Saltó la noticia de Ferrovial y muchos se han dado cuenta de lo que otros ya veníamos denunciando desde hace tiempo: las multinacionales no tienen patria. Menos todavía en ese espacio que se ha llamado Mercado Único Europeo o Unión Europea (UE). Pertenecer a ese club de países ofrece la posibilidad a nuestra empresas de saltar de uno a otro sin que ninguna institución pública pueda hacer nada para evitarlo. Así, las empresas pueden decidir mudarse a quien le haga más mimos o le conceda más capricho. Las multinacionales se convierten en ese niño malcriado que, tras el divorcio de sus padres, se va con papá o mamá dependiendo de quién ceda a sus pataletas y les suba la paga. Con la diferencia de que en la UE tiene 27 papás y mamás que compiten por la atención de esos niñatos.
Como buenos malcriados, si papá o mamá ceden en sus peticiones, sacarán nuevas exigencias y volverán a patalear y a forzar una nueva competición entre los 27 para que sus deseos sean cumplidos. Es decir, si el resto de Estados miembro igualara a la baja los impuestos de sociedades, el pago sobre intereses, sobre ingresos que provienen de royalties o el impuesto a las rentas del capital que pagan los dividendos (que los accionistas de Ferrovial van a dejar de pagar con la mudanza a Países bajos), los niñatos malcriados pedirán que sean otros impuestos u otras trabas a sus negocios los que sean eliminados a cambio de su pretendido cariño. Si reducimos esos impuestos como hace Irlanda, Luxemburgo, Malta o Países Bajos, las multinacionales se moverán a aquel Estado que les rebaje los impuestos a la renta de sus trabajadores, forzando una nueva competición a la baja. Cuando todos lo hagan, se mudarán a aquellos que eliminen los impuestos medioambientales. Y así sucesivamente hasta que esa competición a la baja acabe con la mayoría de los ingresos fiscales de todos los Estados miembros y con ello se hundan los estados de bienestar de todo el continente.
Si no hay más grandes empresas que mudan sus sedes a otros Estados miembro, y solo mudan sus filiales, es porque en España también se les mima mucho. Poderte reunir con ministros para hablar de licitaciones a cambio de sobre con dinero en metálico, como demostró la Caja B del Partido Popular, es un buen mimo que en otros países no les va a ser tan fácil de conseguir. Que a la CNMC se les pase por alto investigar claros oligopolios o concentraciones de sectores que no se dan en otros países, como el bancario español, o que, en caso de que sí lo hagan, la Audiencia Nacional o el Tribunal Supremo les acabe librando de las multadas años después, como ocurrió con el cartel de las basuras donde había una filial de Ferrovial, también es un buen mimo que se les ofrece en este país y que en otros países más serios y donde sus tentáculos en las instituciones (algunos arraigados desde el franquismo como el caso de Ferrovial) no son tan extensos.
Pero el caso conocido estos días muestra que algunas empresas parece que están dispuestas a renegar de esos favores públicos a cambio de una buena reducción en su factura fiscal. Por lo que hay que buscar otra solución. Hay que dejar de mimar a los niñatos malcriados y ceder a sus exigencias tomando medidas conjuntas que atajen la competición fiscal a la baja.
El artículo 116 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea
En julio de 2020 la Comisión Europea (CE) se llevó un buen bofetón en su pretendida lucha contra el dumping fiscal de algunos Estados miembro. En agosto de 2016, Bruselas había sancionado a Irlanda por los impuestos no recaudados durante años a Apple y le obligaba a reclamar 13.000 millones de euros a la empresa tecnológica. Pero ese mes de 2020, el Tribunal General de la Unión Europea (TGUE) anulaba la sentencia fallando que la institución europea no tenía competencias para obligar a un país a aplicar una sanción de cobro de impuestos dada su política fiscal nacional. Es decir, se reconoce que Irlanda está mimando a un niñato estadounidense con consecuencias fiscales negativas para su propia población y para el resto de países vecinos, pero no se puede hacer nada porque las propias normas europeas no lo permiten.
