Líbano arde una vez más. Esta vez y como era de esperarse los cazabombarderos F-16 y los temidos helicópteros Apache de la aviación israelí derriban todo lo que se encuentra en pie. Las imágenes evocan los peores días de los años 80 y las columnas de humo que se levantan entre las colinas y entre […]
Líbano arde una vez más. Esta vez y como era de esperarse los cazabombarderos F-16 y los temidos helicópteros Apache de la aviación israelí derriban todo lo que se encuentra en pie. Las imágenes evocan los peores días de los años 80 y las columnas de humo que se levantan entre las colinas y entre los centenares de cuerpos de ancianos, niños y mujeres que ya despidieron la vida, como tantas otras veces, nos dan claras señales que la destrucción de la otrora Fenicia es un hecho irreversible. Una vez más, quiero decir. Desde hace ya más de dos semana el temido ejército de Israel sin contemplación alguna se ha dado a la repudiable tarea de matar a todo tipo de inocente en pro de rescatar a sus soldados Ehud Goldwasser y a Eldat Regev, y quienes fueron capturados por las milicias de Hezbolá y ahora son utilizados como moneda de cambio por dicha organización en la perspectiva de negociar con el gobierno de Israel su liberación, siempre y cuando han dicho algunos de sus voceros, éste deje en libertad a un número muy importante de sus miembros detenidos en cárceles israelíes y con ellos a cientos de inocentes y a quien se les ha prefigurado todo tipo de delito.
Es muy probable que la liberación de los soldados retenidos por Hezbolá sea la excusa idónea para que el Estado de Israel se hubiera lanzado a cumplir su plan de intervenir nuevamente en el Líbano, con la anuencia, como no, del gobierno de los EEUU y del cual hacen parte un número no menos despreciables de halcones, entre ellos, Jhon Bolton, Paul Wolfowitz y el Vicepresidente Dick Cheney, —entusiastas impulsores como es de público conocimiento de la guerra contra el pueblo iraquí— y quienes justifican y hasta santifican los cientos de inocentes muertos y heridos que dejan los horribles y repudiables bombardeos con los que una vez más Israel muestra su desaforado comportamiento criminal ante el mundo árabe. Guardando las proporciones y de ello hay cada vez menos dudas, Israel siente el mismo desprecio por la población árabe hoy, como el que por la población judía sentía en su momento la horda criminal de Adolf Hitler. Su desprecio por el otro, en este caso por lo árabe, sin equívoco alguno, lo lleva a actuar sin medida y sin la más elemental razón. Es como si se tratara de hacer desaparecer a ese otro y sobre todo propiciar su aniquilamiento.
Todo indica que esta era una acción ya diseñada y que tenía y tiene unos claros y manifiestos objetivos: Por un lado, busca sacar a Hezbolá del sur del Líbano y crear un cordón de seguridad sobre las principales ciudades del norte de Israel, en especial sobre Haifa y en donde cohetes Katiuska lanzado por las milicias chíies de Hezbolá han impactado y dado muerte a por lo menos 30 personas, entre ellas algunas de origen palestino; población de quien se dice viene siendo utilizadas por el ejército de Israel como escudos humanos. El actual despliegue de fuerza acometido por el Estado Judío también propende por presionar al frágil gobierno del Líbano en cabeza de Fuad Siniora para que se la juegue a fondo en el sentido de desarmar a Hezbolá y de que asuma el ejército libanés el control del sur de Líbano; hecho cuando menos risible y caricaturesco dada la volatilidad del ejército de Líbano. Con todo lo anterior se procura dar paso al cumplimiento de la resolución 1559 de la ONU. Resolución que se le exige cumplir a Líbano, valga aclarar, pero no parece existir ese mismo interés ni esa misma presión cuando de hacer cumplir las que Israel de modo sistemático y canalla ha incumplido en relación con el contencioso palestino.
Pero la presión no sólo se orienta a que sea el ejército de Líbano el que monopolice la seguridad y el control militar, también busca unos objetivos políticos y es que el primer mandatario saque del Parlamento a Hezbolá, que como sabemos tiene una importante presencia en ese órgano. Se trata de aislar política y militarmente a esta importante facción chíi, la cual hace mucho rato según la jerga de la política exterior norteamericana hace parte del «Eje del Mal». Con todos estos movimientos buscan los EEUU e Israel sentar las bases para que el frágil equilibrio logrado hasta hoy entre todas las distintas facciones que coexisten en el Líbano se rompa y quede abonado el terreno para el surgimiento de un conflicto con características internas, tal y como acontece hoy en Palestina y en el mismo Iráq, y en donde y como sabemos diferentes opciones políticas y religiosas se aniquilan para regocijo de los intereses del eje Washington-Jerusalém. Se trata de imponer la máxima: divide y reinarás.
