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Fabricación con amianto, una industria de mentiras

Fuentes: etui.org/

Traducción: Francisco Báez Baquet

Los trabajadores solían estar a oscuras sobre los riesgos del asbesto; los fabricantes de productos con contenido de amianto, conscientes de los riesgos desde hace mucho tiempo, hicieron todo lo posible para ocultar la verdad.

Con el tiempo, sin embargo, estos riesgos se han vuelto demasiado claros, especialmente para aquellos que se han enfrentado a las enfermedades asociadas e incluso a la muerte.

Muchas víctimas han luchado con éxito para asegurar una prohibición total del asbesto, pero para muchas otras la lucha continúa en busca de justicia.

En el año 1977, en la pequeña ciudad belga de Auvelais, a orillas del Sambre, una fábrica de tejidos de amianto se había declarado insolvente. Como resultado, los empleados perdieron sus trabajos, pero el asbesto ya los tenía firmemente en sus garras.

Kalomira Sutzu y su esposo minero son griegos. Trabajó durante 10 años en la fábrica Feutres et Amiante d’Auvelais, cinco de los cuales los dedicó a hilar amianto. Cuando la fábrica cerró tenía 40 años y ya padecía asbestosis, una forma de fibrosis pulmonar causada por el asbesto y una enfermedad similar a la silicosis que aqueja a los mineros del carbón. Kalomira pasó a tener derecho a una prestación por discapacidad del 82 %, en el marco del Fondo Belga para Enfermedades Profesionales (FMP). Al igual que sus colegas, no tenía idea de que el asbesto era un veneno mortal,

– «Noche tras noche, llegaba a casa sintiéndome muy cansado e inmediatamente me iba a la cama. A veces no habría comido e incluso me iría a la cama sin comer un bocado primero porque estaba muy cansada. Realmente no estaba bien, pero no podía entender por qué»

– «¿Nunca pensaste que era por todo el polvo?»

– “No, para nada, nunca se me pasó por la cabeza”

Los trabajadores de la fábrica de Auvelais no recibieron información ni protección. Un especialista en pulmones del hospital local diagnosticó su asbestosis.

Como en otros países de la época, especialmente en Francia y el Reino Unido (UK), los riesgos del amianto solo se hicieron evidentes para los trabajadores, cuando se enfrentaron a las enfermedades asociadas. Esta situación sólo puede atribuirse a la omisión de las autoridades encargadas de la prevención de riesgos y de la vigilancia de la salud de los trabajadores, ya que la asbestosis ya había sido reconocida como enfermedad profesional por el Reino Unido en el año 1931, luego por Francia en el año 1945 y posteriormente por Bélgica en el año 1953.

Fracasos prolongados en la fabricación

Las señales de alerta ya eran evidentes a finales del siglo XIX, cuando el sector manufacturero empezó a utilizar el amianto.

En el Reino Unido, se nombró a Adelaide Anderson para inspeccionar las fábricas textiles, que incluían hilanderías de asbesto, donde la mayoría de la fuerza laboral eran mujeres. En un informe fechado en el año 1898, escribió que “tenía amplia evidencia de los efectos nocivos del polvo (…)”.

Examinadas bajo un microscopio, las partículas de polvo de los minerales exhiben características afiladas y dentadas como el vidrio. Incluso en las cantidades más pequeñas se ha demostrado que sus efectos son dañinos». A pesar de sus observaciones iniciales, el uso del asbesto siguió aumentando. El asbesto se convirtió en el ‘mineral mágico’ para todas las aplicaciones posibles. Desempeñó su papel en la continuación de la revolución industrial y posteriormente se usó a gran escala en las dos guerras mundiales (incluso para armamento, para buques y aviones de guerra y para máscaras antigás) y más tarde en las operaciones de reconstrucción, de la posguerra. El amianto-cemento era un material fácil de usar, económico y muy rentable.

Silencio organizado y cabildeo intenso

La industria se esforzó enérgicamente por proteger su negocio, encubriendo los peligros que plantea el uso del amianto.

