Las potencias occidentales tardaron horas significativas en pronunciarse contra los militares alzados y declarar su apoyo a la continuidad democrática turca. Habían perdido. La intervención extranjera en el levantamiento los grandes medios la colocan sin comentarios como opinión de políticos partidarios del gobierno turcos. Incluso políticos de izquierda la soslayan. Sin embargo en un mundo […]
Las potencias occidentales tardaron horas significativas en pronunciarse contra los militares alzados y declarar su apoyo a la continuidad democrática turca.
Habían perdido.
La intervención extranjera en el levantamiento los grandes medios la colocan sin comentarios como opinión de políticos partidarios del gobierno turcos. Incluso políticos de izquierda la soslayan.
Sin embargo en un mundo globalizado alrededor de una potencia hegemónica no es posible un cuartelazo puramente nativo.
Los insurgentes son militares de la OTAN. Y participaron miembros de la base Incirlik, OTAN.
Del lado opuesto, según informaciones, la inteligencia rusa avisó al presidente con algunas horas de anticipación del estallido y Putin habló con él apoyándolo.
El concepto de gobierno democrático constante en el discurso occidental una vez más dependió en los hechos de la fuerza y no del respeto abstracto. En Turquía la alianza USA-UE no pudo vencer a la multitud civil que ocupó las calles y a los militares ajenos al complot. Volvieron a fallar sus cálculos.
Erdogan con sus seguidores políticos religiosos fue útil a Occidente acompañándole en la destrucción en Siria. Daesh, Al Nusra y otras bandas terroristas han tenido en suelo turco entrenamiento, apoyo médico, paso de militantes, protección militar, mercado para el petróleo robado, suministro de armas.
Ankara derribó un avión ruso creando condiciones para una intervención directa de la OTAN.
El problema para las potencias fue la no obediencia disciplinada de Erdogan. Hizo exigencias perentorias a la Unión Europea para su incorporación, se peleó con Alemania, reprimió a los kurdos pensados como una fuerza conveniente en tierra contra Asad, violó derechos de la oposición y la prensa…
Aún más, últimamente Erdogan distanciado de los gobiernos occidentales retrocedió ante Moscú y tendió un puente de entendimiento que fue respondido con la apertura del turismo de los ciudadanos rusos a Turquía.
Es decir, ya no era de confianza.
Occidente ahora hace críticas a las duras medidas posgolpe del gobierno turco siendo que fue parte del hecho que permite justificar más autoritarismo. Cierre de escuelas y universidades, reforma constitucional presidencialista, detención de oficiales militares, posible reposición de la pena de muerte, suspensión de la Convención de DD.HH por estado de emergencia son algunas.
Federica Mogherini, alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, y el general presidente de Egipto han salido a hacer declaraciones.
El cuadro mundial actual es que el orden imperial occidental decae económica, militar, políticamente. Surgen como potencias Rusia y China. Se avecinan crisis, ecológica, financiera, bélica, climática.
Dentro de él, Occidente continúa su torpe política internacional. Según el canciller ruso, Serguéi Lavrov, actúa como un elefante en una cacharrería. Obama reconoce que lo que hizo en Libia fue un error, Tony Blair puede ir a juicio por su guerra inventada contra Iraq.
El poder formal puede ser para Trump o Clinton y los Hollande, Merkel, May, Rajoy, le seguirán para quebrar gobiernos en Rusia, China, Siria, Libia, Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, Brasil… sin importar sus fracasos.
El drama profundo que crean no les importa. Es la muerte, destrucción de casas, escuelas, hospitales, infraestructuras de energía, agua. El hambre, los desplazados.
Posiblemente Occidente insistirá en derribar a Erdogan y el islamismo político si no sirven sus planes de dominación del Cercano Oriente.
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