De igual modo, el ataque a la población civil en Líbano por parte del ejército de Israel parece un castigo que éste infringe a modo de escarmiento a importantes sectores sociales que simpatizan desde el sur de Líbano hasta Baalbeck con Hezbolá, y a quien no pocos ven como una especie de retaguardia y como una suerte de héroe, pues esta organización contribuyó de modo decisivo al hecho que Israel pusiera fin a la ocupación del Líbano en el año 2000 y hasta donde había llegado de la mano del hoy moribundo Ariel Sharon, no sin la estrecha y criminal colaboración del entonces gobierno cristiano de Menahen Begin. De otra manera no puede interpretarse la arremetida contra la población civil en Líbano, que es como en todo conflicto y eso es una verdad de Perogrullo, la peor afectada.
La situación en Líbano es tan dramática como repudiable, a tal punto que la nada subversiva ONU y en especial su Secretario General no ha dejado de señalar que en Líbano hay una catástrofe de orden humanitaria, lo que ofende a la dignidad humana y, sin embargo, ello no parece ofender y así se puede colegir de la pasividad con que se da respuesta a los trágicos hechos que hoy se dan y como se dan, a quienes tienen la obligación política y moral en apariencia de contener ese inatajable baño de sangre en que se ha convertido la vieja Fenicia, cuna de mil glorias históricas y culturales y a la que personajes de baja estofa y probada belicosidad como José María Aznar, Tony Blair y George Bush están de acuerdo que le sigan bombardeando. Con los fieros ataques de Israel no sólo se va la vida de muchos/as sino una riqueza arqueológica aún no inventariada. Ahora arde Líbano como ardió un día Roma. Ayer fue Nerón el responsable de las llamas y hoy este mismo personaje reencarnado en la arrogancia del Trío de las azores y también en quienes siguen sus estribillos de dolor y guerra a lo largo del planeta.
Esta claro que este nuevo ataque del Estado de Israel contra Líbano, en síntesis, lo que busca por todos los medios es debilitar aún más las frágiles estructuras de dicho país y consolidar, en cambio, su poder como la primera potencia política y militar en la región. Se trata de quitarse de encima cualquier amenaza y generar una situación de extrema tensión, hecho que le favorece de modo ostensible como quiera que no sólo es la primera potencia militar, nuclear incluso, en la zona, sino que cuenta con el sólido respaldo político y militar del gobierno de los EEUU e Inglaterra, y también y como no podía faltar, con el silencio cómplice de la Unión Europea, el cual termina siendo tan criminal como las bombas que ahora caen sobre las principales ciudades de Líbano.
A Israel como a los EEUU no les interesa un oriente medio en paz y mucho menos democrático. El plan de democratización de los EEUU para oriente medio no deja de ser una quimera: Iráq, Palestina y el resto de gobiernos corruptos de la región así lo demuestran. La apuesta es por la guerra porque en ella el más fuerte vence y en ello Israel es el alumno aventajado de las principales potencias occidentales. Oriente medio no es que no sea una tierra apta para el florecimiento de la democracia y de ciertos valores occidentales como lo han dicho y hasta la saciedad Samuel Hungtington, Francis Fukuyama y el mismo Giovanni Sartori, quizá los que no están aptos para impulsar la democracia en esta región son las potencias occidentales, pues a ellas les es muy cómodo la existencia de sultanatos corruptos y monarquías criminales, quienes han sido fieles interpretes de los intereses norteamericanos y prooccidentales en la zona; impulsoras incluso del fanatismo islámico más corrosivo y despiadado como es el caso de la Monarquía Saudí, agenciadoras por excelencia del terrorismo islámico y aliado número uno del gobierno de los EEUU.