A fines de la década de 1930, cuando Johns Manville Corporation, la empresa líder en la fabricación con asbesto, fue llevada a juicio en los Estados Unidos (EE.UU.), la empresa se dispuso a cuestionar las enfermedades pulmonares de sus trabajadores y encargó estudios con miras a exculpar al asbesto. Los resultados no fueron los esperados por la empresa. El asbesto se identificó en animales de laboratorio como carcinógeno. Sin embargo, con la complicidad de los científicos contratados, los resultados no se publicarían o se eliminarían todas las referencias al cáncer.

Durante más de 20 años, la industria del asbesto logró suprimir la mayor parte de la información relacionada con el riesgo de cáncer para quienes trabajan con amianto. Sin embargo, en la primavera del año 1964, durante la primera conferencia internacional sobre los efectos biológicos del asbesto, celebrada en Nueva York, el Dr. Irving Selikoff presentó datos de la actividad de monitoreo realizada en miembros del sindicato de trabajadores del aislamiento. La mitad de ellos morían de cáncer, no sólo de cáncer de pulmón, sino que también de mesotelioma, un cáncer de la pleura que se convertiría en el marcador de la exposición al amianto.

Sintiendo que la marea había cambiado, las multinacionales de la fabricación con asbesto (Johns Manville Corporation, Cape Asbestos y Turner & Newall, del Reino Unido, y la compañía belga-suiza Eternit) unieron fuerzas para establecer la Asociación Internacional del Asbesto (AIA), una poderosa herramienta para difundir propaganda.

En los principales países de uso del amianto, las asociaciones satélite nacionales coordinaron sus esfuerzos, aplicando las mismas estrategias de cabildeo.

En Bélgica, el Comité de Información sobre el Amianto del Benelux (CIAB) se jactó de estar trabajando “en estrecha y continua cooperación con los organismos oficiales, la comunidad científica, los sindicatos, los empresarios y las organizaciones de consumidores”.

En Francia, el principal órgano de cabildeo, fue el Comité Permanente sobre el Amianto (CPA), un comité informal, financiado por la industria del asbesto, que reunió, junto con los fabricantes, a los médicos, a científicos, sindicalistas y a funcionarios públicos.

Según un informe elaborado por el Senado francés en el año 2005, “la CPA ha desacreditado, con éxito, la importancia del riesgo de exposición al amianto y, en consecuencia, ha retrasado, en la medida de lo posible, cualquier prohibición del amianto en Francia”.

Aunque los fabricantes finalmente acordaron dejar de usar amianto azul (crocidolita), que se consideraba más peligroso, lo hicieron para centrar su propaganda más específicamente en la defensa del amianto blanco (o crisotilo, que representaba el 90 % de la producción de amianto).

Cuando la Unión Europea prohibió el asbesto en el año 2005, Canadá tomó medidas: hasta 2013, las autoridades canadienses financiarían el Chrysotile Institute, una herramienta de propaganda y desinformación, en apoyo de la industria minera del crisotilo de Quebec.

Incluso hoy, Rusia sigue afirmando que el crisotilo no es peligroso. En el año 2020, Rusia produjo 720.000 toneladas de amianto, lo que representa casi las tres cuartas partes de la producción mundial de asbesto (aproximadamente 1,14 millones de toneladas).India es la principal consumidora de amianto ruso.

Desarrollaron la teoría del ‘uso controlado del asbesto’. Según la industria, al reducir y monitorear los niveles de polvo, las enfermedades relacionadas con el asbesto desaparecerían. Sin embargo, en el año 1977, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) clasificó todas las formas de asbesto como cancerígenas y consideró que era imposible determinar un nivel de exposición al amianto o asbesto por debajo del cual no aumentaría el riesgo de cáncer.

Según el informe del Senado francés, los funcionarios franceses en el campo, habían sido «anestesiados» por el lobby del amianto y esta anestesia por parte de las autoridades públicas no se limitaba a Francia.

Las primeras leyes europeas sobre el asbesto tenían el sello de la interferencia de la industria: los estándares de acumulación de polvo eran indulgentes y, a menudo, se aplicaban incorrectamente.

A principios de la década del año 1980, en un intento por evitar un requisito potencial para exhibir el logotipo de la calavera y las tibias cruzadas, el símbolo que se usa habitualmente para etiquetar productos peligrosos, la industria planeó con anticipación e impuso con éxito su propio etiquetado, que deliberadamente no hacía referencia a enfermedades o cáncer. En ese momento, muy pocos países tenían registros de casos de mesotelioma y cáncer atribuibles al asbesto. Y lo que no se grababa, no se podía ver. La falta de datos estadísticos contribuyó significativamente a ocultar la realidad de los daños causados ​​por el amianto.

