La agresividad ha sido la línea de continuidad que ha caracterizado la política de Estados Unidos hacia la Revolución Cubana, pero en esa línea se han producido pequeños y esporádicos puntos de inflexión, marcados por la apertura de procesos exploratorios de una posible «normalización» de las relaciones entre ambos países. Claro, desde la perspectiva de […]
La agresividad ha sido la línea de continuidad que ha caracterizado la política de Estados Unidos hacia la Revolución Cubana, pero en esa línea se han producido pequeños y esporádicos puntos de inflexión, marcados por la apertura de procesos exploratorios de una posible «normalización» de las relaciones entre ambos países. Claro, desde la perspectiva de lo que el gobierno de los Estados Unidos entendió en esos momentos como una «normalización» de las relaciones con la Isla, muy diferente a la concepción que históricamente ha tenido Cuba sobre el asunto.
No se confunda esto con los momentos en que ha existido negociación o diálogo entre ambas partes, pues desde que Washington rompió relaciones con La Habana en enero de 1961, prácticamente todas las administraciones estadounidenses han asistido a la discusión o negociación de aspectos muy puntuales de las relaciones entre ambos países, sin que eso signifique que haya habido intención de «normalizar» las relaciones con Cuba. Es conocido que en el período presidencial de James Carter (1977-1981) fue en el que más se pudo avanzar hacia una mejoría de las relaciones entre ambos países pues muchos de los resultados de las conversaciones y negociaciones sostenidas se hicieron públicos, pero en el período de Gerald Ford (1974-1977) los contactos se manejaron bajo una estricta compartimentación y las conversaciones no derivaron en negociaciones. Por tal razón, mucho de lo acontecido en cuanto a las relaciones Estados Unidos-Cuba en el período de Ford es menos conocido.
En estas páginas se aborda esa experiencia, sus alcances y limitaciones, así como sus logros y fracasos, con el objetivo principal de demostrar la hipótesis de que el proceso de exploración de una «normalización» de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, abierto durante la administración Ford, fracasó no por la indisposición de Cuba, sino por el hecho de que el gobierno de Washington, bajo un enfoque de política exterior determinado por la confrontación este-oeste, adoptó una postura poco constructiva en su acercamiento a la Isla, al vincular dentro del espacio de negociación o diálogo los asuntos bilaterales con los multilaterales, con la aspiración de cercenar la voluntad soberana de Cuba en política exterior a cambio de la «normalización» de las relaciones.
El contexto histórico.
Durante la primera mitad de los años setenta, el escenario internacional fue testigo de la disminución del poderío hegemónico de Washington, lo que se vinculó directamente con la crisis de su economía doméstica, la pérdida de competitividad de sus productos frente al resto del mundo capitalista y con toda la estela de cuestionamientos que el desastre norteamericano en Viet Nam venía dejando sobre la opinión en el país y en el exterior. Además, la dirigencia norteamericana tuvo como calvario, en esos convulsos años, la existencia de una paridad estratégica en el terreno militar con la URSS, así como la visible ascendencia política de la potencia comunista en el escenario internacional.
Ante el reconocimiento del poderío estratégico soviético y de las nuevas realidades del escenario internacional, que actuaban en desmedro de los intereses hegemónicos de Washington, el gobierno de Richard Nixon (1969-1974) inició un replanteo de la proyección global de Washington -que después continuaría Gerald Ford-, teniendo como ideólogo fundamental a su secretario de Estado, Henry Kissinger. De esta manera, reconociendo los cambios producidos en la arena internacional y con el total respaldo de Nixon, Kissinger se lanzó a reformular la política exterior de los Estados Unidos desde un enfoque conceptual de «realismo político», enfoque que aún hoy se sustenta en la idea de que la política exterior de los estados debe guiarse exclusivamente por el interés nacional, sin atender a otras consideraciones de índole ideológica o moral, respaldándose en el poder y la capacidad suficiente para actuar y hacer valer su voluntad. Asimismo el profesor de Harvard defendía como paradigma para la creación de un orden internacional el sistema de equilibrio de fuerzas. En su criterio, no podía permitirse que ninguna potencia llegara a sobrepasar los límites de su poder en el escenario internacional, pero tampoco era recomendable reducir su poderío a niveles insignificantes, pues en cualquiera de las dos alternativas, el único camino seguro era el de la conflagración mundial. Siguiendo estas concepciones, Nixon y Kissinger se avocaron a construir la distensión, aunque reduciéndola a las relaciones entre las más grandes potencias adversarias: EE.UU, URSS, China y, de manera más o menos integral a una sola región: Europa. 1 La línea fundamental que prevalecería en la política norteamericana hacia América Latina 2 y otras regiones bajo su influencia, sería la confrontación tradicional, signada por el propósito norteamericano de conservar el statu quo de estas áreas y así mantenerlas alejadas del «peligro comunista».
