étnica iniciada por Yabhat al-Nusra, el EI y varios grupos rebeldes afiliados al ELS en Tel Abyad, su ciudad natal. Los civiles kurdos como Yuma se vieron obligados a escapar sin sus pertenencias, mientras cientos de ellos eran hechos prisioneros y amenazados con la ejecución. Mataron a varios y otros están desaparecidos, incluido el hermano de Yuma, que no pudo huir a causa de una reciente intervención quirúrgica. Historias como esta proliferan por todo el norte de Siria.
¿Hermanos desde el principio?
A primeros de año, grupos de combatientes del ELS trataron de expulsar al EI de varias ciudades en los gobernorados de Raqqa y Alepo que estaban bajo control compartido. Al enfrentar una resistencia más dura de lo esperado, se vieron pronto obligados a escapar a la zona segura más cercana, que era el enclave de Kobani bajo control de las YPG. A pesar de los abusos perpetrados por al menos algunos de esos combatientes, las autoridades kurdas les permitieron quedarse, y desde la primavera han estado combatiendo codo con codo contra el Estado Islámico.
Dos combatientes uniformados del YPG cantan y tocan un tambor tradicional kurdo junto a un combatiente de Liwa Zuwar al-Raqqa (Foto de Carl Drott)
En agosto pasado visité el pueblo árabe de Yadah, situado junto al río Eúfrates, al sureste de Kobani, donde las YPG comparten una base en la línea del frente con el grupo del ELS Liwa Zuwar al-Raqqa («Revolucionarios de la Brigadas de Raqqa»). El EI había capturado recientemente las dos terceras partes del pueblo, y aquellos resistían en la parte restante. Los habitantes de la zona ocupada por el EI llamaron en su ayuda a los combatientes de las YPG y del ESL, y como se estaba utilizando Yadah como punto de partida de los ataques contra las posiciones de las YPG y del ELS, estos acudieron de buena gana.
«Siempre dijimos que los del EI eran unos criminales», dijo el comandante local, Abu Abdelrahman al-Yawlani. Su grupo había combatido anteriormente al EI en Raqqa, pero afirma que está preparado para combatirles donde sea. «Confiamos en poder derrotar al EI junto con las YPG», continuó al-Yawlani. «Estamos contentos de la cooperación entre kurdos y árabes. No hay diferencias entre nosotros». Aunque su grupo se ha reducido a una fracción de su anterior fuerza, y junto con otros grupos rebeldes ha perdido casi toda la influencia en esta parte de Siria, intentó poner una nota de optimismo. «En realidad, este huracán acabará por pasar», dijo de los recientes avances del EI.
Liwa Zuwar al-Raqqa ondea la bandera del ELS y podría ser considerado «moderado» para los estándares locales, pero no está muy claro por lo que está luchando. Preguntado por su visión de futuro, al- Yawlani ofreció sólo «coexistencia y felicidad», pero ni él ni sus combatientes dieron una respuesta clara cuando se les preguntó si querían un Estado laico o religioso. Indicador de su ambivalencia, algunos de ellos dudaban entre el signo «laico» de la V de Victoria y el dedo índice «islámico» al posar para las fotos.
Cuando se les preguntó respecto a las aparentes disparidades entre sus puntos de vista pasados y presentes sobre las YPG y los kurdos en general, todos expresaron cálidas emociones. «Hemos sido hermanos desde el principio», afirmó un combatiente que se daba el nombre de Abu Sadam al-Raqqawi y que llevaba en la unidad dos años y medio. «Es fitna [sedición] que la gente hable mal de los kurdos».
Un barbudo combatiente árabe arqueó las cejas al sacar un largo cuchillo. «Esto es sólo para limpiar de minas», dijo, motivando miradas escépticas de los combatientes kurdos, que saben muy bien que no hay minas terrestres en la zona y que por lo general no se sienten muy cómodos en la compañía de barbudos con cuchillos.
«Convencimos a dos de ellos para que se unieran a las YPG», dijo uno de los combatientes kurdos pocos días después cuando me tropecé con él en los cuarteles del Movimiento de Jóvenes Revolucionarios de Kobani. «En los otros, no confiamos».
Combatientes kurdos de las Unidades de Protección Popular (YPG) cerca de la línea del frente (Foto de Carl Drott)
Sus sospechas no estaban realmente mal fundadas, considerando que Liwa Zuwar al-Raqqa solía estar formalmente afiliado a Yabhat al-Nusra (según informe del analista sirio Aymenn Yawad al-Tamimi). Se dijo también que los combatientes de Liwa Zuwar al-Raqqa habían secuestrado kurdos en los controles de Raqqa, participado en el saqueo de la misma ciudad y combatido contra las fuerzas kurdas en Tel Abyad (según diversas fuentes de la administración kurda).
Una alianza cautelosa
No obstante, la cooperación entre las fuerzas del ELS y de las YPG se ha ido estrechando recientemente hacia una alianza formal. Sólo unos días antes de que comenzara el último ataque del EI, un video de Internet mostraba la declaración de un centro de mando conjunto YPG-ESL para la amplia zona que rodea Kobani. En uno de los momentos más complicados de la guerra civil siria, se ve a un comandante con barba del ELS gritando «¡Takbir!» y a sus luchadores respondiendo «¡Allahu Ajbar«, mientras las mujeres kurdas combatientes responden con una consigna en apoyo del encarcelado líder del PKK Abdulah Ocalan.
A todos efectos, los combatientes del ELS en esta zona se encuentran entre la espada y la pared, sus únicas opciones son luchar junto a las YPG, unirse al Estado Islámico o abandonar la lucha. Aunque la desconfianza es bastante alta, el liderazgo militar y político kurdo ha mostrado una notable disposición a dejar lo pasado en el pasado y construir una cauta alianza con sus anteriores enemigos. Si las corrientes democráticas y pluralistas entre las facciones del ELS pudieran fortalecerse, la cooperación podría incluso evolucionar hacia un proyecto político para gobernar conjuntamente áreas étnicamente mixtas.
Por último, la situación en Kobbani es complicada y algo confusa. Aunque a las facciones del ELS no se les ha pedido nunca cuentas por haber hecho alianzas con los yihadíes y no haber puesto fin a la vía de violencia y destrucción por todo el norte de Siria, las YPG se han quedado en la estacada por su poca disposición a unirse a ellos. Los «extremistas» kurdos en Kobani se enfrentan hoy al mismo ultimátum de hace dos años: abandonar su proyecto por una democracia laica descentralizada y unirse bajo la bandera y mando de los «moderados» árabes o enfrentarse solos al Estado Islámico.
Carl Drott es un periodista independiente sueco que está cubriendo el conflicto sirio para Le Monde Diplomatique, Haaretz, Syria Comment, el Carnegie Endowment for International Peace y el Stockholm Journal of International Affairs, entre otros. Este es su primer artículo para Warscapes.
Fuente: http://www.warscapes.com/reportage/extremists-and-moderates-kobani