Cuando la Unión Europea prohibió el asbesto en el año 2005, Canadá tomó medidas: hasta 2013 las autoridades canadienses financiarían el Chrysotile Institute, una herramienta de propaganda y desinformación en apoyo de la industria minera del crisotilo de Quebec.

Incluso hoy, Rusia sigue afirmando que el crisotilo no es peligroso. En el año 2020, Rusia produjo 720.000 toneladas de amianto, lo que representa casi las tres cuartas partes de la producción mundial de asbesto (aproximadamente 1,14 millones de toneladas). India es la principal consumidora del amianto ruso.

Las víctimas tienen la palabra

El hecho de que el cáncer del asbesto permanezca latente en el cuerpo, solo para manifestarse a menudo décadas después de la exposición original, también se adaptaba a la agenda de los fabricantes. La verdad finalmente salió a la luz a principios de la década del año 1980.

En el Reino Unido Alice Jefferson hizo un relato muy público de su terrible experiencia, en un documental de televisión. A la edad de 47 años Alice ahora se estaba muriendo, habiendo desarrollado un mesotelioma. A la tierna edad de 17 años, había trabajado durante nueve meses en una fábrica de Cape Asbestos. El documental llegó a los titulares en el Reino Unido, y el Parlamento británico se vio obligado a abordar el tema del asbesto.

La resiliencia mostrada al desafiar al lobby del asbesto, difería de un país a otro, dependiendo de los empleos, el mercado y las políticas involucradas. Ya a principios de la década del año 1970, por ejemplo Dinamarca redujo y luego prohibió por completo el uso del asbesto, con la excepción de la producción de amianto-cemento. Esa excepción fue finalmente abolida en el año 1986, tras la publicación de los resultados de un estudio sobre los trabajadores de la fábrica Eternit en Aalborg.

Un ex empleado, Karl Mueller no hizo ningún esfuerzo por ocultar su resentimiento en su testimonio que data del año 1989:

– ‘Karl, tu mujer dice que te pasas horas, incluso días, sin pronunciar palabra¿Es así?’

– ‘Sí, eso es verdad.’

– ‘¿Por qué es eso?’

‘No sé, no puedo explicarlo.’

– ‘¿No puedes?’

– ‘Estoy enojado conmigo mismo, no puedo evitarlo’.

– ‘¿Y te culpas a ti mismo?’

-Sí

– ‘¿Crees que eso es justo?’

– ‘Tal vez no, es difícil de decir.’

-¿Sabes quién tiene la culpa?

-‘Sí, pero no levantan la mano. Esa es la parte triste de esta triste historia. Si simplemente hubieran dicho «Está bien, cometimos un error, lo corregiremos»… no nos habría devuelto la salud, pero se podría decir que nos habría tranquilizado.’

– ‘¿Entonces te habrías enfadado menos contigo mismo?’

– ‘Sí.’

– ‘Si la fábrica hubiera reconocido…’

– ‘Sí, si hubieran dicho ‘hicimos mal, levantamos la mano’… pero no. ¡En cambio es como si nosotros fuéramos los culpables!’

En el año 1986 el grupo belga-suizo Eternit cerró su fábrica en Casale Monferrato, al norte de Italia. (Léase el artículo de Ángelo Ferracuti, ‘Viaje a Casale Monferrato, la ciudad del amianto, en Hesa-Mag Nº 22, p.48).

Investigadores de la Universidad de Turín, demostraron el exceso de mortalidad de los trabajadores de la fábrica, debido al cáncer respiratorio, y un número anormalmente alto de casos de mesotelioma, en la población de la ciudad. Los sindicatos locales decidieron emprender la lucha en nombre de todas las víctimas. En ese momento Bruno Pesce, el representante sindical local, declaró: «Queremos justicia, pero esta es también una lucha de interés público, que debe ayudar a informar a todos, especialmente a las autoridades, que debemos dejar de procesar y usar amianto, no solo en Italia, sino en todos los países del mundo. Queremos una prohibición total del asbesto».