La distensión no fue más que un intento desesperado de Washington por recuperar su maltrecho liderazgo, contener al comunismo y lograr el equilibrio global, ya no por la confrontación, sino por medio de la negociación y las sólidas relaciones con los aliados: Europa Occidental y Japón, integrando a las potencias comunistas, URSS y China, en una estructura que sirviera para moderar su comportamiento. 3 A su vez, la concepción estadounidense de la detente descansó en la manipulación de la diplomacia triangular Estados Unidos-URSS-China, aprovechando la hostilidad creciente entre los grandes estados socialistas para mejorar las relaciones con cada uno, incentivándolos a la negociación y tratando de utilizarlos para ejercer influencia sobre Vietnam del Norte mientras duró el conflicto en el sudeste asiático. 4 En una Cumbre celebrada en Moscú en el año 1972, las dos superpotencias firmaron la «Declaración sobre principios básicos de las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética» que, de hecho, establecía una especie de código de conducta de ambas naciones, comprometiéndolas a prevenir situaciones que causaran tensión en sus relaciones, promover la cooperación, no pretender sacar ventajas unilaterales, reconocer los intereses de seguridad de las partes y contribuir a que todos los países pudieran desarrollarse pacíficamente. La declaración, que abarcaba además la intención de desarrollar los vínculos entre Estados Unidos y la URSS en los planos cultural, científico, económico y comercial, fue el primer documento donde Washington aceptó el concepto socialista de coexistencia pacífica. 5
Fue en ese contexto internacional conocido como distensión y de un escenario muy desfavorable para los Estados Unidos tanto desde el punto de vista interno (manifestaciones contra la guerra de Viet Nam, Watergate, crisis económica, política y moral), como en el externo (pérdida de la guerra en Viet Nam, avance de las fuerzas progresistas en distintas regiones del orbe, disminución marcada del poderío hegemónico de Washington y fortalecimiento de la Revolución Cubana) que empezó a moverse, tanto en el ejecutivo y el legislativo estadounidense, como en importantes sectores de negocios y de la intelectualidad de ese país, la idea de una revisión de la política hacia Cuba. El criterio de flexibilizar la rígida política de Estados Unidos hacia Cuba iría ganando cada vez más terreno, primero durante el segundo mandato de Nixon -más bien en el Congreso-, luego durante la administración Ford -fundamentalmente bajo la iniciativa de Kissinger- y alcanzaría su más elevada expresión durante la administración Carter.
En el período que comprendió el gobierno de Richard Nixon (1969-1974) surgieron algunas iniciativas en el Congreso estadounidense, proponiendo cambios en la política hacia Cuba. Los senadores J.W. Fulbright (Presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado) y Frank Church, introdujeron en una audiencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado celebrada el 30 de julio de 1971, la Resolución S.J.146, la cual pedía derogar la llamada «Resolución Cubana» de octubre de 1962.6 También Fulbright, junto al senador Edward Kennedy, introdujo la Resolución S.J.160, que expresaba el deseo del Senado de que el Presidente: «Debería tomar medidas para revisar la política de Estados Unidos hacia Cuba con el objetivo de empezar un proceso que llevara al reestablecimiento de relaciones normales entre los dos países».7Esta resolución pedía además el apoyo norteamericano para que la OEA reexaminara las medidas contra Cuba. Por su parte, el 5 de agosto de 1971, el senador Mathias presentó la Resolución S.J.148, la cual solicitaba también la anulación de la «Resolución Cubana», debido a que, a juicio del senador, autorizaba el uso de fuerzas armadas estadounidenses en Cuba.8
El 16 de septiembre de 1971, las tres resoluciones mencionadas se discutieron en una Audiencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Muchos senadores se manifestaron en contra de la intransigencia que mostraba el Departamento de Estado en relación con Cuba. Mas el tema quedó en breve relegado, pues la mayor parte del Congreso se concentró en el análisis de la posible salida de Estados Unidos de Viet Nam.9
No obstante, en enero de 1973, un grupo de moderados republicanos elaboró un documento titulado: «Una Distensión con Cuba», en el que urgían a Nixon considerar la «normalización» de las relaciones con Cuba.10Sin embargo, Nixon se mostró reacio a mejorar las relaciones con la Isla.