Aquello desató la ira de la CE y de su comisaria de Competencia Margrethe Vestager y se filtró a la prensa que Bruselas se estaba planteando poner en marcha una de esas válvulas de escape diseñadas para ocasiones como esta: el artículo 116 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. El problema de base aquí es la construcción de la propia UE. Mientras que la mayoría de los Estados miembro cedieron su soberanía y políticas monetarias al Banco Central Europeo, el otro brazo de las políticas públicas que tienen los países, las políticas fiscales, corren a cargo de cada país y no existe ni un mínimo de coordinación. Aquello fue lo que dio el pistoletazo de salida a la competición fiscal a la baja que sufrimos en la actualidad. Si no puedo devaluar mi moneda o bajar los tipos de interés, pues devalúo los salarios de los trabajadores y bajo impuestos.
Para cualquier tipo de cambio en una legislación fiscal común en la UE se necesita la aprobación unánime de los 27. Y aquí, claro, llega el problema. Cualquier legislación que ataque el dumping fiscal se encontrará con el voto en contra de al menos uno de los cuatro paraísos fiscales internos que se sientan en esa mesa: Luxemburgo, Irlanda, Países Bajos o Malta.
Aquí entra en acción el artículo 116. Según su propio texto, “en caso de que la Comisión compruebe que una divergencia entre las disposiciones legales, reglamentarias o administrativas de los Estados miembro falsea las condiciones de competencia en el mercado interior y provoca, por tal motivo, una distorsión que deba eliminarse, procederá a celebrar consultas con los Estados miembro interesados”. En caso de que esas consultas no lleguen a ningún acuerdo para eliminar dicha distorsión por el proceso actual, la unanimidad en la toma de decisiones, el artículo permite que el Parlamento Europeo y el Consejo adopten “con arreglo al procedimiento legislativo ordinario, las directivas necesarias a este fin”, entre las que se podrán adoptar cualquier otra medida apropiada prevista en los Tratados. De aprobarse el uso del artículo 116, las iniciativas contra las políticas fiscales de algún Estado miembro solo necesitarían la aprobación de una mayoría cualificada de los 27 Estados de la UE, en vez del apoyo unánime y esos países perderían su capacidad de veto. Luego deberían pasar por votación en el Parlamento Europeo, donde esos 4 países no tienen un gran peso debido a su tamaño.
Es decir, si hay padres que siguen malcriando a los niñatos y no se quieren poner de acuerdo con el resto de padres para parar esa sangría, pues se activa el artículo 116 y se les obliga a hacerlo. Poner límites a los niñatos malcriados, pero también a aquellos padres que siguen cediendo a las pataletas a cambio de un poco de pretendido cariño.
En vez de estar pidiendo por favor al niñato malcriado que deje de patalear y que no se vaya con otro padre, como está haciendo Calviño, o pretender poner candados a nuestra casa que van en contra del “régimen de custodia compartida” que aceptamos hace varias décadas, como propone Unidas Podemos, lo que debería estar haciendo la ministra de Economía es levantar el teléfono y llamar a la comisaria de Competencia Vestager. Luego convocar una reunión de padre y madres responsables de las políticas fiscales, el Consejo en su formación de Asuntos Económicos y Financieros (ECOFIN), mirar a los ojos a los papis y mamis que más están perdiendo por culpa de los padres irresponsables que ceden a los niñatos y convencerles de que se deben tomar medidas fiscales comunes para acabar con el dumping fiscal.
Proponer mínimos comunes para los principales impuestos que pagan las empresas y un plan para acabar con las prácticas de Base Erosion and Profit Shifting (erosión de la base imponible y traslado de beneficios, BEPS por sus siglas en inglés) que practican otras empresas españolas como Inditex. Y, cuando los cuatro padres malcriadores levanten su brazo para oponerse, que entre en escena Vestager y la CE para poner en marcha el artículo 116 del Tratado. Solo parando los pies a esos países que malcrían y aceptan la pataletas de niñatos como Ferrovial podremos avanzar en una política fiscal justa y parar una competición a la baja y una sangría de ingresos públicos que acabe con los estados de bienestar de toda la Unión Europea.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/ferrovial/ferrovial-otros-ninos-malcriados-articulo-116-del-tratado-ue