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Israel

¿Feliz Janucá? Gracias, pero no para mí

Fuentes: Mondoweiss.net

Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.


Mujeres soldados del ejército israelí celebrando Janucá

 

Desde que salí de Israel, todos los años en torno a esta época, personas educadas y bienintencionadas me desean Feliz Janucá. Pero yo no celebro Janucá porque es una festividad que ofende mis valores y mi ética. Las gentes sueles pensar que es una especie de versión judía de la Navidad, pero se equivocan.

La fiesta de Janucá conmemora otra adjudicación del templo judío en Jerusalén como parte de una rebelión exitosa contra los invasores griegos en Judea durante el período de 175 a 134 antes de Cristo. Tras la muerte de Alejandro, el imperio griego se dividió y Judea pasó a formar parte del Imperio seléucida griego, que también incluía a Siria. Antíoco IV Epífanes, el gobernante del Imperio seléucida, transformó Jerusalén en una polis al estilo griego, construyó un gimnasio, convirtió el templo judío en un templo del dios griego Zeus y reprimió brutalmente la religión judía. Prácticas como la lectura de la Torá, la circuncisión y la observancia del sábado fueron prohibidas y castigadas con la muerte.

La rebelión encabezada por Judas Macabeo y sus hermanos se llevó a cabo como una guerra de guerrillas contra el ejército seléucida, pero inicialmente se involucró en el asesinato de colaboradores judíos que adoptaron la cultura y la religión griegas. Esta guerra de guerrillas participó en muchas batallas y al final Judea fue capaz de establecerse como un Estado cliente de Roma y se liberó de los griegos. Durante una de las batallas, una banda de rebeldes pudo superar una pequeña guarnición militar seléucida que custodiaba el templo. Lo reconquistaron y lo consagraron de nuevo como un templo judío. La palabra Jánuca se deriva de la raíz hebrea de la palabra «inaugurar» o «dedicar».

Este evento se celebra en la festividad de Janucá como un milagro de dios con algunos mitos arrojados incluidos. Uno de ellos es el mito del bidón pequeño que contenía aceite de oliva consagrado que se encontró en un rincón del templo y que milagrosamente duró ocho días permitiendo que la Menorá permanezca encendida durante los ocho días de la celebración. El profesor de la Universidad Bar-Ilan que nos enseñó acerca de Janucá, como parte de una unidad sobre las fiestas judías, dijo que nadie sabe quién originó este mito, pero permaneció. Se cuenta cada año a los niños pequeños en Israel y en las comunidades judías de todo el mundo, como una forma de conferir la bendición divina sobre la rebelión exitosa contra las fuerzas de ocupación griegas.

El problema que tengo con Janucá (y muchas otras festividades judías) es que me niego a celebrar un baño de sangre, glorificar la guerra o justificar el asesinato de nadie, ni siquiera en nombre de nuestra propia liberación o por la supervivencia. Muchas fiestas judías se basan en historias de nuestra liberación de la opresión y triunfos sobre aquéllos que querían aniquilarnos o simplemente nos hicieron pasar un mal rato. Para mi gusto, muchas de esas celebraciones se regocijan en la muerte de los demás y justifican lo que hicimos en nombre de la supervivencia de nuestra identidad judía. (Tampoco celebro la Pascua, porque no puedo regocijarme de la muerte de todos los primogénitos de Egipto, o Purim   donde Hamman y sus diez hijos fueron asesinados por conspirar para matar a los judíos).

Al crecer aprendí muchas historias acerca de cómo resistió nuestro pueblo frente a la ocupación y el sometimiento. No siempre eran batallas y guerras. A veces eran sólo sobre el espíritu de resistencia humano, independientemente del avasallamiento a un costo horrible. Una de las sangrientas historias, que como niña me pareció también profundamente conmovedora, era acerca de Hanna y sus siete hijos, que fueron brutalmente asesinados uno a uno frente a ella porque se negaba a comer carne de cerdo. Se nos enseñaba en términos absolutos que uno hace cualquier cosa para ser libre, que no se doblega ante los ocupantes y que la opresión es intolerable, así como cualquier intento de subyugar nuestra religión, nuestra forma de vida o nuestro carácter nacional.