La principal pregunta que se hacían muchos congresistas, tanto demócratas como republicanos, era que si Nixon había comenzado una política de acercamiento a China y el proceso de distensión con la URSS, ¿por qué entonces mantener una rígida política hacia Cuba? ¿por qué no negociar con ella?
Por su parte, se hacía cada vez más imperioso para los Estados Unidos firmar un acuerdo con Cuba que frenara los secuestros de naves aéreas hacia la Isla (80% del total de desvíos se daba en ese sentido). Además, Estados Unidos podía participar en esta negociación sin que implicara un cambio en su política hacia Cuba; «un entendimiento con Cuba sobre secuestros no alteraría el status de nuestras relaciones con el gobierno de Castro»,11 le señaló Kissinger a Nixon el 12 de noviembre de 1969.
El 15 de febrero de 1973, después de muchos meses de negociación,12 los dos países firmaron por intermedio de la embajada Suiza en La Habana un «Memorándum de Entendimiento sobre secuestros aéreos y marítimos y otras ofensas». El artículo 1 de dicho acuerdo señalaba que cualquier persona que cometiera un acto de secuestro de un avión o navío sería devuelto al territorio de origen de dichos medios de transporte para ser juzgado. También, que la parte que recibiera el avión o navío secuestrado tomaría las medidas necesarias para darle continuidad al viaje de los pasajeros y tripulación inocente con todas sus pertenencias. Por su parte, el artículo 2 del memorándum de entendimiento establecía el compromiso de condenar severamente a la persona que, dentro del territorio de una de las partes, conspirara, preparara o promoviera actos de violencia o depredación contra naves aéreas y marítimas de la otra, así como otros tipos de actos agresivos.13
En los meses de marzo y abril de 1973, el subcomité de Asuntos del Hemisferio Occidental del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, celebró audiencias sobre «la política de Estados Unidos hacia Cuba». El presidente del subcomité, Gale McGee, y el presidente del Comité, Fulbright, desafiaron abiertamente la intransigencia de la administración respecto a Cuba, a la luz de la cambiante situación internacional. En la audiencia, el secretario asistente adjunto, Hurwwitch, todavía mantuvo la posición de que la política de Estados Unidos estaba basada en la prohibición de las relaciones impuestas por la OEA, y afirmó que Cuba exportaba la Revolución y tenía estrechos vínculos militares con la Unión Soviética.14
Mas como para dejar claro de que no habría cambios en la política estadounidense hacia Cuba, en el mes de mayo de 1973 un documento del Buró de Asuntos Públicos del Departamento de Estado de los Estados Unidos destacó lo siguiente: «En cooperación con nuestros vecinos en el hemisferio y de conformidad con las resoluciones de la OEA, continuamos buscando el aislamiento económico y diplomático de Cuba mientras esta siga siendo una amenaza a la paz y la seguridad del hemisferio. Como ha repetido el Presidente Nixon, no vamos a cambiar nuestra política hacia Cuba mientras Cuba continúe apoyando la subversión en otros países latinoamericanos y mantenga estrechos vínculos militares con la Unión Soviética».