En Líbano confluyen hoy por hoy todos los intereses de las potencias mundiales y regionales, lo que hace difícil crear principios de acuerdo entre las potencias que en el seno del Consejo de seguridad de la ONU deben hallar soluciones efectivas y duraderas a la crisis. Irán, por ejemplo, presionado por los EEUU y otras potencias occidentales por el desarrollo de su programa de enriquecimiento de uranio tenía y tiene justificadas razones para que Hezbolá, —organización chíi a la que apoya a través de Siria—, emprendiera una provocación contra los intereses del Estado de Israel, la cual creó tal y como hoy lo vemos las condiciones necesarias y suficientes para el surgimiento de un proceso de desestabilización regional y el cual ha contribuido a relajar la presión que sobre su tentativo programa de construcción de armas nucleares vienen realizando las principales potencias mundiales, salvo Rusia y China, y quienes tienen importantes intereses en el gas y el petróleo iraní.
Para los EEUU, la virulencia de los ataques de Israel contra Hezbolá y la población civil están justificados en la medida en que se percibe ello como su legítima defensa contra la amenaza del terrorismo, lo que deja en el ambiente la idea, una vez más, de que Israel cuenta con el apoyo incondicional norteamericano y que es su hegemón y su primer anillo de seguridad en la región de oriente medio. Este apoyo incondicional ofende la dignidad de millones de árabes y enciende el repudio una vez más contra el Estado de Israel y los EEUU. Líbano es una región de pulso entre potencias mundiales y regionales. Por el momento el Papa, la ONU y uno que otro gobierno de la Unión Europea no dejan de señalar la necesidad de buscar salidas a la crisis, sin embargo, frente a las centenares de víctimas que se reportan en Líbano y que crecen con el correr de los días, éstas opacas y grises voces asisten sólo en calidad de espectadoras al rito del dolor y muerte que allí se produce.
Nadie interpela a los EEUU ni a su grosero actuar. Un caso representativo de lo que acabo de exponer es el rotundo fracaso de la Conferencia de Roma (julio 26) convocada por el gobierno americano, en especial por Condoleezza Rice, Secretaria de Estado, y de la que no salió ningún pronunciamiento serio y real en relación con parar el bombardeo por parte de Israel y mucho menos una condena a su terrorífico actuar. La postración de la ONU y el miedo a agraviar a los EEUU y a Israel es tal que, éste organismo a través de su Consejo de Seguridad no ha condenado siquiera el crimen, premeditado reconoce Koffi Annan, de cuatro de sus observadores a manos de la aviación israelí en los bombardeos a Líbano y de quienes se dice que imploraron en muchas ocasiones para que se parara el bombardeo sobre la sede donde estaban ubicados.
Cínicamente Annan reconoce, no sin enojo, que el gobierno de Israel le había garantizado que contra los observadores de la ONU no se procedería. ¿Acaso si se tiene permitido que se ataque a los civiles que no hacen parte de la ONU? El comportamiento de Koffi Annan y el del Consejo de Seguridad de la ONU más cínico y ruin no pueden ser. La guerra contra la población civil en Líbano muestra una vez más la profunda crisis de la ONU y la necesaria reforma de la misma. Si de algo se habló en Roma y así lo recoge la declaratoria, es del envío de una fuerza internacional que brinde apoyo al ejército libanés, la cual debe ser autorizada con mandato de la ONU. Se requiere una fuerza sí, no para parar la matazón sino para defender desde el interior de Líbano los intereses del Estado Judío. Para esto está hecha la ONU, para servir a los intereses judeo-americano. Más prueba imposible. De igual modo el pronunciamiento hace hincapié en la necesidad que existe de desarmar a Hezbolá y que el ejército de Líbano cope los espacio que hoy ocupa esta importante guerrilla que desde hace tiempo no sólo planta cara a Israel, sino que le ha hecho probar el polvo de la derrota. Como en otros momentos, ésta resolución está hecha a la medida del Estado judío.
Europa en medio de esta nueva crisis hace la genuflexión a EEUU e Israel y mira para otro lado. Deja que el ejército Israelí mate con la patente que tiene para ello y prefiere el murmullo cómplice con la muerte al grito y la interpelación con y para la vida. Desde hace rato lo viene haciendo. Calla frente al agujero negro de Guantánamo, no musita ninguna palabra frente a los vuelos secretos de la CIA, mira para otro lado frente a la construcción del Muro que segrega y margina por partida múltiple a los palestinos, y ahora calla de nuevo y de modo infame, como nos tiene acostumbrado. Mientras cierro estas líneas nuevas y asesinas bombas caen sobre Beirut, Sidón, Tiro y así y entre poco por toda la vieja Fenicia. Los muertos suben como la espuma, son árabes, no europeos, y, por tanto, hacen parte de los nadie. El dolor de los nadie, nadie lo reivindica. La gradación de la vida y la muerte de los no europeos/as parecen discurrir por otros cánones y las guerras en Colombia, Iráq, Afganistán, Palestina y ahora el Líbano parece confirmarlo así.