Campañas y casos judiciales

Como resultado de la campaña de los ciudadanos de Casale, Italia prohibió el asbesto en el año 1992. Luego, en el año 1995, la opinión pública francesa se vio sacudida por el escándalo creado por el descubrimiento de amianto en la Universidad Jussieu de París, el centro universitario científico más grande de Francia. El profesor Henry Pézerat llevaba allí 20 años exponiendo el problema de la contaminación generada por la degradación del flocado de amianto. El impacto del movimiento instaurado por Pézerat y sus colegas se sentiría en toda Francia y daría lugar a la prohibición del amianto en el año 1996, a la creación del Fondo de Indemnización a las Víctimas del Amianto (FIVA) en el año 2000 y a toda una serie de acciones judiciales por negligencia grave.

En Francia un empleado puede enjuiciar con éxito a su empleador si se determina que este último ha cometido una negligencia grave al no haber protegido a sus empleados, a pesar de que conocía los peligros del amianto, o debería haberlos conocido, según los últimos conocimientos científicos. Se presentaron miles de demandas por negligencia grave contra empleadores en Francia ante los tribunales de la seguridad social, lo que permitió a las víctimas, o a sus dependientes, obtener una compensación, además de los pagos de la seguridad social.

En ese mismo año, 1995, Bélgica también se vio sacudida por los escándalos relacionados con la retirada del amianto del edificio Berlaymont de Bruselas, sede de la Comisión Europea. La opinión pública belga finalmente se dio cuenta de que el amianto era una sustancia peligrosa y de que los riesgos no terminaban en las puertas de la fábrica. En 1998 se prohibieron la mayoría de los usos del amianto.

Dos años más tarde una valiente enferma de mesotelioma llamada Françoise Jonckheere, llevó al grupo multinacional Eternit a los tribunales. Su esposo, que había sido gerente en la fábrica de Eternit en Kapelleop den Bos, cerca de Bruselas, había muerto de mesotelioma varios años antes. Françoise nunca había trabajado en la fábrica, pero la casa familiar se encontraba cerca. Al enterarse de que sus hijos también tenían los pulmones llenos de amianto, Françoise se indignó y rechazó el trato económico que le ofreció la empresa a cambio de su silencio: ‘Dije que no. No lo quiero’.

Alguien me dijo en un momento que yo era el árbol que escondía todo el bosque. Eso es entonces verdadero. Y ahora no puedo simplemente quedarme de brazos cruzados y no decir nada…’

Tras la muerte de Françoise su familia continuaría con los procesos judiciales iniciados por ella, creando la Asociación Belga para las Víctimas del Amianto, una de cuyas principales reivindicaciones se vería satisfecha en 2007, con la creación de un Fondo del Amianto, con el fin de indemnizar tanto a las víctimas laborales, como a las no-ocupacionales (medioambientales). La demanda iniciada por Françoise era una acción de responsabilidad civil.

En Italia, y más concretamente en Casale Monferrato, las asociaciones de víctimas hicieron una campaña incansable por la persecución penal.

(La causa penal tiene por objeto condenar al autor de un delito -con la pena de multa o pena de prisión-. La llevan a cabo magistrados del Ministerio Público. La causa civil es una acción privada, encaminada a obtener reconocimiento del daño, a fin de obtener una indemnización por el daño económico, físico o moral, y es ejercitado por el perjudicado, ante el juez civil.)

Como atestigua la esposa de una de las víctimas, ‘lo incongruente de la situación es que, para poder trabajar, al mismo tiempo tenías que correr el riesgo de contraer una enfermedad. Esa es una perspectiva aterradora que no puede ser tolerada por un estado moderno, un estado basado en el estado de derecho, un estado social, y todos debemos levantarnos contra eso. Y una vez más, aquí estamos en Casale, las familias de las víctimas, somos nosotros los que tenemos que luchar.’