Y más adelante señalaba: «no hay inconsecuencia entre nuestra política hacia Cuba y nuestra política de mejorar las relaciones con la URSS y la República Popular China. Ambas se han adaptado a las situaciones actuales. Ambas son pragmáticas. La URSS y la República Popular China han dado muestras de querer mejorar las relaciones, mientras que Cuba no mostrado el mismo interés. En momentos en que el mundo ha dejado atrás la animadversión, la política cubana se centra en una actitud antagónica e intervencionista».15
Sin embargo, ante las constantes presiones del gobierno argentino, el 18 de abril de 1974 el Departamento de Estado de los Estados Unidos anunció que se otorgarían licencias de exportación, permitiendo a las subsidiarias norteamericanas de la Ford, Chryster y General Motors en Argentina, vender a Cuba unos 11 500 autos y camiones por valor de 150.000.000 de dólares. De manera similar, ante los reclamos del gobierno canadiense, Washington otorgó licencias a las filiales de la Studebarker-Worthington Inc. de Nueva Jersey en Canadá, que negociaron con la Isla una venta de locomotoras calculadas en varios millones de dólares.
Por su parte, de finales de junio a principios de julio de 1974 el director ejecutivo del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Pat M. Holt, visitó Cuba y se entrevistó con Fidel Castro, abriendo el camino a futuras visitas de senadores y representantes.16 A su regreso a los Estados Unidos, planteó en un informe que el aislamiento de Cuba era un fracaso, e instó a que se levantaran las sanciones económicas impuestas a la Isla, se eliminaran las restricciones a los ciudadanos estadounidenses para viajar a Cuba y se flexibilizaran las limitaciones a los diplomáticos cubanos en Naciones Unidas. Posteriormente, en septiembre de 1974, visitaron Cuba los senadores Jacob Javits (republicano-New York) y Claiborne Pell (demócrata-Rhode Island), quienes también a su regreso recomendaron: el inicio de un proceso hacia la «normalización» de las relaciones entre ambos países, la flexibilización de las restricciones a los viajes de los diplomáticos cubanos en Naciones Unidas y exhortaron al gobierno estadounidense a que eliminara el carácter multilateral del bloqueo, pues este afectaba también a terceros países. Menos de dos semanas después del regreso de los dos senadores, el gobierno cubano les notificó la excarcelación de cuatro ciudadanos estadounidenses, como un gesto de buena voluntad hacia los congresistas.
La iniciativa Kissinger.
Sin embargo, la principal iniciativa en función de una posible flexibilización de la política estadounidense hacia Cuba vendría de Henry Kissinger. Desde mayo de 1974, siendo aún secretario de Estado de Richard Nixon y al parecer sin informar a este último, había iniciado sus movimientos discretos de acercamiento a Cuba.17 Aprovechando un viaje que realizaría el periodista estadounidense Frank Mankiewicz18 a Cuba en el mes de junio de ese año, con el propósito de realizar una entrevista fílmica al Comandante en Jefe Fidel Castro, Kissinger envió un mensaje verbal para el líder de la Revolución Cubana en el que, en tono conciliatorio, señalaba que consideraba absurda la política de Estados Unidos hacia Cuba y que estaba dispuesto a trabajar para flexibilizarla. Kissinger le pidió también a Mankiewicz que le trasladara a Fidel que la primera gestión que haría para flexibilizar la política de Estados Unidos hacia Cuba sería la de autorizar a los turistas estadounidenses la entrada en los Estados Unidos de 50 dólares en productos cubanos y aseguró la abstención de los Estados Unidos cuando se discutiera en la OEA la eliminación de las sanciones contra Cuba, todo lo cual se materializó posteriormente, tal y como Kissinger había prometido.19 Podríamos entonces preguntarnos: ¿Por qué ese cambio de postura de Kissinger en relación con la política que su país estaba siguiendo con Cuba?
Esta claro que Kissinger no era ningún inexperto en materia de política exterior, todo lo contrario, sabía analizar en su complejidad el escenario internacional y, de acuerdo a este, tomar las acciones pertinentes para encaminar la política exterior en el sentido que favoreciera a los intereses fundamentales de su país. Para el nuevo diseño de política hacia Cuba, tomó como base las acciones realizadas por él en la apertura diplomática con China, la firma del Tratado de Armas Estratégicas con la Unión Soviética y el inicio de negociaciones con Viet Nam.
Kissinger seguramente también valoró las siguientes realidades:
-La política agresiva de Estados Unidos contra Revolución Cubana había sido un verdadero fiasco y la Isla se sentía cada vez más segura económica20 y militarmente con el respaldo de la URSS.
