Hace no tanto tiempo, fruto de las nuevas relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el gobierno del último país mencionado decidió eliminar de su lista de países patrocinadores del terrorismo al primero de ellos; una noticia sin duda importante, pero, obviamente, hipócrita en extremo. Y es que si algo han hecho los sucesivos gobiernos imperialistas […]
Hace no tanto tiempo, fruto de las nuevas relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el gobierno del último país mencionado decidió eliminar de su lista de países patrocinadores del terrorismo al primero de ellos; una noticia sin duda importante, pero, obviamente, hipócrita en extremo. Y es que si algo han hecho los sucesivos gobiernos imperialistas yanquis en toda su historia ha sido, precisamente, causar terror en todo el mundo para saquearlo hasta límites insospechados.
Comportamiento muy diferente al practicado por Cuba revolucionaria, cuya política internacionalista ha beneficiado y dignificado de manera altruista la vida de millones de personas en buena parte de nuestro maltratado planeta. Pero por si esto fuera poco, Cuba además ha sido víctima directa del terrorismo Made in USA, que ocasionó entre la población cubana 3.478 muertos y 2.099 lisiados.
Tras el triunfo de la Revolución, la mayor parte de la actividad terrorista de la contrarrevolución, con la complicidad de las administraciones yanquis, tuvo lugar en territorio cubano -ahí esta el ejemplo de los 5.780 atentados perpetrados solamente entre el 30 de noviembre de 1961 y el 3 de enero de 1963-, pero también en suelo estadounidense desplegó su actividad destructiva y asesina contra intereses y personal cubano. Según el propio FBI, entre 1975 y 1983 la organización terrorista OMEGA 7 -fundada el 11 de septiembre de 1974 por Eduardo Arocena Pérez– consumó cerca de treinta atentados con explosivos en Nueva York, Nueva Jersey y la Florida.
En Nueva York fue asesinado hace 35 años, precisamente, Félix García Rodríguez. Aquel 11 de septiembre de 1980, Félix conmemoró, junto a varios compañeros chilenos, la resistencia del presidente Salvador Allende ante el golpe de Estado que, en contubernio con el gobierno imperialista yanqui, asestó Augusto Pinochet.
También repartió algunos ejemplares del último número de la revista «Bohemia» en diferentes lugares de encuentro de los emigrados, y hasta de los contrarrevolucionarios, para que se enteraran de los logros obtenidos por el socialismo en Cuba.
Pero más avanzado el día y frente a un semáforo en rojo hubo de detener el automóvil que manejaba, momento aprovechado por un individuo armado que, apuntando a Félix, apretó con rabia y odio el gatillo. Cuatro balas asesinas acabaron con su vida. Era el primer diplomático acreditado en la ONU asesinado en los Estados Unidos.
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