‘Il grandeproceso’ (el gran juicio del amianto), como se le conocía, terminó en febrero de 2012 con una sentencia de 16 años de prisión para los dos ex directores de la fábrica Eternit en Casale, el suizo Stéphane Schmidheiny y el belga Louis de Cartier de Marchienne. Sin embargo, en noviembre del año 2014, esas condenas fueron anuladas por el Tribunal de Casación, por motivos de prescripción. Otras acciones legales aún están pendientes. En 2017 en la acción civil iniciada por Françoise Jonckheere, el tribunal finalmente falló contra Eternit. El Tribunal de Apelación de Bruselas confirmó la sentencia del tribunal de primera instancia y dictaminó que «los fabricantes habían sido conscientes de la peligrosidad del amianto», desde principios de la década de 1960, como mínimo, y que «habían tratado activamente de encubrir sus riesgos para la salud». Pero esa victoria simbólica, lamentablemente, no marcó el final de la tragedia.

Una historia sin fin

A pesar de su prohibición en la Unión Europea en el año 2005, el amianto sigue cobrándose más víctimas cada año: más de 90.000 muertes relacionadas con el asbesto en el año 2019. Y el número de muertes aún no ha alcanzado su punto máximo.

De los cinco hijos de Françoise Jonckheere, dos murieron de mesotelioma, ambos a la edad de 42 años. Un tercer hijo, Eric, presidente de la Asociación Belga de Víctimas del Amianto, contrajo la misma enfermedad en el año 2021.

En Bélgica, si las víctimas optan por aceptar la compensación ofrecida por el “Fondo del Amianto” no pueden recurrir a los tribunales a menos que sea “para establecer la conducta dolosa de la empresa”.

En el año 2022, Eric Jonckheere y su abogado iniciaron una nueva acción contra Eternit. Están absolutamente decididos a demostrar que las circunstancias que motivaron su exposición y posterior enfermedad podrían ser calificadas como dolo. Un fallo doloso contra Eternit también representaría una victoria para todos los trabajadores que habían sido víctimas de enfermedades profesionales y estaban sujetos a las mismas reglas.

La lucha continúa también en Francia, donde unas 1.800 víctimas y sus familiares siguen esperando, unos 26 años después de la presentación de la primera denuncia, el inicio de un proceso penal contra 14 personas -directivos, altos funcionarios, industriales y médicos- acusados ​​de haber actuado en nombre del Comité Permanente sobre el Amianto (CPA) y retrasar la prohibición del asbesto en Francia mediante la difusión de información falsa.

Para estas víctimas aún no se ha hecho justicia. ¿Alguna vez se hará?

OTRAS LECTURAS:

International Ban Asbestos Secretariat http://www.ibasecretariat.org

Jolly P. (2023): la tenue d’unprocès penal toujours en suspens, Le Monde, 10 de marzo del año 2023.

Mengeot M. A., Musu T. and Vogel L. (2014) Preventing work cancers: a workplace healt priority, ETUI.

Nay S. (1997) Mortelamiante, Éditions Vie ouvrière.

Roselli M. (2008) Amiante et Eternit: fortunes et forfaitures, Éditions d’En bas.

Traullé F. (2023) Amiante: la dissolution, une alternative possible à l’enfouissement des déchets, Le Monde, 10 March 2023.

Nota del traductor:

Por su evidente afinidad temática con algunas de las cuestiones aquí tratadas, facilito seguidamente las correspondientes reseñas bibliográficas de varios de mis propios trabajos previamente publicados:

El amianto de Ucrania, un riesgo añadido para su población  «Rebelión», 15/03/2022,  https://rebelion.org/wp-content/uploads/2022/03/EL-AMIANTO-DE-UCRANIA.pdf

El asbesto o amianto en Rusia «Rebelión», 24/03/2022, https://rebelion.org/wp-content/uploads/2022/03/El-asbesto-o-amianto-en-Rusia.pdf

El amianto y el mesotelioma en la India «Rebelión», 05/04/2022, https://rebelion.org/wp-content/uploads/2022/04/El-amianto-y-el-mesotelioma-en-la-India.pdf

Mesotelioma familiar: el “asesino en serie” del crimen corporativo «Rebelión», 12/11/2016,  http://rebelion.org/docs/219093.pdf Publicado en inglés: http://www.gban.net/2017/01/12/familial-mesothelioma-the-serial-killer-of-the-corporative-crime-by-francisco-baez-baquet/

Fuente: https://www.etui.org/sites/default/files/2023-06/HM27_Asbestos%20manufacturing%20an%20industry%20of%20lies_2023.pdf