-La política de aislamiento diplomático a Cuba en el hemisferio -dirigida por Estados Unidos- se mellaba cada vez más21y algunos gobiernos como los de Argentina, México, Canadá,22 entre otros, expresaban reiteradamente su rechazo a las restricciones establecidas a las subsidiarias estadounidenses radicadas en sus países para comerciar con la Isla, pues veían estas prohibiciones como un desafío directo a su soberanía nacional.
-Se hacía evidente que Estados Unidos había pretendido aislar económica y políticamente a Cuba, pero era Washington en definitiva el que se había aislado y a la vez disminuido su capacidad de influencia sobre la Isla.
-La presión de la mayoría de los países latinoamericanos sobre el gobierno de Estados Unidos solicitando un cambio en la política hacia Cuba era verdaderamente fuerte. Estados Unidos quería mejorar su imagen hacia la región sobre la base de un «nuevo diálogo», por lo que el costo del mantenimiento de una rígida política hacia Cuba era mayor que el beneficio que podía obtenerse flexibilizándola en función de otros objetivos de su política exterior mucho más importantes.
-Europa Occidental y Japón estaban comerciando y estableciendo relaciones con Cuba, mientras que las corporaciones estadounidenses tenían cerrado el mercado cubano, precisamente en una coyuntura de crisis para la economía estadounidense.23
-En medio de un proceso de detente con la URSS y de acercamiento a China en el escenario internacional, se hacía recomendable llegar a algún tipo de entendimiento con la Isla, que se encontraba en su llamado «patrio trasero». Precisamente ese era uno de los principales cuestionamientos que hacían algunos congresistas estadounidenses y ciudadanos en general.
-En el plano interno aumentaba la presión del Congreso de los Estados Unidos -tanto republicanos como demócratas- sobre el ejecutivo exigiendo un cambio en la política hacia Cuba, la cual consideraban anacrónica y autodestructiva.
-La opinión pública estadounidense, ante la actitud de su gobierno frente a China y la URSS, había cambiado sus percepciones sobre Cuba. Una encuesta realizada en esos años reflejó que el 71% de la población norteamericana estaba a favor de que Kissinger fuera a La Habana para mejorar las relaciones entre ambos gobiernos.24
-A inicios de 1974 Kissinger había planteado que la «subversión de Cuba en América Latina» era la principal razón para que continuara la animosidad de los Estados Unidos hacia la Isla, pero en 1975 la Agencia de Inteligencia de la Defensa reportaba que Cuba estaba virtualmente inactiva en ese momento en cuanto al apoyo a la subversión en América Latina.25
-Se le podía ofrecer a Cuba la normalización de las relaciones a cambio del compromiso cubano de disminuir su activismo internacional y al mismo tiempo contribuir con ello a ir paulatinamente distanciando a la Isla de la órbita soviética.
Sin lugar a dudas, Kissinger entendió la necesidad de un acercamiento a Cuba como la única alternativa que podía lograr se flexibilizara la rígida atmósfera de presión internacional e interna existente respeto a un cambio en la política de Washington hacia la Isla. Un hombre como él, caracterizado por un singular pragmatismo no podía hacer otra cosa, máxime si se quería obtener realmente algún éxito en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina. La mejoría de las relaciones con Cuba era un factor clave para las buenas relaciones con el resto del hemisferio.
El 13 de septiembre el nuevo presidente de los Estados Unidos, Gerlad Ford (Nixon había renunciado a la presidencia a inicios de agosto de 1974 a raíz del escándalo de Watergate), pidió a Kissinger -ratificado en sus responsabilidades- lo actualizara respecto al diseño de la política estadounidense hacia Cuba. Kissinger entonces expresó: «Hay dos aspectos: el bilateral y la OEA. El Departamento de Estado está preparando un documento con estos lineamientos. Estamos siendo presionados para mejorar las relaciones con Cuba, pero el público estadounidense no debe verlo como que nos lo están imponiendo, por lo que me mantendré firme en la OEA, utilizado a los brasileños. Pero deberíamos empezar con conversaciones de bajo nivel con los cubanos para ver que podemos obtener. Si no lo hacemos, tal vez nos veamos forzados, por mayoría de votos, a pasar de una posición a la otra».26
Esperemos a que vea el documento. ¿Qué precio querríamos?, señaló seguidamente el presidente Ford. «Algunas promesas de no subversión. Algunos principios sobre la expropiación de bienes; algunas acciones en política exterior»,27 respondió Kissinger.
