Heterogéneas, complejas y diversas son las familias que conviven hoy en Cuba. Reconocer esa realidad y plasmarla en la nueva Constitución es apenas el primer paso de un camino de múltiples desafíos, coincidieron especialistas reunidos en La Habana, durante la X Conferencia Internacional de Derecho de Familia. Para Leonardo Pérez Gallardo, presidente de la Sociedad […]
Heterogéneas, complejas y diversas son las familias que conviven hoy en Cuba. Reconocer esa realidad y plasmarla en la nueva Constitución es apenas el primer paso de un camino de múltiples desafíos, coincidieron especialistas reunidos en La Habana, durante la X Conferencia Internacional de Derecho de Familia.
Para Leonardo Pérez Gallardo, presidente de la Sociedad Cubana de Derecho Civil y de Familia, la nueva Constitución que entró en vigor el pasado 10 de abril sienta las bases para un Derecho de Familia más democrático.
«En una sociedad plural no puede existir un concepto único y excluyente de familia, identificando a esta, únicamente, con aquella surgida del vínculo matrimonial», precisó el experto en la sesión inaugural del evento, celebrado del 8 al 10 de mayo.
A su juicio, en la nación caribeña ha operado un proceso de repersonalización en las relaciones familiares, que se aleja de la tradicional familia nuclear y busca atender intereses más valiosos, como el afecto, la solidaridad, la lealtad, la confianza, el respeto y el amor.
Con él coincide Yamila González Ferrer, vicepresidenta de la Unión de Juristas de Cuba (UNJC): «El hecho de que nuestra Constitución proteja la diversidad familiar y que todos los tipos de familias sean igualmente válidos e importantes es algo fundamental», aseveró.
Pero para conseguir que esa protección sea realmente efectiva, urge revisar las normativas vigentes relacionadas no solo con la estructura familiar, sino también con otras ramas del derecho civil y penal que abarcan asuntos económicos, patrimoniales, vinculados a delitos o violencia, entre otros.
A juicio de González Ferrer, también profesora de la Universidad de La Habana, la permanencia de estereotipos sexistas en los entornos familiares constituye una amenaza y obliga, además, a explicar detalladamente los cambios que deberán incluirse en las leyes, para no limitar los derechos de las personas a partir de prejuicios.
Los desafíos de «las familias»
¿Qué representaciones sociales o imaginarios colectivos se construyen hoy en torno a las familias cubanas? La interrogante, formulada por la doctora Patricia Arés Muzio, durante su conferencia, pone la mira en un conflicto cada vez más público entre dos visiones contrapuestas: las conservadoras y negativas, frente a las progresistas y positivas.
Las primeras giran alrededor «de la defensa del modelo de familia nuclear conyugal y heterosexual» y consideran que existe cierta desarticulación de la familia, su desmembramiento, desmoralización y degradación de valores.
Las segundas, en tanto, destacan que existe un reconocimiento, aceptación y respeto a las diversidades familiares, señaló la profesora titular de la Facultad de Psicología, de la Universidad de La Habana.
Para la experta, no valen visiones «ni apocalípticas ni idealizadas». A su juicio, las familias cubanas «viven transiciones complejas, múltiples y encontradas» y tanto juristas como cientistas sociales y decisores de políticas necesitan miradas transdisciplinares, complejas, holísticas y humanistas para poder comprenderlas.
De esa realidad se desprenden muchos de los desafíos de cara a las legislaciones que ahora comienzan a elaborarse o revisarse, entre ellas el Código de Familia.
La legalización del matrimonio igualitario no es el único reto que enfrentará esa nueva norma jurídica y otras que también deberán ser revisadas. Entre ellos también se incluye el tema de las uniones consensuales, que hoy prevalecen en un alto número de hogares o la atención a la violencia intrafamiliar, necesidad que también quedó explícita en la Constitución cubana.
Las nuevas normas deben tener en cuenta dinámicas familiares muy diversas: hogares donde niñas y niños viven con solo uno de sus progenitores o con abuelos y abuelas; aquellos con personas de edad avanzada, o en los que, durante años, parejas de diversos tipos han vivido sin formalizar su unión, ya sea por decisión propia o porque la ley actual no lo permite por tratarse de personas del mismo sexo.
Para tener solo una idea, las familias nucleares constituyen solo 52,2 por ciento del total de los hogares cubanos, según datos del último Censo Nacional de Población y Viviendas, desarrollado en 2012 por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información. Están formadas por una pareja, no necesariamente casada, con o sin hijos; conformadas por solo el padre o la madre con sus hijos e hijas (monoparental), así como las familias reconstituidas con padrastros o madrastras.
Las llamadas extendidas representan 26,5 por ciento y las integran la pareja con o sin descendencia y otros familiares. Además, existen los llamados hogares unipersonales, que constituyen 18,7 por ciento del total y están formados, en lo fundamental, por personas mayores, esencialmente mujeres.
Por último, se cuentan las familias compuestas, apenas 2,3 por ciento del total, en las que conviven personas que no tienen vínculo familiar o consanguíneo.
Pero, igualmente, se impone una mirada desde el Derecho a las desigualdades motivadas por los acuerdos económicos que sustentan las familias, como demostraron con amplitud en su análisis acerca del régimen económico del matrimonio en Cuba las profesoras Nileidys Torga Hernández y Aliani Díaz López, de la Universidad de Pinar del Río, en la zona occidental del país. Igualmente, el derecho penal está urgido de cambios que pasan no solo por una mirada más plural a las diferentes formas de conformación de las familias, sino también por la necesidad de la incorporación de enfoques de género en su formulación y ejercicio.
«Necesitamos prescindir de los tipos clásicos de familias, pues no aportan elementos suficientes al Derecho Penal», reflexionó con SEMlac Lázaro Enrique Ramos Portal, Máster en Criminología y profesor de Derecho Penal de la Universidad de La Habana. En nuestro Código Penal tenemos una estructura basada en una familia homoparental, heterosexual, que en muchos casos anula la posibilidad de los análisis para familias ensambladas o más diversas, lo cual es un reto enorme, porque todas las instituciones básicas dejan fuera este tipo de configuraciones, precisó Ramos Portal.
Los estudios de género en Cuba comienzan a socializarse después de la pasada década del noventa y el Código Penal data de 1985. Las modificaciones incorporadas en 1992 tuvieron en cuenta algunas miradas de género a instancias de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), pero no son suficientes, agregó el jurista.
Quizás uno de los primeros y mayores desafíos de las leyes que vendrán pasan por dejar de ver a la familia como un espacio privado y reconocerle su alcance público, social y político, reflexionó, por su parte, González Ferrer.
Para ello, se requieren miradas a la familia «no solo desde el Derecho, sino también desde ciencias afines como la Psicología, la Sociología, la Demografía o las Estadísticas, pero no con una visión compasiva o meramente tolerante de los nuevos modelos familiares, sino con una vocación de ecumenismo», sostuvo Pérez Gallardo.
«En esta visión inclusiva, cada vez más pluralista, deben prevalecer el amor, los afectos, las emociones, la solidaridad, la responsabilidad, el sentido de convivencia, más allá de estereotipos sexistas, de presupuestos ideológicos o de requerimientos normativos», precisó.