Es muy probable que los bombardeos y destrozos que ellos causan de modo integral sobre la población aumenten la simpatía por Hezbolá, quien es la única fuerza que en este momento se opone a la invasión israelí. Algo extraño pasa el Palestina y Líbano cuando Hamás y Hezbolá son las únicas esperanzas en esas áreas. El radicalismo islámico se acentuará en Líbano y Hezbolá canalizará todo el descontento contra Israel. Así sucedió y sucede en Palestina donde Hamás encarna hoy por hoy todo el repudio que se pueda sentir allí por el Estado Judío, a quien se resiste a reconocer. La torpe política exterior de los EEUU y de Israel en oriente próximo han arrojado a los brazos de Hamás y Hezbolá un flujo de simpatizantes que sólo el tiempo se encargará de determinar cual es su magnitud y cuales serán sus consecuencias. El radicalismo en todo el mundo arabo-musulmán irá en aumento. Por lo pronto, Hezbolá y Hamás se han encontrado con una masa de simpatizantes que sólo EEUU e Israel se la podían haber otorgado.
Líbano llora y entierra a sus muertos y a unos cuantos kilómetros de allí los Palestinos hacen lo propio con los suyos. En Iráq nada distinto ocurre y tampoco en Afganistán. La capacidad de ataque de Israel no tiene parangón. A la hora de matar éste tiene el don de la ubicuidad, es decir, está en un lado y en otro y cuenta con la aprobación de los poderosos para ello. La matanza de Líbano por parte de Israel cae bien a los EEUU y por diversas razones: le permite ocultar aunque sea de modo momentáneo lo que pasa en Guantánamo y también el desastre político y militar que se produce tanto en Afganistán como en Iraq. Mientras Israel sigue matando a civiles por montón, tanto en Gaza como en Líbano, EEUU prepara enviar nuevos combatientes a la tierra de Sadám Husseim, los cien muerto que a diarios allí se producen le recuerdan que haber declarado la victoria militar no fue otra cosa como no sea una más de sus consabidas y acostumbradas estupideces. Israel ataca a Líbano y a través de ello envía claros y rotundos mensajes al gobierno de Siria y también al de Irán. Por el momento se trata de acabar con Hezbolá y de paso destruir política, social, económica y moralmente a Líbano. Al juzgar por las imágenes está en ello y tiene todos los respaldos para lograrlo.
Mientras algunos huyen, Israel bombardea aeropuertos y carreteras, se trata que nadie huya, que esperen la venganza del código de Hammurabi elevado a una incalculada potencia y que prometió cumplir un alto dignatario del gobierno de Israel como castigo frente a sus muertos. En Líbano como en Gaza no hay lugar para los corredores humanitarios. Da grima escuchar a Naciones Unidas implorar que le dejen pasar «un vaso» con agua y un poco de maíz transgénico para quienes lo han perdido todo. Es lo único moral que se le puede reconocer a la ONU en toda esta deplorable crisis. Israel no perdona ni a los camiones que transportan unos envejecidos alimentos. A los que huyen se les permite que vayan a Chipre, y quizá porque es el Estado Judío el que expulsa y mata. En cambio, a los Eritreos y Somalíes que rescató un barco español hace unas semanas atrás en altamar aún están buscando quien les quiera recibir. Con los libaneses es muy probable que pronto ocurra lo mismo. A los colombianos, nigerianos y demás solicitantes de asilo y refugio que llegan buscando protección en Europa cada vez más se les expulsa de un aeropuerto de la Unión. Hasta en esto el Estado Judío tiene la espalda asegurada, se trata que la hinoptizada opinión pública mundial no vea los millones de libaneses que hoy huyen del espanto de la muerte que les provoca Israel y con la complicidad de eso que llaman sociedades civilizadas del Primer Mundo. Por hoy y parafraseando a Ghandi, muéstrenme el rostro de la civilización occidental, pues lo que veo es la pura y dura barbarie.
Antropólogo, Doctorando en Antropología Social y Cultural en la Universidad Autónoma de Madrid. Magíster en Relaciones Internacionales y Ciencia Política.