También en reunión con el presidente Ford el 21 de septiembre de 1974, Kissinger insistió: «No podemos dejarnos llevar por los acontecimientos y ser devorados por la OEA. Sugiero que en las votaciones de noviembre nos abstengamos y que el resto dé su voto a favor. Debemos obtener algo por cualquier cambio. Debemos establecer algunos contactos con los cubanos. Frank Mankiewicz se ha ofrecido, pero tenemos que negociar directamente».28
Kissinger cumplió cabalmente con lo señalado al presidente Ford respecto a los pasos que en lo inmediato daría con Cuba: mantenerse firme en la reunión de la OEA a celebrarse en Quito en el mes de noviembre de ese año en cuanto a un cambio en la política de sanciones a Cuba utilizando a los brasileños y tratar de iniciar conversaciones de bajo nivel con Cuba.
El 29 de septiembre Ford y Kissinger se reunieron con el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Antonio Francisco Azeredo da Silveira y crearon vínculos estrechos para llevar una estrategia común y colegiada a la reunión de la OEA a celebrarse en Quito.29 Ambas partes señalaron que no se podía dar la imagen de que se estaba cediendo ante Cuba por lo que votarían en contra ante cualquier iniciativa que planteara la eliminación de las sanciones a Cuba de 196430 y cuando más se abstendrían.31
Paralelamente Kissinger prosiguió con su plan de acercamiento discreto a Cuba. «Tenemos que ser más flexibles o nos aislaremos»,32 le sugirió al presidente Ford. En los primeros días de octubre, Fidel recibió otro mensaje de Kissinger por la misma vía de Mankiewicz. En el mismo, Kissinger hacía propuestas concretas de comenzar conversaciones confidenciales entre ambos países a través de intermediarios y se adelantaban algunos pasos que daría Estados Unidos como muestra de su interés en avanzar hacia la mejoría de las relaciones bilaterales.
La propuesta de Kissinger se sometió a la consideración del Buró Político del Partido Comunista de Cuba donde se aceptó. El vicepresidente Carlos Rafael Rodríguez fue designado entonces para responder la carta recibida, reflejando la aceptación de Cuba a iniciar las conversaciones y la posición en cuanto a las negociaciones.33
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Notas
1Roberto González Gómez, Estados Unidos: Doctrinas de la Guerra Fría 1947-1991, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2003, p.116.
2 En América Latina, por solo mencionar un ejemplo, el gobierno de Nixon actuó desembozadamente para desestabilizar y finalmente provocar la caída del gobierno de Salvador Allende.
3 Ibídem, p.112.
4 Ibídem, p. 115.
5 Ibídem, pp.116-117.
6 Resolución aprobada por el Congreso de los Estados Unidos a inicios de octubre de 1962 que planteaba impedir por cualesquiera medios necesarios, inclusive el uso de las fuerzas armadas, que el régimen cubano extendiera por la fuerza «sus actividades agresivas o subversivas» a cualquier parte del hemisferio.
7 Citado por Barry Sklar en: «El Congreso y la Normalización de Relaciones con Cuba», The Library of Congress, Congresional Research Service, Washington, 1977, p.145.
8 Barry Sklar, Ob.Cit , p.146.
9 Ibídem.
10 Peter Kornbluh and James G Blight, «Dialogue with Castro: A hidden history», en The New York Review of Books, 6 de octubre de 1994.
11 Memorándum de Kissinger a Nixon, 12 de noviembre de 1969, en: www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet)
12 En realidad el gobierno estadounidense mostró interés en este tema desde finales de 1969.
13 Véase Memorandum of Understanding on Hijacking of Aircraft and Vessels and Other Offenses, 12 de febrero de 1973, en: www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet)
14 Barry Sklar, Ob.Cit , p.147.
15 Relaciones Cuba-Estados Unidos, Buró de Asuntos Público del Departamento de Estado, GIST, mayo de 1973, en: http://www.latinamericanstudies.org/us-cuba-1902-1997.htm. (Internet) (Traducción del ESTI)
16 Esta fue la primera reunión entre un dignatario del rango de Holt y Castro desde la ruptura de las relaciones por los Estados Unidos en 1961.
