Jeromo, amigo, espero que te guste Nuestra madre Tierra enfermó de gripe. Un cuadro clínico cuyo origen y agudización encontramos en la propagación de una agroindustria poderosa, responsable de la masiva destrucción de la tierra campesina y por ende la desaparición de sus moradores. Pero tenemos una esperanza, porque el campo -a pesar de todo- […]
Jeromo, amigo, espero que te guste
Nuestra madre Tierra enfermó de gripe. Un cuadro clínico cuyo origen y agudización encontramos en la propagación de una agroindustria poderosa, responsable de la masiva destrucción de la tierra campesina y por ende la desaparición de sus moradores. Pero tenemos una esperanza, porque el campo -a pesar de todo- reserva semillas predispuestas y dispuestas a germinar. Como la iniciativa del Compromiso Campesino (www.compromisocampesino.org) encabezada por Jerónimo Aguado Martínez, campesino, trabajador de la tierra y el ganado en la comarca de Tierra de Campos, Palencia, España.
Cuando me siento a charlar con Jeromo, así le llamamos, siempre acabo pensando que debería tener a mano papel y bolígrafo. Porque la memoria falla y hay mucho que aprender y recordar de todo lo que trasmite Jeromo. Bueno, de lo que explica y de lo que hace, que eso de la coherencia también es algo que proteger. Jeromo te cuenta de su abuela materna que, cuidando tantos hijos que crió, ni tiempo tuvo de ir a ver las tierras de trigo de la familia, pero que nunca -y enfatiza, nunca- permitió que se vendieran. De sus años de militante colaborando con causas campesinas en Nicaragua como cuando fue a una entrega de tierras a pequeños campesinos a cargo de Ernesto Cardenal. O de María José que gestiona un huerto con la única tecnología que le proporcionan sus manos, ecológico mil por mil. Y de su rebaño de 180 ovejas, ni una más, porque la avaricia empobrecería sus tierras y su equilibrio natural. Cordero que paren, cordero vendido entre consumidores locales que saben de la calidad e higiene de ese ganado. Realidades modernas del siglo XXI que te hacen comprender que existen campesinos y campesinas cuya vinculación con la tierra va más allá del ejercicio de una profesión, porque se sienten y son seres vivos que, en colaboración y reciprocidad con la naturaleza, producen vida y alimentos sanos para la sociedad sin necesidad de generar riesgos sanitarios. Ese saber, esa responsabilidad, esos valores, Jeromo (¡gracias!) los ha recogido en un manifiesto donde expresa de forma clara al mundo su solidaridad con la causa de todas las campesinas y campesinos del mundo y los valores que orientan su quehacer. Con ese punto precisamente da inicio el manifiesto:
«Un valor, la ética por encima de los negocios. Un compromiso, cuidar la tierra, los animales, los ríos, las semillas, los bosques, los ecosistemas, a la vez que produzco alimentos. Una función, producir alimentos sanos y nutritivos para toda la ciudadanía. Una opción de vida antes que una profesión, vivir y mantener las comunidades rurales y campesinas allí donde produzcamos los alimentos. Una cultura y una técnica no neutral, la agroecología, la agricultura campesina y local. Un objetivo, la construcción de la soberanía alimentaria, desde lo local a lo global. Una estrategia, mantener vivas las culturas y los conocimientos campesinos para el manejo de la tierra, el ganado, los ecosistemas, los alimentos, las plantas medicinales. Una táctica, defender la tierra propia con uñas y dientes hasta que ésta sea de todos y todas, o de nadie. Un posicionamiento firme e irrenunciable frente a los cultivos y las semillas transgénicas, los agrocombustibles, los desiertos verdes, la ocupación de suelos de cultivo para urbanizaciones innecesarias, los grandes circuitos para favorecer el absurdo transporte de alimentos de una punta a otra del planeta, la agricultura industrializada y el uso de materias para su práctica. Un enemigo, el neoliberalismo. Un método de lucha, la no violencia y la desobediencia civil. Unos compañeros y compañeras de viaje, los y las sin tierra, los agricultores y agricultoras, los consumidores y consumidoras, y todas las personas que creen que otro mundo es posible.»
Jeromo ha sido el primero, ha elaborado el manifiesto, lo ha firmado y lo ha colgado bien visible a la entrada de su finca. Y ahora está circulando entre sus compañeras y compañeros campesinos de todo el planeta, para que repitan el gesto, y se convierta en una causa colectiva. Frente a la agroindustria que sólo se compromete a generar más dividendos para sus accionistas dejando de lado cualquier preocupación social y ecológica, y que es capaz de provocar una crisis sanitaria de carácter global sin ruborizarse tan siquiera, es esperanzador pensar que cuando viajemos por el medio rural encontraremos en las puertas de pequeñas fincas, granjas y huertos carteles impresos con el Compromiso Campesino, para mí, el mejor certificado de producciones limpias. Si hay futuro, es ecológico y campesino.