Los ataques a los soldados de parte de los matones judíos de Hevrón, tirarles terpentina en la cara de los soldados y un graffiti «Mohammed cerdo» son continuaciones directas de las palabras de sus rabinos. Uno de ellos, el rabino Dov Wallfe, declaró esta semana durante un encuentro en Hevrón que «el estado de Israel […]
Los ataques a los soldados de parte de los matones judíos de Hevrón, tirarles terpentina en la cara de los soldados y un graffiti «Mohammed cerdo» son continuaciones directas de las palabras de sus rabinos. Uno de ellos, el rabino Dov Wallfe, declaró esta semana durante un encuentro en Hevrón que «el estado de Israel en su actual estructura es enemiga del pueblo de Israel…nosotros venceremos al enemigo interno que es el estado de Israel». Todo esto a raíz de una sentencia que obliga a los colonos a desalojar la casa en conflicto en Hevrón, hasta que el juzgado local determine quién es su dueño.
La conducta agresiva que demuestran los colonos de Hebrón y de otros lugares entró en una normalidad soportable. No son iguales a los esfuerzos que hacen las fuerzas de seguridad para descubrir redes terroristas ó bandas delictivas, aquí ni siquiera hay necesidad de servicio de informaciones complejo que investigue sus intenciones. Sus actos son al descubierto y sus integrantes conocidos así como sus dirigentes. Pero cuando el ejército inclina la cabeza y recibe sobre sí la tarea de limpiar detrás de ellos las consignas de odio pintadas en las paredes, y cuando el ministro de seguridad aún habla sobre «necesidad de dialogar» con la dirigencia de los colonos, con mayor razón cuando el presidente del estado declara en Londres que le será difícil a Israel desalojar las colonias sin provocar una guerra civil, estas bandas delictivas pueden festejar. Semejante espaldarazo de parte del presidente siquiera habían esperado.
De hecho hoy no hay gobierno en Israel que pueda hacer frente a estos desobedientes de la ley. La época preeleccionaria es un buen tiempo para los chantajistas ó los infractores a las leyes que pueden apelar al concepto de «pueblo de Israel» ó «santidad de Israel» a cualquier infracción que comete. De esta manera, si en los días normales el ejército se abstiene de fatigarse con los colonos, fuera de algunos casos específicos, con más razón entonces ahora que la persecución de cada voto obliga a la «indulgencia y la paciencia».
Sólo que «dialogar», término impreciso y cuyo significado puede ser un guiño por aquí ó un empujón de hombros para allá, para los colonos significa una sola cosa: ellos avanzarán y el gobierno guardará silencio. Los soldados, siempre atrapados en el medio, seguirán sufriendo otro poco de blasfemias, más serpentina y más golpes. Qué es una sentencia y quiénes son las autoridades legales de los distritos frente a estos fanáticos armados que invisten status de santidad a cada edificio que lograron echar mano, ya sea por la ley ó sin ella.
Este azote es insoportable. Porque este mismo gobierno que permite en su blandura, el desprecio de los colonos por las decisiones de la corte, otorga al resto de los ciudadanos el permiso de comportarse de la misma manera. Si se puede escupir en la cara de un soldado en Hevrón, también se puede golpear a un policía en Ramat Gan; si el asalto ilegal a una casa en Hevrón es ignorado, de la misma manera se puede tomar por asalto casas en Jaffa.
El gobierno está obligado a echar a los colonos de la casa en disputa inmediatamente, poner a disposición de la justicia a los agresores de los soldados e investigar a quien amenazó ir contra el estado. Debe hacer entender de una vez y para siempre al público israelí -no el de las colonias- que hay una ley para todos y nadie está por sobre ella.