Teniendo en cuenta las realidades de la ocupación israelí de Palestina, creo que la hipocresía de Janucá es intolerable. Está bien para nosotros los judíos celebrar (en grande y espectacularmente) nuestros esfuerzos para liberar a nuestro pueblo de la ocupación, cueste lo que cueste, sin importar quién viva o muera de nuestro lado o del otro. Pero no está bien para los palestinos. Nadie condena Judas Macabeo y sus rebeldes como terroristas. Se les venera como luchadores por la libertad con una causa justa y divinamente decretada incluso a pesar de su brutalidad. En la historia de Janucá se desprecia enconadamente a los ocupantes griegos, pero nadie piensa que hay un problema con Israel porque es un ocupante.

Por supuesto que en este punto los partidarios de Israel son propensos a decir que la comparación es injusta. Israel no es un imperio como Grecia, sino que sólo está tratando de ser un refugio seguro para el pueblo judío largamente perseguido. Pero, ¿acaso importan las razones de la ocupación y la colonización, cuando su flagelo y sus crímenes son iguales?

Otra cosa que se pone de manifiesto en los documentos detrás de Janucá es que durante ese periodo hubo luchas internas horribles y sangrientas dentro de la misma comunidad judía. Había corrupción e intriga sin fin con respecto a la posición del Sumo Sacerdote y sus familiares, la colaboración con los ocupantes griegos, poder, estatus y dinero. Este es el tipo de dinámica que se produce cuando un pueblo está bajo la ocupación, las luchas de poder que conllevan y los diferentes enfoques para hacer frente a la ocupación. Nunca es agradable.

Así que cuando la gente critica al pueblo palestino yo me quedo fuera y siempre me digo a mí misma: ¿Qué se puede esperar? Esto es lo que sucede cuando las personas están bajo la ocupación. Ellos responden como siempre han respondido los seres humanos en circunstancias similares, incluidos nosotros los judíos. ¿Por qué los palestinos deberían ajustarse a un patrón diferente al de los judíos de entonces, al de los franceses en la ocupación nazi, al de la India durante la colonización británica, los escoceses o cualquier otro grupo ocupado a lo largo de la historia humana?

El problema nunca es la respuesta, sino siempre la ocupación. Ser colonizador y ocupante nunca es benigno. Son crueles y explotadores, y cuanto haga el colonizado y ocupado nunca estará bien. Ningún ocupante tolera ninguna resistencia, pacífica o violenta. Se reprimen ambas porque interrumpen y amenazan el orden del ocupante. Los pueblos ocupados nunca pueden hacer nada bien cuando se trata medirse con un poder que los despoja de lo que tienen y los destruye si se ponen en su camino.

En mi niñez me gustaba Janucá porque es divertido para los niños. Tienes la oportunidad de encender velas bonitas, cantar bellamente, aunque sangrientas canciones tradicionales (Maoz Tzur es absolutamente sorprendente si usted sabe lo que significan las palabras) y comer deliciosos alimentos dulces, grasos, como los pequeños pasteles de papa (latkes) y donas de mermelada (sufganiot). (Ambos son platos tradicionales de Europa del Este, no realmente judíos en sí mismos, pero Israel siempre ha estado dominado por la cultura Ashkenazi). Por eso, cuando todos estos años abandoné la práctica de la celebración fue un poco triste, pero ha sido un sacrificio meritorio para que yo pueda vivir de acuerdo con mi ética.

Es hora de que los judíos que apoyan a Israel en todo el mundo, y en particular para los judíos de Israel, despierten u vean la terrible ironía de la celebración de Janucá mientras Israel ocupa a los palestinos. ¿Por qué no ven que ellos están haciendo el papel de los griegos y los palestinos están respondiendo de la misma manera que los rebeldes judíos lo hacían entonces? Si la cultura judía glorifica y celebra nuestro espíritu rebelde e intransigente, ¿por qué condenar ese mismo espíritu en los demás?

Abigail Abarbanel nació y se crió en Israel. Se mudó a Australia en 1991 y ahora vive en Escocia. Trabaja como psicoterapeuta privada y es activista por los derechos palestinos. Abigail es editora de Más allá de las lealtades tribales: historias personales de los activistas judíos por la paz , (Cambridge Scholars Publishing, 2012) Su página web.

 

Fuente: http://mondoweiss.net/2012/12/happy-hanukkah-thanks-but-not-for-me.ht