El PSOE consigue su objetivo y en Ferraz hay una moderada satisfacción, a contramano de Génova, que se queda corto y no sepulta a Moncloa. La debacle de Sumar hace estallar su liderazgo y Yolanda Díaz renuncia a los cargos partidarios pero no a la vicepresidencia. Y el enigma Alvise…
El PP ha ganado otra vez unas elecciones de envergadura estatal. Pero en política las lecturas no deben ser basadas en una foto sino en la película. Entender la realidad requiere desgranar los datos de una noche de adrenalina pero también el proceso previo. A por ello.
Sí, el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, se ha dado el gusto pero no el «gustazo», en palabras de Pedro Sánchez en su mitin de cierre electoral del viernes. El presidente quería darse su propio «gustazo» de ganarle al tridente Feijóo, Abascal y Alvise Pérez, la última expresión trumpista radical y populista. Pues va a ser que no.
Pero, ¿por qué tampoco ha sido un «gustazo» el del expresidente de la Xunta? Por los mismos motivos que en las generales anticipadas de hace solo once meses: en la recta final, en los últimos metros de la carrera, el PP perdió fuerza y control de la dinámica de campaña y precampaña. Sánchez, el resiliente eterno que jamás se rinde, recortó distancia. Demasiada para el objetivo de Génova.
Sabor a poco
No hace falta ser un erudito de las cuentas sino simplemente comparar las encuestas privadas (incluso un poco el CIS) de hace dos meses para ver que algo no ha salido tan bien. Entre 10 y 12 puntos de diferencia se registraba en abril, en medio de la tormenta por el llamado ‘caso Koldo’, por las sospechas sobre Begoña Gómez (aunque en ese momento de un poder informativo más marginal) y por el desgaste de la negociación de la amnistía.
Este 9J la diferencia ha sido solamente de un 4%. Según cuenta en su columna de ’La Vanguardia’, palabras más palabras menos, el exjefe de gabinete y spin doctor Iván Redondo, quien conoce como pocos la psyche política de Sánchez, el objetivo que tenía el líder del PSOE era sobrepasar el umbral del 30% de los votos válidos en estos comicios. Lo ha logrado, ha llegado al 30,18% y solo ha perdido un escaño respecto a 2019.
Los resultados son así una dulce derrota para Ferraz, no solo por haber alcanzado ese número sino porque representan una remontada elocuente con respecto a los días previos a los ya antológicos cinco días de reflexión de fines de abril. Pero no solo por ello…
El partido del presidente del Gobierno español es el que obtiene el mejor resultado de todos los jefes de ejecutivo en funciones de los 27 países de la Unión Europea. Los socialistas portugueses han conseguido 2 puntos más pero ya son oposición y el primer ministro de Rumanía, Marcelo Ciolacu, lidera un ejecutivo que es una coalición en donde los socialdemócratas son un partido más. Y Sánchez ha cumplido este viernes seis años exactos al frente de Moncloa.
Esto explica el júbilo que altos cargos del PSOE tenían en el mitin del viernes, donde filtraban la posibilidad real de un empate técnico (considerado menor a una diferencia de 2% en el mundo de las encuestas). Si bien el CIS de Tezanos otorgaba más, una reestimación de los datos publicada por NAIZ el sábado utilizando la misma muestra daba unos números casi idénticos al resultado de este domingo.
Uno de los jefes de la estrategia de comunicación de Ferraz señalaba este razonamiento: «En marzo de este año la previsión de la mayoría de sondeos, punto arriba, punto abajo, era de 15 puntos de diferencia. Hemos remontado 11. El PP quería tumbar al Gobierno y convirtió la campaña en un río de fango. ¿Les ha compensado para ganar por 2 escaños? Yo diría que no».
Los mismos datos pero diferentes razones de las caras de algarabía socialistas explican la gestualidad facial de la cúpula del PP. Es dudoso que un especialista en semiótica no verbal pudiera decir que estaban plenos y felices Dolors Montserrat, Isabel Díaz Ayuso y el propio Feijóo la noche del domingo en su comparecencia en Génova. ¿Triunfo? Sabor a poco.
La estrategia era nítida: sepultar al PSOE con una rotunda diferencia de votos, con un partido de Gobierno que no llegara a poder exhibir un número 3 por delante en su cifra y un PP orillando los 40 puntos. Para eso venían trabajando hace meses en trumpizar el discurso (de hecho venían aspirando votantes de Vox hasta no hace mucho) y también confrontar con conservadores moderados catalanes y vascos para arrebatarle votos al PNV y a los posconvergentes. «Vox es una realidad, existe y tenemos que pescar en otros mares», comentaba uno de los principales asesores de Feijóo hace pocas semanas en el Congreso.
