El año pasado se registraron eventos que estremecieron a la comunidad científica y al mundo. Como consecuencia del calentamiento global, provocado por la emisión de gases industriales, grandes bloques de hielo se desprendieron de las zonas del Artico y Groenlandia, amenazando el equilibrio ecológico y la navegación en el océano Atlántico norte. Por acontecimientos como […]
El año pasado se registraron eventos que estremecieron a la comunidad científica y al mundo. Como consecuencia del calentamiento global, provocado por la emisión de gases industriales, grandes bloques de hielo se desprendieron de las zonas del Artico y Groenlandia, amenazando el equilibrio ecológico y la navegación en el océano Atlántico norte. Por acontecimientos como esos, Greenpeace aseguró que 2006 fue el año del despertar sobre la gravedad del problema del cambio climático, y consideró que 2007 será muy importante para que se demuestre voluntad para paliar los fenómenos perjudiciales de éste. Sin embargo, existen varios obstáculos para establecer la acción necesaria para tal propósito, entre ellos la poderosa industria petrolera, que ha hecho hasta lo imposible por boicotear el Protocolo de Kyoto diseñado para conseguir una disminución gradual de los gases contaminantes, que no ha sido ratificado por decenas de países, entre ellos Estados Unidos y ha lanzado millonarias campañas de desinformación sobre el tema.
Un estudio de la Unión de Científicos Comprometidos, una de las fuentes independientes de análisis científico de mayor prestigio en el mundo, aseguró que empresas como ExxonMobil pusieron en práctica en años recientes una «sofisticada y exitosa campaña de desinformación» para cuestionar el consenso científico en cuanto a que las emisiones de gases de efecto invernadero contribuyen al calentamiento global. De 1998 a 2005, esa petrolera ha invertido alrededor de 16 millones de dólares en un conjunto de organizaciones cuyo fin último es retrasar las acciones políticas establecidas para combatir dicho problema ambiental.
Esa empresa es una de las mayores petroleras del mundo, con una producción aproximada de 4.5 millones de barriles por día y ventas anuales por 360 mil millones de dólares. De acuerdo con un estudio elaborado por Amigos de la Tierra Internacional, se trata también de uno de los mayores productores de contaminantes de la historia: entre 1882 y 2002, las emisiones de dióxido de carbono de Exxon sumaron 20 mil 300 millones de toneladas de carbono, equivalentes a 5.3 por ciento de las emisiones del gas, una vigésima parte del total mundial.
La irresponsabilidad de esa trasnacional es criminal, no sólo por las acciones destinadas a confundir a la opinión pública respecto de ese problema. Su falta de respeto por el medio ambiente también se ha demostrado en accidentes como el del petrolero Exxon Valdez, que el 24 de marzo de 1989 derramó más de 40 millones de litros de crudo en el Prince William Sound, en Alaska, una de las más importantes reservas ecológicas de América del Norte. El desastre, que generó una marea negra de 6 mil 700 kilómetros cuadrados, sigue afectando la fauna y flora de la zona. Para colmo, el corporativo internacional fue favorecido por un tribunal federal estadunidense, que el año pasado redujo a la mitad la multa de 5 mil millones de dólares al que había sido condenado en 1989 por el derrame provocado por el Exxon Valdez. Esta situación habla también de la irresponsabilidad de jueces y entidades gubernamentales con el medio ambiente.
Los últimos estudios realizados en la materia señalan que, de no hacerse algo de manera urgente, la temperatura ambiental continuará en aumento, hasta alcanzar un incremento de cinco grados en la media al finalizar el siglo, lo cual sería perjudicial para millones de personas. Es claro que ese problema debe solucionarse mediante consenso internacional, con un acuerdo que obligue a las petroleras a disminuir sus emisiones de gases y exija a los gobiernos un compromiso real en la lucha contra el cambio climático, así como aumentar los esfuerzos para encontrar formas de energía no contaminantes. Lamentablemente el tiempo se termina y, como demuestra el caso de Exxon, los intereses económicos parecen ser más importantes que la vida en el planeta.