17 En una entrevista concedida en 1994 a Peter Kornbluh, Kissinger afirmó: «Existe la posibilidad de que yo se lo haya dicho a Nixon…Ciertamente Nixon tenía otras cosas en mente en aquellos momentos».
18 Director de Ventura Associates y ejecutivo de la televisora NEC Productions. Había sido secretario de prensa de Robert F. Kennedy.
19 Nestor García Iturbe, De Ford a Busch, Editora Política, La Habana, 2008, pp.27-28.
20 Cuba gozaba de una buena situación económica no solo por el respaldo de la URSS, sino también por los precios que alcanzó en esos momentos el azúcar en el mercado internacional. La posibilidad para Estados Unidos de comerciar directamente con Cuba no era nada despreciable en momentos en que su economía atravesaba una aguda crisis y otros países se les estaban adelantando en los negocios con Cuba.
21Entre 1972 y 1973, Perú, Argentina y cuatro países caribeños recién independizados establecieron relaciones diplomáticas con Cuba
22 El 28 de enero de 1975 el funcionario de la embajada canadiense Vernon Turner le expresó al vicesecretario adjunto para Asuntos Canadienses Richard Vine que su gobierno consideraba que un cambio en la política de los Estados Unidos sobre el comercio con Cuba de las subsidiarias en terceros países era una cuestión de la mayor importancia en las relaciones entre Estados Unidos y Canadá.
23 A mediados de enero de 1975, el vicepresidente cubano Carlos Rafael Rodríguez visitó Francia en la primera visita de un dirigente cubano a ese país desde 1959. París concedió a Cuba una línea de crédito de $350 millones para 1975-1976. En mayo, Rodríguez encabezó una delegación a Londres donde concluyó un trato por un enorme crédito de $550 millones. Por su parte Japón se convirtió en el mayor socio comercial no socialista de Cuba.
24 Barry Sklar, Ob.Cit , pp.146-147.
25 Lars Schoultz, That Infernal Little Cuban Republic. The United States and the Cuban Revolution, The University of North Carolina Press, 2009, p.269.
26 Memorándum de la conversación sostenida entre el presidente estadounidense Gerald Ford y el secretario de Estado y asesor para Asuntos de Seguridad Nacional Henry Kissinger el 13 de septiembre de 1974, en: http://www.fordlibrarymuseum.gov/library/guides/Finding%20Aids/Memoranda_of_Conversations.asp#Ford (Internet), (Traducción del ESTI)
27 Ibídem.
28Memorándum de la conversación sostenida entre el presidente estadounidense Gerald Ford y el secretario de Estado y asesor para Asuntos de Seguridad Nacional Henry Kissinger el 21 de septiembre, en: http://www.fordlibrarymuseum.gov/library/guides/Finding%20Aids/Memoranda_of_Conversations.asp#Ford (Internet), (Traducción del ESTI)
29Conversación celebrada el 29 de septiembre de 1974 (Ford, Kissinger, Azeredo da Silveira) en: http://www.fordlibrarymuseum.gov/library/guides/Finding%20Aids/Memoranda_of_Conversations.asp#Ford (Internet), (Traducción del ESTI).
30Dichas sanciones impedían a los países miembros decidir su propia política hacia Cuba.
31Finalmente en la reunión de Quito solo faltaron dos votos para alcanzar los dos tercios necesarios para levantar las sanciones multilaterales.
32Memorándum de la conversación sostenida entre el presidente estadounidense Gerald Ford y el secretario de Estado y asesor para Asuntos de Seguridad Nacional Henry Kissinger el 15 de agosto de 1974, en: http://www.fordlibrarymuseum.gov/library/guides/Finding%20Aids/Memoranda_of_Conversations.asp#Ford (Internet), (Traducción del ESTI)
33Nestor García Iturbe, Diplomacia sin Sombra, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p.17.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.