Pero no ha alcanzado. Otra vez, 11 meses después. Si en julio Feijóo ganaba pero se quedaba a pocos escaños de la mayoría absoluta con subvención de la ultraderecha (cinco escaños perdidos en la última semana de campaña, según fuentes de Génova admitieron a NAIZ tiempo después), ahora en junio se quedaban con un triunfo acotado.
El PP ha sido el partido más votado, lo ha elegido uno de cada tres ciudadanos y ha avanzado nueve escaños, un dato incontestable. Mejora incluso unas décimas porcentuales con respecto a las generales, aunque cabe recordar que con casi 15% menos de participación electoral. Sin embargo, no alcanza: pedirá elecciones en cada sesión de control pero serán palabras al viento si se recuerda que no hubo una gran diferencia y que fue el Ejecutivo más refrendado de la UE.
La trumpización del discurso político tiene estas paradojas: fertiliza un suelo ávido de ultras. Ahora Génova deberá lidiar con mayor fragmentación a la derecha ya que el Se Acabó la Fiesta del Bukele español acarició el 5%, en un voto transversal aunque enfocado en los más jóvenes y marginado de los medios de comunicación tradicionales. Un caso Ruiz Mateos, pero 1989 no es 2024.
El consultor político Pablo Pombo, en un desayuno informativo el lunes a primera hora en el centro madrileño, decía en público: «España tiene la suerte de tener la ultraderecha más vaga y torpe de Europa. Vox se ha convertido en un partido viejo y han perdido ventaja. Hay que prestar atención al fenómeno de Alvise, basado en [comunicar por] Telegram. Por cada votante mujer que tiene, hay tres hombres».
«Vamos a ver quién gestiona mejor la fragmentación», añadía. Y es que si hubo división en la derecha también lo hubo en la izquierda. El PSOE fue a por el voto de Sumar, que también vio despedazado a su electorado por la escisión con Podemos. La coalición de Ahora Repúblicas se convierte en la cuarta fuerza electoral y Alvise le pisa los talones a Sumar. Una semana más de campaña y vaya a saber si no lo sorpasaba.
El partido de Díaz concatenaba tantos traspiés electorales que la situación se ha tornado insostenible: la vicepresidenta ha anunciado este lunes que renuncia al liderazgo de Sumar pero, curiosamente, no a la vicepresidencia ni al Ministerio de Trabajo. Esta mañana ya Más Madrid e Izquierda Unida pedían rediscutir la organización de la izquierda confederal.
La excepción ibérica
El Estado español ve reforzado su bipartidismo. Solo se puede encontrar en Portugal un caso similar en el que las fuerzas tradicionales de centroderecha y centroizquierda aglutinen tantas preferencias. De hecho, en 2014 PP y PSOE sumaban el 49% y en 2019 el 53%. Este domingo el 64%.
El votante medio tiene nostalgia de cierto bipartidismo imperfecto, creen algunos analistas. De hecho, según la consultora Metroscopia, el 75% de los ciudadanos del Estado rechaza que haya compartimentos estancos entre derecha e izquierda y piden pactos entre los bloques.
Una paradoja que emana de esta excepción ibérica es que no sólo el PP y PSOE se refuerza en su tierra sino también en la Eurocámara: con estos resultados ganarán un notable peso en las negociaciones por venir en Bruselas para dirimir los principales cargos de la Comisión Europea y del Parlamento.
De hecho, los socialistas españoles serán el 14% del grupo socialdemócrata, y los «populares» de Feijóo el 11% del PPE. Es mucho si se recuerda que son colectivos integrados por nada menos que 27 países. Paradójicamente, después de una campaña polarizadora y con muchos asuntos locales, los dos partidos más grandes verán réditos en Bruselas.
En el escenario del Estado, el porvenir es incierto. Se mantendrá el clima de tribus políticas y la confrontación polarizante. Sánchez ha elegido el camino de trumpizar su estilo político y eso ya parece no tener vuelta atrás. De PP y Vox no hace falta ni aclararlo. De hecho, en menos de un mes irá Pedro Sánchez a comparecer al Senado. El PP no descarta pisar el acelerador si hace falta y llevar a la primera dama.
Desde la cúpula de Ferraz responden a NAIZ el día después que los resultados estaban dentro de lo que calibraban. «Ahora acabó el largo ciclo electoral y la legislatura coge tracción», aseveran. De adelantar las elecciones, ni hablar. «A la derecha la legislatura se le hará larga», recalcan.
El objetivo primordial del segundo semestre es conseguir unos presupuestos generales que den impronta a esta nueva legislatura. Un anticipo electoral (incluso aunque haya repetición en Catalunya) es impensable por el momento por un simple hecho: la pérdida del Gobierno está asegurada. Incluso con los mismos resultados de hace 11 meses, Sánchez necesita socios para ser investido y la división de la izquierda llevaría automáticamente a Feijóo y Abascal a la Moncloa.